Origenes Trabalhadores da Vinha

OrígenesTrabalhadores da Vinha

Antonio Orbe
Parábolas Evangélicas em São Irineu
Orígenes merecería estudio aparte. En el Comentario a Mateo aborda derechamente y con amplitud la parábola. Ofrece además en otras páginas breves alusiones. Al margen de algunas que no hacen al caso, deja caer noticias de cuño tradicional.

«Al venir a la consumación de los siglos recibiremos antes que nadie el denario, porque (el procurador) ‘daba el denario comenzando por los últimos. Mas los primeros imaginaban recibirían más’ (Mt 20,8). Tú, pues, que llegaste el último, eres primero en recibir los salarios (toús misthous) del anio de la casa, en Cristo Jesús Señor Nuestro».

El día de trabajo — de la parábola — dura hasta la consumación. En el orden seguido para la distribución de salarios — a partir de los últimos — influye Cristo Jesús. ¿Por la índole misma del denario?

Las ideas se perfilan en exégesis a Mt 20,1-16. Si el orden de retribución es inverso al de contrata, y son los últimos en recibir los primeros en llegar a la viña, al término de todos presentaríase Adán.

«Mas el paterfamilias díjole a uno de los operarios, quizás a Adán: ‘Amigo, no te hago injuria. ¿Acaso no me apalabré contigo en un denario? Toma lo tuyo y vete’. Porque tu denario es la salud.1

Ya tenemos explícita la metáfora denario — salud. Y algunas páginas antes:

«El paterfamilias pactó con quienes tomó en seguida, de mañana, en un denario. Este, a mi entender, es la moneda de la salvación. En cambio, las peculiaridades de la gloria no han de computarse con (la moneda de) la salud. Según pienso, el denario ha de ser el nombre (metafórico) de la salud. Mas lo superior al denario — si algún nombre tiene — son las monedas del que quintuplicó o decuplicó la ‘mina’ que le dieron (cf. Lc 19,13ss Parábola das Minas).

Hay el denario, símbolo de la salud; y hay las «minas», símbolo de algo superior a la salud. Orígenes desarrolla con semejante distinción la idea que descubríamos en Tertuliano y Clemente. Es una nueva forma de conciliar la salus una y los grados de gloria. A todos los operarios se les pagó el denario. Además, según méritos, se les dieron «minas»44.

Orígenes parece alguna vez precursor de Jovíniano (Comm. in Matth. X 3): «Mas, como dijimos arriba a propósito de Mt 13,43: ‘Entonces los justos brillarán como el sol’, que no resplandecerán los justos como antes, en grado diferente (diaphoros) sino que serán todos como un sol único, conviene expliquemos nuestro parecer. Daniel debía de saber que ‘la luz del mundo’ son los inteligentes y la multitud de los justos, varios en gloria (cf. 1 Cor 15,41s). Por eso dijo (Dan 12,3): ‘Y los inteligentes brillarán como la claridad del firmamento, y de entre la multitud de los justos saldrán como las estrellas para siempre y aún más’. Y el Apóstol en (1 Cor 15,41 — 42): ‘Una es la gloria del sol, y otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas. Porque una estrella difiere en gloria de otra. Así también la resurrección de los muertos’, viene a decir lo que Daniel, por haber tomado el pensamiento de su profecía. Preguntará, pues, alguien cómo unos hablan de diferencia de luz en los justos; mientras el Salvador dice lo contrario (cf. Mt 13,43a; véase hom.9 In Ezech.: GCS VIII 412,8s): ‘Resplandecerán como un sol único’. Sospecho, pues, que al principio de las bienaventuranzas, entre los justos, cuando todavía no se han purificado, ocurre lo de la qiferencía de luz en quienes se salvan. Mas — según expusimos — al congregarse del reino entero de Cristo los escándalos todos y ser arrojados los discursos fautores de impiedad al horno de fuego (cf. Mt 13,41s) y abrasados los elementos malignos; y cuando — hecho esto — los que hayan dado cabida a pensamientos hijos del maligno vengan a sentirlo (= el fuego), entonces los justos — hechos una luz solar única — ‘resplandecerán en el reino de su Padre’ (Mt 13,43b)». Las líneas evocan el retorno origeniano a la unidad (De princ. III 6,2ss). Así lo vio D. Petau (Theolog. Dogm. 1.7 c. 10 § 2 fin.): ‘Eodem et uno splendore, solis instar, beatos omnes illuminandos esse mihi dicere vídetur*; al contrario D. Huet (Origeniana 1.2 q. II). Modernamente, el texto (Comm. in Matth. X 3) daría pie a una apocatástasis panteista; cf. W. Vólker, Das Vollkommenheitsideal des Orígenes (Tübingen 1931) 117ss. En sentido adverso, H. Crouzel, Origéne et la Connaissance Mystique p.147.

La idea se generalizó con fórmulas más o menos felices en San Jerónimo2 y San Agustín.

A la vertiente común de gracia («utrisque… donatur») se asocia la peculiar de mérito («illi redditur, illi donatur»). Ambas cosas se compaginan.


Amigo de exaltar el dinamismo de Dios en las obras humanas, se adelanta Orígenes a un escrúpulo. El denario es debido en justicia al trabajo de la viña.

«Mas ni la especie humana ni otra alguna especie creada — responde — es capaz de hacer méritos de suerte que en las acciones rectas el premio otorgado por Dios no sea (pura) gracia, sino deuda.

Osaría decir, efectivamente, que nada de cuanto Dios otorga a la naturaleza creada lo da como deuda, sino que todo lo regala por (pura) gracia. Y todos los beneficios se conceden no por favor debido a los hombres, sino porque Dios desea beneficiar con gracia (suya) peculiar a cuantos favorece… Todos convendrán, v.gr., en que el denario de la parábola (cf. Mt 20,8) es por gracia, no por deuda; (allá cuando) los que fueron al trabajo a la hora sexta y nona y undécima recibieron, en cayendo la tarde, sendos denarios. Por mi parte, diría que aun los contratados de mañanita, creídos de recibir más, al recibir su denario le tomaron aun ellos por (pura) gracia».

Los términos e imágenes (salario, contratar…) adoptados en la parábola pueden inducir a error. No hay riguroso contrato. El hecho de aceptar al hombre para el trabajo en la viña de Dios, le sitúa en un régimen superior al de humana justicia. No cabe retribución a título humano — con adecuación entre el trabajo y la paga — cuando la actividad misma del hombre es divina; cuando los operarios — según indicaba Clemente — son «cooperadores de una dispensación y culto inefable».

Lo ratifica la versión de Rufino, que, por desgracia, dejó escapar la alusión a Mt 20,1ss 50.

San Hilario prolonga a su modo la idea. Es una deuda «sui generis» postulada por la bondad y misericordia de Dios, en quien el hombre espera.

San Ambrosio distingue entre la «merces una» y el diverso «bra — vium victoriae», aunando a los predestinados en el salario de la vida eterna, no en el de la gloria. Y aun en el primero — a propósito del ingreso de Israel en la tierra prometida — tampoco admite título de justicia conmutativa, sino pura gracia y misericordia de Dios.

San Efrén va por otro camino, poniendo enjuego la misericordia de Dios para equilibrar «generosamente» un salario que en pura justicia debiera ser desigual.

«(El Señor) ama a los justos y tiene compasión de los pecadores; purifica a los buenos y los defiende contra los malos; se opone a los justos en favor de los penitentes. De esta suerte, cuando los que habían trabajado sin interrupción murmuraban contra los ociosos — por ser igual el salario para un trabajo no igual — , devolvió contra los retribuidos por la justicia las palabras que dirigían contra los recompensados por la misericordia. Les dio a entender que, sin ser beneficiarios de su misericordia, no recibían, con todo, lesión (en la justicia)» (Comentário do Diatessaron).

Las líneas desconciertan. Igual ocurre cuando, en exégesis a la parábola del sembrador (Mt 13,19ss), escribe:

«(Fruto) ‘de treinta, de sesenta y de ciento’ (cf. Mt 13,8). Esto corresponde a las edades de la vida: infancia, juventud y vejez. Aunque sólo haya una tierra y una semilla, no obstante, conforme a la duración de la vida, recoge el Señor cantidad diferente. Algunos, por lo demás, tienen más raíces que otros. Dios bueno mostró su clemencia cuando los obreros vinieron a recibir una recompensa diferente, según las raíces; la recompensa de los últimos igualó a la de los primeros» (Comentário do Diatessaron.

Las últimas líneas aluden a nuestra parábola. Por su relación con Mt 13,19ss darían a entender que — a pesar de haber unos fructificado como 30 y otros como 60 y aun 100 — la recompensa los igualó a todos, interesando a la misericordia para equilibrar lo en iusticia diferentemente retribuible3.


NOTAS

  1. « Comm. in Matth. XV 35 (Klost., 455,22ss): PG 13.1357A. Otro tanto en 37 (Klost., 460,8ss; 1361B): «Quiere el paterfamilias dar también a los últimos, como a los primeros, el denario, la salud, ya que en sus cosas puede hacer cuanto le plazca».[]
  2. San Jerónimo aplica prácticamente el denario a la gracia del bautismo.[]
  3. Muy poca luz se saca de los Himnos de Ecclesia. Según himn. 23,11 — 15 (vers. de E. Beck, en CSCO vol.85 p.51s), mal conservado, todos los bienaventurados reciben el mismo eterno salario. La ventaja de los ascetas, que llevaron libremente el peso del día, está en que pueden reclamar el salario, mientras los demás le aguardan en silencio, a título de beneficio.[]