He dicho una palabrita, primero en latín, la que está escrita en el Evangelio y reza así en lengua vulgar: «Nuestro Señor Jesucristo subió a una villeta y fue recibido por una VIRGEN que era mujer» (Lucas 10, 38). SERMONES: SERMÓN II 3
Pues bien, ahora prestad mucha atención a esta palabra: necesariamente debía ser que era VIRGEN esa persona que recibió a Jesús. Virgen equivale a decir una persona libre de todas las imágenes ajenas, tan libre como era cuando aún no existía. Mirad, ahora podría preguntarse cómo un ser humano nació y se crió hasta llegar a la vida racional, cómo ese hombre, (digo), puede ser tan libre de todas las imágenes como era cuando aún no existía, y, sin embargo, sabe muchas cosas que todas son imágenes; entonces, ¿cómo puede ser libre? Ahora bien, fijaos en la diferencia que os enseñaré. Si yo tuviera la razón tan abarcadora que todas las imágenes absorbidas desde siempre por toda la gente, y (además) las contenidas en Dios mismo, se hallaran dentro de mi razonamiento, pero si yo fuera tan libre de todo apego al yo que no hubiera aprehendido como propiedad mía ninguna de ellas, ni en el hacer ni en el dejar de hacer, ni con el «antes» ni con el «después», y que yo, antes bien, en ese instante presente me hallara libre y desasido según la queridísima voluntad divina, y (dispuesto) a cumplirla sin cesar, entonces, en verdad, yo sería VIRGEN sin que me estorbase ninguna imagen, y esto tan seguramente como lo era cuando aún no existía. SERMONES: SERMÓN II 3
Digo además: El que el hombre sea VIRGEN no le quita nada en absoluto con respecto a todas las obras que hiciera jamás; pero todo esto no le impide ser virginal y libre, sin ningún impedimento en lo que a la verdad suprema se refiere, así como Jesús es desasido y libre y virginal en sí mismo. Según dicen los maestros: Sólo una cosa igual y otra cosa igual constituyen la base para la unión, por eso el hombre debe ser virginal, VIRGEN que habrá de recibir a Jesús virginal. SERMONES: SERMÓN II 3
¡Ahora prestad atención y mirad bien! Si el hombre fuera siempre VIRGEN, no daría fruto alguno. Si ha de hacerse fecundo, es necesario que sea mujer. «Mujer» es el nombre más noble que se puede atribuir al alma, y es mucho más noble que el de «VIRGEN». Está bien que el hombre reciba en su interior a Dios, y en cuanto a esa receptividad, es VIRGEN. Pero es mejor que Dios llegue a ser fecundo en él, porque solamente cuando el don se hace fecundo, se lo agradece, y en este caso el espíritu es mujer en cuanto a la gratitud nuevamente parturienta con la cual vuelve a dar nacimiento a Jesús dentro del corazón paterno de Dios. SERMONES: SERMÓN II 3
En la virginidad se reciben muchos dones buenos, pero no se los da a luz nuevamente en Dios por medio de la fecundidad femenina, (y) con loa agradecida. Estos dones perecen y se anonadan todos, de modo que el hombre nunca llega a tener mayor bienaventuranza ni mejoría a causa de ellos. En tal caso su virginidad no le sirve para nada porque él, más allá de su virginidad, no es mujer con plena fecundidad. En esto reside el mal. Por ello he dicho: «Jesús subió a una villeta y fue recibido por una VIRGEN que era mujer». Necesariamente tiene que ser así, como acabo de explicaros. SERMONES: SERMÓN II 3
Una VIRGEN que es mujer, ésta es libre y desasida, sin apego al yo, (y) se halla en todo momento tan cerca de Dios como de sí misma. Da muchos frutos y éstos son grandes, ni más ni menos de lo que es Dios mismo. Este fruto y este nacimiento los produce una VIRGEN que es mujer, y ella da frutos todos los días, cien veces o mil veces, y aun innumerables veces, pues da a luz y se hace fecunda partiendo del más noble de los fondos. Para expresarlo mejor: ella (parte), por cierto, del mismo fondo donde el Padre engendra a su Verbo eterno (y) por ello se vuelve fecunda como co-parturienta. Pues Jesús, la luz e irradiación del corazón paterno – según dice San Pablo que Él es una gloria e irradiación del corazón paterno y con sus rayos atraviesa poderosamente el corazón paterno (Cfr. Hebr. 1, 3)-, este Jesús está unido con ella y ella con Él, y ella brilla y reluce junto con Él como un uno único y como una luz acendrada (y) clara en el corazón paterno. SERMONES: SERMÓN II 3
Si quieres saber bien si tu sufrimiento es tuyo o de Dios, lo habrás de notar por este hecho: si sufres a causa de ti mismo, cualquiera que sea la forma (en que lo hagas), este sufrimiento te duele y te resulta difícil soportarlo. Pero si sufres por Dios y sólo por Dios, este sufrimiento no te duele y tampoco te resulta pesado porque Dios sobrelleva la carga. Dicho con toda verdad: Si hubiera un hombre dispuesto a sufrir por Dios y puramente por amor de Dios, y si recayera sobre él el sufrimiento íntegro padecido por todos los hombres a través de los tiempos y con el que carga toda la humanidad junta, a él no le causaría dolor y tampoco le resultaría pesado porque Dios sobrellevaría la carga. Si alguien me colocara un quintal sobre la nuca y si luego otra persona lo sostuviera por encima de mi nuca, entonces sería lo mismo para mí cargar con cien (quintales) que con uno, porque no me resultaría pesado y tampoco me dolería. En resumen: cualquier cosa que el hombre sufre por Dios y sólo por Él, Dios se la convierte en liviana y dulce, según dije al comienzo cuando iniciamos nuestro sermón: «Jesús subió a una villeta y fue recibido por una VIRGEN que era mujer». ¿Por qué? Necesariamente tuvo que ser así, que ella era VIRGEN y además mujer. Ahora bien, os he dicho que Jesús fue recibido; pero todavía no os he dicho qué es la «villeta» y entonces lo diré ahora. SERMONES: SERMÓN II 3
Cuando se dice «en sus días» se trata de más de un solo día: (a saber) el día del alma y el día de Dios. Los días que transcurrieron hace seis o siete días, y los días que fueron hace seis mil años, se hallan tan cerca del día de hoy como el día que fue ayer. ¿Por qué? Porque el tiempo existe en un «ahora» presente. Debido a que el cielo gira, se hace de día a causa de la primera revolución del cielo. Ahí se da en un «ahora» el día del alma, y a la luz natural de ésta, dentro de la cual se hallan todas las cosas, hay un día entero; ahí el día y la noche son una sola cosa. El día de Dios, (en cambio), es allí donde el alma se mantiene en el día de la eternidad, en un «ahora» esencial, y allí el Padre engendra a su Hijo unigénito en un «ahora» presente y el alma renace en Dios. Cuantas veces se realiza este nacimiento, tantas veces da a luz al Hijo unigénito. Por eso hay una cantidad mucho mayor de hijos nacidos de una VIRGEN que de hijos dados a luz por una mujer, porque aquéllas dan a luz más allá del tiempo en la eternidad. (Cfr. Is. 54, 1). Pero por numerosos que sean los hijos que el alma dé a luz en la eternidad, no hay más que un solo Hijo, ya que esto sucede más allá del tiempo en el día de la eternidad. SERMONES: SERMÓN X 3
Él (=San Juan) dice: «sobre la montaña». ¿Cómo debe hacerse para llegar a tal pureza? Eran vírgenes y se hallaban arriba, sobre la montaña, y estaban desposadas con el cordero y se habían enajenado de todas las criaturas y seguían al cordero dondequiera que iba. Algunas personas lo siguen al cordero mientras les va bien; pero regresan cuando las cosas no suceden según su voluntad. Mas, ésta no es la idea, porque él dice: «Le seguían al cordero dondequiera que iba». Si eres una VIRGEN y desposada con el cordero y te has enajenado de todas las criaturas, entonces le sigues al cordero dondequiera que vaya, y no (puede ser) que pierdas la serenidad cuando te sobrevenga un sufrimiento por tus amigos o por ti mismo como consecuencia de alguna tentación. SERMONES: SERMÓN XIII 3
En el alma hay una potencia de la cual ya he hablado varias veces… si el alma entera fuera como ella, sería increada e increable. Mas las cosas no son así. Con la parte restante ella (el alma) ha puesto sus miras en el tiempo y le adhiere y al hacerlo toca la criaturidad y es creada… (Estoy hablando del) entendimiento: para esta potencia nada se halla ni lejos ni afuera. Aquello que se encuentra allende el mar o a una distancia de mil millas, lo conoce y lo tiene presente tan esencialmente como este lugar donde me hallo yo. Esta potencia es una VIRGEN y le sigue al cordero adonde vaya. Esta potencia aprehende a Dios todo desnudo en su ser esencial; es una sola en la unidad, (mas) no semejante en la semejanza. SERMONES: SERMÓN XIII 3
Digo yo: Si María primero no hubiera dado a luz espiritualmente a Dios, Él nunca habría nacido físicamente de ella. Una mujer le dijo a Nuestro Señor: «Bienaventurado es el seno que te llevó». A lo cual contestó Nuestro Señor: No sólo es bienaventurado el seno que me llevó; «bienaventurados son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la guardan» (Cfr. Lucas 11, 27 y 28). Para Dios tiene más valor nacer espiritualmente de cualquier VIRGEN o (=quiere decir) de toda alma buena, que haber nacido corpóreamente de María. SERMONES: SERMÓN XXII 3