La ausencia de lengua sagrada en el Cristianismo se convierte aún en más sorprendente desde que se pone de manifiesto que, incluso por lo que respecta a las Escrituras hebreas, cuyo texto primitivo existe sin embargo, se sirve «oficialmente» de traducciones griegas y latinas. (NA: La versión de los Setenta y la Vulgata.) En cuanto al Nuevo Testamento, se sabe que el texto sólo se conoce en griego, y que es sobre éste que han sido hechas todas las versiones en otras lenguas, incluso en hebreo y en sirio así, al menos para los Evangelios, es imposible admitir con seguridad que sea esa su verdadera lengua, queremos decir en la que las palabras de Cristo fueron pronunciadas. Es posible sin embargo que no hayan sido escritos nunca efectivamente más que en griego, habiendo sido transmitidos precedentemente de manera oral en la lengua original; (NA: Esta simple acotación sobre el caso de la transmisión oral debería bastar para reducir a nada todas las discusiones de los «críticos» sobre la pretendida fecha de los Evangelios, y bastaría en efecto, si los defensores del Cristianismo no estuvieran ellos mismos más o menos afectados por el espíritu antitradicional del mundo moderno.) pero se puede preguntar entonces por qué la fijación escrita, en cuanto que ha tenido lugar, no se ha hecho también en esa lengua, y esta es una cuestión a la cual sería difícil responder. Sea como fuere, todo esto no deja de presentar ciertos inconvenientes por diversas razones, pues sólo una lengua sagrada puede asegurar la invariabilidad rigurosa del texto de las Escrituras; las traducciones varían necesariamente de una lengua a otra y, además, nunca pueden ser más que aproximativas, teniendo cada lengua sus modos propios de expresión que no corresponden exactamente a los de las otras; (NA: Este estado de cosas no deja de favorecer los ataques de los «exégetas» modernos; incluso si existiesen textos en lengua sagrada, esto no les impediría sin duda discutir, como profanos que son, pero al menos sería entonces más fácil, para todos aquellos que guardan aún algo del espíritu tradicional, no creerse obligados a tener en cuenta sus pretensiones.) incluso cuando guardan tanto como es posible el sentido exterior y literal, aportan en todo caso bastantes obstáculos a la penetración en los demás sentidos más profundos; (NA: Esto es particularmente visible para las lenguas sagradas cuyos caracteres tienen un valor numérico o propiamente hierográfico, que a menudo tiene una gran importancia desde este punto de vista, y al que cualquier traducción no deja evidentemente subsistir.) y podemos damos cuenta por ello de algunas dificultades del todo especiales que presenta el estudio de la tradición cristiana para el que no quiere atenerse a las simples apariencias más o menos superficiales. ESOTERISMO CRISTIANO: A PROPÓSITO DE LAS LENGUAS SAGRADAS
Algunos podrían quizá preguntarse lo que les ocurrió, con semejante cambio, a las enseñanzas de Cristo, que constituyen el fundamento del Cristianismo por definición, y de las que no podría deshacerse sin cesar de merecer su nombre, sin contar que no se ve lo que podría sustituirlas sin comprometer el carácter «no humano» fuera del cual no hay ninguna tradición auténtica. En realidad, estas enseñanzas no han sido tocadas por ello, ni modificadas en ninguna forma en su «literalidad», y la permanencia del texto de los Evangelios y de los demás escritos del Nuevo Testamento que se remontan evidentemente al primer período del Cristianismo, constituye una prueba suficiente; (NA: Incluso si se admitiesen, lo que no es nuestro caso. las pretendidas conclusiones de la «crítica» moderna que, con intenciones manifiestamente antitradicionales, se esfuerza en atribuir a estos escritos fechas tan «tardías» como es posible, serían ciertamente aún, anteriores a la transformación de la que hablamos aquí.) lo que ha cambiado es solamente su comprensión, o si se prefiere, la perspectiva según la cual son considerados y el significado que les es dado en consecuencia, sin que se pueda decir además que haya algo falso o ilegítimo en este significado, pues es evidente que las mismas verdades son susceptibles de recibir una aplicación en dominios diferentes, en virtud de las correspondencias que existen entre todos los órdenes de realidad. Sólo que hay conceptos que, concerniendo especialmente a aquellos que siguen una vía iniciática y aplicables por consiguiente en un medio restringido y en alguna forma cualitativamente homogéneo, llegan a ser impracticables de hecho si se les quiere extender a todo el conjunto de la sociedad humana; es esto lo que se reconoce bastante explícitamente al considerarlos solamente como «consejos de perfección», a los cuales no se da ningún carácter de obligación; (NA: No pensamos hablar de los abusos a los cuales esta especie de restricción o de «minimización» ha podido a veces dar lugar, sino de las necesidades reales de una adaptación a un medio social que comprende individuos tan diferentes y desiguales como es posible en cuanto a su nivel espiritual, y a los cuales un exoterismo debe no obstante dirigirse al mismo nivel y sin ninguna excepción.) esto quiere decir que cada uno debe seguir la vía evangélica en la medida no sólo de su propia calidad, lo cual es evidente, sino incluso de lo que le permitan las circunstancias contingentes en las que se encuentra localizado, y esto es en efecto todo lo que se puede exigir razonablemente a aquellos que no aspiran a superar la simple práctica exotérica. (NA: Esta práctica exotérica podría definirse como un mínimo necesario y suficiente para asegurar la salvación pues ella es el fin único al cual está efectivamente destinada.) Por otra parte, en lo que respecta a la doctrina propiamente dicha, si hay verdades que pueden ser comprendidas a la vez exotérica y esotéricamente, según que los sentidos se refieran a los diferentes grados de realidad, hay otras que, perteneciendo exclusivamente al esoterismo y no teniendo ninguna correspondencia fuera de éste, llegan a ser, como lo hemos dicho ya, completamente incomprensibles cuando se prueba a transportarlos al dominio exotérico, y que deben limitarse entonces forzosamente a ser expresadas pura y simplemente bajo la forma de enunciados «dogmáticos», sin buscar nunca dar la menor explicación; son éstas las que constituyen propiamente lo que se ha convenido en llamar los «misterios» del Cristianismo. A decir verdad, la existencia misma de estos «misterios» sería completamente injustificable si no se admitiese el carácter esotérico del Cristianismo original; por contra, teniendo en cuenta esto, aparece como una consecuencia normal e inevitable de esa «exteriorización» el que el Cristianismo, aun conservando la misma forma en cuanto a las apariencias, tanto en su doctrina como en sus ritos, haya llegado a ser la tradición exotérica y específicamente religiosa que conocemos hoy. ESOTERISMO CRISTIANO: CRISTIANISMO E INICIACIÓN