Paulo Carisma

PAULO APÓSTOLO — CARISMA
Excertos de Roselyne Dupont-Roc, Michel de Goedt, Charles Perrot, Chantal Reyner, Vocabulario de las epístolas paulinas
VIDE kharis
CARISMA (chárisma)

Nombre en “-ma”, que indica el resultado de la acción, charisma se deriva del verbo griego charizomai, «complacer, conceder un favor» (de la raíz charis, «don gracioso, favor»). De formación tardía, charisma, muy raro en los Setenta, aparece dos veces en Filón de Alejandría, en el sentido de «don benéfico de Dios».

Los ejemplos más elocuentes se encuentran en 1 Corintios y en Romanos, donde vemos funcionar la relación charis / chárisma: teniendo dones diferentes según la gracia que se nos ha dado (Rom 12,6). La gracia (charis), lo que Dios comunica de su vida y de su acción, se concreta en diversos dones (charísmata), como son la profecía, la enseñanza, el servicio, la fe…, repartidos en la comunidad.

Entre estos dones, los corintios mostraban su preferencia por los fenómenos propiamente espirituales que les fascinaban: la profecía y el hablar en lenguas (1 Cor 12,1). Pablo evita la expresión «hechos espirituales» (pneumátika) y prefiere utilizar el término «carisma», mucho más amplio, afirmando con energía que cada uno de los carismas diferentes se debe a la actividad de un mismo y único Espíritu (1 Cor 12,4-11). Los carismas son clasificados por Pablo en Rom 12,6-8 y 1 Cor 12,28-30. Se muestran complementarios: todo cristiano es portador de un carisma y no hay un a priori de superioridad del uno sobre los otros. Sin embargo, ¿no podrán destacarse los dones más humildes, como signos de Cristo que se humilló haciéndose servidor (12,24s)? Sea de ello lo que sea, el reconocimiento de cada uno por los demás como amado de Cristo es lo que funda el amor (agapé), ese vínculo de amor en Cristo que une a los miembros de la comunidad: Aspirad a los carismas más valiosos. Pero aún, os voy a mostrar un camino que los supera a todos (12,31).

Después de Pablo, parece ser que los carismas se organizaron en la Iglesia-institución y uno de ellos se presenta como «don particular» que se hace a los encargados del buen funcionamiento de la comunidad, acompañado de la imposición de manos del presbiterio (1 Tim 4,14; 2 Tim 1,6).

Así pues, la sociología moderna corre el riesgo de caer en un extraña aberración, cuando establece un oposición entre el «hombre carismático», profeta y líder de un movimiento religioso, y la institución presentada como forma degradada y etiquetada del entusiasmo original. Porque el carisma paulino se presta poco a entusiastas (1 Cor 14); no es ni mucho menos privilegio de uno solo, sino el don diferente dado a cada uno para el bien de todos. Tampoco se opone a la institución, ya que los mismos responsables son portadores de un carisma que es, ante todo, un servicio a la comunidad.