Origenes Cantico Prologo 9

Orígenes — Comentários ao Cântico dos Cânticos

Sin embargo, tampoco se pase por alto el hecho de que algunos escriben como título de este libro: Cantares de los Cantares, lo que está mal escrito, pues no se dice en plural, sino en singular: Cantar de los Cantares. Esto es lo que a modo de prólogo hemos dicho sobre el título mismo del libro. Ahora ya, con la ayuda de nuestro Señor, vamos a acometer el principio de la obra misma. Con todo, que no quede por nosotros sin mencionar también el hecho de que a algunos ha parecido bien investigar todavía más sobre el título o inscripción del libro, que reza así: Cantar de los Cantares, que es de Salomón. En realidad lo entienden como si el autor hubiera dicho que éste es el cantar de los cantares de Salomón, en el sentido de haber señalado el autor que éste era uno más entre sus muchos cánticos. Pero, ¿cómo vamos nosotros a aceptar semejante interpretación, cuando ni la Iglesia de Dios ha recibido para leer ningún otro cántico de Salomón, ni entre los hebreos, de quienes pasó a nosotros la palabra de Dios, se conservan en el canon más que estos tres libros de Salomón que también tenemos nosotros? Con todo, quienes esto afirman quieren corroborar su opinión partiendo de lo que está escrito en el tercer libro de los Reyes, a saber, que existen muchos cánticos de Salomón, y así pretenden confirmar que éste es uno de esos muchos; efectivamente, así está escrito: Y dio Dios a Salomón prudencia (sophrosynephronesis) y .sabiduría muy grandes, y una anchura de corazón como la arena que está en la orilla del mar. Y la sabiduría se multiplicó en él por encima de todos los antiguos hijos de los hombres y por encima de todos los sabios de Egipto, y aun por encima del ezrajita Etán y de Hemán, Kalkol y Dardá, hijos de Majol; y su nombre se extendió por todos los pueblos circunvecinos. Y pronunció Salomón tres mil parábolas, y sus cánticos fueron cinco mil. Así, pues, quieren que este único cantar que poseemos sea uno de esos cinco mil cánticos: pero a las iglesias de Dios no ha llegado su uso, ni siquiera noticia de dónde y hasta cuándo se cantaron. Pero sería trabajoso y muy ajeno a nuestro propósito querer ahora indagar cuántos libros se mencionan en las divinas Escrituras, de los cuales no se nos ha transmitido una sola cita. Por otra parte, hallamos que ni siquiera entre los judíos se usan tales lecturas, ya sea porque plugo al Espíritu Santo quitarlas de en medio por contener algo que sobrepasaba la inteligencia humana, ya sea porque los antiguos no quisieron darles un sitio ni admitirlas como autoridad, por ser escritos que llamamos apócrifos, a causa de encontrarse en ellos muchas cosas corrompidas y contrarias a la verdadera fe. El pronunciarnos sobre tales puntos sobrepasa nuestras fuerzas. Está claro sin embargo, que tanto los apóstoles como los evangelistas han citado e incluido en el Nuevo Testamento muchos pasajes que nunca leímos en las Escrituras que poseemos como canónicas y que, sin embargo, se hallan en los apócrifos, de los que, evidentemente, están sacados. Pero ni aún así se debe dar lugar a los apócrifos; no se debe, en efecto, traspasar los linderos que establecieron nuestro padres. De hecho pudo ocurrir que los apóstoles y los evangelistas, llenos del Espíritu Santo, supieron qué debían tomar de esos escritos y qué debían rechazar; nosotros, en cambio, no podemos presumir, sin peligro, de nada parecido, pues no tenemos tanta abundancia de espíritu. Por consiguiente, del presente versículo mantenemos aquella versión que ya expusimos, sobre todo porque en él tenemos una distinción clara, cuando dice: Cantar de los Cantares, que es de Salomón. Si el autor realmente hubiera querido que se entendiera que de los cantares de Salomón éste era uno más, con seguridad habría dicho: Cantar de los cantares que son de Salomón, o bien: Cantar de entre los cantares de Salomón. Sin embargo, puesto que dijo: que es de Salomón, demuestra que este Cantar que tenemos en las manos y que él debía cantar es de Salomón. Y tal es el contenido del titulo que propuso.

Veamos, pues, ahora lo que sigue.