Marcion Parábolas

Marcion — Parábolas

Antonio Orbe: Parábolas Evangélicas em São Irineu

Neste estudo das parábolas, Orbe menciona para cada parábola a exegese “heterodoxa” (gnóstica), citando em muitas ocasiões a posição de Marcion e de seus seguidores.

En su manía de rebajar a Yahvé al nivel de un dios justiciero y vengativo, habían formado marcionitas y gnósticos un florilegio de textos difíciles. Uno de ellos, repetido con pocas variantes en el Exodo, presentaba a Yahvé interesado en endurecer el corazón del dueño de Egipto.

Arguiam segundo isso:

Pero, alegan, fue Dios quien endureció el corazón del faraón y de sus ministros (Ex 9,34). ¿Acaso quienes así lo acusan no han leído lo que en el Evangelio respondió Jesús a sus discípulos cuando le preguntaron: «¿Por qué les hablas en parábolas?» El contestó: «A vosotros se os concede conocer el misterio del reino de los cielos; a ellos les hablo en parábolas para que, viendo, no vean, y oyendo no oigan; de este modo se cumplirá en ellos la profecía de Isaías: Endurece el corazón de este pueblo, tapa sus oídos y ciega sus ojos. Dichosos en cambio vuestros ojos que ven lo que veis y vuestros oídos que oyen lo que oís» (Mt 13,10-16). Es uno y el mismo el Señor que hiere con la ceguera a todos los incrédulos que lo rechazan. Sucede como con el sol, que es creatura suya, para aquellos que por alguna enfermedad de los ojos no pueden contemplar su luz; en cambio a quienes creen en él y lo siguen, les concede una más plena y brillante iluminación de su mente.

Este es el mismo razonamiento que hace el Apóstol en la segunda Carta a los Corintios: «Dios ha cegado las mentes de los incrédulos de este mundo, a fin de que no brille (en ellos) la luz del Evangelio para la gloria de Cristo» (2 Cor 4,4). Y también en la Carta a los Romanos: «Y como no se preocuparon por conocer a Dios, Dios los entregó a su mente pervertida para que hagan lo que no deben» (Rom 1,18). Y también dice en la segunda Carta a los Tesalonicenses, acerca del Anticristo: «Por eso Dios les envió un Poder del engaño, para que crean en la mentira y se condenen todos aquellos que no creyeron en la verdad, sino que consintieron en la iniquidad» (2 Tes 2,11-12).

Los gnósticos veían en Ex 10,1 y otros análogos (Rom 9, 18) una prueba de la malicia (no bondad) del demiurgo, incompatible con la actitud del Dios bueno.

Algunos de ellos, adelantándose a los maniqueos, identificaron prácticamente al demiurgo con el diablo, y le asignaron por igual el pecado de Eva, el de Caín y el endurecimiento del faraón.Acta Thomae)) 32 (149,3ss): «Yo soy el que entró en el paraíso, a través de la cerca, y habló con Eva cuanto mi padre me había ordenado hablar con ella. Yo soy el que encendió y abrasó a Caín para que asesinara a su propio hermano, y por mí brotaron espinas y abrojos en la tierra… Yo soy el que endureció el corazón del faraón, para que matase a los hijos de Israel y los cautivase en yugo durísimo…»

San Ireneo responde ad hominem. Si vale la objeción, valdrá igualmente para calificar al Salvador en el trato con los judíos. Siendo Cristo, como dicen los adversarios, hijo del Dios bueno, ¿por qué adoptó en el Evangelio un régimen — el de las parábolas — tan opuesto a su benigna condición?

A juzgar por la cita evangélica, el lenguaje en parábolas iba para solos judíos («Quare in parabolis loqueris eis»). Los valentinianos harían valer tal circunstancia, como una concesión de Cristo al lenguaje, en sí corporal y psíquico, acomodado a ellos (Tertuliano).

La parábola sería al pensamiento último de Jesús lo que el cuerpo al alma, al espíritu la psiqué; o lo que el lenguaje de la Escritura al de la filosofía y astronomía paganas (Clemente de Alexandria).

En contraste con el idioma espiritual adoptado para los discípulos, encubriría adrede el misterio del reino de Dios.

Más fuerte aún que Mt 13,34s y Mc 4,33s resulta Mc 4,12: «A fin de que mirando miren y no vean; y oyendo oigan y no entiendan; no sea que se conviertan y se les perdone» (Ts 6,9s).

San Ireneo hereda la exégesis del «presbítero», ofreciéndola con tanta sencillez como vigor.


Los gnósticos (y marcionitas), por antipatía con Yahvé, simpatizaban de seguro más con los paganos (singularmente con los egipcios) que con los israelitas. Muy poco les costaría dar preferencia a Raab y su gente sobre los hijos de Abrahán y los fariseos. Así como de mejor grado condenarían a Yahvé, el Dios de Moisés, que a los dioses de Jericó.

Ireneo elige las armas de sus adversarios para impugnarlos. ¿A qué ridiculizar al Dios del AT, como si fuera él, y sólo él, responsable de la conducta (judaicamente reproba) de los paganos? Sin salir del NT hay testimonios que probarían otro tanto del Dios bueno. Hasta el Dios que los gnósticos caracterizan por único verdadero, el (Dios) bueno — arguye Ireneo — hizo con los gentiles lo que, según ellos, había hecho el dios animal con los egipcios. Luego, o no es justiciero e inmisericorde Yahvé por haber indurado el corazón de los de Egipto, o también lo es el Padre. El santo alega tres cláusulas del Apóstol.

Dios Padre, según testimonio de San Pablo: a) cegaría las mentes de los incrédulos de este siglo (2 Cor 4,4); b) entregaría a reprobación mental (resp. a inconveniencias de obra) a quienes no le reconocieron luego de conocerle (Rom 1,28); c) enviaría el Anticristo, con eficacia para que los incrédulos a la verdad creyeran en la mentira (2 Thess 2,1 ls).

Tan indefendible como atribuir al Dios bueno la induración de los egipcios, allá en el AT, es asignarle en el NT las tres acciones: «excaecavit mentes infidelium», «tradidit illos in reprobum sensum» y «mittet eis operationem erroris», que le atribuye San Pablo.

Respuesta de Marción

Es fácil restaurar la solución marcionítica a los tres argumentos paulinos de San Ireneo.

Ante todo, el hereje leía 2 Cor 4,4 con mayor naturalidad y sencillez que Ireneo; y sin invocar tan torcido hipérbaton como el santo, admite que el ‘Dios de este siglo’, esto es, Yahvé, demiurgo y dios de los judíos, cegó las mentes de los incrédulos paganos, como había indurado el corazón de los egipcios. Pablo venía a darle la razón (Tertuliano).

Mira cómo (el Apóstol) dice malo al Dios de este siglo, por hacer que no resplandezca la iluminación.

El segundo verso invocado por Ireneo (Rom 1,28) debió de eliminarlo Marción Orígenes, y se comprende.

El tercero (2 Thess 2,1 ls) lo deforma con arreglo a su tesis. El Anticristo vendrá con la energía de Satanás, haciendo milagros y prodigios mendaces y engañando inicuamente a quienes perecen por no haber recibido con amor la verdad en orden a la salud. Y agrega San Pablo:

«Por eso Dios les enviará energía de error, para que den fe a la mentira, a fin de que sean juzgados todos los que no creyeron a la verdad, antes consintieron a la iniquidad» (2 Thess 2,11s).1

Marción retiene el v.12 y abrevia el 11: «Y por eso tendrán un instinto de error» («et propter hoc erit eis instinctum fallaciae») (Tertuliano).

Con tales métodos de crítica textual, el autor de las Antitesis saldría ileso del ataque de San Ireneo, pues o ignoraba los versos incriminados (Rom 1,28), o puntuaba de otra manera (2 Cor 4,4), o leía diversamente (2 Thess 2,11).


Parábolas
*BOM SAMARITANO
*AMIGO IMPORTUNO
*RICO TOLO
*FIGUEIRA INFRUTÍFERA
*OVELHA PERDIDA

  1. Segundo Irineu de Lião: Por este motivo dice el Apóstol: «Como no acogieron el amor de Dios para salvarse, por eso Dios les envió un Poder del error, a fin de que sean juzgados cuantos no creyeron en la verdad, sino que se complacieron en la iniquidad» (2 Tes 2,10-12). Una vez que venga (el Anticristo) con sus planes recapitulará toda la apostasía en sí mismo, realizará todo lo que haga por su propia voluntad y arbitrio, sentado en el templo de Dios para que cuantos se dejen seducir por él lo adoren como a Cristo (2 Tes 2,4).[]