Nicoll Judas

Maurice Nicoll — O HOMEM NOVO
Judas Iscariotes
Uno de los incidentes más extraños que registran los Evangelios es la traición de Cristo por Judas Iscariote. Tal como aparece en el relato es algo inexplicable. Cristo enseñó abierta­mente. Cualesquiera de las autoridades que hubiesen querido detenerle, judías o romanas, hubiesen podido hallarlo con facilidad. Mientras más se estudia este incidente y todo aquello con él relacionado, más obvio se hace que representa algo, que lleva tras de sí un significado interior. Dicho en otras palabras. Judas traicionó a Cristo en un sentido muy diferente del sentido literal. Claro es que Judas simboliza una subvaloración, una mala comprensión y, finalmente, una traición a la enseñanza de Cristo. Dirigiéndose a sus discípulos, Cristo dice: “¿No he escogido yo a vosotros doce y uno de vosotros es diablo?” Se refiere a Judas Iscariote. Sin embargo, ha de notarse que Cristo escogió a Judas. “¿No he escogido yo a vosotros doce y uno de vosotros es diablo?” (Juan vi, 70). Judas le falló a Cristo, como también le falló Simón Pedro. Pero debemos comprender que la falta de Simón Pedro simboliza algo completamente distinto a la de Judas Iscariote. Pero ambos representan algo. Pedro negó a Cristo tres veces, o sea que lo negó por completo, y Cristo lo muestra representando a la Iglesia. Pero Judas no representa a la Iglesia que pasó al mundo y que siglo tras siglo luchó contra la violencia y la bestialidad del hombre en la Tierra, permitiendo que existiera la cultura. El sentido interior de una enseñanza acerca del reino de los cielos tiene que, eventualmente, perderse poco a poco en medio de las exterioridades, de los ritos, de las disputas acerca de las palabras, etc. O sea que Cristo, que es el significado más íntimo y más puro de la enseñanza misma, tiene que ser negado en el proceso del tiempo. Pero toda enseñanza acerca del nivel superior de la evolución del hombre va seguida de una nueva enseñanza. La enseñanza llega nuevamente. Cristo habla acerca de su segunda venida y pregunta: “Cuando el Hijo del Hombre viniere, ¿hallará fe en la Tierra?” (Luc. XVIII, 8). Las tres negaciones de Pedro y el fracaso final de la fe en la Tierra a la consumación de la época están conectadas entre sí y fueron previstas en el pasaje anterior. Pero las cosas no se juzgan por su estado final en el tiempo. Se trata de toda la “época”, o sea de la totalidad de la vida de una cosa, el día completo, no la última hora de oscuridad ni sus últimos momentos. Se estableció la Iglesia. Creció y prevaleció contra el mal. No se presenta a Pedro repudiando a Cristo, sino negándolo una vez, dos veces y una tercera vez (plenamente) y de noche, al final del día; o, mejor dicho, antes que comience un nuevo “día”, cuando canta el gallo. Pero a Judas sí que se le presenta repudiando a Cristo por completo. No lo negó sino que lo rechazó. Se le presenta como a un hombre que hubiese pensado de Cristo como de un ser ordinario, pero inocente. Se registra que cuando se “arrepintió”, habló de Cristo como de un ser inocente. En Mateo se muestra a Judas en su arrepentimiento, y dice así:

“Entonces Judas, el que le había entregado, viendo que era condenado, volvió arrepentido las treinta piezas de plata a los príncipes de los sacerdotes y a los ancianos. Diciendo: «Yo he pecado entregando la sangre inocente». Mas ellos dijeron: «¿Qué se nos da a nosotros? Viéraslo tú’». ‘Y arrojando las piezas de plata en el templo, partióse; y fue y se ahorcó.” (Mat. XXVII, 3-5.)

Acá se dice que Judas “se arrepintió”. Pero el vocablo que se utiliza en el griego nada tiene que ver con el término µeta…a, que significa cambiar de manera de pensar, o sea la clase de arrepentimiento que enseñó Cristo. Quiere decir “estar preocupado”. ¿Pensaba en realidad Judas que había pecado únicamente al traicionar sangre inocente, o sabía quién era Cristo? Si lo sabía, ¿cómo pudo obrar de esa manera? ¿Existía alguna razón? ¿Era necesario que alguno de los discípulos representase el repudio de Cristo por los judíos, y era necesario que desempeñase un papel tan difícil como Juan el Bautista tuvo que asumir su propio y difícil papel de heraldo? Hemos visto cómo Juan el Bautista indica que le mandaron, que le fueron dadas instrucciones. Dice: “… el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: «Sobre quien vieres descender el Espíritu y que reposa sobre él, este es el que bautiza con Espíritu Santo»” (Juan I, 33). ¿Hay alguna indicación de que a Judas también le dijeron, que le dieron instrucciones? Sí. Hay dos pasajes que señalan que Judas obró por órdenes del propio Cristo. En Mateo (XXVI) se registra que después que Judas le hubo besado para dar la señal de la detención, Jesús le dijo: “Amigo, ¿a qué vienes?” Y en Juan (XIII) las palabras de Jesús a Judas durante la última cena son significativas y parecen representar una orden. Los discípulos habían pedido a Cristo que les dijese cuál de ellos iba a entregarle.

“Respondió Jesús: «.Aquél es a quien yo diere el pan mojado». Y mojado el pan, diolo a Judas Iscariote, hijo de Simón. Y tras el bocado Satanás entró en él. Entonces Jesús le dice: «Lo que haces, hazlo más prestos. Mas ninguno de los que estaban a la mesa entendió a qué propósito dijo esto. Porque los unos pensaban, porque Judas tenía la bolsa, que Jesús le decía: «Compra lo que necesitamos para la fiestas, o que diese algo a los pobres. Como él pues hubo tomado el bocado, luego salió y ya era de noche.” (Juan XIII, 26-30.)

¿Qué era el pan mojado, el bocado, y qué contenía de suerte que expresamente se diga: “Y tras el bocado Satanás entró en él”? Quizá contuviese alguna sustancia que hizo posible el que Judas cumpliese con lo que se le había mandado hacer y que, de otro modo, tal vez no lo hubiese hecho. Pues Jesús con mucha claridad le dice que debe ir y obrar. Le indica: “Lo que haces, hazlo más presto”. Y el relato nuevamente pone énfasis en la importancia del pan mojado, del bocado, pues agrega: “Como él pues hubo tomado el bocado, luego salió y ya era de noche”. No indica que el bocado fuese la señal dada. Más bien muestra que después del bocado Judas tuvo el poder de obrar mal. Le sobrevino un cambio. Y más tarde, durante su conversación con Pilatos, Jesús le dice que no hubiese tenido ningún poder sobre él si no hubiese sido por Judas: “Ninguna potestad tendrías contra mí si no te fuese dada de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene” (Juan XIX, 11). ¿Se vio Judas obligado a obrar como lo hizo? ¿Obró de modo inconsciente por la clase de hombre que era? ¿U obró conscientemente y con toda deliberación cargó sobre sí mismo con una parte, con un papel que tenía que representar? De una cosa sí podemos estar ciertos: Judas cumplía con las escrituras. Por lo menos, en este sentido representó un papel. A menudo los Evangelios dicen que ciertas cosas se hacen de la manera como se hacen a fin de que se cumplan las escrituras. Aun se registra al propio Cristo diciendo a sus discípulos “que era necesario que se cumpliesen todas las cosas que estaban escritas sobre mí en la ley de Moisés y en los profetas y en los salmos” (Luc. XXIV, 44). A través de todos los Evangelios se indica que Cristo actuaba con deliberación y que eligió a sus discípulos, incluyendo a Judas, a fin de que representasen los papeles que tenían que desempeñar en el gran drama que había sido previsto y cuyos detalles habían sido arreglados minuciosamente. La primera figura que aparece en este drama es Juan el Bautista, quien ya había realizado su papel. Cristo advirtió a sus discípulos que sería crucificado. En el Evangelio de Juan se relata que cuando Andrés y Felipe le dicen que ciertos griegos han llegado a verle, él acepta esto como una señal de que ha llegado la hora, y dice: “La hora viene en que el Hijo del Hombre ha de ser glorificado” (Juan XII, 23). Llama a sus discípulos aparte y les advierte qué clase de muerte es la que habrá de sufrir. No trata de evitar semejante destino, sino que dice: “A este fin yo he nacido”. En todos los detalles se subraya que deben cumplirse las escrituras. Cuando los soldados llegaron a prender a Jesús, éste reprendió a Pedro por tratar de detenerlos, diciendo: “¿Acaso piensas que no puedo orar ahora a mi Padre y él me dará más de doce legiones de ángeles? ¿Cómo pues se cumplirán las escrituras, que así conviene que sea hecho? .. Mas todo esto se hace para que se cumplan las escrituras de los profetas” (Mat. XXVI, 53, 54, 56). En este drama, conscientemente representado y cuyo cumplimiento estaba previsto. Judas Iscariote tenía que desempeñar el más difícil de todos los papeles. Consideremos en qué forma dio cumplimiento a las escrituras. Después de haber arrojado las treinta piezas de plata en el santuario y de haber ido a colgarse, se dice en Mateo:

“Y los príncipes de los sacerdotes, tomando las piezas de plata, dijeron: «No es lícito echarlas en el tesoro de los dones porque es precio de sangre». Mas habido consejo compraron con ellas el campo del alfarero, por sepultura para los extranjeros. Por lo cual fue llamado aquel campo. Campo de Sangre, hasta el día de hoy. Entonces se cumplió lo que fue dicho por el profeta Jeremías, que dijo: «Y tomaron las treinta piezas de plata, precio del apreciado, que fue apreciado por los hijos de Israel».” (Mat. XXVII, 6-9.)

Resulta claro que Judas actuó como lo hizo en cumplimiento de las escrituras. O sea que obró como debía. ¿Pero actuó consciente o inconscientemente? Examinemos aquella parte de las antiguas escrituras que el tenía que cumplir. No se encuentra en Jeremías, sino en Zacarías. El profeta describe cómo el Señor le dice que alimente a cierto rebaño, o sea, en este caso, a cierta parte del pueblo judío. Para este fin tomó dos caminos, o sea que les enseñó a través de dos fuentes de poder (pues un cayado representa poder), uno de los cuales se llama Suavidad o Gracia, y el otro Ataduras (o Unión). Son el Bien y la Verdad de la enseñanza; y dice:

“Apacenté pues las ovejas de la matanza, es saber, los pobres del rebaño. Y me tomé dos cayados: al uno puse por nombre Suavidad, y al otro Ataduras; y apacenté las ovejas. E hice matar tres pastores en un mes y mi alma se angustió por ellos, y también el alma de ellos me aborreció a mí. Y dije: «No os apacentaré: la que muriere, muera; y la que se perdiere, se pierda; y las que quedaren, que cada una coma la carne de su compañera».”

Todo esto significa que esta enseñanza no fue recibida. Morir significa acá la muerte interior que ocurre cuando se pierde de vista el Bien, y el profeta continúa:

Tomé luego mi cayado Suavidad y quebrólo, para deshacer mi pacto que concerté con todos los pueblos. Y fue deshecho en ese día y así conocieron los pobres del rebaño que miran a mi, que era la palabra de Jehová. Y díjeles: «Si os parece bien, dadme mi salario; y si no,dejadlo». Y pesaron para mi salario treinta piezas de plata. Y díjome Jehová: «Échalo al tesoro, hermoso precio con que me han apreciado». Y tomé las treinta piezas de plata y échelas en la casa de YHWH al tesorero. Quebré luego el otro mi cayado Ataduras para romper la hermandad entre Judo. e Israel.” (Zac. XI, 7-14.)

La conexión obvia entre este pasaje y la tragedia de Judas estriba en el avalúo que se hizo del profeta, y el avalúo de Cristo en treinta piezas de plata. En los versículos ya citados se veclaramente una referencia a la enseñanza: La frase: “Y díjome Jehová: «Échalo (las 30 piezas de plata) al tesoro, hermoso precio con que me han apreciado»”, tiene un significado mordaz como si dijese: “Mirad ¡qué maravilloso valor me dan!” Judas tuvo que representar todo esto, representar el fracaso de la enseñanza en el sentido interior. Tuvo que simbolizar con dinero literal la valorización de Cristo y de su enseñanza que en los versículos de Zacarías fue cumplido por quienes recibieron una enseñanza similar del profeta. Si Judas Iscariote fue un hombre malo de veras, ¿por qué los discípulos no dicen nada contra él? Había sido elegido por Cristo, y estuvo con él por un tiempo, algo así como tres años, o sea durante todo el periodo completo de la enseñanza de Cristo. Esto tiene un significado histórico, pues tres significa siempre algo completo, algo pleno. Ninguno de los tres primeros autores del Evangelio dice nada contra Judas. Cuando durante la Ultima Cena Cristo anuncia que uno de ellos le entregará, ni siquiera se registra una sospecha de que pueda ser Judas. Marcos dice que uno por uno los discípulos preguntaron a Cristo: “¿Soy yo?” Y Juan dice que “entonces los discípulos mirábanse los unos a los otros, dudando de quién decía”. Aun cuando Judas salió siendo ya noche, tras haber recibido el bocado y la orden de Cristo, se recalca en forma especial que “ninguno de los que estaban a la mesa entendió a qué propósito dijo esto” (Cristo a Judas) (Juan xiii 28). Ni tampoco hay comentario alguno por el autor de este Evangelio.