Origenes Cantico Prologo 8

Orígenes — Comentários ao Cântico dos Cânticos

Pero antes de entrar en el meollo mismo del libro, podemos todavía indagar lo siguiente: por qué razón Salomón, que en estos tres libros parece obedecer la voluntad del Espíritu Santo, en el libro de los Proverbios se dice: Salomón, hijo de David, que reinó en Israel, mientras que en el segundo libro no se escribe Salomón, sino: Palabras del Eclesiastés, hijo de David, rey de Israel en Jerusalén: igual que en el primero, también aquí se describe como hijo de David y rey de Israel, pero en aquel pone proverbios y en éste palabras, y allí se llama a sí mismo Salomón, aquí, en cambio, Eclesiastés; y mientras allí ponía solamente la nación sobre la que reinaba, aquí nombra no sólo la nación, sino también el lugar del reinado: Jerusalén. Por el contrario, en el Cantar de los Cantares no escribe ni el nombre de la nación ni el lugar donde reina ni siquiera que sea rey ni que tenga por padre a David, sino únicamente: Cantar de los Cantares, que es de Salomón. Y aunque me parezca difícil poder indagar a fondo y comprender las diferencias de estos encabezamientos, o bien, una vez investigadas como sea, sacarlas a la luz y confiarlas a la escritura, con todo, voy a intentar explicarlo brevemente, según lo permita la capacidad de mi inteligencia y la atención de mis lectores. No creo que pueda dudarse de que Salomón representa en muchísimos aspectos la figura de Cristo, ya porque se llama pacifico ya por el hecho de haber venido la reina del Mediodía, desde los confines de la tierra, a escuchar la sabiduría de Salomón. Cristo, pues, reina en Israel en cuanto que se llama hijo de David y en cuanto que reina sobre aquellos reyes respecto de los cuales él mismo se dice rey de reyes. Y además él es también el verdadero Eclesiastés, el cual, siendo de condición divina, se anonadó a si mismo tomando la condición de esclavo para congregar a la Iglesia: de hecho se llama Eclesiastés porque congrega a la Iglesia. Pues bien, ¿quién es tan Salomón, esto es, pacífico, como nuestro Señor Jesucristo, al cual hizo Dios para nosotros sabiduría, justicia y paz? Por consiguiente, en el libro de los Proverbios, cuando nos instruye en las disciplinas morales, se dice que es rey de Israel, pero no todavía en Jerusalén; razón: aunque nos llamamos Israel a causa de nuestra fe, sin embargo no hemos llegado a tal punto que hayamos alcanzado la Jerusalén celestial. Pero, cuando hayamos progresado y lleguemos al punto de poder asociarnos a la Iglesia de los primogénitos, y cuando, después de haber examinado cuidadosamente las causas primeras y naturales, reconozcamos que la Jerusalén celestial es nuestra madre del cielo, entonces también el mismo Cristo se convertirá ya para nosotros en Eclesiastés, y se dirá que reina, no sólo en Israel, sino también en Jerusalén. Cuando alcance la perfección de todo y se le una la esposa perfecta, por lo menos toda criatura racional, puesto que pacificó por medio de su sangre tanto lo que haya en la tierra como lo que está en los cielos, entonces será llamado Salomón, sin más, cuando haya entregado a Dios Padre el reino, después de haber destruido todo principado y potestad. Porque es preciso que él reine hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies, y sea destruido el último enemigo: la muerte. Y así, con todo pacificado y sometido al Padre, cuando ya Dios sea todo en todos, se llamará tan sólo Salomón, esto es, el único pacifico. Con razón, pues, en este libro, que debía ser escrito acerca del amor de la esposa y del esposo, y también por este motivo, no va escrito ni «hijo de David» ni «rey» ni título alguno que pueda relacionarse con un concepto corporal, con el fin de que la esposa ya perfecta pueda justamente decir: Y si en algún momento conocimos a Cristo según la carne, ya no le conocemos así, y nadie pueda pensar que la esposa ama algo corporal o carnal y que su amor está mancillado. Por eso el Cantar de los Cantares es únicamente de Salomón y no del hijo de David ni del rey de Israel, y en ello no se mezcla ni el más mínimo atisbo de nombre carnal. Y no te extrañes de que, siendo único y el mismo nuestro Dios y Salvador, nosotros le consideremos, primeramente, inferior en los Proverbios, luego proficiente en el Eclesiastés y, por último, perfecto en el Cantar de los Cantares, puesto que puedes ver esto mismo escrito en los Evangelios, donde se dice que él progresa por nosotros y en nosotros; así, efectivamente, se cuenta: Jesús progresaba en edad y en sabiduría ante Dios y ante los hombres. Creo, pues, que por todos estos motivos no se escribe ni «hijo de David» ni «rey de Israel», aunque también por otra razón: porque en el Cantar de los Cantares la esposa ha progresado hasta tal punto que ya es algo más que el reino de Jerusalén. Efectivamente, el Apóstol dice que Jerusalén es celestial recuerda que en ella entran los creyentes. Pues bien, el mismo Pablo, cuando define como sumo Pontifice a este esposo hacia el que ahora se apresura la esposa, escribe de él como de quien no está en los cielos, sino que ha atravesado todos los cielos, adonde le sigue también esta su perfecta esposa, más aún, allá sube con él pegada y unida a él, pues se ha hecho un solo espíritu con él. También por este motivo me parece que, al decir a Pedro, que primero no podía seguirle: Adonde yo voy vosotros no podéis venirle, le dijo: Me seguirás más tarde.

Ahora bien, el que haya algo mayor incluso que Israel, lo colegimos del hecho de que en el libro de los Números se hace recuento de todo Israel y, en verdad, las doce tribus de Israel quedan registradas bajo cierto número; en cambio, a la tribu de Levi, como más eminente que las demás, se la mantiene por encima de ese recuento, y en modo alguno se la considera dentro del censo israelita. Dice así, efectivamente: Este es el censo de los hijos de Israel según las casas de sus familias: todo su censo, por escuadrones, es de seiscientos tres mil quinientos cincuenta. Mas los Levitas no se incluyeron en el censo, como lo había mandado Dios a Moisés’. Estás viendo cómo los Levitas, como más excelentes que los hijos de Israel, son puestos aparte y no se les junta en el recuento. Y los sacerdotes, a su vez, serán descritos como superiores a los Levitas. Así está expresado, efectivamente, en la misma Escritura: Y habló Dios a Moisés diciendo: Toma la tribu de los Levitas y ponlos delante del sacerdote Aarón, y que estén a su servicio. ¿Ves cómo también en este pasaje llama a los sacerdotes superiores a los Levitas, y de nuevo pone a los Levitas por encima de los hijos de Israel? Todo esto hemos tenido a bien examinarlo con mayor cuidado porque, con ello, queríamos también mostrar la razón por la que, incluso en los títulos de sus libros, Salomón se sirvió de distinciones necesarias, y desde la misma redacción del título señaló una cosa en los Proverbios, otra en el Eclesiastés y otra también en el Cantar de los Cantares. Y en cuanto al hecho de que en el Cantar de los Cantares, donde ya se pone de manifiesto la perfección, no se escriba ni «hijo de David» ni «rey», todavía se puede añadir lo siguiente: cuando el siervo se haya hecho como el amo y el discípulo como el maestros, parece que ya ni el siervo es siervo, porque se ha convertido en amo, ni el discípulo es discípulo, puesto que se ha convertido en maestro, sino que, en su tiempo, efectivamente, fue discípulo, pero ahora es como el maestro, y en un tiempo fue siervo, pero ahora es como el amo. Por consiguiente parece que también se podrá utilizar un razonamiento semejante acerca del rey y de aquellos sobre quienes reina, cuando ya el reino sea entregado a Dios Padre.