virtudes

La obediencia verdadera y perfecta es una virtud por sobre todas las VIRTUDES y sin ella no puede haber, ni ser realizada, ninguna obra por grande que sea; y (por otra parte) por pequeña e insignificante que sea una obra, si se la hace en verdadera obediencia, es más útil que decir misa, asistir a ella, rezar, contemplar o hacer cualquier cosa que te puedas imaginar. Toma, en cambio, una acción lo menos valiosa que quieras, sea lo que fuere: la verdadera obediencia te la ennoblece y la mejora. La obediencia opera siempre lo mejor de lo mejor en todas las cosas. Ella, por cierto, no estorba ni descuida nunca lo que se haga, en ninguna cosa que surja de la verdadera obediencia, ya que no descuida ningún bien. La obediencia jamás ha de preocuparse y tampoco le falta ningún bien. TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 1.

Mientras el hombre nota que su voluntad es buena, no se debe asustar grandemente de nada, ni ha de afligirse si no es capaz de aplicarla en las obras; por otra parte, si descubre en su fuero íntimo una genuina buena voluntad, no se debe considerar ajeno a las VIRTUDES, pues la virtud y todo lo bueno residen en la buena voluntad. Si tienes una voluntad honesta y recta nada te puede faltar, ni (el) amor ni (la) humildad ni ninguna virtud. Antes bien, aquello que quieres poderosamente y con entera voluntad (ya) lo tienes, y Dios y todas las criaturas no te lo pueden quitar con tal de que la voluntad sea íntegra y verdaderamente divina y (cifrada) en el presente. No debe ser: «Quisiera próximamente», esto sería sólo en el futuro, sino: «¡Quiero que sea así, ahora mismo!» ¡Escucha pues! Si algo se halla a una distancia de mil millas y yo quiero tenerlo, lo tengo con más propiedad que aquello que tengo en mi seno y no quiero tenerlo. TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 10.

En suma, si quieres ser librado de todas las flaquezas y revestido de VIRTUDES y mercedes y guiado y conducido deliciosamente hacia el origen, con todas las VIRTUDES y mercedes, consérvate en un estado tal que puedas recibir el Sacramento dignamente y con frecuencia; entonces serás unido a Él y ennoblecido por su Cuerpo. Ah sí, en el Cuerpo de Nuestro Señor el alma es insertada en Dios tan íntimamente que todos los ángeles, los querubines al igual que los serafines, ya no conocen ni saben encontrar ninguna diferencia entre ambos; pues dondequiera que toquen a Dios, tocarán al alma, y donde toquen al alma, (tocarán) a Dios. Nunca hubo unión igualmente estrecha, porque el alma se halla unida a Dios mucho más estrechamente que el cuerpo al alma, los que constituyen un solo hombre. Esta unión es mucho más estrecha de lo que (sería) si alguien vertiera una gota de agua en un tonel de vino: allí habría agua y vino: y esto será transformado de tal modo en una sola cosa que todas las criaturas juntas no serían capaces de descubrir la diferencia. TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 20.

También es muy útil que el hombre no se contente con poseer en su ánimo las VIRTUDES, como son (la) obediencia, (la) pobreza y otra virtud; antes bien, el hombre ha de ejercitarse, él mismo, en las obras y frutos de la virtud y ponerse a prueba con frecuencia, anhelando y deseando que la gente lo ejercite y ponga a prueba. Porque no basta con hacer las obras de la virtud, ya sea obedecer, ya sea cargar con la pobreza o el desprecio, ya sea que uno se humille o renuncie a sí mismo de otra manera, sino que se debe aspirar a obtener la virtud en su esencia y fondo y no hay que desistir nunca hasta lograrlo. Y si uno la tiene, esto se puede conocer por el siguiente hecho: cuando uno ante todas las cosas es propenso a la virtud y hace las obras de la virtud sin preparación (especial) de la voluntad, ejecutándolas sin designio propio y especial en aras de una causa justa y grande y las hace más bien por ellas mismas y por amor a la virtud y sin ningún porqué… entonces posee la virtud en su perfección y antes no. TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 21.

Sócrates, un maestro pagano, dice que las VIRTUDES hacen posibles las cosas imposibles y además (las convierten en) fáciles y dulces. Tampoco quiero olvidar a esa mujer piadosa de la cual nos habla El Libro de los Macabeos, que ella un buen día vio con sus propios ojos el tormento extraordinario y también, sólo para escucharlo, inhumano y horrible, que daban y aplicaban a sus siete hijos, y ella miraba serenamente y lo aguantaba amonestándolos a uno tras otro que no se asustaran y entregaran voluntariamente el cuerpo y el alma a causa de la justicia divina (2 Mac. 7). Que el libro termine con este (hecho). Pero quiero agregar dos palabras más. TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 3

Debe saberse además, que San Jerónimo dice, y también los maestros en general lo hacen, que todo hombre, desde el comienzo de su existencia humana, tiene un espíritu bueno, (o sea) un ángel y un espíritu malo, (o sea) un diablo. El ángel bueno da consejos empujando continuamente hacia aquello que es bueno, que es divino, que es virtud y celestial y eterno. El espíritu malo aconseja al hombre empujándolo siempre hacia aquello que es temporal y perecedero, y que es vicioso, malo y diabólico. Este mismo espíritu maligno charla continuamente con el hombre exterior y por intermedio de él persigue en secreto (y) en todo momento al hombre interior, de la misma manera que la serpiente charlaba con la señora Eva y por intermedio de ella con Adán, su marido. (Cfr. Génesis 3, 1 ss.). El hombre interior, éste es Adán. El varón en el alma es el árbol bueno que da sin cesar frutos buenos y del cual habla también nuestro Señor (Cfr. Mateo 7, 17). Es también el campo en donde Dios ha sembrado su imagen y semejanza, y donde siembra la buena semilla, la raíz de toda sabiduría, de todas las artes, de todas las VIRTUDES, de toda bondad, (o sea la) semilla de la divina naturaleza (2 Pedro 1, 4). Semilla de divina naturaleza, esto es el Hijo de Dios, la Palabra de Dios (Lucas 8, 11). TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3

He leído muchos escritos tanto de los maestros paganos como de los profetas y del Viejo y del Nuevo Testamento, y he investigado con seriedad y perfecto empeño cuál es la virtud suprema y óptima por la cual el hombre es capaz de vincularse y acercarse lo más posible a Dios, y debido a la cual el hombre puede llegar a ser por gracia lo que es Dios por naturaleza, y mediante la cual el hombre se halla totalmente de acuerdo con la imagen que él era en Dios y en la que no había diferencia entre él y Dios, antes de que Dios creara las criaturas. Y cuando penetro así a fondo en todos los escritos – según mi entendimiento puede hacerlo y es capaz de conocer – no encuentro sino que el puro desasimiento supera a todas las cosas, pues todas las VIRTUDES implican alguna atención a las criaturas, en tanto que el desasimiento se halla libre de todas las criaturas. Por ello Nuestro Señor le dijo a Marta: «unum est necessarium» (Lucas 10,42), eso significa lo mismo que: Marta, quien quiere ser libre de desconsuelo y puro, debe poseer una sola cosa o sea el desasimiento. TRATADOS DEL DESASIMIENTO 3

Los maestros ensalzan también la humildad ante muchas otras VIRTUDES. Mas yo ensalzo el desasimiento ante toda humildad, y lo hago porque la humildad puede subsistir sin desasimiento, pero el desasimiento perfecto no puede subsistir sin la humildad perfecta, porque la humildad perfecta persigue el aniquilamiento perfecto de uno mismo. (Pero) el desasimiento toca tan de cerca a la nada que no puede haber cosa alguna entre el desasimiento perfecto y la nada. Por ende, (el) desasimiento perfecto no puede existir sin (la) humildad. Ahora. bien, dos VIRTUDES siempre son mejores que una sola. La segunda razón por la cual elogio al desasimiento más que a la humildad, consiste en que la humildad perfecta se rebaja ante todas las criaturas y en esta humillación el hombre sale de sí mismo en dirección a las criaturas; el desasimiento, en cambio, permanece en sí mismo. Ahora resulta que ninguna salida puede llegar a ser tan noble que la permanencia dentro de uno mismo no sea mucho más noble. De esto habló el profeta David (diciendo): «Omnis gloria eius filiae regis ab intus» (Salmo 44, 14), esto quiere decir: «La hija del rey debe todo su honor a su ensimismamiento». El desasimiento perfecto no persigue ningún movimiento, ya sea por debajo de una criatura, ya sea por encima de una criatura; no quiere estar ni por debajo ni por encima, quiere subsistir por sí mismo sin consideración de nadie, y tampoco quiere tener semejanza o desemejanza con ninguna criatura, (no quiere) ni esto ni aquello: no quiere otra cosa que ser. Pero la pretensión de ser esto o aquello, no la desea (tener). Pues, quien quiere ser esto o aquello, quiere ser algo; el desasimiento, en cambio, no quiere ser nada. Por ello, todas las cosas permanecen libres de él. A este respecto alguien podría decir: Pero si todas las VIRTUDES se hallaban perfectas en Nuestra Señora, entonces debía de haber en ella también el desasimiento perfecto. Luego, si el desasimiento es más elevado que la humildad ¿por qué se preció Nuestra Señora de su humildad y no de su desasimiento, cuando dijo: «Quia respexit dominus humilitatem ancillae suae», lo cual quiere decir: «Él ha puesto sus ojos en la humildad de su sierva»? (Lucas 1,48)… ¿Por qué no dijo ella: Ha puesto sus ojos en el desasimiento de su sierva? A ello contesto, diciendo: En Dios hay desasimiento y humildad, en cuanto podamos hablar de VIRTUDES en Dios. Ahora has de saber que su humildad llena de amor, lo movió a Dios a que se inclinara a la naturaleza humana, mientras su desasimiento se mantenía inmóvil en Sí mismo, tanto cuando se hizo hombre como cuando creó el cielo y la tierra, según te diré más adelante. Y como Nuestro Señor, cuando quiso hacerse hombre, permaneció inmóvil en su desasimiento, Nuestra Señora entendió bien que le pedía lo mismo también a ella y que Él, en este caso, tenía puestos sus ojos en la humildad de ella y no en su desasimiento. Por eso, ella se mantenía inmóvil en su desasimiento y se preció de su humildad y no de su desasimiento. Y si ella hubiera recordado, aunque hubiese sido con una sola palabra, su desasimiento de modo que hubiera dicho: Él ha puesto sus ojos en mi desasimiento, esto habría empañado su desasimiento que ya no habría sido ni entero ni perfecto porque se habría producido un efluvio (del desasimiento). Mas no puede haber ningún efluvio por insignificante que sea, sin que el desasimiento sea manchado. Y ahí tienes la razón por la cual Nuestra Señora se preciaba de su humildad y no de su desasimiento. Por eso dijo el profeta: «audiam, quid loquatur in me dominus deus» (Salmo 84, 9), esto quiere decir: «Yo quiero callar y quiero escuchar lo que mi Dios y mi Señor le diga a mi fuero íntimo», como si dijera: Si Dios me quiere hablar que se adentre en mí porque yo no quiero salir. TRATADOS DEL DESASIMIENTO 3

Ensalzo también el desasimiento ante toda misericordia, porque la misericordia no es sino el hecho de que el hombre salga de sí mismo en dirección a las aflicciones de sus semejantes, con lo cual se entristece su corazón. El desasimiento se mantiene libre de eso y permanece en sí mismo y no se deja entristecer por nada porque, mientras algo puede entristecer al hombre, éste no anda bien encaminado. En resumen, cuando miro todas las VIRTUDES, no encuentro ninguna tan completamente inmaculada y tan capaz de relacionar con Dios como lo es el desasimiento. TRATADOS DEL DESASIMIENTO 3

Mas, ahora pregunto yo: ¿ cuál es la oración del corazón desasido? Contesto diciendo que la pureza desasida no puede rezar, pues quien reza desea que Dios le conceda algo o solicita que le quite algo. Ahora bien, el corazón desasido no desea nada en absoluto, tampoco tiene nada en absoluto de lo cual quisiera ser librado. Por ello se abstiene de toda oración, y su oración sólo implica ser uniforme con Dios. En esto se basa toda su oración. En este sentido podemos traer a colación lo dicho por San Dionisio con respecto a la palabra de San Pablo donde éste dice: «Son muchos quienes corren detrás de la corona y, sin embargo, uno solo la consigue» (Cfr. 1 Cor. 9, 24) – todas las potencias del alma corren para obtener la corona y, sin embargo, la consigue sólo la esencia – Dionisio dice pues: La carrera no es otra cosa que el apartamiento de todas las criaturas y el unirse dentro de lo increado. Y el alma, cuando llega a esto, pierde su nombre y Dios la atrae hacia su interior de modo que se anonada en sí misma, tal como el sol atrae hacia sí el arrebol matutino de manera que éste se anonada. A tal punto nada lo lleva al hombre a excepción del puro desasimiento. A este respecto podemos referirnos también a la palabra pronunciada por Agustín: El alma tiene una entrada secreta a la naturaleza divina donde se le anonadan todas las cosas. En esta tierra la tal entrada no es sino el desasimiento puro. Y cuando el desasimiento llega a lo más elevado, se vuelve carente de conocimiento a causa del conocimiento, y carente de amor a causa del amor y oscura a causa de la luz. En este sentido podemos citar también lo dicho por un maestro: Los pobres en espíritu son aquellos que le han dejado a Dios todas las cosas, tal como las tenía cuando nosotros todavía no existíamos. Semejante cosa no la puede hacer nadie sino un corazón acendradamente desasido. El que Dios prefiera morar en un corazón desasido antes que en todos los corazones, lo conocemos por lo siguiente: Si tú me preguntas: ¿Qué es lo que Dios busca en todas las cosas? te contesto (con una cita) del Libro de la Sabiduría; allí dice: «¡Busco descanso en todas las cosas!» (Eclesiástico 24, 11). Mas no hay descanso absoluto en ninguna parte con la única excepción del corazón desasido. Por eso Dios prefiere morar allí antes que en otras VIRTUDES o en cualquier cosa. Has de saber también: Cuanto más se empeñe el hombre en ser susceptible del influjo divino, tanto más bienaventurado será; y quien es capaz de ubicarse dentro de la disposición más elevada, se mantiene también en la bienaventuranza suprema. Ahora bien, ningún ser humano se puede hacer susceptible del influjo divino si no tiene uniformidad con Dios, porque en la medida en que cada cual es uniforme con Dios, en la misma medida es susceptible del influjo divino. Ahora bien, la uniformidad proviene del hecho de que el hombre se somete a Dios; y en la medida en la cual el hombre se somete a las criaturas, en la misma medida es menos uniforme con Dios. Pues bien, el corazón acendradamente desasido se abstiene de todas las criaturas. Por lo tanto se halla completamente sometido a Dios y por eso se mantiene en suprema uniformidad con Dios y es también lo más susceptible del influjo divino. En esto pensó San Pablo cuando dijo: «¡Revestíos de Jesucristo!» (Rom. 13, 14), y lo que quiere decir es: en uniformidad con Cristo, y esto de revestirse no puede suceder sino mediante la uniformidad con Cristo. Y sabe: Cuando Cristo se hizo hombre no tomó para sí (el ser de) determinado hombre sino la naturaleza humana. Deshazte, pues, de todas las cosas, entonces queda sólo aquello que tomó Cristo, y de esta manera te has revestido de Cristo. TRATADOS DEL DESASIMIENTO 3

Ya que el Padre ha dicho esto ¿qué está diciendo Jesús en el alma? Tal como lo he señalado: El Padre enuncia al Verbo y habla por medio del Verbo y no de otro modo; y Jesús habla en el alma. Su manera de hablar consiste en que Él se revela a sí mismo y a todo cuanto el Padre ha hablado en su interior, según la manera en la cual el espíritu está predispuesto. Él revela el poder soberano del Padre en el espíritu con el mismo poder inconmensurable. Cuando el espíritu recibe este poder en el Hijo y por el Hijo, él mismo se vuelve poderoso en cualquier acontecimiento de modo que llega a ser igual y poderoso en todas las VIRTUDES y en toda pureza perfecta, de manera tal que ni lo agradable ni lo penoso ni todo cuanto Dios ha creado en el tiempo, puede perturbar al hombre y él, antes bien, se mantiene poderosamente (en ese estado) como dentro de una fuerza divina, en comparación con la cual todas las cosas son pequeñas e impotentes. SERMONES: SERMÓN I 3

Dice un maestro: El alma ha sido dada al cuerpo para su purificación. El alma, cuando se halla separada del cuerpo, no tiene ni entendimiento ni voluntad: es una sola cosa, no sería capaz de reunir suficiente fuerza para volverse hacia Dios; los posee (el entendimiento y la voluntad), es cierto,’ en su fondo, por cuanto éste es su raíz, pero no en su actuación. El alma es purificada en el cuerpo para que reúna lo que está disperso y llevado afuera. Si aquello que los cinco sentidos llevan afuera, entra de nuevo en el alma, ésta tiene una fuerza en la cual todo se vuelve uno. Por otra parte, ella (el alma) es purificada en el ejercicio de las VIRTUDES; esto sucede cuando el alma trepa a una vida que está unificada. La pureza del alma consiste en que fue purificada de una vida dividida y entra en una vida unificada. Todo cuanto está dividido en las cosas inferiores, es unido cuando el alma trepa a una vida en la cual no existe contrario. Cuando el alma llega a la luz del entendimiento, no sabe nada del contrario. Aquello que se desprende de esta luz, cae en la mortalidad y muere. En tercer lugar, la pureza del alma reside en que no está inclinada hacia ninguna cosa. Aquello que se inclina hacia otra cosa, cualquiera que sea, muere y no puede perdurar. SERMONES: SERMÓN VIII 3

Ahora bien, va por muy buen camino el hombre que lleva una vida virtuosa, pues – según dije hace ocho días – las VIRTUDES se hallan en el corazón de Dios. Quien vive y obra virtuosamente, (este hombre) va por buen camino. Quien no busca nada de lo suyo en ninguna cosa, ni en Dios ni en las criaturas, éste permanece en Dios y Dios permanece en él. A semejante hombre le resulta placentero dejar y despreciar todas las cosas y le da placer realizar todas las cosas con miras a la máxima perfección de ellas. Dice San Juan: «Deus caritas est», «Dios es amor» y el amor es Dios;«y quien vive en el amor, permanece en Dios y Dios en él» (1 Juan 4, 16). Quien permanece en Dios, se ha instalado en buena vivienda y es heredero de Dios, y en quien permanece Dios, tiene consigo dignos convecinos. Ahora bien, dice un maestro que Dios le da al alma un don por el cual el alma es movida hacia las cosas interiores. Dice un maestro que el alma es tocada, inmediatamente, por el Espíritu Santo, pues con el amor con el que Dios se ama a sí mismo, con este amor me ama a mí y el alma ama a Dios con el mismo amor con que Él se ama a sí mismo; y si no existiera este amor con el cual Dios ama al alma, tampoco existiría el Espíritu Santo. Se trata de un ardor y un florecimiento hacia fuera del Espíritu Santo mediante los cuales el alma ama a Dios. SERMONES: SERMÓN X 3

Debes ser perseverante y firme, esto significa: debes mantenerte ecuánime en el amor y el dolor, en la dicha y la desdicha, y debes poseer la nobleza de todas las piedras preciosas, eso quiere decir, que todas las VIRTUDES tienen que hallarse en tu interior y emanar de ti según su esencia. Tú habrás de atravesar y sobrepasar todas las VIRTUDES y tomarás la virtud sólo en ese fondo primigenio donde es una sola con la naturaleza divina. Y cuanto más te halles unido con la naturaleza divina que el ángel, tanto más habrá de recibir él por tu intermedio. Que Dios nos ayude a que lleguemos a ser uno. Amén. SERMONES: SERMÓN XV 3

Ahora dice: «Nuestro Señor se dirigió a la ciudad de Naín». «Naín» quiere decir lo mismo que «hijo de la paloma» y significa simplicidad. El alma no ha de descansar jamás en la fuerza potencial hasta que llegue a ser totalmente una en Dios. (Naín) quiere decir también «un caudal de agua» y significa que el hombre ha de mantenerse inmóvil frente a los pecados e imperfecciones. «Los discípulos» son la luz divina que debe fluir copiosamente en el alma. «La muchedumbre», éstas son las VIRTUDES de las que hablé el otro día. El alma tiene que ascender con ardientes ansias y sobrepasar en las grandes VIRTUDES buena parte de la dignidad de los ángeles. Allá se llega al «portón», es decir, (se entra) en el amor y la unidad, (o sea) «el portón» por donde se sacaba al muerto, el joven, hijo de una viuda. Nuestro Señor se acercó y tocó (el féretro) donde yacía el muerto. Paso de alto cómo se acercó y cómo tocó, pero no que dijo: «Incorpórate, joven!» SERMONES: SERMÓN XVIII 3

Ahora dice Él: «Que os améis los unos a los otros». ¡Oh, ésta sería una vida noble, sería una vida bienaventurada! ¿No sería una vida noble si cada uno se fijara tanto en la paz de su prójimo como en su propia paz, y su amor fuera tan desnudo y tan acendrado y tan desapegado en sí mismo que no tuviera otra meta que (la) bondad y Dios? Si se preguntara a un hombre bueno: «¿Por qué amas a (la) bondad?» – «¡Por amor de (la) bondad»! «¿Por qué amas a Dios?» – «¡Por amor de Dios!» Y si las cosas son así, que tu amor es tan acendrado, tan desasido, tan desnudo en sí mismo que no amas nada fuera de (la) bondad y de Dios, entonces es una verdad segura que todas las VIRTUDES obradas jamás por todos los hombres, te pertenecen tan completamente como si tú mismo las hubieras obrado, y ello de modo más acendrado y mejor, porque el hecho de que el Papa es Papa, a él le produce a menudo gran trabajo, (mas) tú posees esa virtud de manera más pura y desapegada y con tranquilidad, y ella te pertenece más a ti que a él, siempre y cuando tu amor sea tan acendrado, tan desnudo en sí mismo que no pienses en nada ni ames cosa alguna fuera de (la) bondad y de Dios. SERMONES: SERMÓN XXVII 3

Todos los mandamientos de Dios provienen del amor y de la bondad de su naturaleza; si no provinieran del amor, no podrían ser mandamientos de Dios. Pues el mandamiento de Dios es la bondad de su naturaleza, y su naturaleza es su bondad en su mandamiento. Luego, quienquiera que mora en la bondad de su naturaleza, mora en el amor de Dios; y el amor no tiene porqué. Si yo tuviera un amigo y lo amara para que me hiciese el bien y me complaciese del todo, no amaría a mi amigo sino a mí mismo. He de amar a mi amigo a causa de su propia bondad y su propia virtud y por todo cuanto es en sí mismo, entonces amo a mi amigo como se debe, cuando lo amo así como acabo de decir. Exactamente lo mismo sucede con el hombre que se mantiene en el amor de Dios, que no busca nada de lo suyo, ni en Dios ni en sí mismo ni en cualquier cosa que fuera, y que ama a Dios solo por su propia bondad y por la bondad de su naturaleza y por todo cuanto Él es en sí mismo. Y éste es el amor verdadero. (El) amor de las VIRTUDES es una flor y un adorno y una madre de todas las VIRTUDES y de toda perfección y de toda bienaventuranza, porque (este amor) es Dios, ya que Dios es el fruto de las VIRTUDES; Dios fecunda a todas las VIRTUDES, y es un fruto de las VIRTUDES, y este fruto es duradero para el hombre. A un hombre que obrara a causa del fruto, le daría gran placer si este fruto le perdurase. Y si hubiera un hombre poseedor de una viña o de un campo y él lo cediera a su criado para que lo cultivara y le quedaran también los frutos, y si además le diera todo cuanto hacía falta para (su labor), le resultaría muy placentero (al criado) quedarse con los frutos sin (tener) gastos propios. Así constituye también un gran placer para el hombre que vive en medio del fruto de las VIRTUDES, porque no tiene ni disgusto ni confusión ya que ha renunciado a sí mismo y a todas las cosas. SERMONES: SERMÓN XXVIII 3

Se dice, pues: «En seguida será sacrificado en su templo aquel a quien esperamos». El alma ha de Sacrificarse con todo cuanto es y cuanto tiene, ya sean flaquezas, ya sean VIRTUDES: todo esto, lo ha de subir y sacrificar, junto con el Hijo, al Padre celestial. Cuanto amor puede ofrecer el Padre, de tanto amor es merecedor el Hijo. El Padre no ama ninguna cosa a excepción de su Hijo y de todo cuanto encuentra en su Hijo. Por eso, el alma debe elevarse con toda su fuerza y sacrificarse en el Hijo al Padre; y así será amada con el Hijo por el Padre. SERMONES: SERMÓN XXXI 3

Esta (forma de) mirar debe tener carácter doble: que depongamos lo nocivo y suplamos aquello de que carecemos. Ya he dicho en otras oportunidades: Quienes ayunan mucho y pasan mucho tiempo en vela y hacen grandes obras, mas no corrigen sus defectos ni su conducta, en lo cual consiste el verdadero progreso, se engañan a sí mismos y el diablo se burla de ellos. Un hombre poseía un erizo con el que se enriqueció. Vivía cerca de un lago. Cuando el erizo notaba hacia donde soplaba el viento, se le erizaba el cuero y volvía el lomo hacia ese lado. Entonces el hombre iba al lago y decía a (los barqueros): «¿Qué queréis darme si yo os indico hacia donde sopla el viento?», y (de esta manera) vendía el viento y se hizo rico. Así también el hombre de veras se enriquecería de VIRTUDES, si examinara cuál era su lado más flaco para corregirse y hacer un esfuerzo por superar esa (flaqueza). SERMONES: SERMÓN XXXII 3

Si el hombre poseyera todo el mundo, debería, sin embargo, pensar que era pobre y extender siempre la mano hacia la puerta de Dios, Nuestro Señor, pidiendo como limosna la gracia de Nuestro Señor, porque la gracia convierte a los (hombres) en hijos de Dios. Por eso dice David: «Señor, todo mi anhelo está delante de ti y detrás de ti» (Salmo 37, 10). San Pablo afirma: «Todo lo tengo por basura a fin de ganar a Nuestro Señor Jesucristo» (Cfr. Filipenses 3, 8). Es imposible que alma alguna esté sin pecado, a no ser que la gracia divina caiga en ella. Es obra de la gracia hacer al alma ágil y dócil para (llevar a cabo) todas las obras divinas, porque la gracia brota de la fuente divina y es un signo de Dios y tiene el mismo sabor que Dios y asemeja el alma a Dios. Cuando esta misma gracia y este sabor se vuelcan en la voluntad, se habla de amor; y cuando la gracia y el sabor se vuelcan en el entendimiento, se lo llama luz de la fe; y cuando esta misma gracia y el sabor se vuelcan en la «iracunda», o sea, la fuerza ascendente, entonces se lo llama esperanza. Tienen el nombre de VIRTUDES teologales porque operan una obra divina en el alma, así como en la fuerza del sol se puede reconocer que realiza obras vivas en la tierra ya que vivifica todas las cosas y las conserva en su ser. Si pereciera la luz, perecerían todas las cosas, (volviendo a su estado anterior) cuando aún no existían. Lo mismo sucede en el alma: donde hay gracia y amor, le resulta fácil al hombre hacer todas las obras divinas, y es segura señal de que allí donde le resulta difícil al hombre hacer obras divinas, no reside la gracia. Por eso dice un maestro: No juzgo a las personas que usan vestimenta buena o comen bien, con tal de que tengan amor. Tampoco me considero más grande cuando llevo una vida dura que cuando compruebo que tengo más amor. Es una gran necedad que algunas personas ayunan y rezan mucho y hacen grandes obras y se mantienen solas todo el tiempo, (pero) no corrigen su comportamiento y están inquietas y son iracundas. Deberían examinar dónde se ven con más flaquezas, y en este punto deberían afanarse por superarlo. Cuando tienen la conducta bien ordenada, cualquier cosa que hagan, es agradable a Dios. SERMONES: SERMÓN XXXIII 3

Ahora bien, San Pablo dice: «Si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas que están arriba». Con respecto a la primera palabra (=habéis resucitado) piensa en dos significados. Alguna gente resucita a medias, se ejercita en una virtud y no en otra. Hay otros, poco nobles por naturaleza, que están ansiosos por las riquezas. Otros son más nobles por naturaleza y no se fijan en los bienes, pero quieren obtener honores. Dice un maestro que todas las VIRTUDES necesariamente se dan en estrecha unión. Si bien sucede que un hombre esté más dispuesto a ejercitarse en una virtud que en las otras, todas están unidas, necesariamente, como una sola cosa. Ciertas personas resucitan del todo, mas no resucitan con Cristo. Por eso, todo cuanto es propio de uno, tiene que resucitar por completo. Por otra parte, se hallan algunas personas que resucitan del todo con Cristo; pero quien haya de experimentar un verdadero renacimiento con Cristo, tendrá que ser muy sabio. Los maestros dicen que es verdadera la resurrección cuando una persona ya no muere más. En ninguna parte existe una virtud tan grande como para que no se encuentre alguna gente que la haya puesto en práctica con fuerza natural, porque a menudo la fuerza natural opera signos maravillosos y milagros. Si se han visto también en los paganos todas las obras exteriores que alguna vez se han comprobado en los santos. Por eso dice (San Pablo): Debéis resucitar con Cristo porque Él se halla arriba, adonde no puede llegar ninguna naturaleza. Aquello que es nuestro, debe resucitar por completo. SERMONES: SERMÓN XXXV 3

Ahora seguiré hablando de la palabra «justo». No dice: «el hombre justo», ni tampoco: «el ángel justo», sino tan sólo: «el justo». El Padre engendra a su Hijo como el justo, y al justo como hijo suyo, porque toda virtud del justo y cualquier obra realizada a causa de la virtud del justo, no constituyen sino (el hecho) de que el Hijo es engendrado por el Padre. Y por eso, el Padre no descansa nunca; antes bien, acosa e invita en todo momento para que nazca en mí su Hijo, según se dice en un Escrito: «No me callo a causa de Sión ni descanso a causa de Jerusalén, hasta que se revele el justo y luzca como un relámpago» (Isaías 62, 1). «Sión» significa el apogeo de la vida y «Jerusalén» el apogeo de la paz. Ah sí, Dios no descansa jamás ni a causa del apogeo de la vida ni a causa del apogeo de la paz; sino que acosa e incita en todo momento para que se revele el justo. En el justo no ha de obrar ninguna cosa sino únicamente Dios. Pues, si algo fuera de ti te impele a obrar, de veras, todas esas obras están muertas; y aún en el caso de que Dios te estimule desde fuera para que obres, por cierto, todas esas obras están muertas. Mas, si tus obras han de vivir, Dios tiene que impelerte en tu interior, en lo más acendrado del alma, si han de vivir (realmente) porque allí se halla tu vida y sólo allí vives. Y yo digo: Si una virtud te parece mayor que otra, y si tú la estimas más que a otra, no la amas tal como es en la justicia, y Dios todavía no obra en ti. Pues, mientras el hombre aprecia o ama más a determinada virtud, no ama las VIRTUDES ni las toma como son en la justicia, ni tampoco es justo; porque el justo toma (o: ama) y obra todas las VIRTUDES en la justicia así como son la justicia misma. SERMONES: SERMÓN XXXIX 3

Nuestro Señor no contradice su propia palabra. Cuando elogiaba a Juan por ser mayor, quería decir que era pequeño a causa de su verdadera humildad, ésta era su grandeza. Lo sabemos por el hecho de que Cristo mismo dijera: «Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón» (Mateo 11, 29). Todo cuanto en nosotros son VIRTUDES, en Dios es ser puro y su propia naturaleza. Por ello dijo Cristo: «Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón». Por humilde que fuera Juan, su virtud tenía, sin embargo, una medida, y más (allá) de esa medida no era ni más humilde ni mayor ni mejor de lo que era. Luego dijo Nuestro Señor: «Si alguien fuera inferior a Juan, sería mayor que él en el reino de los cielos», como si quisiera decir: Si hubiera alguien que sobrepasara esa humildad, aunque fuera por una pizca o por cualquier cosa, y fuese proporcionalmente más humilde que Juan, ése sería mayor en el reino de los cielos por toda la eternidad. SERMONES: SERMÓN XLIX 3

¡Ahora fijaos bien! Ni Juan ni ninguno de todos los santos nos han sido señalados como fin que debemos perseguir, o como meta limitada por debajo de la cual hemos de permanecer. Sólo Cristo, Nuestro Señor, es nuestro fin, a Él hemos de seguir y (Él es) nuestra meta por debajo de la cual hemos de permanecer y a la que debemos ser unidos, iguales a Él en toda su gloria, así como nos corresponde la unificación. En el reino de los cielos no hay ningún santo tan santo ni perfecto que su vida (en esta tierra), en cuanto a sus VIRTUDES, no se haya realizado dentro de (determinada) medida, y según esa medida es también la jerarquía de su vida eterna, y toda su perfección (en el cielo) corresponde por completo a esa medida. Por cierto (y) en verdad: si existiera un solo hombre que sobrepasara la medida correspondiente al santo más destacado que ha vivido virtuosamente y recibido por ello su bienaventuranza… si existiese, pues, un solo hombre que sobrepasara en algo esa medida de la virtud, él sería en la manifestación de la virtud todavía más santo y más bienaventurado que aquel santo lo haya sido jamás. Digo por Dios – y es tan verdadero como que Dios vive -: No hay ningún santo tan perfecto en el cielo que tú no pudieras sobrepasar el grado de su santidad con (tu) santidad y (tu forma de) vida, y que no pudieses llegar más alto que él en el cielo y permanecer (así) por la eternidad. Por eso digo: Si alguien fuera más humilde que Juan e inferior (a él), habría de ser eternamente mayor que él (= Juan) en el reino de los cielos. La verdadera humildad es esta: que un hombre con todo cuanto es por naturaleza, como ser creado de la nada, no se empeñe en nada, ni en el hacer ni en el dejar de hacer, fuera de esperar la luz de la gracia. Que uno sea prudente en (su) hacer y dejar de hacer, ésta es la verdadera humildad de la naturaleza. (La) humildad del espíritu consiste en el hecho de que él (= el hombre) se adjudique o atribuya tan poco de todo el bien que Dios le hace continuamente, como hacía cuando aún no existía. SERMONES: SERMÓN XLIX 3

En segundo término: «santidad» significa «aquello que ha sido tomado de la tierra». Dios es un algo y un ser puro, y el pecado es (la) nada y aleja de Dios. Dios creó a los ángeles y al alma de acuerdo con un algo, quiere decir, de acuerdo con Dios (= a su imagen). El alma fue creada como a la sombra del ángel y, sin embargo, ellos comparten una naturaleza común y todas las cosas corpóreas fueron creadas de acuerdo con (la) nada y distanciadas de Dios. El alma, por el hecho de que se derrama sobre el cuerpo, es oscurecida y hace falta que, junto con el cuerpo, sea elevada nuevamente hacia Dios. Cuando el alma está libre de las cosas terrestres, entonces es «santa». Mientras Zaqueo se hallaba al nivel de la tierra, no podía ver a Nuestro Señor (Cfr. Lucas 19, 2 a 4). San Agustín dice: «Si el hombre desea volverse puro, que deje las cosas terrestres». Ya he dicho varias veces que el alma no puede volverse pura si no es empujada otra vez a su pureza primigenia, tal como Dios la creó; del mismo modo, que no se puede hacer oro del cobre que se afina por el fuego dos o tres veces, a no ser que uno lo haga retroceder a su naturaleza primigenia. Porque todas las cosas que se derriten por el calor o se endurecen por el frío, tienen una naturaleza totalmente acuosa. Por lo tanto, hay que hacerlas retroceder del todo al agua, privándolas por completo de la naturaleza en que se encuentran en este momento; de tal manera, el cielo y el arte prestan auxilio para que (el cobre) sea transformado íntegramente en oro. Es cierto que (el) hierro se compara con (la) plata, y (el) cobre con (el) oro: (pero) cuanto más se lo compara (el uno con el otro), sin privarlo (de su naturaleza), tanto mayor es la equivocación. Lo mismo sucede con el alma. Es fácil señalar las VIRTUDES o hablar de ellas; pero, para poseerlas en verdad, son muy raras. SERMONES: SERMÓN LVII 3

«Se han enriquecido con todas las VIRTUDES» (Cfr. 1 Cor. 1,5), así está escrito. A fe mía, algo así no puede suceder nunca si uno antes no llega a ser pobre en todas las cosas. Quien quiere recibir todas las cosas, debe también deshacerse de todas las cosas. Éste es un trato justo y un trueque equitativo, según dije una vez, hace mucho ya. Por ello, como Dios nos quiere dar a Él mismo y todas las cosas para que sean libre propiedad nuestra, nos quiere quitar del todo cualquier propiedad. Sí, en verdad, Dios no quiere en absoluto que poseamos tanta cosa propia como la que pueda haber en mis ojos. Porque de todos los dones que nos dio alguna vez, ya sean dones de la naturaleza, ya sean dones de la gracia, nunca dio nada sin querer que no poseyéramos nada en carácter de propiedad; y ni a su Madre ni a ningún hombre ni a ninguna criatura nunca les dio en modo alguno semejante (propiedad). Y para enseñarnos y otorgársenos, nos quita a menudo ambos bienes, el material y el espiritual. Porque la posesión de la honra no debe ser nuestra sino únicamente suya. Nosotros, en cambio, debemos tener las cosas sólo como si nos hubieran sido prestadas y no dadas, sin (pretender que sean) propiedad nuestra, ya se trate del cuerpo o del alma, de los sentidos, las potencias, los bienes externos o la honra, los amigos, los parientes, la casa, la finca y todas las cosas. TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 23.