Orígenes — DOS PRINCÍPIOS
Série de Mundos
De Principiis II.I.3
3. Por consiguiente, aun cuando el mundo esté ordenado en varios oficios, no se ha de entender por eso el estado de todo el mundo como un estado de disonancia y discrepancia respecto de sí mismo, sino que, de la misma manera que nuestro cuerpo, constituido por muchos miembros, es uno sólo y está mantenido por una sola alma, así también el universo mundo, como un animal inmenso y enorme, creo que debe considerarse mantenido por el poder y razón de Dios como por un alma.
A mi juicio, la misma Sagrada Escritura lo indica también en lo que fue dicho por el profeta: “¿No lleno yo los cielos y la tierra? Palabra del Señor” (Jr 23,24), y otra vez: “El cielo es mi trono y la tierra el escabel de mis pies” (Is 66,1), y lo que dijo el Salvador cuando declaró que no se debía jurar “ni por el cielo, pues es el trono de Dios, ni por la tierra, pues es el escabel de sus pies” (Mt 3,34), y asimismo, lo que declara Pablo al decir que “en Él vivimos y nos movemos y existimos” (Ac 17,28). Pues, ¿cómo vivimos y nos movemos y existimos en Dios, sino porque une y contiene el mundo con su poder? ¿Y cómo es el cielo el trono de Dios y la tierra el escabel de sus pies, como el mismo Salvador proclama, sino porque tanto en el cielo como en la tierra su poder lo llena todo, como también dice el Señor? No creo, por consiguiente, que nadie tenga dificultad en conceder, de acuerdo con lo que hemos mostrado, que Dios llena y contiene con la plenitud de su virtud el universo mundo.
Una vez mostrado, en lo que precede, que los diversos movimientos de las criaturas racionales y sus distintos modos de pensar han sido la causa de la diversidad de este mundo, hemos de ver si acaso conviene a este mundo un fin apropiado a su principio. Porque no hay duda de que su fin debe hallarse también en su mucha diversidad y variedad; variedad que, cogida por sorpresa en el fin de este mundo, dará de nuevo ocasión a la diversidad de otro mundo que existirá después de éste.