Moradas [OPEI]

Antonio OrbePARÁBOLAS EVANGÉLICAS EM SÃO IRINEU

Muy sugestivo Tertuliano en comentario a Mt 22,30: «In illo aevo neque nubent neque nubentur, sed erunt aequales angelis».

¿Cómo se comportan marido y mujer en la otra vida? El africano les aplica una doctrina general, extensiva a todos los predestinados. Entre los valentinianos, había una salud espiritual, delante del Padre, para los pneumáticos; y otra animal, delante del demiurgo, para los psíquicos.

Para Tertuliano, la salud será única en presencia del único verdadero Dios. El salario cambiará de unos a otros. Los que fructificaron como treinta no percibirán como los que sesenta, ni los que sesenta como los que fructificaron ciento. Por eso dijo el Salvador (Io 14,2): «En casa de mi Padre hay muchas mansiones». El grado de bienaventuranza será múltiple; aunque ella en sí — como presencia ante Dios, «en la casa (única) del Padre» — sea una1.

Mediante una corta frase — «licet merces varia, licet multae mansiones penes Patrem eundem» — alude Tertuliano a Mt 13,8ss y a Io 14,2; como Ireneo (Adv. haer. V 36,2) . Y previene el reparo obvio: Si el salario cambia («merces varia»), ¿cómo a los obreros de nuestra parábola (Trabalhadores da Vinha) se les paga el mismo denario?

Los valentinianos debieron de hacerlo valer. Dios premiaba — según ellos — conforme a su bondad, sin atender a los méritos humanos. La salud, única en naturaleza para todos los espirituales, se aplicaba igualmente a todos en grado y en cualidad. La variedad de grado sólo tenía aplicación entre los psíquicos con arreglo a los criterios de «justicia distributiva» característicos del demiurgo hebreo. Entre los espirituales contaba sólo la bondad de Dios, anterior a todo merecimiento. La parábola del sembrador (Mt 13,8ss) tendría aplicación entre animales, nunca entre pneumáticos.

Frente a semejante postura urgieron los eclesiásticos la multitud de mansiones (de lo 14,2) en la casa del Padre. No sólo el demiurgo hebreo. El Padre mismo tiene moradas distintas, medidas varias, con arreglo a los méritos.

Insistían juntamente en la salas una destinada a todos, sin distinción de animales y espirituales. Todos eran convocados a ver en carne al Dios único (Creador y Padre); a la misma gnosis, característica del Hijo. A todos se les prometía el mismo denario.

La parábola (Mt 20,1-16) servíales para conjugar la distinción de grados con la unidad esencial de naturaleza y objeto en la salud. El denario simbolizaba el objeto único de la humana bienaventuranza, traducible en mil fórmulas («conocimiento del Padre», «incorruptela», «vida eterna»…). He aquí cómo le traduce Tertuliano:

«Uno denario eiusdem mercedis operati, id est vitae aeternae».

Sin creerse obligado a corregir la frase: «Licet merces varia, licet multae mansiones penes Patrem eundem». La merces o salario es la misma («eadem merces») y varia («merces varia»). La misma por la unidad de objeto («penes Patrem eundem»); varia, por la multitud de moradas (o grados) en su posesión.

Quienes aquí, en vida corruptible, no pudieron separarse, unidos como estaban en matrimonio, menos habrán de hacerlo en la vida eterna, incorruptible. Gozarán juntos el mismo denario de «vida eterna» que ganaron en servicio del paterfamilias.


NOTAS:




  1. Análoga, más amplia, exégesis hace Filastrio a propósito de Cant 6,7 en Haer. 150 § 4ss (CCL 9 ed. F. Heylen, 314). Agregúese Ep. Apost. 32 (43): «Y nosotros le dijimos: ‘Maestro, ¿tenemos nosotros de común con ellos ( — los gentiles) una esperanza en la herencia?’ Respondió y nos dijo: ‘¿Son ¡guales los dedos de la mano o las espigas en el campo, o dan los árboles frutales igual fruto? ¿No lleva cada cual su fruto según su especie?’ Y nosotros le dijimos: ‘Señor, ¿ya estás de nuevo hablándonos en parábolas?’»