Origenes Jesus Verbo

Orígenes — DOS PRINCÍPIOS
Jesus e o Verbo
De Principiis II, 6,6

6. Para explicar mejor esta unión, sería conveniente recurrir a una comparación, aunque en realidad, en una cuestión tan difícil, no hay comparación adecuada. Sin embargo, si podemos hablar sin ofensa, el hierro puede estar frío o caliente, de forma que si una masa de hierro es puesta al fuego es capaz de recibir el ardor de éste en todos sus poros y venas, convirtiéndose el hierro en fuego siempre que no se saque de él. ¿Podremos decir que aquella masa, que por naturaleza era hierro, mientras esté en el fuego que arde sin cesar, es algo que puede ser frío? Más bien diremos, porque es compatible con la verdad, según vemos cómo acontece en los hornos, que el hierro se ha convertido totalmente en fuego, ya que no podemos observar en él nada más que fuego.Y si alguien intenta tocarlo o manejarlo, experimentará no la acción del hierro, sino la del fuego. De igual modo esa alma (de Jesús) que está incesantemente en el Logos, en la Sabiduría y en Dios (semper in verbo, semper in sapientia, semper in Deo) de la misma manera que el hierro está en el fuego, es Dios en todo lo que hace, siente o conoce, y por tanto no puede llamarse convertible, ni mutable, puesto que, siendo sin cesar calentado, posee la inmutabilidad de su unión con el Logos de Dios.

A todos los santos, finalmente, pasó algún calor del Verbc de Dios, como debe suponerse; y en esta alma descansó el fuego divino, como se debe creer, del cual algún calor pudiera pasar a otros. Finalmente, la expresión: “Por tanto te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de gozo sobre tus compañeros” (Ps 45,7), muestra que esa alma fue ungida de un modo con óleo de gozo, esto es, con la palabra de Dios y la sabiduría; y de otro sus compañeros, esto es, los santos profetas y apóstoles. Ya que ellos, como se dice, “se recrean en el olor de sus ungüentos”. Y esa alma fue el vaso que contuvo el mismo ungüento de cuya fragancia todos los profetas y apóstoles dignos han sido hechos participantes.

Como la sustancia de un ungüento es una cosa y su olor otra, así también, Cristo es una cosa y sus compañeros otra. Y como el vaso mismo, que contiene la sustancia del ungüento, en ningún caso puede admitir ningún olor repugnante; es posible que los que disfrutan de su olor, si se apartan un poco de su fragancia, puedan recibir cualquier olor apestoso que venga sobre ellos. Así, de la misma manera, era imposible que Cristo, siendo como era el vaso mismo, en el que estaba la sustancia del ungüento, recibiera un olor de clase opuesta, mientras ellos, sus compañeros, serían participantes y receptores de su olor en proporción a su proximidad al vaso.