Nicoll Torre de Babel

Maurice Nicoll — O HOMEM NOVO
Torre de Babel
Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo se utilizan otros términos para indicar la Verdad. El agua no es la única imagen que se usa para representar el tipo de Verdad que estamos estudiando. En el lenguaje antiguo también se usan las palabras piedra y vino para imaginar esta forma de la Verdad, pero ambas corresponden a diferentes niveles de entendimiento. Piedra significa la más externa o literal de las formas de la Verdad esotérica. Representa la Verdad esotérica en su sentido más rígido, inflexible. Los mandamientos fueron escritos sobre piedra. Pero también es menester tener en consideración que la Verdad acerca de una evolución superior debe descansar sobre una base firme para quienes no son capaces de penetrar su sentido más profundo. Repasemos brevemente la extraordinaria leyenda de la Torre de Babel, según se la presenta en el Génesis. La idea en torno a la cual está urdido este relato es que el hombre quiso alcanzar un nivel superior de desarrollo haciendo uso de sus conocimientos ordinarios. Este es el significado de una torre construida por el hombre. Pero de lo que ya va dicho puede desprenderse que el logro de un nivel superior requiere que se siga una enseñanza impartida, ya sea al individuo o la humanidad. Ningún hombre, “congojándose”, podrá añadir un codo a su estatura: es decir, no puede desarrollarse mediante sus propias ideas, sus propios pensamientos. Tiene que someterse a una enseñanza. Sus esfuerzos tienen que cimentarse en la Verdad que ahora estamos estudiando. Y este conocimiento especial, o Verdad esotérica, se llama piedra en su más bajo nivel de comprensión. Ya veremos con qué se construyó la Torre de Babel en relación a este conocimiento necesario y que llamamos Verdad. No fue construida con piedra, y este hecho se indica expresa y deliberadamente. O sea que no provino del conocimiento de un nivel superior del hombre, o de aquellos que ya han devenido el Nuevo Hombre. El relato de la Torre de Babel es algo muy extraño y tendría muy poco significado si se le toma al pie de la letra. Comienza diciendo que en cierta época, después de los días del Arca de Noé, toda la gente tenía una lengua común. “Era entonces la Tierra de una lengua y de unas mismas palabras.” (Génesis XI, 1.) En seguida se indica que se alejaron del Oriente (o sea de la Verdad) y llegaron a una vega donde proyectaron construir una torre que llegase al cielo. Adviértase cómo continúa la historia:

“Era entonces toda la Tierra de una lengua y unas mismas palabras. Y aconteció que, como se partieron de Oriente, hallaron una vega en la tierra de Shinar, y asentaron allí. Y dijeron los unos a los otros: «Vaya, hagamos ladrillo y cozámoslo con fuego». Y sirvió el ladrillo en lugar de piedra, y el betún en vez de mezcla. Y dijeron: «Vamos, edifiquemos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre por si fuéramos esparcidos sobre la faz de la Tierra». Y descendió YHWH para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de los hombres. Y dijo Jehová: «.He aquí el pueblo es uno y todos éstos tienen un lenguaje; y han comenzado a obrar y nada les retraerá ahora de lo que han pensado hacer. Ahora, pues, descendamos y confundamos allí sus lenguas, para que ninguno entienda el habla de su compañeros. Así los esparció YHWH desde allí, sobre la faz de la Tierra, y dejaron de edificar la ciudad. Por esto fue llamado el nombre de ella Babel, porque allí confundió YHWH el lenguaje de toda la Tierra, y desde allí los esparció sobre la faz de toda la Tierra.” (Génesis XI, 1-9.)

Tomemos nota de que se partieron de Oriente y que tenían ladrillos, o sea materiales hechos por el hombre, en lugar de piedra. En el antiguo lenguaje de la parábola, el Oriente representa la fuente del conocimiento esotérico, de la Verdad esotérica. Llegaron a una vega, a un llano, o sea que descendieron desde un nivel superior y entonces comenzaron a pensar que podían hacer algo de sí mismos, que podían hacer algo fuera del conocimiento de la Verdad que habían obtenido en el Oriente. De modo que comenzaron a construir una torre pensando que mediante sus propias ideas, sus propios pensamientos, podían alcanzar los niveles superiores que acá se llaman “cielo” que es el mismo nombre que se les da en los Evangelios. “Cielo” significa un nivel superior del hombre, y “tierra” denota un hombre ordinario, el hombre tal cual es común y corrientemente, o sea el hombre natural. Comenzaron a construir por sí mismos; pero es menester que también tomemos nota de que no solamente tenían ladrillos en lugar de piedra, sino que tenían betún en vez de mezcla. Un grado inferior no puede entender a uno superior. Un hombre de un nivel superior no puede ser comprendido por uno de nivel inferior. Tal cual es, el hombre no puede alcanzar un nivel superior a menos que entre en posesión del conocimiento (llamado Verdad) que pueda conducirlo. De suerte que la torre fue un fracaso. Y en la extraña forma en que este antiguo lenguaje presenta las cosas, parece que Dios los desbandó movido por los celos. Pero es preciso mirar hondo a fin de poder entender este lenguaje. Quien tenía la culpa era el hombre, no Dios. El hombre trató de elevarse a sí mismo mediante sus propios conocimientos que, en este caso, se llaman “ladrillos” y “betún”, de suerte que fue destrozado. Pero es muy difícil comprender este lenguaje antiguo si tomamos las palabras al pie de la letra. Podemos entender fácilmente que si un ingeniero fabrica una pieza de máquina que no esté bien medida o de material poco adecuado, la máquina no servirá para nada. Bien puede decir: “Dios tiene la culpa”. No se trata de que “Dios” lo castigue: se trata de que es una súplica errada, de manera que la respuesta no será lo que el ingeniero esperaba. La respuesta siempre se conformará a la calidad de la súplica. Y esto es “Dios”, o si se prefiere, el “Universo” que la ciencia estudia. Una súplica equivocada tendrá una respuesta errada. Y tampoco se trata de que la respuesta esté equivocada, sino que ésta corresponderá siempre exactamente a la súplica. La parábola de la Torre de Babel ilustra con claridad este punto. El hombre hizo una torre de ladrillos y betún en lugar de hacerla de piedra y mezcla. Y “Dios dijo”; es decir que la respuesta a esta súplica fue: “esto no puede ser”.