Nicoll Filho Prodigo Metanoia

Maurice Nicoll — A FLECHA NO ALVO
A ideia de metanoia na parábola do Filho Pródigo
La idea de la metanoia y del Reino de los Cielos se encuentra en otra dirección. El hombre ha de volver la espalda al mundo y verse a sí mismo. Muchas de las parábolas de los Evangelios tratan de esto, y una de las más significativas es la del Hijo Pródigo. Inmediatamente antes de esta parábola que versa sobre la metanoia, Jesús habla de la importancia del ‘arrepentimiento’. Dice a quienes le escuchan que ‘habrá más gozo en el cielo de un pecador que se arrepiente, que de noventa y nueve justos que no necesitan arrepentimiento’; y, otra vez, ‘hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.’ En seguida relata la siguiente parábola:

“Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de la hacienda que me pertenece: y les repartió la hacienda. Y no muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, partió lejos a una provincia apartada; y allí desperdició su hacienda, viviendo perdidamente. Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una grande hambre en aquella provincia y comenzó a faltar. Y fue y se llegó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase los puercos. Y deseaba henchir su vientre de las algarrobas que comían los puercos, mas nadie se las daba. Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de los jornaleros. Y levantándose, vino a su padre. Y como aún estuviese lejos, violo su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y echóse sobre su cuello, y besóle. Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. Mas el padre dijo a sus siervos: Sacad el principal vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y zapatos en sus pies. Y traed el becerro grueso y matadlo, y comamos y hagamos fiesta: Porque este mi hijo muerto era y ha revivido; habíase perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse. Y su hijo el mayor estaba en el campo; el cual como vino, y llegó cerca de casa, oyó la sinfonía y las danzas; y llamando a uno de los criados, preguntóle qué era aquello. Y él le dijo: Tu hermano ha venido y tu padre ha muerto el becerro grueso, por haberle recibido salvo. Entonces se enojó y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase. Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí tantos años que te sirvo, no habiendo traspasado jamás tu mandamiento, y nunca me has dado un cabrito para gozarme con mis amigos: Mas cuando vino este tu hijo, que ha consumido tu hacienda con rameras, has matado para él el becerro grueso. Él entonces le dijo: tú siempre estás conmigo y todas mis cosas son tuyas. Mas era menester hacer fiesta y holgamos, porque este tu hermano muerto era, y ha revivido; habíase perdido y es hallado.” (Lucas, XV, 11/32)

Esta gran parábola demuestra cómo el hombre vuelve en sí, tras haberlo buscado todo en la vida, y cambia de dirección. Es muy interesante observar que en esta parábola se muestra al hijo pródigo en aquel estado en que uno se ha perdido, según lo indican las palabras: ‘Y volviendo en sí.’ Una versión más literal dice: “Cuando volvió a sí” (είς έαυτον δε έλθων)

Pero las gentes la relacionan con una idea literal de dispendio, como de dinero, o un malgasto de la heredad. Imaginan a un joven reducido a la miseria y comiendo las algarrobas de los puercos. No piensan que esta parábola hace referencia a ellas mismas, a las gentes, y que se refiere al estado psicológico en que ellas mismas se encuentran, a un estado de perdición en el que la persona efectivamente anda perdida. Es un estado al que llegan todos. Un estado en el que el hombre se pierde a si mismo y en el que todas las formas externas de la vida, en el que todas las exterioridades le nutren tan poco como las algarrobas de los puercos.

Se ha dicho ya que una parábola es una comparación. Su sentido físico o sensual es una cosa; su verdadero significado yace en un nivel superior a los sentidos. Tenemos, entonces, que una parábola es una máquina transformadora de significados. Transforma el de un nivel inferior en uno de nivel superior. Tiene un significado literal, y también uno psicológico diferente. Es un medio por el que se puede indicar un significado mayor, separándolo de las palabras o de las imágenes que emplea. Éstas poseen su propio significado inferior, y tal es el motivo por el que se las usa en todos los Evangelios. El significado de una parábola siempre es psicológico; jamás literal ni físico.

La parábola obra como un puente entre dos niveles de significado, el sensual y el psicológico. Hay una parte en los Evangelios que dice que Jesús hablaba a las gentes sólo por medio de parábolas, pero que a sus discípulos les daba una enseñanza directa en privado. Y ha de tenerse siempre presente que se cita a Jesús diciendo a quienes le oían que no podían entenderle porque no tenían oídos para oír, ni ojos para ver; o sea que su entendimiento estaba cerrado y que todo significado psicológico e interno les era incomprensible, que lo tomaban todo demasiado al pie de la letra refiriéndolo al dominio exterior, el de los hechos y acontecimientos físicos.

La parábola del hijo pródigo no se refiere a un joven que desperdicia su fortuna. Hace referencia a todo el que nace en la tierra. Pero la última parte no se refiere en forma alguna a todos, porque son muy contados los que se dan cuenta de su situación y ‘vuelven en sí’. Este es el momento de la metanoia. Ha de tenerse en cuenta que la parábola no dice que el hijo se ‘arrepiente’, sino que ‘vuelve en sí’, y al darse cuenta de su situación comienza a huir del poder de las exterioridades. En parte alguna habla de ‘arrepentimiento’. Sólo se menciona cierto cambio en la mente descrito como ‘volver en si’ y que en la enseñanza que precede a la parábola se indica que es la metanoia: una transformación del pensamiento, una manera enteramente nueva de encarar la vida.