Ah sí, cuanto más nos pertenezcamos (a nosotros), tanto menos le pertenecemos (a Dios). El hombre que hubiera abandonado lo suyo, nunca podría echar de menos a Dios en ninguna actividad. Pero, si sucediera que el hombre diese un paso en falso o dijese palabras equivocadas o si las cosas realizadas por él resultaran mal hechas, (Dios), ya que se hallaba en el comienzo de la acción, debería cargar por obligación con el daño; (pero), en tal caso, tú no debes en absoluto abandonar tu obra. A este respecto encontramos un ejemplo en San Bernardo y en otros muchos santos. En esta vida nunca es posible librarse del todo de semejantes percances. Mas no se debe rechazar el noble trigo porque, de vez en cuando, cae neguilla por entre ese trigo. De veras, quien estuviera bien intencionado y poseyera un buen entendimiento de Dios, a ese hombre todos esos sufrimientos y percances le resultarían una gran bendición. Pues, a los buenos todas las cosas les redundan en bien, como dice San Pablo (cfr. Romanos 8, 28), y como manifiesta San Agustín: «Ah sí, incluso los pecados». 97 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 11.
En verdad, el haber cometido pecados no es pecado con tal de que nos dé pena. El hombre no debe querer cometer un pecado por todo cuanto pueda suceder en el tiempo o en la eternidad, ni pecados mortales ni veniales ni de cualquier índole. Quien supiera portarse bien con Dios, debería tener siempre presente que Dios, leal y amante (como es), ha llevado al hombre de una vida pecaminosa a otra divina, que lo ha convertido de enemigo en amigo suyo, lo cual es más que crear una nueva tierra. Este hecho habría de ser uno de los más fuertes acicates para afianzar al hombre totalmente en Dios y sería maravillosa la fuerza que tendría para inflamar al hombre con un amor grande (y) vigoroso de modo tal que renunciara por completo a sí mismo. 103 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 12.
Ah sí, quien estuviera bien afianzado en la voluntad divina, no debería querer que el pecado, en el cual había caído, no hubiese sucedido. Por cierto, aquí no se contempla el hecho de que (el pecado) estaba dirigido contra Dios, sino la medida en la cual tú, al haberlo cometido, estás obligado a acrecentar tu amor y te hallas rebajado y humillado, exceptuando el hecho de que hayas obrado en contra de Dios. Pero debes confiar mucho en Dios (pensando) que Él no habría permitido que te sucediese tal cosa, a no ser que hubiera querido obtener con ello lo mejor para ti. Mas, cuando el hombre se levanta totalmente de sus pecados y les vuelve por completo la espalda, entonces hace el leal Dios como si el hombre nunca hubiera caído en pecado y no quiere hacerle pagar por todos sus pecados ni por un solo instante; aunque fueran tantos como todos los hombres juntos los hubieran cometido jamás: Dios no quiere hacérselo pagar nunca; sería posible que Él lo tratara con tanta intimidad como jamás la tuvo con criatura alguna. Con tal de que lo halle preparado ahora mismo, no mira lo que fue antes. Dios es un Dios del presente. Tal como te encuentra, te toma y te recibe, no como fuiste sino como eres ahora. Toda la iniquidad y todo el oprobio que pudiera sufrir Dios a causa de todos los pecados, los quiere soportar gustosamente y haberlos soportado durante muchos años para que el hombre luego llegue a (tener) un gran conocimiento de su amor (el divino) y para que su amor y gratitud propios aumenten y su empeño se haga más ferviente en proporción, como suele ocurrir naturalmente y a menudo luego de los pecados. 104 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 12.
Por ello Dios permite gustosamente que los pecados hagan daño y lo ha permitido a menudo, y con mayor frecuencia ha permitido que les sucediera a aquellos hombres a quienes ha elegido para elevarlos a (hacer) grandes cosas según su voluntad. ¡Mira pues! ¿Quién fue alguna vez más querido por Nuestro Señor y con quién tuvo más intimidad que con los apóstoles? Ninguno de ellos se salvó de caer en pecado mortal; todos habían sido graves pecadores. También lo demostró a menudo en la Vieja y la Nueva Alianza con aquellos que posteriormente llegaron a ser con mucho los más queridos por Él; y todavía en nuestros días raras veces se tiene conocimiento de personas que hayan logrado grandes cosas sin haber cometido antes algún desliz. Y con ello Nuestro Señor aspira a que conozcamos su gran misericordia y nos quiere exhortar a tener una humildad y devoción grandes y verdaderas. Pues, cuando se renueve el arrepentimiento, también el amor crecerá y se renovará mucho. 105 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 12.
Mas el arrepentimiento divino es muy distinto. Tan pronto como el hombre siente un desagrado, se eleva en seguida hacia Dios y se afianza en una voluntad inquebrantable de dar por siempre la espalda a todos los pecados. Y al hacerlo se eleva hacia una gran confianza en Dios y adquiere una gran seguridad; y de ello proviene una alegría espiritual que sube al alma por encima de toda pena y aflicción, y la vincula firmemente con Dios. Pues, cuanto más débil se halle el hombre y cuanto más haya pecado, tanta más razón tiene para vincularse con Dios mediante un amor indiviso en el cual no hay ni pecado ni imperfección. El mejor escalón, pues, que se puede pisar, cuando se quiere ir hacia Dios con plena devoción, es (el siguiente): estar sin, pecado en virtud del arrepentimiento divino. 111 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 13.
Y cuanto más grave uno mismo considere el pecado, tanto más dispuesto estará Dios a perdonarlo y visitar al alma expulsando el pecado; porque cada uno se esfuerza más que nada por quitarse aquello que le resulta más repugnante. Y cuanto mayores y más graves sean los pecados tan infinitamente más le gustará a Dios perdonarlos y hacerlo con mayor rapidez, porque le repugnan. Y entonces, cuando el arrepentimiento divino se levanta hacia Dios, todos los pecados han desaparecido más rápidamente en el abismo divino que en un cerrar de ojos mío, y con tal de que el arrepentimiento llegue a ser perfecto, serán tan completamente aniquilados como si nunca hubieran sucedido. 112 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 13.
Esta seguridad es mucho más grande, perfecta y genuina que la primera y no puede engañar. La intuición, en cambio, podría engañar y fácilmente podría tratarse de una iluminación falsa. Esta (seguridad), empero, se siente en todas las potencias del alma y no puede ser engaño en todos cuantos aman verdaderamente a Él; ellos lo dudan tan poco como dudan de Dios (mismo), ya que el amor expulsa todo el temor. «El amor no tiene temor» (1 Juan 4, 18), según dice San Pablo, y también está escrito: «El amor cubre la plenitud de los pecados» (1 Pedro 4,8). Pues allí donde se cometen pecados, no puede haber plena confianza ni amor; porque éste cubre por completo el pecado; no sabe nada de pecados. No es como si uno no hubiera pecado, sino que (el amor) borra completamente los pecados, y los expulsa como si nunca hubiesen existido. Pues todas las obras de Dios son tan completamente perfectas y de riqueza sobreabundante que Él, a quien perdona, lo perdona enteramente y sin reserva, y con mucho mayor agrado los (pecados) grandes que los pequeños y esto produce una confianza cabal. Considero que este saber es infinita e incomparablemente mejor y trae más recompensa y es más genuino que el primero; ya que para él ni el pecado ni cualquier otra cosa constituyen un estorbo. Porque, a quien Dios encuentra lleno de determinado amor lo juzga también de manera proporcional, no importa que haya pecado mucho o nada. Pero aquel a quien se le perdona más, también debe amar más, según dijo Cristo, Nuestro Señor: «Aquel a quien se le perdona más, que ame también más» (Cfr Lucas 7, 47). 125 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 15.
Muchas personas se imaginan que deberían realizar grandes obras en cuanto a cosas exteriores, como son ayunar, ir descalzo y otras actitudes por el estilo, que se llaman obras de penitencia. (Pero) la verdadera penitencia y la mejor de todas, con la cual uno logra enmendarse fuertemente y en el más alto grado, consiste en que el hombre le dé la espalda completa y perfectamente a todo aquello que no es del todo Dios ni divino en él mismo y en todas las criaturas, y que se vuelva cabal y completamente hacia su querido Dios con un amor imperturbable, de manera que su devoción y su anhelo (de encontrarlo) sean grandes. En aquella obra en la cual estás más dispuesto (a ello), eres también más justo; cuanto más aciertas en este aspecto, tanto más verdadera es la penitencia y borra proporcionalmente más pecados e incluso todo castigo. Sí, es cierto, rápido y a la brevedad podrías dar la espalda a todos los pecados con tanto vigor y tanta repugnancia verdadera y dirigirte con el mismo vigor hacia Dios que — aunque hubieras cometido todos los pecados hechos jamás desde los tiempos de Adán y a hacerse de ahora en adelante — todo esto te sería completa y absolutamente perdonado junto con el castigo, de modo que tú, si murieras en este instante, te irías a ver el rostro de Dios. 130 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 16.
Esta es la verdadera penitencia y ella proviene en especial y ‘lo más perfectamente de la digna Pasión de Nuestro Señor Jesucristo (sufrida) con perfecta penitencia. Cuanto más el hombre vaya formando su imagen dentro (de esta penitencia) tanto más se le quitarán todos los pecados y los castigos correspondientes. Además, el hombre debe adquirir, en todas sus obras, el hábito de formar su imagen dentro de la vida y actuación de Nuestro Señor Jesucristo, en todo su hacer y no hacer, en sus sufrimientos y su vida, y, al hacerlo, debe pensar siempre en Él, tal como Él ha pensado en nosotros. 131 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 16.
Semejante penitencia no consiste sino en (tener) el ánimo apartado de todas las cosas, elevándolo enteramente hacia Dios. Y aquellas obras donde logras tener, más que en otras, tal estado de ánimo y lo tienes gracias a esas obras, hazlas con toda libertad; pero si te estorba en ello alguna obra externa, como son ayunos, vigilias, lecturas o lo que sea, renuncia a ella sin vacilar y sin preocuparte de que puedas descuidar alguna obra de penitencia. Porque Dios no mira cuáles son las obras sino únicamente cuáles son el amor y la devoción y la disposición de ánimo en las obras. Pues a Él, nuestras obras no le importan mucho sino exclusivamente nuestra disposición de ánimo en todas nuestras obras y el que lo amemos tan sólo a Él en todas las cosas. Pues el hombre que no halla su contento en Dios es demasiado codicioso. La recompensa de todas tus obras debe consistir en que Dios las conozca y que tú, al hacerlas, pienses en Él; en todo momento esto te debe bastar y cuanto más natural e ingenuamente pienses en Él, tanto más propiamente expiarás tus pecados mediante todas tus obras. 132 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 16.
Puedes recordar también que Dios ha sido el Salvador ‘universal de todo el mundo y por este hecho le debo mucho mayor gratitud que en el caso de que Él me hubiera salvado sólo a mí. De la misma manera tú también has de ser un salvador universal de cuanto has corrompido en ti a causa de los pecados, y con todo esto estréchate totalmente contra Él, pues con los pecados has corrompido todo cuanto hay en ti: el corazón, los sentidos, el cuerpo, el alma, las potencias y cuanto haya en ti y dentro de ti: todo está muy enfermo y corrupto. Por lo tanto, acógete con Aquel en quien no hay defecto alguno sino sólo cosas buenas, para que sea un Salvador universal de toda la corrupción existente en ti, tanto interior como exteriormente. 133 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 16.
La gente bien podrá sentirse presa del miedo y de la pusilanimidad frente al hecho de que la vida de Nuestro Señor Jesucristo y de los santos era muy rigurosa y penosa, mientras el hombre en este aspecto no es capaz de hacer gran cosa y tampoco se siente impulsado a hacerla. Por ende, cuando la gente se nota tan distinta en este aspecto, a menudo se considera muy apartada de Dios a quien — (según dicen) — no pueden seguir. ¡Que nadie haga esto! El hombre nunca (y) de ninguna manera debe considerarse alejado de Dios, ni a causa de un defecto, ni por una flaqueza, ni por ninguna otra cosa. Aun en el caso de que tus grandes pecados te desvíen alguna vez tanto que tú no te puedas considerar cerca de Dios, debes suponer, sin embargo, que Dios se halla cerca de ti. Porque el hecho de que el hombre aleje de sí a Dios implica un gran perjuicio; pues, aun cuando el hombre ambula a distancia o en la proximidad, Dios no se aleja nunca, siempre permanece cerca; y si no puede permanecer adentro, a lo sumo se aleja para permanecer delante de la puerta. 138 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 17.
Por ello dicen los maestros que los bienaventurados en el reino de los cielos conocen a las criaturas desnudas de toda imagen, pues las conocen por medio de una sola imagen que es Dios y en la cual Dios conoce y ama y quiere a sí mismo y a todas las cosas. Y Dios mismo nos enseña a orar y suplicar así cuando decimos: «Padre nuestro», «santificado sea tu nombre» lo cual quiere decir: que te conozcamos sólo a ti (Cfr Juan 17,3); «que venga tu reino» para que yo no tenga nada que considere y conozca como rico fuera de ti, el rico. A esto se refiere el Evangelio al decir: «Bienaventurados son los pobres en espíritu» (Mateo 5,3), quiere decir: en la voluntad, y por ello pedimos a Dios que se «haga su voluntad», «en la tierra», quiere decir: dentro de nosotros, «como en el cielo», quiere decir: en Dios mismo. Semejante hombre comparte una sola voluntad con Dios de modo tal que quiere todo cuanto quiere Dios y de la misma manera que lo quiere Dios. Y por eso, como Dios en cierto modo quiere que yo también haya pecado, yo no quisiera no haberlo hecho porque así se hace la voluntad de Dios «en la tierra», o sea en el pecado, «como en el cielo», o sea en la buena acción. En este sentido, el hombre quiere hallarse privado de Dios por amor de Dios y ser apartado de Dios por amor de Dios, y sólo éste es un verdadero arrepentimiento de mis pecados; así me apeno sin pena del pecado tal como Dios se apena sin pena de toda maldad. Siento pena y la máxima pena por el pecado — pues no cometería ningún pecado por nada creado o creable, por más que hubiera en la eternidad miles de mundos — mas (lo haría) sin pena; y acepto y tomo las penas de la voluntad divina y por ella. Tan sólo semejante pena es una pena perfecta, porque proviene y surge del puro amor de la bondad y alegría más puras de Dios. Así llega a ser verdad y se echa de ver lo que he dicho en este librito: que el hombre bueno, en cuanto es bueno, entra en toda la peculiaridad de la Bondad misma que es Dios en sí mismo. 275 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
¡Ah, prestad atención! ¿Quiénes eran las personas que compraban y vendían, y quiénes son hoy en día? ¡Escuchadme bien! Ahora hablaré en mi sermón tan sólo de gente buena. Sin embargo, indicaré esta vez quiénes eran los mercaderes y quiénes siguen siéndolo, esos que compraban y vendían y (los que) continúan haciéndolo de la misma manera, (y) a quienes Nuestro Señor echó a golpes expulsándolos y lo sigue haciendo aún hoy en día con todos cuantos compran y venden en este templo: no quiere que ni uno solo (de ellos) permanezca adentro. Mirad, mercaderes son todos aquellos que se cuidan de no cometer pecados graves y les gustaría ser buenos y, para la gloria de Dios, ellos hacen sus obras buenas, como ser, ayunar, estar de vigilia, rezar y lo que hay por el estilo, cualquier clase de obras buenas, mas las hacen para que Nuestro Señor les dé algo en recompensa o para que Dios les haga algo que les gusta: todos ésos son mercaderes. Esto se debe entender en un sentido burdo, porque quieren dar una cosa por otra y de esta manera pretenden regatear con Nuestro Señor. Con miras a tal negocio se engañan. Pues, todo cuanto poseen y todo cuanto son capaces de obrar, si lo dieran todo por amor de Dios y obrasen por completo por Él, Dios en absoluto estaría obligado a darles ni a hacerles nada en recompensa, a no ser que quiera hacerlo gratuita (y) voluntariamente. Porque lo que son, lo son gracias a Dios, y lo que tienen, lo tienen de Dios y no de sí mismos. Por lo tanto, Dios no les debe nada, ni por sus obras ni por sus dádivas, a no ser que quisiera hacerlo voluntariamente como merced y no a causa de sus obras ni de sus dádivas, porque no dan nada de lo suyo (y) tampoco obran por sí mismos, según dice Cristo mismo: «Sin mí no podéis hacer nada» (Juan 15, 5). Esos que quieren regatear así con Nuestro Señor, son individuos muy tontos; conocen poco o nada de la verdad. Por eso, Nuestro Señor los echó a golpes fuera del templo y los expulsó. La luz y las tinieblas no pueden hallarse juntas. Dios es la Verdad y una luz en sí misma. Por ello, cuando Dios entra en este templo, expulsa la ignorancia, o sea, las tinieblas, y se revela Él mismo mediante la luz y la verdad. Cuando se llega a conocer la Verdad, los mercaderes han desaparecido, y la verdad no apetece hacer negocio alguno. Dios no busca lo suyo, Él es libre y desasido en todas sus obras y las hace por verdadero amor. Lo mismo hace también aquel hombre que está unido con Dios; él se mantiene también libre y desasido en todas sus obras, y las hace únicamente por la gloria de Dios, sin buscar lo suyo, y Dios opera en el. 407 ECKHART: SERMONES: SERMÓN I 3
Existe además otro significado ¡pensadlo celosamente! Él (Santiago) dice: «Todo don». Sólo lo óptimo y lo más excelso son dones por excelencia y en sentido propio. No hay cosa alguna que Dios dé con tanto gusto como dones grandes. Una vez dije en este lugar que Dios incluso prefiere perdonar pecados grandes antes que pequeños. Y cuanto mayores son, con tanto más agrado y rapidez los perdona. Y exactamente lo mismo sucede con la gracia y el don y la virtud: cuanto más grandes sean, con tanto mayor placer los dará; pues su naturaleza pende del hecho de que otorgue cosas grandes. Y por ello, cuanto más valiosas son las cosas, tanto más hay de ellas. Las criaturas más nobles son los ángeles y ellos son puramente espirituales y no tienen corporeidad, y ellos son mayoría y hay más de ellos que la multitud de las cosas corpóreas. Las cosas grandes se llaman muy propiamente «dones» y le pertenecen a Él de la manera más propia y entrañable. 459 ECKHART: SERMONES: SERMÓN IV 3
Dijo San Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y ya nos basta» (Juan 14, 8). Resulta que nadie llega al Padre sino por el Hijo (Cfr Juan 14, 6). Quien ve al Padre, ve al Hijo (Cfr Juan 14, 9), y el Espíritu Santo es el amor de ambos. El alma es tan simple en sí misma que ella, en todo momento, no puede percibir sino una sola imagen. Cuando percibe la imagen de la piedra, no percibe la imagen del ángel, y cuando percibe la imagen del ángel, no percibe ninguna otra; y la misma imagen que percibe, la tiene que amar también en su estar-presente. Si percibiera a mil ángeles sería lo mismo que a dos ángeles y, sin embargo, no percibiría nada más que a uno solo. Pues bien, el hombre debe unirse en sí mismo para ser «uno». Dice San Pablo: «Si estáis librados de vuestros pecados, os habéis convertido en siervos de Dios» (Romanos 6, 22). El Hijo unigénito nos ha librado de nuestros pecados. Pero Nuestro Señor dice con mucho más acierto que San Pablo: «No os he llamado siervos, sino que os he llamado amigos míos». «El siervo no conoce la voluntad de su señor», pero el amigo sabe todo cuanto sabe el amigo. «Todo cuanto he escuchado de mi Padre, os lo he dado a conocer» (Juan 15, 15), y todo cuanto sabe mi Padre, lo sé yo y todo cuanto yo sé, lo sabéis vosotros; porque yo y mi Padre tenemos un solo Espíritu. El hombre, pues, que sabe todo cuanto sabe Dios, es un hombre sabedor de Dios. Este hombre aprehende a Dios en su propio ser y en su propia unidad y en su propia presencia y en su propia verdad; con semejante hombre las cosas andan muy bien. Pero el hombre que no está acostumbrado para nada a las cosas interiores, no sabe lo que es Dios. Es como una persona que tiene vino en su bodega, pero no lo ha bebido ni catado, y luego no sabe que es rico. Lo mismo sucede con la gente que vive en (la) ignorancia: ignoran lo que es Dios y, sin embargo, creen y se imaginan que viven. Semejante saber no proviene de Dios. El hombre debe tener un saber puro (y) claro de la verdad divina. En aquel hombre que emprende todas sus obras con recta intención, Dios es el principio de su intención, y su intención (convertida) en obra es Él mismo y es de naturaleza puramente divina y se acaba en la naturaleza divina en Él mismo. 578 ECKHART: SERMONES: SERMÓN X 3
«Jerusalén» significa lo mismo que una altura, según dije en (el convento de) Mergarden. A aquello que está en lo alto se le dice: ¡Desciende! A aquello que está abajo, se le dice: ¡Asciende! Si tú estuvieras abajo y yo estuviese por encima de ti, tendría que bajar hacia ti. Lo mismo hace Dios; cuando tú te humillas, Dios baja desde arriba y entra en ti. La tierra es la cosa más alejada del cielo y se ha acurrucado en un rincón y está avergonzada y le gustaría huir del hermoso cielo, de un rincón a otro. ¿Cuál sería entonces su morada? Si huye hacia abajo, llega al cielo, si huye hacia arriba, tampoco lo puede eludir, él la empuja hacia un rincón y le imprime su fuerza y la hace fecunda. ¿Por qué? Lo más elevado desemboca en lo más bajo. Una estrella que se halla por encima del sol, es el astro más elevado; éste es más noble que el sol: derrama (su luz) en el sol y lo alumbra, y toda la luz que tiene el sol, la ha recibido de ese astro. ¿Qué significa, pues, el que el sol no brille tanto de noche como de día? Significa que el sol por sí solo no es fuerte; el que haya una cierta deficiencia en el sol, lo percibís por el hecho de que está oscuro en un extremo, y de noche la luna y las estrellas le quitan su luz, y lo empujan hacia otra parte; entonces brilla en otra parte, en otro país. Aquel astro (más elevado) derrama (su luz) no sólo en el sol sino que (ésta) atraviesa el sol y todos los astros y se derrama en la tierra fecundizándola. Exactamente lo mismo sucede con el hombre verdaderamente humilde que ha echado por debajo de sí todas las criaturas y se acurruca por debajo de Dios. Dios en su bondad no deja de derramarse por completo en semejante hombre; es obligado a hacerlo necesariamente. Si quieres, pues, ser elevado y levantado, tienes que ser rebajado, (lejos) de la corriente de la sangre y de la carne, porque la soberbia escondida (y) disimulada es la raíz de todos los pecados y máculas y la siguen sólo pena y dolor. La humildad, en cambio, es raíz de todo lo bueno (…) y lo sigue. 662 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XIV 3
Ahora dice: «Nuestro Señor se dirigió a la ciudad de Naín». «Naín» quiere decir lo mismo que «hijo de la paloma» y significa simplicidad. El alma no ha de descansar jamás en la fuerza potencial hasta que llegue a ser totalmente una en Dios. (Naín) quiere decir también «un caudal de agua» y significa que el hombre ha de mantenerse inmóvil frente a los pecados e imperfecciones. «Los discípulos» son la luz divina que debe fluir copiosamente en el alma. «La muchedumbre», éstas son las virtudes de las que hablé el otro día. El alma tiene que ascender con ardientes ansias y sobrepasar en las grandes virtudes buena parte de la dignidad de los ángeles. Allá se llega al «portón», es decir, (se entra) en el amor y la unidad, (o sea) «el portón» por donde se sacaba al muerto, el joven, hijo de una viuda. Nuestro Señor se acercó y tocó (el féretro) donde yacía el muerto. Paso de alto cómo se acercó y cómo tocó, pero no que dijo: «Incorpórate, joven!» 739 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XVIII 3
El segundo implica que el alma debe elevarse humildemente con todas sus imperfecciones y pecados y asentarse e inclinarse por debajo de la puerta de la piedad donde Dios se derrama en (su) misericordia. Y debe elevar también todo cuanto de virtud y obras buenas hay en ella y con eso ha de sentarse por debajo de la puerta donde Dios se derrama al modo de su bondad. De tal manera ha de obedecer el alma, poniendo orden en sí misma, según el ejemplo (que Él dio) cuando «levantó sus ojos». 1338 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LIV a 3
Un maestro dice: Señor ¿qué es lo que has pensado al eludir por tanto tiempo a esa mujer; cuál era su culpa o qué hizo? Desde aquella vez que tú le perdonaras sus pecados, no hizo nada sino amarte (Cfr Lucas 7, 47). (Mas) si hubiera hecho algo, perdónaselo en tu bondad… Si ella amaba tu cuerpo, sabía, sin embargo, muy bien que la divinidad se hallaba presente. Señor, apelo a tu verdad divina, de que le dijiste que nunca le serías quitado. Tienes razón porque nunca abandonaste su corazón y dijiste: «A quien te ama, lo amarás a tu vez, y te revelarás a quien se levanta temprano» (Cfr Prov 8, 17). Pues bien, San Gregorio dice: Si Dios (= Cristo) (todavía) hubiera sido mortal y si hubiera tenido que rehuirla tanto tiempo, se le habría destrozado completamente el corazón (a Cristo). 1355 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LV 3
El otro (significado se ve) cuando afirma que la «ciudad» es «santa». San Dionisio dice que (la) «santidad es pureza total, libertad y perfección». (La) pureza reside en que el hombre se halla apartado de los pecados; este hecho libera al alma. El deleite y la alegría máximos que existen en el cielo, se constituyen en (la) semejanza; y si Dios entrara en el alma y ella no fuera semejante a Él, ese hecho la atormentaría, pues San Juan dice: «Quien comete el pecado, es siervo del pecado» (Juan 8, 34). Podemos afirmar de los ángeles y de los santos que son perfectos, pero de los santos no en sentido pleno, ya que todavía abrigan amor a sus cuerpos que yacen aún en cenizas; solamente en Dios hay completa perfección. Me sorprende que San Juan alguna vez haya osado decir que existen tres personas (divinas) a no ser que lo haya visto en el espíritu: cómo el Padre, con toda perfección, se vierte en el Hijo en el nacimiento, y se vierte con bondad en el Espíritu Santo como en (un flujo de) amor. 1380 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LVII 3