Orígenes — Contra Celso
Mal — não de Deus nem da Matéria
Excertos de “”
El mal no es inherente a la materia (IV 66)
Luego, como si tuviera cosas recónditas que decir acerca del origen del mal, pero que se las calla y sólo dice lo que se ajuste a las muchedumbres, dice que, para éstas, basta decir sobre el origen del mal “que los males no vienen de Dios, sino que están inherentes a la materia y habitan entre lo mortal”. Ahora bien, que el mal no venga de Dios, es cosa cierta. También, según nuestro Jeremías, es claro que de la boca del Señor no saldrán los males y el bien (Thren 3,38)1 pero que la materia que habita entre lo mortal tenga la culpa del mal, no es, según nosotros, verdad (cf. supra III 42). La verdad es que la culpa de la maldad que hay en cada uno la tiene su propia voluntad, y esa maldad es el mal, y males son también las acciones que proceden de ella. Y, hablando con rigor, según nosotros, ningún otro mal existe. Sin embargo, sé que este tema requiere mucho trabajo y demostración, con la gracia de Dios que ilumine la voluntad; trabajo y demostración que podrá llevar a cabo quien fuere por Dios juzgado digno de conocer también esta cuestión.
NOTAS
Sin embargo, leído en la versión del P. Ausejo (Biblia Herder), el texto suena: ¿No vienen acaso de orden del Señor los males y los bienes? Para Orígenes es claro (saphés) que no. Para Platón tampoco. A decir verdad, nos emociona la firmeza con que niega Platón que Dios sea causa del mal. La negación se sienta en la más pura lógica; pero, en último término, se la inspira su espíritu religioso, que no es lógico. Nada bueno, y menos lo esencialmente bueno, puede ser causa de algo malo: “Luego, dije yo, puesto que Dios es bueno, no puede ser causa de todas las cosas, como dice el vulgo, sino sólo de unas pocas de entre las que les acontecen a los hombres. De la mayoría, Dios no es autor, pues los bienes que nos acontecen son mucho menores que los males; ahora bien, de los bienes no hay que buscar otro autor; de los males, empero, hay que buscar otra causa, pero no a Dios” (Pol. 379c). Evidentemente, sigue en pie la pregunta unde malum? Homero la resuelve por el mito de los dos toneles (que Platón reprueba):
“Dos toneles, en el suelo de Zeus están hundidos,
llenos de dones que él reparte:
uno de bienes lleno, otro de males.
A quien Zeus, el fulmíneo, le concede
una mezcla de entrambos,unas veces
tropieza con el bien, con el mal otras.
Mas al que sólo da calamidades,
en padrón de ignominia lo convierte;
un hambre mala, devorante,
aguijándole va por la divina tierra,
y él la recorre, deshonrado,
de los dioses a par que de los hombres”
(Ilíada, 24,527ss).Bello ejemplo de pensar mítico, que deja, lo mismo que el pensar lógico, flotante el problema unde malum? ↩