Origenes Santificação

Orígenes — DOS PRINCÍPIOS
Santificação
De Principiis I, 3,8

8. Habiendo hecho estas declaraciones en cuanto a la unidad del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, volvamos al orden en que comenzamos nuestra discusión.

Dios Padre concede la existencia a todos; la participación de éstos en Cristo, respecto a su ser palabra de razón, los hace seres racionales. De aquí se deduce que merecen alabanza o reprobación, en cuanto capaces de virtud y vicio. Sobre esta base, por tanto, la gracia del Espíritu Santo está presente, para que aquellos seres que no son ; santos en su esencia pueden ser hechos santos mediante la participación en Él.

Vemos, entonces, y en primer lugar, que derivan su existencia de Dios Padre; en segundo lugar, su naturaleza racional de la Palabra; en tercer lugar, su santidad del Espíritu Santo -los que previamente han sido santificados por el Espíritu Santo son hechos de nuevo capaces de recibir a Cristo, ya que Él es la justicia de Dios; y los que han ganado el avance a este grado por la santificación del Espíritu Santo, obtendrán no obstante el don de sabiduría según el poder y la operación.

Considero que este es el significado de Pablo, cuando él dice que “a unos da palabra de sabiduría, a otros palabra de conocimiento, según el mismo Espíritu” (1Co 12,8). Y mientras señala la distinción individual de dones, refiere la totalidad de ellos a la fuente de todas las cosas, con las palabras: “Hay diversidades de operaciones, mas el mismo Dios es el que obra todas las cosas en todos” (1Co 12,6). De donde también la obra del Padre, que confíe-re la existencia a todas las cosas, se revela más gloriosa y magnífica, mientras que cada uno, por la participación en Cristo, en cuanto sabiduría, conocimiento, y santificación,29 progresa y avanza a los grados más altos de perfección; y en vista de que es por participar del Espíritu > Santo que uno es hecho más puro y más santo, obtiene, cuando es hecho digno, la gracia de la sabiduría y del conocimiento, para que, después de limpiar y eliminar toda mancha de contaminación e ignorancia, pueda realizar un tan gran avance en la santidad y la pureza, para que la naturaleza que ha recibido de Dios pueda hacerse tal como es digna de Él que la dio para ser puro y perfecto, de modo que el ser que existe pueda ser tan digno como quien lo llamó a la existencia.

De este modo, quien es como su Creador quiere que sea, recibirá de Dios poder para existir siempre jamás. Que este puede ser el caso, y que aquellos que Él ha creado puedan estar sin cesar e inseparablemente presentes con Él, que es quien es, es la obra de la sabiduría, que les instruya y entrene para traerles a la perfección mediante la confirmación de su Espíritu Santo y la incesante santificación, por la que sólo son capaces de recibir a Dios. De este modo, entonces, por la renovación de la incesante operación del Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo en nosotros, en sus varias etapas de progreso, seremos capaces en algún tiempo futuro quizás, aunque con la dificultad, de contemplar la vida santa y bienaventurada, en la cual (ya que es sólo después de muchas luchas que somos capaces de alcanzarla) nosotros deberíamos continuar, para que ninguna saciedad de aquella felicidad nos detenga alguna vez, sino que cuanto más percibamos su felicidad, más debería aumentar e intensificarse en nosotros el deseo de ella, mientras que nosotros con más prontitud y libertad recibamos y nos aferremos al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Pero si la saciedad o cansancio toman alguna vez posesión de los que están de pie sobre la cumbre alta y perfecta de la meta, no creo que el tal sea depuesto de repente de su posición y caiga, sino que irá disminuyendo gradualmente y poco a poco, pero puede ocurrir a veces que si un breve lapsus tiene lugar, y el individuo rápidamente se arrepiente y vuelve en sí mismo30, puede que no caiga completamente, sino que regrese sobre sus pasos y vuelva a su primer lugar, y de nuevo haga bueno lo que había perdido por su negligencia.