O Fariseu e o Publicano (Luc XVIII, 9-14)
PERSONALIDAD Y ESENCIA O EL HOMBRE EXTERIOR Y EL HOMBRE INTERIOR o (en mi propio caso) NICOLL Y “YO”
Cuando se actúa según la enseñanza-Trabajo — como, por ejemplo, no se calumnia cuando se podría hacerlo — entonces no se actúa según el principio-placer. Si tan sólo se hace lo queparabolas produce placer, no se trabaja sobre sí. Entonces surge una cuestión — ¿qué es lo que produce a una persona un placer esencial y qué formas de placer son debidas a la Falsa Personalidad? Todos ustedes ya están enterados que el hombre actúa siempre con el deseo de producir una buena impresión, de acrecentar su reputación, de ser bien visto, sólo actúa desde su lado exterior — esto es, su lado falso, vuelto hacia el mundo — . Carece por completo de buena voluntad interior. Nada hace desde su lado interior. Por eso está actuando su “bondad”. Cristo atacaba sobre todo a los fariseos — esto es, usted y mí — no a la gente que vivía hace 2000 años. Como se ha dicho a menudo, el fariseo en nosotros es la Falsa Personalidad que hace todo por amor a las formas más sutiles de vanagloria — hasta el extremo de pasarse el día ayunando y rezando, como los hipócritas mencionados en los Evangelios que “aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles”. (La palabra “hipócrita” deriva de la palabra griega hypocrites que quiere decir el que actúa en la escena.) Sí, esta es la tragedia de tantas gentes que se creen devotas. No son así interiormente, en el hombre interior, en la mujer interior. Si se eliminaran todas las restricciones sociales no ayunarían ni orarían. Esto es, todo lo que hacen es impuro. Está bien ilustrado en la parábola de las gentes que oraban. Esta parábola fue dicha “a unos que confiaban en sí mismos como justos y menospreciaban a los otros”.
“Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho. diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.”
(Lucas, XVIII, 10-13.)
En los Evangelios, una persona muy identificada consigo misma es llamada un hombre rico. Tiene una firme idea de su valor. Cree que sabe, tiene la certeza de poder hacer y está segura de que lo justo y lo injusto son evidentes para él. Tal persona está muy identificada consigo misma. Éste es el hombre rico de los Evangelios de quien Cristo dijo que sería más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el Reino de los Cielos. En el caso que presentan los Evangelios, el hombre rico creía poseer la bondad y haber obtenido mucho mérito de todo lo que había hecho. Estaba identificado consigo mismo. De modo que todo lo que hacía iba a la parte equivocada de sí. Debido a ello. Cristo le dijo: “Anda, vende lo que tienes”. El rico se fue triste, porque tenía “muchas posesiones” — es decir, estaba identificado consigo mismo y con su valor. Empero, no estaba tan identificado consigo mismo como el fariseo que rogaba, diciendo: “Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana; doy diezmos de todo lo que gano”, mientras que el publicano rogaba: “Dios, sé propicio a mí, pecador”. El fariseo es un ejemplo extremó de identificación consigo mismo. Hemos de entender claramente que un hombre puede ser muy bueno en la vida y cumplir con su deber y seguir fielmente todo cuanto se le enseña y hacer frente al peligro con heroísmo y empero ser el hombre rico de los Evangelios. Significa ello que está identificado consigo mismo y con todo cuanto hace y está satisfecho de sí. Ahora bien, han de saber que en el .Trabajo una frase dice que a no ser que el hombre llegue a la etapa en que comprenda su nadidad, le será imposible cambiar. Empezar a darse cuenta de la propia nadidad como experiencia práctica es empezar a dejar de ser un “hombre rico”. En otras palabras, es empezar a dejar de identificarse consigo mismo. COMENTARIOS VOLUMEN I 9 de mayo, 1943
En lo que concierne a las diversas cosas que se dijeron la semana pasada, es acertado repetir que descansamos sobre algo que no es nosotros y que por lo tanto puede sernos quitado. Me parece que esta es la mejor manera de profundizar esta cuestión, a saber, qué somos en realidad. Una persona descansa en su posición, otra en su fama, aquélla en las apariencias, en el pasado, etc. Piense en lo que pueden quitarle, digamos, en una revolución. Todas estas cuestiones pertenecen a lo que siente a través de sí mismo, al ‘Yo’ que siente en si mismo. Agradece a Dios de distintas maneras-el no ser como los otros. ¿Recuerda la parábola acerca de los dos hombres que oraban? Fue dicha “a unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros”. Cristo dijo: “Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmo de. todo lo que gano. Más el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.” (Lucas, XVIII 10-14). Oí una vez decir que una de las cosas más difíciles para un hombre que llega a esta etapa de desarrollo en la que está en contacto con la enseñanza superior es tener que abandonar su “religión”. Suele sentirse muy buen “católico”, muy buen “cuáquero”, muy buen “protestante”, muy buen “mahometano”, etc., es decir, descansa en este fundamento, dando gracias a Dios de no ser como los otros, como los que no creen. En las etapas superiores de la evolución interior todas estas distinciones deben desaparecer por completo. Quizá les induzca a pensar por sí mismos cómo esto puede ser así. Y esto se aplica a muchos otros aspectos. COMENTARIOS VOLUMEN I 2 de noviembre, 1943