Patrologia

O discurso do Cristo é o discurso do Verbo, de sua encarnação, vida, mensagem e vitória sobre a morte, que os Padres da Igreja se dedicaram a compor, no afã de fazer compreender a visão que haviam alcançado por sua ascese e iluminação nos caminhos da tradição cristã. Guillermo Fraile oferece uma bela síntese do que é a Patrologia, de modo a contextualizar alguns dos Padres da Igreja que estaremos nos referindo, especialmente aqueles do primeiro milênio depois de Cristo.

La palabra patrología fue introducida en 1653 por el luterano Juan Gerhard y adoptada después corrientemente para designar la parte de la literatura cristiana que estudia la vida y obras de los llamados Padres de la Iglesia y escritores eclesiásticos. Actualmente se reconocen como notas características de los Santos Padres las siguientes: antigüedad, santidad de vida, doctrina ortodoxa y aprobación, expresa o implícita, de la Iglesia. Se señalan como grandes Padres de la Iglesia latina: San Ambrosio (339-397), San Jerónimo (h.347-419), San Agustín (354-430), San Gregorio Magno (590-604); y de la griega: San Basilio (h.330-379), San Gregorio de Nacianzo (h.330-390), San Juan Crisóstomo (354-407), San Atanasio (295-373).

El desarrollo de la patrística abarca tres períodos:

1.° Desde los orígenes hasta el concilio de Nicea (325), «Platonismo» de los Padres. Aunque a través de fuentes más o menos indirectas, lo cierto es que el fondo platónico domina ampliamente en la mayor parte de los escritores cristianos durante los primeros siglos. No se trata de un platonismo puro, sino del ecléctico, fuertemente mezclado con infiltraciones estoicas conforme a las modalidades de las diversas ramas neoplatónicas.

No obstante, no sería lícito recargar el acento en lo que se ha llamado «platonismo» de los Padres. Si toman elementos filosóficos de procedencia platónica, también lo hacen con otros netamente estoicos y aristotélicos. Es verdad que Aristóteles es considerado, sobre todo, como un maestro de dialéctica, y que utilizan de él más bien elementos pertenecientes a las ciencias naturales, y que el platonismo se prestaba aparentemente mejor para una incorporación inmediata a la explicación del dogma cristiano. La distinción de dos mundos, el visible y el invisible. El concepto de un dios «demiurgo», más o menos «creador» del universo. Su alto concepto del alma, espiritual, inmortal, distinta del cuerpo y superior a éste, ya la cual deben sujetarse por el ascetismo las tendencias inferiores. La idea de la purificación, como medio para elevar el alma del orden sensible al espiritual. La creencia en premios y castigos más allá de este mundo. La tendencia religiosa de las últimas derivaciones del platonismo. Estos y otros muchos elementos eran fácilmente asimilables por el cristianismo con sólo someterlos a una depuración no demasiado difícil.

Pero, como muy bien hace notar E. Gilson, «tratar de discernir en la obra de los teólogos los elementos filosóficos que han utilizado, es darles por esto mismo un relieve que no tienen en las teologías de donde se les extrae» (Etienne Gilson, La Philosofia du Moyen Age p.93.) No hace falta mucha perspicacia para ver, aun en los escritores cristianos más influidos por el platonismo, que esos elementos ocupan un lugar secundario y que están subordinados a una inspiración superior, que es la que procede de las fuentes de la revelación cristiana. Esto basta para apreciar la depuración a que, incluso inconscientemente, los someten, haciéndoles adquirir un sentido que contrasta, a veces fuertemente, con el auténtico que tienen en sus textos originales. No hay una tesis platónica, estoica ni aristotélica incorporada, sin más, al cristianismo. Todas, aun las aparentemente más afines, han sido depuradas, rectificadas, enriquecidas y hasta, si se quiere, tergiversadas en beneficio de una concepción del mundo, del hombre y de Dios mucho más elevada de la que pudo alcanzar el genio de los mayores filósofos de Grecia. Todas esas filosofías solamente fueron admitidas en el cristianismo a costa de depuraciones más o menos sustanciales. Si esto hoy día no nos parecería quizás demasiado conforme a las exigencias de la crítica, no hay que olvidar que no en todos los tiempos han prevalecido los mismos criterios, y que lo que hoy consideraríamos tal vez como un abuso, en otros siglos se reputaba como perfectamente legítimo por quienes buscaban, más que la simple expresión del pensamiento de tal o cual autor, lo que en ellos hubiera de verdadero y aprovechable.

Por lo demás, esa depuración a que fue sometida la filosofía griega por los pensadores cristianos no puede decirse que haya sido estéril. De hecho, en ramas importantísimas, como la teología, la moral, la psicología, la antropología y otras muchas, ha servido para marcar un avance positivo en la filosofía. Basta comparar lo que de esas ciencias hallamos en la filosofía griega con el resultado de la elaboración por los pensadores cristianos, para ver claramente de qué parte está la ventaja.