Orígenes — Tratado da Prece — 6. O livre arbítrio
1. Algunas de las cosas que se mueven reciben de fuera su movimiento. Por ejemplo, las cosas inanimadas que forman un conjunto. También se mueven así algunos seres animados cuando no es el principio de vida lo que los mueve sino un agente que impulsa el conjunto en que están integrados. Las piedras y leña cortada cuando han sido arrancadas de la cantera o han perdido la capacidad de crecer, integradas en un conjunto reciben el movimiento de fuera de sí mismas. Claro está que los cuerpos de seres vivos, como las plantas, cuando otro los mueve no son movidos por el propio principio vital sino como las piedras o los troncos de leña sin vida. Aún cuando se muevan, ya que todo cuerpo es inestable e incorruptible, tienen su movimiento como consecuencia de la propia corruptibilidad.
Una segunda clase de seres que se mueven son las cosas cuyo movimiento les viene de la propia naturaleza, principio constitutivo de sí mismas. Les viene el movimiento de sí mismas, según dicen los que hablan con mayor precisión. En los seres vivos hay una tercera clase de movimiento que se dice por sí mismos. Creo que el movimiento de los seres racionales es por sí mismo, por propia iniciativa. Si no hay movimiento proveniente de sí mismo o por sí mismo no podrá decirse que se trata de un ser vivo; sería como una planta movida sólo por la naturaleza o como una piedra arrojada a impulsos de algo fuera de ella. Pero si algo sigue la moción de su propia iniciativa, que decimos «por sí mismo» mismo» ha de ser necesariamente racional.
2 Por eso, quienes se empeñan en decir que no somos libres han de admitir que dicen una locura. Primero negando que somos seres vivos y segundo, que somos racionales. Lógicamente, si no nos moviésemos por nosotros mismos sino por algo que nos mueve desde fuera concluiríamos que se debe a una causa externa lo que hacemos nosotros mismos.
Al contrario. Reflexione cada cual sobre la propia experiencia y verá si no hay que decir en plena sinceridad que él es el que quiere, el que come, el que anda, el que da y acepta ciertas opiniones o rechaza otras como falsas. Si se niega el hecho de nuestra libertad nadie puede admitir ciertas opiniones, aunque las presente con mil ingeniosas razones y persuasivos argumentos. De modo semejante nadie podría hacerse idea de la vida humana. ¿Quién está persuadido de que nada hay cierto? ¿Quién de manera que dude de todas las cosas? ¿Quién no corrige a su criado cuando advierte que ha hecho algo mal? ¿Quién no reprende al hijo que falta al respeto de sus padres? ¿Quién no vitupera a la adúltera por su acción deshonrosa? La verdad se impone por sí misma. Por miles de razones ingeniosas que se den en contra, nos obliga a actuar, elogiar o vituperar, sobre la base de que disfrutamos de libertad y que sus actos pueden ser dignos de alabanza o vituperio.
3. Si disfrutamos de libertad, por muchas que sean nuestras inclinaciones a la virtud o al vicio y a cuanto haya de acaecer o no con todas las cosas desde la creación del mundo (Rom. 1, 20), todo lo conoce Dios antes que exista sea como sea la libertad. Cuanto Dios ha dispuesto previamente teniendo en cuenta lo que ha visto de antemano en los actos de nuestra libertad lo dispuso conforme a los méritos y actuación de nuestra libertad, lo cual está de acuerdo con su providencia y la libertad de nuestras acciones futuras. Por eso, la presciencia de Dios no es la causa de todo cuanto haya de suceder ni de los actos de nuestra libertad que se ejercita por la propia determinación. Aún en el supuesto de que Dios no conociese lo que va a suceder, no por eso perdemos la capacidad de obrar de diferentes maneras y de desear otras. Pero si en realidad Dios con su presencia dirige el universo, tanto más útil es nuestra libertad individual para su plan universal.
4. Por tanto, si Dios conoce previamente nuestra libertad individual es lógico que la divina providencia disponga conforme a lo que cada cual merece: oraciones ya previstas, disposiciones y deseos. Y como esto ha sido ya previsto de antemano todo queda enmarcado en el plan universal. Podría, pues, decir Dios: escucharé a este hombre que ora con rectitud y de verdad. En cambio, no escuchará al otro, porque ora con malas disposiciones o porque no le conviene lo que pide ni está conforme al plan de Dios. Y, por así decir, escuchará determinada oración de una persona pero no escuchará otra.
Alguno quizás se desconcierta pensando que como Dios conoce infaliblemente de antemano lo que va a suceder hace que las cosas de suyo indiferentes concurran por necesidad a lo previsto. Le respondo diciendo: Dios conoce definitivamente que tal persona no se inclina necesariamente por lo mejor ni tampoco deseará lo más vil de manera que se niegue rotundamente a seguir lo que sea provechoso. Dios podría decir: conceded a este hombre que ora las cosas que pide, pues es conforme a mis designios complacer a quien reza con buena disposición y perseverancia. Y pues lo pide con insistencia le daré más de lo que quiere y piensa (Ef. 3, 20). Es propio de mi naturaleza vencer en generosidad y proporcionar más de lo que se puede imaginar. A quien resulte de este modo le enviaré un ángel que le ayude, que comience a cooperar con él y le acompañe el tiempo que necesite. A esta persona, que resulta ser mejor que la anterior, le enviaré, por decir así, otro ángel de más categoría que el otro. En cambio, a este hombre que retrocede hacia las cosas terrenas le retiraré el ángel auxiliar. Y cuando el ángel se ausente otro poder en proporción a su conducta le será dado, pues el tal hombre le da ocasión de asaltarle por su negligencia. Le inducirá a pecar, porque se le da por compañero de pecado.
5. Aquel qué dispone de antemano todas las cosas dirá, por ejemplo: Amón engendrará a Josías, que no seguirá los pecados de su padre. Seguirá el camino que llevó a la virtud desde antiguo y con la ayuda de quienes le acompañen será bueno y honrado. Destruirá el altar que inicuamente levantó Jeroboán (2 Re. 2123). Sé que cuando mi hijo venga a vivir entre los hombres Judas será bueno y noble al principio, pero luego caerá en pecados contra la humanidad. Por lo cual, es justo que padezca tales cosas.
Presciencia probablemente sobre todas las cosas, pero ciertamente sobre Judas y otros misterios la tenía el Hijo de Dios, que, por su conocimiento de los acontecimientos futuros vio a Judas y los pecados que iba a cometer contra él. Por lo cual, antes de que naciese Judas dijo claramente por David: ¡«Oh Dios de mi alabanza, no te quedes callado!» (Sal. 109, 1). Pensamientos del salmo referidos a Judas.
Sé lo que va a pasar y cuánto se esfuerza Pablo por la verdadera fe. Por eso, por mi propia iniciativa antes de la creación, cuando se determine a la creación del mundo le voy a escoger y desde su nacimiento le asistiré con potestades que cooperen a la salvación de los hombres. Le voy a elegir «desde el seno de su madre» (Gal. 1, 15). Le guiaré al principio con celo juvenil permitiéndole que, por ignorancia y motivado por su fervor, persiga a los que creen en mi Cristo y guarde la ropa de los que apedrean a mi siervo y mártir Esteban (Hech. 9, 5). Haré esto para que cuando supere la locura de su juventud emprenda un nuevo camino hacia lo mejor sin que pueda enorgullecerse en mi presencia (1 Cor. 1, 29), antes bien pueda decir: «Soy indigno de llamarme apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios» (1 Cor. 15, 9). Y cuando reconozca lo bueno que seré con él después de los errores cometidos en su juventud pensando servir a la fe, dirá: «Mas por la gracia de Dios soy lo que soy» (1 Cor. 15, 10). Va a mantenerse en su punto al ser consciente de lo que en su juventud hizo contra Cristo. «Por eso no se engreirá con la sublimidad de revelaciones» (2 Cor. 12, 7) que bondadosamente le manifieste.
7. Liberdade fixada aos astros