Origenes Providência

Orígenes — DOS PRINCÍPIOS
Providência divina
De Principiis, III. i. 14

14. Vamos ahora a usar la siguiente imagen del Evangelio. Hay cierto suelo rocoso, con poca tierra, en el cual, si cae la semilla, brota rápidamente, pero tan pronto como aparece se agosta, ya que no tiene raíces y el sol la seca y la quema.105 Bien, ese suelo rocoso es el alma humana, endurecida debido a su negligencia, y convertida en una piedra debido a su maldad, porque nadie recibe de Dios un corazón creado de piedra, sino que se hace tal a consecuencia de la maldad.

Si alguien encuentra culpable al labrador por no haber sembrado más pronto en el terreno rocoso, cuando vio que otro suelo rocoso había recibido la semilla rápidamente, el labrador podría responder: “Voy a sembrar este terreno lentamente, echando las semillas que sean capaces de arraigar; este método más lento es mejor para el terreno y más seguro que el que recibe la semilla de un modo rápido, más sobre la superficie”. El objetor encontraría la respuesta del sembrador como dada con buena razón, y que ha obrado con habilidad. Así también, el gran Labrador de toda la naturaleza pospone los beneficios que pudieran parecer prematuros, para que no sean superficiales. Pero es probable que hay algún propósito en esto. ¿Por qué algunas semillas caen sobre la tierra superficial, siendo el alma algo así como una roca?

Debemos decir, en respuesta a esto, que es mejor para este alma, que deseaba precipitadamente mejores cosas, y no por el camino que conduce a ellas, no obtener su deseo, para que condenándose a sí misma, pueda, después de un largo período de tiempo, recibir la labranza que es conforme a su naturaleza. Porque las almas son, como algunos dicen, innumerables, así como sus hábitos y sus propósitos y sus apetencias y sus esfuerzos, de los cuales sólo hay un administrador admirable, que conoce las sazones y las ayudas idóneas, las avenidas y los caminos, es decir, Dios Padre de todas las cosas, que conoce incluso cómo va a comportarse el Faraón ante eventos tan grandes, y que será tragado por el mar, con cuyo último acontecimiento no va a cesar la labor del superintendente del Faraón. Porque no fue aniquilado cuando se ahogó, ya que “en la mano de Dios estamos nosotros y nuestras palabras, también nuestro conocimiento y nuestra obra” (Sg 7,16).106 Esta es nuestra moderada defensa del dicho “Dios endureció el corazón del Faraón”, “De manera que del que quiere tiene misericordia; y al que quiere, endurece” (Rm 9,18).