paz (Eckhart)

La gente dice: «Ah sí, señor, me gustaría que yo también estuviese en tan buenas relaciones con Dios y que tuviera tanta devoción y tanta paz para con Dios como otras personas, y querría que me pasara lo mismo (que a ellos) o que fuera igualmente pobre», o: «Conmigo las cosas nunca irán bien con tal de que no esté allá o acullá o haga así o asá, tengo que vivir en el extranjero o en una ermita o en un convento». 29 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 3.

Por ende, comienza primero contigo mismo y ¡renuncia a ti mismo! De cierto, sino huyes primero de tu propio yo, adondequiera que huyas encontrarás estorbos y discordia, sea donde fuere. La gente que busca la paz en las cosas exteriores, sea en lugares o en modos o en personas o en obras, o en el extranjero o en la pobreza o en la humillación, por grandes que sean o lo que sean, todo esto no es nada, sin embargo, y no da la paz. Quienes buscan así, lo hacen en forma completamente equivocada: cuanto más lejos vayan, tanto menos encontrarán lo que buscan. Caminan como alguien que pierde el camino: cuanto más lejos va, tanto más se extravía. Pero entonces ¿qué debe hacer? En primer término debe renunciar a sí mismo, con lo cual ha renunciado a todas las cosas. En verdad, si un hombre dejara un reino o todo el mundo, y se quedara consigo mismo, no habría renunciado a nada. Ah sí, cuando el hombre renuncia a sí mismo — no importa la cosa que retenga, riquezas, honores o lo que sea — entonces ha renunciado a todo. 31 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 3.

Has de saber que en esta vida nunca hombre alguno se ha desasido de sí mismo sin haber descubierto que debe desasirse más aún. Son pocas las personas que reparan bien en este hecho y perseveran en tal (actitud). Se trata de un trueque equivalente y un negocio justo: hasta donde sales de todas las cosas, hasta ahí, ni más ni menos, entra Dios con todo lo suyo, siempre y cuando en todas las cosas abandones completamente lo tuyo. Comienza tú a hacerlo y permite que te cueste todo cuanto eres capaz de rendir. Ahí y en ninguna otra parte encontrarás la verdadera paz. 37 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 4.

Me hicieron la siguiente pregunta: Que algunas personas se aislaban rigurosamente de los hombres y les gustaba estar siempre solos y de ahí provenía su paz así como del hecho de que se hallaban en la iglesia ¿si esto era lo mejor? Entonces dije: «¡No!» y ¡presta atención porque (no es así)! Quien está bien encaminado en medio de la verdad, se siente a gusto en todos los lugares y con todas las personas. Mas, quien anda mal, se siente mal en todos los lugares y entre todas las personas. Pero aquel que anda por buen camino, en verdad lleva consigo a Dios. Mas, aquel que bien (y) en verdad posee a Dios, lo tiene en todos los lugares y en la calle y en medio de toda la gente exactamente lo mismo que en la iglesia o en el desierto o en la celda; con tal de que lo tenga en verdad y solamente a Él, nadie podrá estorbar a semejante hombre. ¿Por qué? Porque posee únicamente a Dios y pone sus miras sólo en Dios, y todas las cosas se le convierten en puro Dios. Semejante hombre lleva consigo a Dios en todas sus obras y en todos los lugares, y todas las obras de este hombre las opera sólo Dios; pues, la obra pertenece más propia y verdaderamente a quien es causa de ella que a quien la ejecuta. Si concentramos, pues, nuestra vista pura y exclusivamente en Dios, Él, en verdad, habrá de hacer nuestras obras y nadie, ni la muchedumbre ni el lugar, son capaces de detenerlo en sus obras. Resulta, pues, que a tal hombre nadie lo puede estorbar porque no ambiciona ni busca ni le gusta nada fuera de Dios; porque Él se une con el hombre en todas sus aspiraciones. Y así como ninguna multiplicidad lo puede distraer a Dios, así nada puede distraer ni diversificar a este hombre ya que es uno solo en lo Uno, donde toda multiplicidad es una sola cosa y una no-multiplicidad. 48 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 6.

Es cierto que una obra es distinta de la otra; pero si alguien hiciera sus obras con una disposición de ánimo siempre igual, de veras, sus obras serían todas iguales; y si estuviera bien encaminado, habiéndose posesionado de Dios de dicha manera, para este (hombre) Dios resplandecería, sin duda, tan de-veladamente en la (obra) mundana como en la más divina. Pero esto no ha de entenderse, a fe mía, en el sentido de que el hombre mismo debiera hacer una cosa mundana o incorrecta, sino que ha de orientar hacia Dios todas las cosas externas que le traen la vista y el oído. Quien de tal manera tiene presente a Dios en todas las cosas y quien domina y usa su entendimiento en lo más elevado, sólo éste conoce la verdadera paz y posee el legítimo reino de los cielos. 60 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 7.

Pues apénate de ello y sopórtalo con paciencia y tómalo como ejercicio y quédate en paz. Dios sufre gustosamente la ignominia y las penas, y quiere de buen grado prescindir del servicio y de la loa para que aquellos que lo aman y le pertenecen tengan paz en su fuero íntimo. Entonces, ¿por qué no habríamos de tener paz, no importa lo que Él nos diera o lo que nos faltara? Escrito está y lo dice Nuestro Señor que «son bienaventurados quienes sufren por la justicia» (Mateo 5, 10). De veras, si un ladrón a quien se estuviera por colgar (y) que bien lo tuviera merecido a causa de sus hurtos, o un individuo que hubiera asesinado y a quien con justicia estuvieran por enrodar, si ellos — (digo) — pudieran llegar a comprenderlo en su fuero íntimo, (pensando): Mira, estás dispuesto a sufrirlo en aras de la justicia pues lo tienes bien merecido, ellos obtendrían inmediatamente la bienaventuranza. De veras, por injustos que seamos, si aceptamos como justo lo que Dios nos hace o no hace, y sufrimos por amor de la justicia, entonces somos bienaventurados. Por eso, no te lamentes, laméntate tan sólo de que todavía te lamentes y no estés contento; sólo puedes lamentarte de que tengas demasiado. Pues, quien tuviera recta disposición, recibiría tanto en la indigencia como (si fuera) propietario. 227 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 23.

A un hombre le hubiera gustado desviar un manantial hacia su jardín y dijo: «Con tal de que consiga el agua, no me interesa la clase de caño por el cual fluye, ya sea de hierro o de madera o de hueso o (si está) oxidado, siempre que consiga el agua». Así pues, proceden muy equivocadamente quienes se desconciertan respecto al medio con el cual Dios opera en ti sus obras, si es por naturaleza o por gracia. Déjalo operar a Él solo y quédate en paz. 231 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 23.

Porque, cuanto te has adentrado en Dios, tanto estás en paz, y cuanto (te hallas) apartado de Dios, tanto estás apartado de la paz. Si algo se encuentra únicamente en Dios, entonces tiene paz. Cuanto en Dios, tanto en paz. Cuánto estás adentrado en Dios o también si no es así, conócelo por lo siguiente: si tienes paz o desasosiego. Pues, ahí donde tienes desasosiego has de tenerlo necesariamente, porque el desasosiego proviene de la criatura y no de Dios. Tampoco hay nada en Dios que sea temible; todo cuanto hay en Dios sólo es digno de ser amado. Del mismo modo no hay nada en Él que sea motivo de tristeza. 232 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 23.

Ahora digo yo: Si el hombre bueno y justo sufre un daño exterior y permanece inmutable con ecuanimidad y paz en el corazón, entonces es verdad lo que acabo de decir, (a saber), que al justo no lo entristece nada de todo cuanto le sucede. Si él, en cambio, se entristece a causa del daño exterior, de cierto, es sólo equitativo y justo que Dios haya permitido que se dañara a este hombre que pretendía ser justo y se imaginaba serlo mientras tales nonadas todavía podían afligirlo. Si se trata, pues, de la justicia divina, de veras, él no ha de afligirse, sino, al contrario, sentir una alegría mucho mayor de (la que le produce) su propia vida la que da mucha más alegría a todo hombre y que le resulta más valiosa que todo este mundo; pues ¿para qué le serviría al hombre todo este mundo si él no existiera? La tercera palabra que se puede y debe conocer, es ésta según la cual sólo Dios, de acuerdo con la verdad natural, es el único manantial y la vena fontal de toda bondad, de la verdad esencial y del consuelo, y todo cuanto no es Dios tiene de suyo una amargura natural y desconsuelo y pena, y no agrega nada a la bondad que proviene de Dios y es Dios, sino que ella (la amargura) mengua y encubre y esconde la dulzura, el deleite y el consuelo que da Dios. 259 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 1

Otra cosa más (y) parecida a la anterior: Ningún recipiente puede llevar en sí dos clases de bebida. ‘Si ha de contener vino, hay que verter necesariamente el agua; el recipiente debe estar vacío y limpio. Por eso: si has de recibir divina alegría y a Dios mismo, debes necesariamente verter a las criaturas. Dice San Agustín: «Vierte para que seas llenado. Aprende a no amar para que aprendas a amar. Apártate para que seas acercado». En resumidas cuentas: Todo cuanto ha de tomar y ser capaz de recibir, debe estar vacío y tiene que estarlo. Dicen los maestros: Si el ojo cuando ve contuviera algún color, no percibiría ni el color que contenía ni otro que no contenía; pero como carece de todos los colores, conoce todos los colores. La pared tiene color y por eso no conoce ni su propio color ni ningún otro, y el color no le da placer, y el oro o el esmalte no la atraen más que el color del carbón. El ojo no contiene (color) y, sin embargo, lo tiene en el sentido más verdadero, pues lo conoce con placer y deleite y alegría. Y cuanto más perfectas y puras son las potencias del alma, tanto más perfecta y completamente recogen lo que aprehenden y tanto más reciben y sienten mayor deleite, y se unen tanto más con lo que recogen (y) esto hasta tal punto que la potencia suprema del alma, que está desembarazada de todas las cosas y no tiene nada en común con cosa alguna, no recibe nada menos que a Dios mismo en la extensión y plenitud de su ser. Y los maestros demuestran que, en cuanto a placer y deleite, nada se puede comparar a esta unión y este traspaso (de lo divino) y este deleite. Por eso dice Nuestro Señor (y es) muy notable: «Bienaventurados son los pobres en espíritu» (Mateo 5,3). Es pobre quien no tiene nada. «Pobre en espíritu» quiere decir: así como el ojo es pobre y carece de color, siendo susceptible de (ver) todos los colores, así el pobre en espíritu es susceptible de aprehender toda clase de espíritu, y el espíritu de todos los espíritus es Dios. El amor, la alegría y la paz son fruto del espíritu. Estar desnudo, ser pobre, no tener nada, hallarse vacío, (todo esto) transforma a la naturaleza: (el) vacío hace que el agua suba por la montaña y (opera) otros muchos milagros de los cuales ahora no es momento de hablar. 283 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Anteriormente dije con referencia al vacío o la desnudez, que el alma, cuanto más transparente, desnuda y pobre esté y cuanto menor sea el número de criaturas que tiene, y cuanto más vacía se conserve de todas las cosas que no son Dios, tanto más puramente aprehenderá a Dios y a tantas más cosas dentro de Dios y tanto más será una con Dios, y su mirada penetrará en Dios y Dios la mirará cara a cara como transformada en su imagen, según dice San Pablo (Cfr 1 Cor 13,12 y 2 Cor 3,18). Exactamente lo mismo digo ahora, también, de la igualdad y del ardor del amor; pues, en la medida en la cual una cosa se asemeja más a otra, en esta misma medida va corriendo hacia ella con mayor rapidez, y su corrida le produce más felicidad y deleite; y cuanto más se aleje de sí misma y de todo cuanto no es aquella (cosa) hacia la cual va corriendo, y cuanto más disímil (se haga) con respecto a sí misma y a todo cuanto no es aquella (cosa), tanto más se asemejará cada vez a aquella hacia la cual va corriendo. Y como (la) igualdad emana de lo Uno y atrae y seduce a causa de la fuerza y en la fuerza de lo Uno, no hay descanso ni contento ni para lo que atrae, ni para lo que es atraído, hasta que ambos sean aunados en uno. Por eso dijo Nuestro Señor por’ boca del profeta Isaías — cito según el sentido —: No me satisface ninguna semejanza insigne y ninguna paz del amor hasta que Yo mismo no me revele en mi Hijo y arda y sea encendido en el amor del Espíritu Santo (Cfr Isaías 62,1). Y Nuestro Señor le pidió a su Padre que nosotros, antes que ser solamente unidos (con Él), fuéramos uno con Él y en Él. Para esta palabra y esta verdad poseemos, también en la naturaleza, en lo externo, una imagen visible y un testimonio (concreto). Cuando el fuego surte su efecto y enciende la leña haciéndola arder, el fuego hace la leña muy fina y disímil a sí misma y le quita la robustez, el frío, el peso y la acuosidad y va asemejando la leña cada vez más a él mismo, o sea el fuego; sin embargo, tanto el fuego como la leña no se tranquilizan ni sosiegan ni conforman, sea cual fuere el calor, el ardor y la similitud, hasta que el fuego nazca él mismo en la leña, transmitiéndole su naturaleza y su esencia propias de manera que todo sea un solo fuego igual a ambos, sin distinción, ni más ni menos. Y por ello, hasta que se llegue a ese punto, hay siempre humo, combate, chisporroteos, esfuerzos y desavenencias entre (el) fuego y (la) leña. Pero cuando se ha quitado y alejado cualquier desigualdad, el fuego se sosiega y la leña enmudece. Y yo digo además, conforme a la verdad, que la potencia oculta de la naturaleza odia en secreto la similitud por cuanto lleva en sí diferencia y desdoblamiento, y busca en ella lo uno que es lo que ama en la similitud y sólo por amor de lo uno, así como la boca busca y ama en el vino y con respecto a él, el sabor o la dulzura. Si el agua tuviera el sabor propio del vino, la boca no preferiría el vino al agua. 287 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Ahora se puede conocer y comprender la mentalidad burda de la gente que por regla general se sorprende cuando ve que alguna persona buena está padeciendo dolores e infortunios, ocurriéndoseles a menudo la idea y el error de que esto sucede a causa de un pecado oculto, y a veces dicen también: Ay, yo me imaginaba que esa persona era muy buena. ¿Cómo puede ser que padezca tamañas penas e infortunios mientras yo creía que no tenía defectos? Y yo estoy de acuerdo con ellos: Ciertamente, si fuera una pena real y si lo que sufren significara para ellos pena y desdicha, entonces no serían ni buenos ni libres de pecado. Pero si son buenos, el sufrimiento no implica para ellos ni pena ni desdicha, sino que lo tienen por gran dicha y felicidad. «Bienaventurados» — dijo Dios, o sea la Verdad —, «son todos los que sufren a causa de la justicia» (Mat 5, 10). Por eso dice El Libro de la Sabiduría que «las almas de los justos están en manos de Dios. La gente necia se imagina y opina que mueren y perecen, pero están en paz» (Cfr Sab 31 s), (gozan) del deleite y de la bienaventuranza. En el pasaje donde escribe San Pablo que muchos santos padecían numerosas (y) grandes penas, dice (también) que el mundo no era digno de ello (Hebreos 11, 36 ss) Y, para quien la comprende bien, esta palabra tiene un triple sentido. Uno consiste en (el hecho de) que este mundo es indigno de la presencia de muchas personas buenas. El segundo significado es mejor, indica que la bondad de este mundo parece digna de desprecio y carece de valor; sólo Dios tiene valor (y), por lo tanto, ellos tienen valor para Dios y son dignos de Él. El tercer significado es en el que pienso ahora, y quiere decir que este mundo, o sea la gente que ama a este mundo, es indigna de sufrir penas e infortunios por amor de Dios. Por eso está escrito que los santos apóstoles se alegraban por haber sido dignos de sufrir ultrajes por el nombre de Dios (Hechos 5, 41). 325 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

El hombre exterior, éste es el hombre hostil y malo que sembraba y arrojaba encima la cizaña (Cfr Mateo 13, 24 ss). De él dice San Pablo: Encuentro en mí una cosa que me estorba y que está en contra de lo que manda Dios y de lo que aconseja Dios y de lo que ha hablado Dios y todavía sigue hablando en lo más elevado, o sea, en el fondo de mi alma (Cfr Romanos 7, 23). Y en otra parte dice lamentándose: «¡Oh, desdichado de mí! ¿Quién me librará de esta carne y de este cuerpo de muerte?» (Romanos 7, 24). Y en otra parte vuelve a decir que el espíritu del hombre y su carne siempre se hacen la guerra. La carne aconseja (entregarse a) vicios y malicias; el espíritu aconseja (que se tenga) amor de Dios, alegría, paz y toda virtud (Cfr Gal 5, 17 ss). Quien le obedece al espíritu y vive de acuerdo con su consejo, a éste le pertenece la vida eterna (Cfr Galat 6, 8). El hombre interior es aquel de quien dice Nuestro Señor que «un hombre noble marchó a un país lejano para conquistarse un reino». Éste es el árbol bueno del cual dice Nuestro Señor que siempre da frutos buenos y nunca malos, porque quiere (la) bondad y se inclina hacia (la) bondad tal como flota (concentrada) en sí misma sin hallarse afectada por esto o aquello. El hombre exterior es el árbol malo que nunca es capaz de dar frutos buenos (Mateo 7, 18). 351 ECKHART: TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3

El quinto grado se caracteriza por el hecho de que viva por doquiera en paz consigo mismo, descansando tranquilamente en la riqueza y superabundancia a de la sabiduría suma e inefable. 357 ECKHART: TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3

Jesús se revela, además, con una dulzura y plenitud inconmensurables que emanan del poder del Espíritu Santo y rebosan y se derraman y fluyen con desbordante superabundancia y dulzura en todos los corazones susceptibles. Cuando Jesús se revela y se une con el alma con esa plenitud y dulzura, el alma vuelve, por obra de la gracia, a su primer origen (y lo hace) fluyendo con esa plenitud y dulzura poderosa e inmediatamente, dentro de sí misma y más allá de sí misma y de todas las cosas. Cuando esto sucede, el hombre exterior obedece a su hombre interior hasta la muerte y se mantiene al servicio de Dios en paz continua por siempre jamás. Que Dios nos ayude para que Jesús entre también en nuestro interior, y que eche afuera y saque todos los impedimentos y nos haga uno, así como Él es un solo Dios, siendo uno con el Padre y el Espíritu Santo, de modo que lleguemos así a ser uno con Él y sigamos siéndolo por toda la eternidad. Amén. 413 ECKHART: SERMONES: SERMÓN I 3

Los esposos apenas si producen más de un fruto por año. Pero esta vez estoy pensando en otra clase de «esposos»: son todos aquellos que con su apego al yo, están atados a la oración, los ayunos, las vigilias y a diversos ejercicios y penitencias externas. Todo apego del yo a una obra cualquiera que (te) quita la libertad de estar a la orden de Dios en este instante presente y a seguirlo a Él solo bajo la luz con la cual te indica qué es lo que debes hacer o dejar de hacer, (siendo) libre y nuevo en cualquier instante, como si no tuvieras otra cosa ni quisieras ni pudieras (hacerla): todo apego al yo, pues, o cualquier obra intencionada que te quita esa libertad siempre nueva, a ésos los llamo ahora «un año». Porque (en este caso) tu alma no produce ningún fruto a no ser que haya ejecutado la obra que tú has emprendido atado a tu yo, tampoco tienes confianza ni en Dios ni en ti mismo si no has terminado tu obra emprendida con apego al yo; de otra manera no tienes paz. Por ello tampoco produces fruto alguno si no has hecho tu obra. (Esta actitud) la considero «un año», y, sin embargo, el fruto es pequeño por haber surgido de la obra (hecha) con apego al yo y no con libertad. A semejantes (personas) las llamo «esposos», porque están atados a su apego al yo. Ellos dan pocos frutos que además son pequeños, según acabo de decir. 426 ECKHART: SERMONES: SERMÓN II 3

A menudo acostumbro a decir una palabrita y ésta es verdad: Todos los días exclamamos y gritamos en el Padrenuestro: «¡Señor, hágase tu voluntad!» (Mateo 6, 10). Mas luego, cuando se hace su voluntad, tenemos ganas de enojarnos y su voluntad no nos satisface. Sin embargo, cualquier cosa que Él hiciera, debería gustarnos más que nada. Quienes lo aceptan así como lo mejor, permanecen en perfecta paz con respecto a todas las cosas. Ahora bien, a veces pensáis y decís: «Ay, si las cosas hubieran sucedido de otro modo, sería mejor», o: «Si esto no hubiera sucedido así, acaso habría resultado mejor». Mientras tengas esas ideas, nunca obtendrás la paz. Tú debes aceptarlo como lo mejor de todo. He aquí el primer significado de este pasaje (de la Epístola). 458 ECKHART: SERMONES: SERMÓN IV 3

Traigo a colación (el relato de la Sagrada Escritura) que dice: «El fariseo pidió que Nuestro Señor comiera con él», y (agrego): «Nuestro Señor dijo a la mujer: vade in pace; ¡vete en paz!» (Cfr Lucas 7, 36 a 50). Cuando alguien (parte) de la paz (y) llega a la paz, está bien, es elogiable; sin embargo, es defectuoso. Hay que entrar corriendo en la paz y no se debe comenzar en paz. Dios quiere decir: Uno debe ser ubicado y empujado en la paz y terminar en la paz. Dijo Nuestro Señor: «Sólo estando dentro de mí, tenéis paz» (Cfr Juan 16, 33). Exactamente en la medida en que (uno está) dentro de Dios, uno se halla en paz. Aquella parte de nosotros que se halla en Dios, tiene paz; la otra parte que está fuera de Dios, tiene desasosiego. Dice San Juan: «Todo cuanto ha nacido de Dios, vence al mundo» (1 Juan 5, 4). Cuanto ha nacido de Dios, busca (la) paz y corre hasta estar en ella. Por eso dijo: «¡Vade in pace! ¡Corre hacia la paz!». El hombre que está corriendo y corriendo sin cesar y lo hace (para llegar) a la paz, es un hombre celestial. El cielo gira perpetuamente y, dando vueltas, busca (la) paz. 527 ECKHART: SERMONES: SERMÓN VII 3

«Fariseo» (Pharisêus) significa lo mismo que: uno que se halla apartado y no conoce ningún fin. Todos los accesorios del alma han de ser desprendidos por completo. Cuanto más nobles sean las potencias con tanta mayor fuerza se quitarán (los accesorios). Ciertas potencias se hallan tan por encima del cuerpo y tan apartadas que actúan con total carácter de separadoras y divisorias. Un maestro dice una hermosa palabra: Nunca llegará a entrar allí3 aquello que, aunque fuera por una sola vez, toque una cosa corpórea. En segundo lugar (significa «fariseo»), que debemos estar desasidos y separados y recogidos. De ello se desprende que un hombre iletrado puede obtener y enseñar el saber (sólo) mediante el amor y el anhelo. En tercer lugar significa que uno no debe tener ningún fin ni estar encerrado en ninguna parte ni apegado a nada, hallándose en paz de tal manera que ya no sepa nada del desasosiego, cada vez que semejante hombre sea transpuesto en Dios mediante las potencias completamente desprendidas. Por eso dijo el profeta: «Señor, apiádate del pueblo que está en ti». 529 ECKHART: SERMONES: SERMÓN VII 3

Estaban sobre la montaña Sión. «Sión» significa lo mismo que «contemplar» (schouwen). «Jerusalén» significa «paz». Según dije el otro día en San Mergarden (La huerta de Santa María)5: Estas dos (cosas) le imponen a Dios una obligación; si las posees, Él habrá de nacer en tu fuero íntimo. Os contaré la mitad de una historia: Nuestro Señor iba alguna vez rodeado de una muchedumbre. En eso llegó una mujer y dijo: «Si pudiera tocar el ruedo de su vestimenta, sanaría». Entonces dijo Nuestro Señor: «Me tocaron». «¡Válgame Dios! — dijo San Pedro — ¿cómo puedes decir, Señor, que te tocaron? Te rodea y se apiña alrededor de ti una muchedumbre». (Cfr Lucas 8, 43 a 45). 634 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XIII 3

Ahora dice Él: «Que os améis los unos a los otros». ¡Oh, ésta sería una vida noble, sería una vida bienaventurada! ¿No sería una vida noble si cada uno se fijara tanto en la paz de su prójimo como en su propia paz, y su amor fuera tan desnudo y tan acendrado y tan desapegado en sí mismo que no tuviera otra meta que (la) bondad y Dios? Si se preguntara a un hombre bueno: «¿Por qué amas a (la) bondad?» — «¡Por amor de (la) bondad»! «¿Por qué amas a Dios?» — «¡Por amor de Dios!» Y si las cosas son así, que tu amor es tan acendrado, tan desasido, tan desnudo en sí mismo que no amas nada fuera de (la) bondad y de Dios, entonces es una verdad segura que todas las virtudes obradas jamás por todos los hombres, te pertenecen tan completamente como si tú mismo las hubieras obrado, y ello de modo más acendrado y mejor, porque el hecho de que el Papa es Papa, a él le produce a menudo gran trabajo, (mas) tú posees esa virtud de manera más pura y desapegada y con tranquilidad, y ella te pertenece más a ti que a él, siempre y cuando tu amor sea tan acendrado, tan desnudo en sí mismo que no pienses en nada ni ames cosa alguna fuera de (la) bondad y de Dios. 900 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXVII 3

Pues bien, Él dice: «como os he amado». ¿Cómo nos ha amado Dios? Nos amaba cuando (todavía) no existíamos y cuando éramos sus enemigos. Nuestra amistad le hace tanta falta a Dios que no puede esperar hasta que se lo imploremos: viene a nuestro encuentro y nos pide que seamos sus amigos, pues nos solicita que anhelemos ser perdonados por Él. Por ello, Nuestro Señor dice muy acertadamente: «Esta es mi voluntad que oréis por los que os hacen daño» (Cfr Lucas 6, 28). Debemos tomar muy en serio la oración por los que nos hacen daño. ¿Por qué?… Para cumplir la voluntad de Dios (en el sentido) de que no esperemos hasta que nos rueguen a nosotros, deberíamos decir (más bien): «¡Amigo, perdóname por haberte entristecido!» Y deberíamos tomar igualmente en serio la virtud: cuanto mayor fuera el esfuerzo, tanto mayor debería ser nuestro empeño en (conseguir) la virtud. Del mismo modo, tu amor ha de ser uno solo porque (el) amor no quiere estar sino allí donde hay igualdad y unidad. Entre un patrono y un siervo suyo no hay paz, porque ahí no hay igualdad. Una mujer y un hombre son desiguales entre sí, mas en el amor son bien iguales. Por eso, la Escritura dice muy acertadamente que Dios tomó a la mujer de la costilla y del costado del varón (Génesis 2, 22), y no de la cabeza ni de los pies; porque donde hay dos, hay (un) defecto. ¿Por qué?… Porque lo uno no es lo otro, pues este «no» que produce diferenciación, no es sino amargura ya que en ese caso no hay paz. Si tengo una manzana en la mano, entonces es placentera para mi vista, mas a la boca se la priva de su dulzura. En cambio, si la como, le quito a mi vista el placer que me da. De este modo pues, dos no pueden existir juntos porque uno (de ellos) ha de perder su ser. 901 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXVII 3

Hay, empero, gente que dice: «Nos echáis hermosos sermones, mas nosotros no notamos nada de ello». ¡Yo también me lamento de lo mismo! Este ser es tan noble y tan universal que no necesitas comprarlo ni por un cuarto ni por medio penique. Ten sin embargo una disposición recta y una voluntad libre, entonces lo poseerás. El hombre que ha dejado así a todas las cosas en su ser más bajo y en cuanto son perecederas, las recibe de vuelta en Dios donde son verdad. Todo cuanto aquí está muerto, vive allí, y todo cuanto es materia gruesa aquí, allí, en Dios, es espíritu. Es exactamente como si alguien vertiera agua pura en un recipiente limpio, que fuera completamente puro y límpido, y lo dejara sin mover; y si luego una persona pusiera (encima) su rostro, lo vería en el fondo exactamente como es en sí mismo. Esto se debe al hecho de que el agua es pura y limpia e inmóvil. Lo mismo sucede con todos los hombres que se mantienen libres y unidos en sí mismos, y, si reciben a Dios en medio de la paz y tranquilidad, deben recibirlo también en la discordia e intranquilidad; entonces todo anda perfectamente bien. Pero si lo aprehenden menos en la discordia e intranquilidad, que en la tranquilidad y la paz, las cosas andan mal. Dice San Agustín: A quien el día le resulta enojoso y el tiempo se le hace largo, que se dirija hacia Dios donde no hay «tiempo largo» (= tiempo que dura) y en quien descansan todas las cosas. Aquel que ama a la justicia, será aprehendido por la justicia y se convertirá en justicia. 933 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXIX 3

Ahora hablaremos de este orden del alma. Dice un maestro pagano: la sobre-flotante luz natural del alma es tan pura y tan clara y tan alta que toca la naturaleza angelical; es tan leal y (por otra parte) tan desleal y hostil a las potencias inferiores que nunca se infunde en ellas ni alumbra dentro del alma, a no ser que las potencias inferiores se hallen subordinadas a las potencias superiores, y las potencias superiores a la suprema Verdad. Cuando un ejército está ordenado, el criado se subordina al caballero y el caballero al conde y el conde al duque. Todos quieren que haya paz; por eso cada uno le ayuda al otro. Del mismo modo, cada potencia debe estar subordinada a otra y ayudarla en el combate para que haya pura paz y tranquilidad en el alma. Dicen nuestros maestros: «La tranquilidad cabal es ser libre de todo movimiento». De esta manera el alma debe elevarse más allá de sí misma al orden divino. Ahí el Padre le da el alma a su Hijo unigénito en pura tranquilidad. Éste es, pues, el primer punto respecto al orden divino. 964 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXI 3

«Fue al atardecer de aquel día que Nuestro Señor se presentó a sus discípulos, y, hallándose en medio de ellos, dijo: “¡La paz sea con vosotros!”» (Cfr Juan 20, 19). 1027 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXVI b 3

Ahora dice también: «Fue al atardecer de aquel día que Nuestro Señor se presentó a sus discípulos, diciendo: “¡La paz sea con vosotros!”». 1033 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXVI b 3

Que nos ayude el Espíritu Santo para que lleguemos a la paz eterna y al «lugar» innominado que es el ser divino. Amén. 1034 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXVI b 3

Ahora seguiré hablando de la palabra «justo». No dice: «el hombre justo», ni tampoco: «el ángel justo», sino tan sólo: «el justo». El Padre engendra a su Hijo como el justo, y al justo como hijo suyo, porque toda virtud del justo y cualquier obra realizada a causa de la virtud del justo, no constituyen sino (el hecho) de que el Hijo es engendrado por el Padre. Y por eso, el Padre no descansa nunca; antes bien, acosa e invita en todo momento para que nazca en mí su Hijo, según se dice en un Escrito: «No me callo a causa de Sión ni descanso a causa de Jerusalén, hasta que se revele el justo y luzca como un relámpago» (Isaías 62, 1). «Sión» significa el apogeo de la vida y «Jerusalén» el apogeo de la paz. Ah sí, Dios no descansa jamás ni a causa del apogeo de la vida ni a causa del apogeo de la paz; sino que acosa e incita en todo momento para que se revele el justo. En el justo no ha de obrar ninguna cosa sino únicamente Dios. Pues, si algo fuera de ti te impele a obrar, de veras, todas esas obras están muertas; y aún en el caso de que Dios te estimule desde fuera para que obres, por cierto, todas esas obras están muertas. Mas, si tus obras han de vivir, Dios tiene que impelerte en tu interior, en lo más acendrado del alma, si han de vivir (realmente) porque allí se halla tu vida y sólo allí vives. Y yo digo: Si una virtud te parece mayor que otra, y si tú la estimas más que a otra, no la amas tal como es en la justicia, y Dios todavía no obra en ti. Pues, mientras el hombre aprecia o ama más a determinada virtud, no ama las virtudes ni las toma como son en la justicia, ni tampoco es justo; porque el justo toma (o: ama) y obra todas las virtudes en la justicia así como son la justicia misma. 1082 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXIX 3

«Un hombre estaba». ¿Dónde estaba? «En Jerusalén». «Jerusalén» quiere decir «una visión de la paz»; en fin, significa que el hombre sea pacífico y se halle bien orientado. Y acaso signifique más. Pablo dice: «Os deseo la paz que supera todo concepto. Que ella guarde vuestros corazones y vuestro entendimiento» (Cfr Filip 4, 7). 1167 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLIV 3

Roguemos a Nuestro Señor que seamos de tal modo «un hombre» y que seamos trasladados a esa paz que es Él mismo. Que Dios nos ayude a lograrlo. Amén. 1168 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLIV 3

El tercer nombre es: «Simón», esto quiere decir tanto como «algo que es obediente» y «algo que es sumiso». Quien ha de escuchar a Dios, tiene que estar separado (y) a gran distancia de la gente. Por ello dice David: «Me quiero callar y escuchar lo que dice Dios dentro de mí. Dice paz para su pueblo y sobre sus santos y a todos aquellos que han regresado a su corazón» (Salmo 84, 9). Bienaventurado es el hombre que escucha afanosamente a cuanto Dios dijere en su interior, y él se ha de doblegar directamente bajo el rayo de la luz divina. El alma que se ha ubicado con toda su fuerza por debajo de la luz divina, se torna enardecida e inflamada en el amor divino. (La) luz divina entra con su irradiación directamente desde arriba. Si el sol diera verticalmente sobre nuestra cabeza, casi nadie sobreviviría. De esta manera, la potencia suprema del alma, que es la cabeza, debería erguirse equilibradamente bajo el rayo de la luz divina para que pudiera brillar dentro de ella esa luz divina, de la cual he hablado a menudo: ésta es tan pura y flota tan por encima y es tan elevada que en comparación con esta luz todas las luces son tinieblas y nonadas. Todas las criaturas, tal como son, son como nada; cuando se proyecta sobre ellas la luz, dentro de la cual reciben su ser, entonces son algo. Por eso, el conocimiento natural nunca puede ser tan noble que toque o aprehenda inmediatamente a Dios, a no ser que el alma posea las seis cualidades a las que me he referido antes. La primera: que uno haya muerto para toda desigualdad. La segunda: que uno se halle bien purificado en la luz (divina) y en la gracia. La tercera: que se carezca de medios. La cuarta: que uno, en su fondo más íntimo, escuche la palabra de Dios. La quinta: que uno se someta a la luz divina. La sexta es la que menciona un maestro pagano: Esta es la bienaventuranza de que uno viva de acuerdo con la suprema potencia del alma; ella debe tender continuamente hacia arriba y recibir su bienaventuranza en Dios. Allí, en el primer efluvio violento, donde recibe el Hijo mismo, allí en lo más excelso de Dios, hemos de recibir también nosotros; (mas) entonces, nosotros también debemos presentar parejamente lo más elevado que poseemos. 1185 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLV 3

En primer lugar, uno debe fijarse en la paz que ha de reinar en el alma. Por eso, se la llama «Jerusalén». San Dionisio dice: «La paz divina atraviesa y ordena y termina todas las cosas; y si la paz no lo hiciera, todas las cosas se desparramarían y no habría orden en ellas»… En segundo lugar: la paz hace que las criaturas se viertan y fluyan por amor y no para dañar… En tercer lugar hace que las criaturas se vuelvan serviciales unas con otras de manera que mutuamente se den estabilidad. Aquello que una no puede tener por sí misma, lo recibe de otra. Por ello, una criatura proviene de otras… En cuarto lugar hace que (las criaturas) se vuelvan a plegar otra vez hasta su primer origen, es decir: hasta Dios. 1379 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LVII 3