Ahora digo además, en tercer lugar, que un hombre bueno, en cuanto es bueno, tiene cualidad divina no sólo por el hecho de que ama y opera todo cuanto ama y opera, por amor de Dios a quien ama y por quien opera, sino que el que ama, ama y opera también por sí mismo; porque aquel a quien ama es Dios-Padre-no-nacido, el que ama es Dios-Hijo-nato. Ahora resulta que el Padre está en el Hijo y el Hijo en el Padre. Padre e Hijo son uno solo. En cuanto a la forma cómo lo más íntimo y lo más elevado del alma recoge y aprehende al Hijo de Dios y (al) llegar-a-ser-hijo-de-Dios, ahí en el regazo y corazón del Padre celestial, búscalo luego de terminado este libro, allí donde escribo sobre «el hombre noble que marchó a una tierra lejana para conquistarse un reino y luego volver» (Lucas 19, 12). ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
¡Ahora prestad atención! Dice San Pablo: Cuando miramos con el rostro descubierto el esplendor y la claridad de Dios, somos re-formados e in-formados en la imagen que es toda una imagen de Dios y de la divinidad (Cfr. 2 Cor. 3, 18). Cuando la divinidad se entregó enteramente al entendimiento de Nuestra Señora, ésta recibió a Dios en su seno porque era desnuda y pura; y lo que brotó de la superabundancia divina fluyó en el cuerpo de Nuestra Señora, y por obra del Espíritu Santo se formó un cuerpo en el cuerpo de Nuestra Señora. Y si ella no hubiera llevado la divinidad en el entendimiento, nunca lo habría concebido (a Cristo) corpóreamente. Dice un maestro: Es una merced especial y un gran don el que uno vuele hacia arriba con el ala del conocimiento y eleve el entendimiento al encuentro de Dios, y que sea llevado de claridad en claridad y con claridad en claridad (Cfr. 2 Cor. 3, 18). El entendimiento del alma es lo más elevado del alma. Cuando ésta se halla afirmada en Dios, el Espíritu Santo la introduce en la imagen y la une con ella. Y con la imagen y el Espíritu Santo se la hace pasar y se la introduce en el fondo. Allí donde se halla in-formado el Hijo, allí habrá de ser in-formada también el alma. A ella que de tal manera es introducida y concentrada y centrada en Dios, le obedecen todas las criaturas, como (le sucedió) a San Pedro: Mientras sus pensamientos estaban concentrados y centrados con simpleza en Dios, el mar se unía bajo sus pies de modo que él caminaba sobre el agua (Cfr. Mateo 14, 29 ss.), mas, cuando fijó su pensamiento en lo de abajo, se fue hundiendo. ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXIII 3
Dicen los maestros que el alma tiene dos rostros, y el rostro superior contempla a Dios en todo momento y el inferior mira un poco hacia abajo y guía a los sentidos; y el rostro superior es lo más elevado del alma, se mantiene en (la) eternidad y no tiene nada que ver con el tiempo y no sabe nada ni del tiempo ni del cuerpo. Y he dicho algunas veces que en este (rostro) yace encubierto algo así como la fuente de todo bien y como una luz resplandeciente que alumbra en todo momento, y como un fuego ardiente que arde todo el tiempo y el fuego no es otra cosa que el Espíritu Santo. ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXV 3
Es muy extraño el hecho de que algo emane y, sin embargo, permanezca adentro. El que la palabra emane y, sin embargo, permanezca adentro, es muy extraño; el que todas las criaturas emanen y, sin embargo, permanezcan adentro, es muy extraño; lo que Dios ha dado y ha prometido dar, es muy extraño, y es incomprensible e increíble. Y está bien que así sea; pues, si fuera comprensible y creíble, no estaría bien. Dios se halla en todas las cosas. Cuanto más está dentro de las cosas, tanto más está fuera de las cosas: cuanto más adentro, tanto más afuera, y cuanto más afuera, tanto más adentro. Ya he dicho varias veces que en este instante (nû) Dios crea todo el mundo. Todo lo creado alguna vez por Dios, hace seis mil y más años, cuando hizo el mundo, Dios lo está creando ahora todo junto. Él se halla en todas las cosas pero, en cuanto Dios es divino y Dios es razonable, no se encuentra en ninguna parte con tanta propiedad como en el alma y en el ángel, si quieres, en lo más entrañable del alma y lo más elevado del alma. Y cuando digo: «lo más entrañable» me refiero a lo más elevado, y cuando digo «lo más elevado» me refiero a lo más entrañable del alma. En lo más entrañable y en lo más elevado del alma: ahí los concibo a ambos juntos en uno solo. Allí donde nunca entró el tiempo, en donde nunca cayó el brillo de una imagen, en lo más entrañable y lo más elevado del alma, crea Dios todo este mundo. Todo cuanto creó Dios hace seis mil años, cuando hizo el mundo, y todo cuanto Dios habrá de crear luego de mil años – con tal de que el mundo exista durante todo ese tiempo – lo crea Dios en lo más entrañable y lo más elevado del alma. Todo lo pasado y todo lo presente y todo lo futuro, lo crea Dios en lo más entrañable del alma. Todo cuanto obra Dios en todos los santos, lo obra en lo más entrañable del alma. El Padre engendra a su Hijo en lo más entrañable del alma, y te engendra a ti junto con su Hijo unigénito (y) no (en condición) inferior. Si he de ser hijo, tengo que ser hijo dentro del mismo ser en que Él es Hijo y en ningún otro. Si he de ser hombre, no puedo ser hombre dentro del ser de ningún animal, he de ser hombre dentro del ser de un hombre. Mas, si he de ser este hombre (determinado), he de serlo dentro de esta naturaleza (determinada). Ahora bien, San Juan dice: «Sois hijos de Dios» (Cfr. 1 Juan 3, 1). ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXX 3