Antonio Orbe — CRISTOLOGIA GNÓSTICA
VIAGEM AO MUNDO
Orígenes indica por su cuenta la distinción entre el Logos ya hombre y el hecho carne:
Mas como está escrito que «el Verbo se hizo carne», podrías hacerte la pregunta si el Logos que se hizo carne vino a ser también, por lo mismo, hombre.
En absoluto — discurre Orígenes — podría el Logos haberse hecho hombre (= alma) asumiendo únicamente la psique, en que consiste la natura humana; o bien haberse hecho sólo sarx (resp. hyle), carne sin alma. Una cosa es el hombre, y otra la carne. Antes de hacerse carne, el Logos era hombre.
El alejandrino razona sobre premisas de antropología ignoradas de San Ireneo, bastantes para poner en duda el alcance otorgado en los siglos II y III a la sarx de Io 1,14. Y aunque siempre, a mi entender, le confiere igual sentido (carne material = forma de siervo), se complace en oponerla al espíritu (= forma de Dios), como expresión del régimen umbrátil adoptado por el Logos para habitar entre los hombres (sensibles) y llevar a cabo su redención.
Ireneo descuida tan interesante aspecto y ofrece como inconcuso el significado restringido de la caro ( = «corpus materiale») en Io 1,14:
«Et Verbum caro factum est et habitavit in nobis». Secundum autem illorum (= valentinianorum) argumentationem, non Verbum caro factum est — quod quidem nec venit unquam extra Pleroma (!) —, sed qui ex Omnibus factus, et sit posterior Verbo, Salvator.
La sarx es concepto equívoco. En 1 Cor 15,50 esconde un significado, y en Io 1,14, otro. El propio Ireneo lo vino a admitir. Los valentinianos se hacían fuertes ahí para — según la cláusula, al parecer, obvia de San Pablo — negar la estricta encarnación del Logos; y, por lo mismo, la necesidad de entender Io 1,14, al margen del alcance ingenuo que le otorgaban los eclesiásticos. Si la carne es insalvable, el Verbo no vino a salvarla ni fue capaz de asumirla. Entendamos Io 1,14 metafóricamente, otorgando a la sarx el sentido genérico de homo; sin limitarla a la carne hílica y con margen para una caro, «semejanza de carne pecadora» (Rom 8,3), que dé cabida a las tres especies: espiritual, animal, hílica.