Nicoll Tentaciones

Maurice Nicoll — O HOMEM NOVO

As Tentações de Jesus

Ahora podemos preguntarnos: ¿cómo se obtiene la evolución interior? Todo desarrollo es posible únicamente a través de la tentación interior. Se mencionan tres tentaciones lanzadas por el diablo a Cristo en las primeras partes de los Evangelios de Mateo y Lucas; en Marcos hay una referencia a ellas, pero sumamente breve, en términos de “bestias salvajes”. En el de Juan nada se dice acerca de estas tentaciones, sino que se presenta como punto de partida de la enseñanza y los milagros de Jesús el de la transformación del agua en vino. Por ahora estudiemos la versión de las tres primeras y más tempranas tentaciones según aparecen en Lucas, a fin de darnos cuenta de que Jesús tenía que ir avanzando, en su propio desarrollo, por el método de las tentaciones, a fin de pasar por los distintos grados de crecimiento interior mediante la conquista de sí mismo. Pero, primero, recordemos que la concepción de la humanidad en su condición aún no despierta y como se la muestra en los Evangelios, es que se encuentra en poder del mal. Esta idea se representa en los Evangelios con las figuras de que el hombre está lleno de malos espíritus. O sea que el hombre se encuentra sometido al poder de sus malos humores, impulsos y pensamientos; y a éstos se les personifica como si fuesen espíritus malos cuyo propósito es la destrucción del hombre y de la raza humana. La concepción de los Evangelios es que el hombre se ve continuamente arrastrado hacia abajo por las fuerzas del mal que lleva en sí mismo, fuerzas que no están fuera de él y a las cuales el hombre mismo ha consentido dándoles poder. Porque el hombre da su consentimiento a estas fuerzas, en sí mismo, se detiene el progreso de la vida humana. Los poderes del mal yacen en el hombre, en su propia naturaleza, en la índole del amor propio, del egoísmo, de la ignorancia, de la estupidez, la malicia, la vanidad, etc., y también en el hecho de pensar únicamente a través de los sentidos y en tomar las apariencias externas de la vida como si el mundo visible fuese la única realidad. A estos defectos se les llama, colectivamente, el diablo; este nombre describe el terrible poder que tienen los malentendidos acerca de todas las cosas. El hombre no desarrollado posee este poder de conectarlo todo mal. El diablo es la suma de todas estas deficiencias, de todos los poderes de la incomprensión que hay en el hombre, y de todos los resultados por ellos transmitidos. Así tenemos que, desde cierto punto de vista, al diablo se le llama calumniador; desde otro, se le llama acusador. Pero ya veremos con mayor claridad lo que se quiere significar por el diablo, cuando comencemos a entender lo que en verdad representa la tentación.

En el relato de Lucas acerca de la forma como el diablo incitó a Cristo, se dice que Jesús estuvo en el desierto durante cuarenta días “y era tentado por el diablo”. Esta cifra, cuarenta, aparece también en el relato acerca del Diluvio. En él se dice que llovió durante cuarenta días y cuarenta noches. En el relato alegórico de cómo los hijos de Israel vagaron perdidos, se dice que estuvieron en el desierto durante cuarenta años; también se dice que Moisés ayunó durante cuarenta días antes de recibir los mandamientos escritos sobre la piedra. En Lucas, estos cuarenta días en el desierto están directamente conectados con la idea de la tentación.

“Y Jesús, lleno de Espíritu Santo, volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu al desierto por cuarenta días, y era tentado del diablo. Y no comió cosa en aquellos días.” (Luc. IV, 1, 2.)

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