Maurice Nicoll — A FLECHA NO ALVO
O pedido de pão (epiousios) no Pai Nosso
El hijo pródigo se encuentra en medio de una grande hambre y recuerda que en casa de su padre hay pan en abundancia. Pero —ya hemos insistido en esto— ni la hambruna ni el pan han de tomarse al pie de la letra. El pan que falta al hijo pródigo no es el pan material. Del mismo modo, cuando al rezar el Padre Nuestro decimos: ‘el pan nuestro de cada día dánoslo hoy’, no hemos de pensar en el pan material. Consideremos lo que en esta oración significa el ‘pan’. La versión clásica griega no contiene las palabras ‘cada día’. En el Nuevo Testamento se las emplea en las dos versiones que citan la oración. (Mateo, VI, 11, y Lucas, XI, 3). La palabra griega epiousios (Îπιουσιος), es, como metanoia, un vocablo difícil de entender. No se puede traducirlo con facilidad. La palabra epiousios no significa ni ‘cotidiano’, ni ‘cada día’. Es de un significado mucho más complejo. Pero, aunque este sea un hecho sobre el cual se ha advertido a menudo y al que se han dado múltiples interpretaciones, todas las versiones del Nuevo Testamento conservan la idea de ‘cada día’. Y la mayoría de las gentes siguen convencidas de que significa el pan material, creen que están pidiendo qué comer, día a día. Los que tienen comida en abundancia la pronuncian sin entenderla, y si alguna vez piensan en su significado, creen que se refiere a los menesterosos faltos de alimento. No advierten cuan extraordinario es dar, a una frase de una oración espiritual, el sentido de un alimento físico; no advierten lo extraño del contexto: ‘El pan nuestro de cada día dánoslo hoy, y perdona nuestras deudas…’
El pedido del ‘pan nuestro’ es el primer pedido personal de esta oración; y, por lo mismo, es lo más importante. Le sigue un segundo pedido personal. ‘Perdónanos’. Es algo extraño; en pos del significado tan tremendo de las primeras líneas, de las que solamente hemos tocado una idea —que la voluntad de Dios no se hace en la tierra—, la mayoría piensa que de pronto cambia todo el nivel de la oración; y que este verso pide alimentos físicos. A esto sigue una solicitud personal: que se nos perdonen nuestras deudas o pecados. Creen que la primera solicitud personal es física; y aunque se dan cuenta de que el perdón de los pecados ha de ser cosa mucho más grande, algo de índole espiritual, y por lo mismo psicológico en su sentido más hondo, no advierten nada extraño en el hecho de que este pedido de ‘pan’ le preceda.
Hay tres rogativas personales en esta oración; la primera es la del ‘pan nuestro de cada día’; la segunda es de un ‘perdón’ y la tercera es de que no nos deje ‘caer en tentación.’ Aquí termina la oración original. Posteriormente se le añadieron las palabras: ‘porque tuyo es el reino, el poder y la gloria, por todos los siglos, Amén.’
En la parábola del hijo pródigo se ve claramente que cuando el hombre se vuelve y va en sentido contrario —y esta reversión se presenta con igual claridad en su forma pictórica externa—, va hacia donde hay pan en abundancia. Huye de la grande hambre que está sufriendo. Pero ¿de qué pan se trata? La palabra calificadora es epiousios, pésimamente traducida al castellano, pues de ninguna manera significa ‘de cada día’. La idea de epiousios es la que define la naturaleza de este pan. Procuremos entender su significado. Se divide en dos partes: epi y ousios. En griego, la palabra ousia (οÏσια) quiere decir: lo que es propio de uno; su sentido es más bien legalista y se refiere a lo que constituye la propiedad de una persona en particular. Si tomamos el derivado de esa palabra en esta forma y hasta este punto, tendremos un sentido completamente nuevo para la primera súplica personal. Al orar: “El pan nuestro de cada día dánoslo hoy”, se está en realidad pidiendo lo que es propio, lo de uno, y de ninguna manera pan material. Se pide alimento para lo que es uno. Si se la formula en esta inteligencia, la súplica comienza a tener un significado especialmente profundo, en una vida en la que nada es lo que parece ser y en la que todos llevan una existencia artificial, irreal, pues hace ya mucho tiempo que perdieron lo que les es ‘propio’ y no recuerdan nada. Tomemos nota de que en esta oración las primeras frases son un reconocimiento de que existe la posibilidad de un superior nivel de vida, que hay poderes o potestades por encima o sobre el nivel de la humanidad. De suyo esto indica que el hombre puede alcanzar un nuevo estado. También se pide que la voluntad de Dios se haga en la tierra, o sea, se pide que se haga individualmente en el hombre, en la ‘tierra’ del hombre, del hombre Sensual. En seguida viene la primera súplica personal: la de lo propio, o sea lo real de uno mismo; se pide alimento para esta propia realidad. Por consiguiente, no se pide un pan corriente, sino alimento que pueda nutrir el desarrollo interior, el crecimiento interno, del propio ser, en su propio pensamiento, sentimiento y entendimiento.
Si esta transformación o renacimiento de que hablan los Evangelios en cada línea es un hecho posible, ha de haber necesariamente en el hombre algo interno muy cercano, algo que le toca y que si él pudiese oírle, sentirle y comenzar a entenderle y seguirle, le conduciría a la metanoia, a su re-torno, y de este modo a un sentido completamente nuevo de si y al significado de su vida en la tierra.
En la palabra epiousios, la partícula epi (Îπι), denota, en su sentido más primitivo, posición; la posición de cualquier cosa que descansa sobre alguna otra. O sea que es algo que está por encima de esta última, y que la toca.. De modo que el significado completo de esta palabra, traducida por ‘cada día’, significa con relación a la palabra pan, aquello que es lo real en el hombre, lo que le es propio, lo que ha perdido y que está encima de él y le toca. Y esta parte de la oración es una súplica personal para sentir lo que se ha perdido, para volver a este sentimiento perdido y sentirlo ahora, en este día, en este momento; pues dicho sentimiento es en verdad alimento, no material por cierto, sino el alimento que da vida al hombre, que hace que el hombre viva. Cuando el hijo menor de la parábola ‘volvió en sí’, sintió los primeros destellos de esta emoción, de este alimento que ya había olvidado, y así retomó y volvió a reconocerlo de nuevo.