O PEREGRINO QUERUBÍNICO — LIVRO I — EPIGRAMAS 41-50
I, 041: Dios no sabe fin de sí mismo.
DIOS es infinitamente alto, (hombre, créelo con prontitud),
Él mismo no encuentra eternamente el fin de su divinidad.
I, 042: ¿Cómo se funda Dios?
DIOS se funda sin fundamento, y se mide sin medida!
Si eres con Él un espíritu, hombre, lo comprenderás.
I, 043: Se ama aun sin conocer.
AMO una sola cosa, y no sé lo que es:
y porque no lo sé, es que la he elegido.
I, 044: Debe dejarse el algo.
HOMBRE, si amas algo, no amas por cierto nada:
Dios no es esto o aquello, deja por eso el algo.
I, 045: La impotencia potente.
QUIEN nada ansía, nada tiene, nada sabe, nada ama, nada quiere,
aún mucho tiene, sabe, ansía y ama.
I, 046: La nada venturosa.
SOY algo bienaventurado, si puedo ser una nada,
ni manifiesta ni partícipe de todo lo que existe.
I, 047: El tiempo es eternidad.
EL tiempo es como la eternidad, y la eternidad como el tiempo,
si no haces tú mismo una diferencia.
I, 048: El templo y el altar de Dios.
DIOS se ofrenda a sí mismo: yo soy a cada instante
su templo, su altar y reclinatorio, si reposo.
I, 049: La quietud es el Bien supremo.
LA quietud es el Bien supremo: y si Dios no fuera quietud,
cerraría ante Él mismo mis dos ojos.
I, 050: El trono de Dios.
¿PREGUNTAS tú, cristiano, dónde ha sentado Dios su trono?
Allí, donde Él te alumbra en ti su Hijo.