pecado

Debes saber que para el hombre recto el impulso de faltar a la virtud nunca carece de gran bendición y utilidad. ¡Ahora, escucha! Ahí hay dos hombres: (supongamos) que uno tiene un carácter tal que no lo tiente ninguna debilidad o que esto sólo suceda en poca medida; el otro, empero, tiene una naturaleza tal que sufre tentaciones. Su hombre exterior es excitado por la presencia exterior de las cosas, sea por ejemplo, que (lo inciten) a la ira o a la vana codicia de honores o quizá a la sensualidad, según sea lo que le sucede. Pero él en sus potencias superiores se mantiene completamente firme, inmóvil, y no quiere cometer la falta, ya sea enojándose, ya sea pecando de cualquier forma, y entonces lucha fuertemente contra la flaqueza; pues puede tratarse de una debilidad (enraizada) en la naturaleza, así como algunas personas son iracundas o soberbias o cualquier otra cosa por naturaleza y, sin embargo, no quieren cometer ese PECADO. Semejante (hombre) debe elogiarse mucho más, y su recompensa es mucho mayor y su virtud más noble que (la) del primero, porque la perfección de la virtud proviene sólo de la lucha, según dice San Pablo: «La virtud se realiza en la flaqueza» (2 Cor 12, 9). 71 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 9.

La inclinación al PECADO no es PECADO, pero querer pecar, esto sí es PECADO, querer encolerizarse, esto sí es PECADO. En verdad, si aquel que está bien encaminado tuviera el poder de desear, no se le ocurriría desear que perdiera la inclinación al PECADO, pues sin ella el hombre estaría inseguro en todas las cosas y en todas sus obras y no sentiría preocupación frente a las cosas, y carecería también del honor (ganado) con la lucha, de la victoria y de la recompensa. Porque el impulso y la excitación (producidos) por la falta de virtud traen consigo la virtud y la recompensa por el esfuerzo (hecho). Pues, la inclinación hace que el hombre se empeñe cada vez más en el vigoroso ejercicio de la virtud, y lo empuja a la fuerza hacia la virtud, y es un azote áspero que impulsa al ser humano para que tenga cuidado y sea virtuoso porque, cuanto más débil se sienta el hombre, tanto más deberá armarse de fortaleza y victoria, ya que la virtud como la falta de virtud residen en la voluntad. 72 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 9.

Lo bueno no es menos poderoso para el bien que lo malo para el mal. ¡Recuerda!: aunque yo no hiciera nunca ninguna obra mala, pero tuviera la voluntad de (obrar) el mal, yo habría caído en PECADO como si hubiese ejecutado la acción; y con la voluntad decidida yo podría cometer un PECADO tan grande como si hubiera matado todo el mundo sin haber ejecutado jamás la acción. ¿Por qué la buena voluntad no podría lograr lo mismo? ¡De hecho, (puede hacer) mucho e incomparablemente más! 79 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 10.

En verdad, el haber cometido PECADOs no es PECADO con tal de que nos dé pena. El hombre no debe querer cometer un PECADO por todo cuanto pueda suceder en el tiempo o en la eternidad, ni PECADOs mortales ni veniales ni de cualquier índole. Quien supiera portarse bien con Dios, debería tener siempre presente que Dios, leal y amante (como es), ha llevado al hombre de una vida pecaminosa a otra divina, que lo ha convertido de enemigo en amigo suyo, lo cual es más que crear una nueva tierra. Este hecho habría de ser uno de los más fuertes acicates para afianzar al hombre totalmente en Dios y sería maravillosa la fuerza que tendría para inflamar al hombre con un amor grande (y) vigoroso de modo tal que renunciara por completo a sí mismo. 103 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 12.

Ah sí, quien estuviera bien afianzado en la voluntad divina, no debería querer que el PECADO, en el cual había caído, no hubiese sucedido. Por cierto, aquí no se contempla el hecho de que (el PECADO) estaba dirigido contra Dios, sino la medida en la cual tú, al haberlo cometido, estás obligado a acrecentar tu amor y te hallas rebajado y humillado, exceptuando el hecho de que hayas obrado en contra de Dios. Pero debes confiar mucho en Dios (pensando) que Él no habría permitido que te sucediese tal cosa, a no ser que hubiera querido obtener con ello lo mejor para ti. Mas, cuando el hombre se levanta totalmente de sus PECADOs y les vuelve por completo la espalda, entonces hace el leal Dios como si el hombre nunca hubiera caído en PECADO y no quiere hacerle pagar por todos sus PECADOs ni por un solo instante; aunque fueran tantos como todos los hombres juntos los hubieran cometido jamás: Dios no quiere hacérselo pagar nunca; sería posible que Él lo tratara con tanta intimidad como jamás la tuvo con criatura alguna. Con tal de que lo halle preparado ahora mismo, no mira lo que fue antes. Dios es un Dios del presente. Tal como te encuentra, te toma y te recibe, no como fuiste sino como eres ahora. Toda la iniquidad y todo el oprobio que pudiera sufrir Dios a causa de todos los PECADOs, los quiere soportar gustosamente y haberlos soportado durante muchos años para que el hombre luego llegue a (tener) un gran conocimiento de su amor (el divino) y para que su amor y gratitud propios aumenten y su empeño se haga más ferviente en proporción, como suele ocurrir naturalmente y a menudo luego de los PECADOs. 104 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 12.

Por ello Dios permite gustosamente que los PECADOs hagan daño y lo ha permitido a menudo, y con mayor frecuencia ha permitido que les sucediera a aquellos hombres a quienes ha elegido para elevarlos a (hacer) grandes cosas según su voluntad. ¡Mira pues! ¿Quién fue alguna vez más querido por Nuestro Señor y con quién tuvo más intimidad que con los apóstoles? Ninguno de ellos se salvó de caer en PECADO mortal; todos habían sido graves PECADOres. También lo demostró a menudo en la Vieja y la Nueva Alianza con aquellos que posteriormente llegaron a ser con mucho los más queridos por Él; y todavía en nuestros días raras veces se tiene conocimiento de personas que hayan logrado grandes cosas sin haber cometido antes algún desliz. Y con ello Nuestro Señor aspira a que conozcamos su gran misericordia y nos quiere exhortar a tener una humildad y devoción grandes y verdaderas. Pues, cuando se renueve el arrepentimiento, también el amor crecerá y se renovará mucho. 105 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 12.

Mas el arrepentimiento divino es muy distinto. Tan pronto como el hombre siente un desagrado, se eleva en seguida hacia Dios y se afianza en una voluntad inquebrantable de dar por siempre la espalda a todos los PECADOs. Y al hacerlo se eleva hacia una gran confianza en Dios y adquiere una gran seguridad; y de ello proviene una alegría espiritual que sube al alma por encima de toda pena y aflicción, y la vincula firmemente con Dios. Pues, cuanto más débil se halle el hombre y cuanto más haya PECADO, tanta más razón tiene para vincularse con Dios mediante un amor indiviso en el cual no hay ni PECADO ni imperfección. El mejor escalón, pues, que se puede pisar, cuando se quiere ir hacia Dios con plena devoción, es (el siguiente): estar sin, PECADO en virtud del arrepentimiento divino. 111 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 13.

Y cuanto más grave uno mismo considere el PECADO, tanto más dispuesto estará Dios a perdonarlo y visitar al alma expulsando el PECADO; porque cada uno se esfuerza más que nada por quitarse aquello que le resulta más repugnante. Y cuanto mayores y más graves sean los PECADOs tan infinitamente más le gustará a Dios perdonarlos y hacerlo con mayor rapidez, porque le repugnan. Y entonces, cuando el arrepentimiento divino se levanta hacia Dios, todos los PECADOs han desaparecido más rápidamente en el abismo divino que en un cerrar de ojos mío, y con tal de que el arrepentimiento llegue a ser perfecto, serán tan completamente aniquilados como si nunca hubieran sucedido. 112 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 13.

Esta seguridad es mucho más grande, perfecta y genuina que la primera y no puede engañar. La intuición, en cambio, podría engañar y fácilmente podría tratarse de una iluminación falsa. Esta (seguridad), empero, se siente en todas las potencias del alma y no puede ser engaño en todos cuantos aman verdaderamente a Él; ellos lo dudan tan poco como dudan de Dios (mismo), ya que el amor expulsa todo el temor. «El amor no tiene temor» (1 Juan 4, 18), según dice San Pablo, y también está escrito: «El amor cubre la plenitud de los PECADOs» (1 Pedro 4,8). Pues allí donde se cometen PECADOs, no puede haber plena confianza ni amor; porque éste cubre por completo el PECADO; no sabe nada de PECADOs. No es como si uno no hubiera PECADO, sino que (el amor) borra completamente los PECADOs, y los expulsa como si nunca hubiesen existido. Pues todas las obras de Dios son tan completamente perfectas y de riqueza sobreabundante que Él, a quien perdona, lo perdona enteramente y sin reserva, y con mucho mayor agrado los (PECADOs) grandes que los pequeños y esto produce una confianza cabal. Considero que este saber es infinita e incomparablemente mejor y trae más recompensa y es más genuino que el primero; ya que para él ni el PECADO ni cualquier otra cosa constituyen un estorbo. Porque, a quien Dios encuentra lleno de determinado amor lo juzga también de manera proporcional, no importa que haya PECADO mucho o nada. Pero aquel a quien se le perdona más, también debe amar más, según dijo Cristo, Nuestro Señor: «Aquel a quien se le perdona más, que ame también más» (Cfr Lucas 7, 47). 125 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 15.

El hombre que quiere y puede acercarse despreocupadamente a Nuestro Señor, en primer lugar debe averiguar si tiene la conciencia libre de todo reproche en cuanto al PECADO. En segundo lugar, la voluntad del hombre ha de estar dirigida hacia Dios de manera que no pretenda ni apetezca nada que no sea Dios ni completamente divino, y que le disguste aquello que no es compatible con Dios. Justamente en este aspecto el hombre debe darse cuenta de lo alejado o cercano de Dios que se halla: depende de si posee mucho o poco de tal disposición. En tercer lugar, al hacerlo (=comulgar con frecuencia) ha de notarse en él que el amor del Sacramento y de Nuestro Señor va creciendo cada vez más y que la veneración temerosa no disminuye a causa de las frecuentes comuniones. Pues, aquello que a menudo es vida para determinada persona, para otra es mortal. Por ello debes fijarte en tu fuero íntimo (para ver) si crece tu amor hacia Dios y no se apaga tu veneración. Si haces así, cuanto más a menudo acudas al Sacramento, tanto mejor llegarás a ser y también dará un resultado tanto mejor y más útil. Y por eso, no permitas que te quiten a tu Dios con palabras o prédicas; porque, cuanto más, tanto mejor y más agradable a Dios. Pues Nuestro Señor tiene ganas de morar dentro del hombre y junto con él. 164 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 20.

«¡Ay, señor, he PECADO mucho; no puedo expiarlo!» 168 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 20.

Cuando un hombre quiere recibir el Cuerpo de Nuestro Señor que acuda sin grandes preocupaciones. Pero conviene y es muy útil confesarse antes, aun sin tener conciencia de haber PECADO, (sólo) para (obtener) el fruto del sacramento de la confesión. Mas, si hubiera alguna cosa que lo declarara culpable y él, a causa de sus obligaciones, no fuera capaz de confesarse, entonces, que se reúna con su Dios, declarándose culpable ante Él con gran arrepentimiento y conformándose hasta que disponga de tiempo para confesarse. Si en el ínterin se olvida de la conciencia o del reproche del PECADO, podrá pensar que Dios lo había olvidado también. Antes que con los hombres hay que confesarse con Dios, y cuando se es culpable, tomar muy en serio la confesión ante Dios y acusarse con rigor. Cuando uno quiere recibir el sacramento, tampoco debe pasar por alto con ligereza esta última (obligación) ni dejarla a un lado a causa de la expiación exterior, porque (sólo) la disposición de ánimo del hombre en sus obras es justa y divina y buena. 183 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 21.

Por ello dicen los maestros que los bienaventurados en el reino de los cielos conocen a las criaturas desnudas de toda imagen, pues las conocen por medio de una sola imagen que es Dios y en la cual Dios conoce y ama y quiere a sí mismo y a todas las cosas. Y Dios mismo nos enseña a orar y suplicar así cuando decimos: «Padre nuestro», «santificado sea tu nombre» lo cual quiere decir: que te conozcamos sólo a ti (Cfr Juan 17,3); «que venga tu reino» para que yo no tenga nada que considere y conozca como rico fuera de ti, el rico. A esto se refiere el Evangelio al decir: «Bienaventurados son los pobres en espíritu» (Mateo 5,3), quiere decir: en la voluntad, y por ello pedimos a Dios que se «haga su voluntad», «en la tierra», quiere decir: dentro de nosotros, «como en el cielo», quiere decir: en Dios mismo. Semejante hombre comparte una sola voluntad con Dios de modo tal que quiere todo cuanto quiere Dios y de la misma manera que lo quiere Dios. Y por eso, como Dios en cierto modo quiere que yo también haya PECADO, yo no quisiera no haberlo hecho porque así se hace la voluntad de Dios «en la tierra», o sea en el PECADO, «como en el cielo», o sea en la buena acción. En este sentido, el hombre quiere hallarse privado de Dios por amor de Dios y ser apartado de Dios por amor de Dios, y sólo éste es un verdadero arrepentimiento de mis PECADOs; así me apeno sin pena del PECADO tal como Dios se apena sin pena de toda maldad. Siento pena y la máxima pena por el PECADO — pues no cometería ningún PECADO por nada creado o creable, por más que hubiera en la eternidad miles de mundos — mas (lo haría) sin pena; y acepto y tomo las penas de la voluntad divina y por ella. Tan sólo semejante pena es una pena perfecta, porque proviene y surge del puro amor de la bondad y alegría más puras de Dios. Así llega a ser verdad y se echa de ver lo que he dicho en este librito: que el hombre bueno, en cuanto es bueno, entra en toda la peculiaridad de la Bondad misma que es Dios en sí mismo. 275 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Sin embargo, según he escrito arriba: Si un hombre fuera capaz de aceptar este hecho de acuerdo con la voluntad de Dios, en cuanto sea la voluntad divina de que la naturaleza humana tenga este defecto justamente por divina justicia a causa del PECADO del primer hombre, y si él, por otra parte, si las cosas no fueran así, quisiera prescindir gustoso de este (defecto) según la voluntad divina, entonces andaría del todo bien y seguramente recibiría consuelo en su sufrimiento. Se piensa en esto cuando San Juan dice que la verdadera «luz resplandece en las tinieblas» (Juan 1,5) y cuando San Pablo afirma que «la virtud se realiza en la flaqueza» (2 Cor 12,9). Si el ladrón fuera capaz de sufrir la muerte verdadera, completa, pura, gustosa, voluntaria y alegremente por amor de la justicia divina en la cual y de acuerdo con la cual Dios y su justicia quieren que el malhechor sea muerto, sin duda sería salvado y bienaventurado. 279 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Ahora se puede conocer y comprender la mentalidad burda de la gente que por regla general se sorprende cuando ve que alguna persona buena está padeciendo dolores e infortunios, ocurriéndoseles a menudo la idea y el error de que esto sucede a causa de un PECADO oculto, y a veces dicen también: Ay, yo me imaginaba que esa persona era muy buena. ¿Cómo puede ser que padezca tamañas penas e infortunios mientras yo creía que no tenía defectos? Y yo estoy de acuerdo con ellos: Ciertamente, si fuera una pena real y si lo que sufren significara para ellos pena y desdicha, entonces no serían ni buenos ni libres de PECADO. Pero si son buenos, el sufrimiento no implica para ellos ni pena ni desdicha, sino que lo tienen por gran dicha y felicidad. «Bienaventurados» — dijo Dios, o sea la Verdad —, «son todos los que sufren a causa de la justicia» (Mat 5, 10). Por eso dice El Libro de la Sabiduría que «las almas de los justos están en manos de Dios. La gente necia se imagina y opina que mueren y perecen, pero están en paz» (Cfr Sab 31 s), (gozan) del deleite y de la bienaventuranza. En el pasaje donde escribe San Pablo que muchos santos padecían numerosas (y) grandes penas, dice (también) que el mundo no era digno de ello (Hebreos 11, 36 ss) Y, para quien la comprende bien, esta palabra tiene un triple sentido. Uno consiste en (el hecho de) que este mundo es indigno de la presencia de muchas personas buenas. El segundo significado es mejor, indica que la bondad de este mundo parece digna de desprecio y carece de valor; sólo Dios tiene valor (y), por lo tanto, ellos tienen valor para Dios y son dignos de Él. El tercer significado es en el que pienso ahora, y quiere decir que este mundo, o sea la gente que ama a este mundo, es indigna de sufrir penas e infortunios por amor de Dios. Por eso está escrito que los santos apóstoles se alegraban por haber sido dignos de sufrir ultrajes por el nombre de Dios (Hechos 5, 41). 325 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Dice un maestro: Cuando pienso en el hecho de que nuestra naturaleza está enaltecida por sobre las criaturas y sentada en el cielo por encima de los ángeles, siendo adorada por ellos, he de regocijarme en lo más íntimo de mi corazón, pues Jesucristo, mi querido Señor, me ha dado por propiedad todo cuanto Él posee en sí mismo. Él (=el maestro)2 dice también que el Padre con todo cuanto alguna vez le ha dado a su Hijo Jesucristo en su naturaleza humana, antes bien me miró a mí, amándome más a mí que a Él y dándomelo a mí antes que a Él. ¿Cómo es esto? Se lo dio por amor de mí porque me hacía falta. Por eso, con cuanto le dio, pensó también en mí y me lo dio al igual que a Él; no hago ninguna excepción de nada, ni de unión ni de santidad de la divinidad ni de cosa alguna. Todo cuanto, en algún momento, le dio a Él en (su) naturaleza humana, no me resulta ni más extraño ni más distante que a Él. Pues Dios no puede dar poca cosa; tiene que dar todo o nada. Su don es completamente simple y perfecto sin división, y no en el tiempo sino todo en la eternidad; y tenedlo por tan seguro como el hecho de que vivo: si hemos de recibir de Él en la manera señalada, debemos estar en la eternidad, elevados por encima del tiempo. En la eternidad todas las cosas están presentes. Lo que está por encima de mí, se me halla tan cerca y tan presente como aquello que tengo conmigo aquí; y allí recibiremos de Dios lo que Él nos ha destinado. Dios tampoco conoce nada fuera de sí, sino que su mirada sólo está dirigida hacia Él mismo. Lo que ve, lo ve todo en Él. Por eso, Dios no nos ve cuando estamos en PECADO. De ahí: Dios nos conoce en la medida en que estemos dentro de Él, es decir, en cuanto estemos sin PECADO. Y todas las obras hechas por Nuestro Señor en cualquier momento, me las ha dado a mí como propias en forma tal que son para mí no menos dignas de recompensa que mis propias obras que hago yo. Entonces, como toda su nobleza nos pertenece y se nos acerca en igual medida a mí como a Él ¿por qué no recibimos lo mismo? ¡Ah, comprendedlo! Si uno pretende recibir esa donación de modo que reciba ese bien en la misma medida, así como la naturaleza humana y universal que está igualmente cerca de todos los hombres, entonces — así como en la naturaleza humana no hay nada extraño ni cosa más lejana o más cercana —, así es necesario que tú te encuentres en unión con los hombres de manera equidistante, no más cerca de ti mismo que de otra persona. Has de amar y estimar y considerar a todos los hombres como iguales a ti mismo; lo que sucede a otro, sea malo o bueno, debe ser para ti como si te sucediera a ti mismo. 474 ECKHART: SERMONES: SERMÓN V a 3

Uno se encuentra con gente a la que gusta Dios de una manera, pero de otra no, y se empeñan en poseer a Dios sólo en una forma de devoción y en otra no. Lo dejo pasar, pero es todo un error. Quien ha de tomar a Dios de manera correcta, debe tomarlo de igual modo en todas las cosas, en (la) aflicción como en (el) bienestar, en (el) llanto como en (la) alegría; en todo debe ser el mismo para ti. Si tú no tienes devoción ni fervor, sin haberlo provocado por un PECADO mortal, y deseas tener devoción y fervor, y, si entonces crees que justamente por no tener devoción ni fervor, tampoco tienes a Dios (y) ello te da pena, precisamente esto es, en ese momento, (tu) devoción y fervor. Por lo tanto no debéis insistir en ningún modo, porque Dios no es en absoluto ni esto ni aquello. De ahí que aquellos que tomen a Dios de la manera descrita, proceden mal con Él. Toman el modo, pero no a Dios. Por ende recordad esta palabra: Debéis pensar puramente en Dios y buscarlo a Él. Cualquiera que sea luego el modo resultante, ¡contentaos con él! Pues vuestra intención ha de estar dirigida puramente hacia Dios y a ninguna otra cosa. (Luego) estará bien lo que os guste o no os guste, y sabed que otra cosa estaría completamente mal. Quienes pretenden tener muchos modos, empujan a Dios por debajo de un banco. Ya sean llantos o suspiros o muchas otras cosas por el estilo: todo esto no es Dios. Si os sucede, aceptadlo y contentaos; si no sucede, contentaos lo mismo y tomad lo que Dios os quiere dar en ese momento y conservad siempre un humilde aniquilamiento y el rebajamiento (de vosotros mismos). Y en todo momento ha de pareceros que sois indignos de (recibir) cualquier bien que Dios podría haceros si quisiera. Así hemos interpretado pues, la palabra escrita por San Juan: «En esto se nos ha manifestado a nosotros el amor de Dios». Si fuéramos así, este bien se manifestaría dentro de nosotros. La culpa de que esté escondido para nosotros no la tiene nadie más que nosotros. Somos la causa de todos nuestros impedimentos. Cuídate de ti mismo y te has cuidado bien. Y si resulta que no queremos tomarlo, Él nos ha escogido para ello, (sin embargo). Si no lo tomamos, habremos de arrepentimos y sufriremos gran reprimenda. La culpa de que no lleguemos adonde, se recibe este bien, no la tiene Él, sino nosotros. 478 ECKHART: SERMONES: SERMÓN V a 3

Dice un maestro: La obra suprema que Dios ha obrado siempre en todas las criaturas es la misericordia. Lo más secreto y escondido (y) aun aquello que haya obrado alguna vez en los ángeles, es elevado a la misericordia, a la obra (de la) misericordia como es en sí misma y como es en Dios. Cualquiera (sea) la cosa que obre Dios, el primer efluvio violento lo constituye (siempre) la misericordia, (y) no (se trata de) esa con la que le perdona al hombre su PECADO o por la cual un hombre se compadece de otro; (el maestro) quiere decir más bien: La obra suprema que hace Dios, es misericordia. Dice un maestro: La obra de la misericordia tiene tal parentesco con Dios que (la) verdad y (la) riqueza y (la) bondad, si bien designan a Dios — aun cuando una de éstas lo designe más que otra — la misericordia es, no obstante, la obra suprema de Dios y significa que Dios coloca al alma en lo más elevado y acendrado que ella es capaz de recibir: (a saber) en la extensión, en el mar, en un mar insondable: allí opera Dios la misericordia. Por eso dijo el profeta: «Dios, apiádate del pueblo que está en ti». 530 ECKHART: SERMONES: SERMÓN VII 3

Dije una vez aquí3 — todavía no hace mucho —: Quien ama la justicia, de éste cuida la justicia y es abrazado por la justicia y es la justicia. Algún día anoté en mi libro: El hombre justo no sirve ni a Dios ni a las criaturas ya que es libre; y cuanto más cerca se halla de la justicia, tanto más llega a ser la libertad él mismo y tanto más es él la libertad. Todo lo creado, en cuanto tal, no es libre. Mientras hay una cosa cualquiera por encima de mí, que no es Dios mismo, me oprime por pequeña que sea o cualquiera que sea su índole; aunque fueran (el) entendimiento y (el) amor; en cuanto cosa creada, y no Dios mismo, me oprime porque no es libre. El hombre injusto le sirve a la verdad, gústele o displázcale, y le sirve a todo el mundo y a todas las criaturas y es un siervo del PECADO. 917 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXVIII 3

La segunda es la potencia tendente hacia arriba; su obra por excelencia es el tender hacia arriba. Así como es propio del ojo ver figuras y colores, y del oído oír dulces sonidos y voces, así es acción propia del alma tender ininterrumpidamente hacia arriba con esta potencia; mas, si mira a un lado, cae víctima del orgullo, lo cual es un PECADO. No soporta que haya algo por encima de ella. Creo que ni siquiera puede soportar que Dios se encuentre por encima de ella; cuando Él no se halla dentro de ella, y cuando no las pasa tan bien como Él mismo, no puede descansar nunca. En esta potencia Dios es aprehendido dentro del alma en cuanto sea posible a la criatura, y en este sentido se habla de la esperanza que es también una virtud teologal. En ella, el alma tiene tan grande confianza en Dios que le parece que Dios no tiene nada en todo su ser que no le sea posible recibir. Dice el señor Salomón que «el agua hurtada es más dulce» que otra (Prov 9, 17). Y afirma San Agustín: Me resultaban más dulces las peras que robaba que las que me compraba mi madre; justamente porque me estaban prohibidas y vedadas. Así también le resulta más dulce al alma esa gracia que ella conquista con especial sabiduría y empeño antes que aquella que es común a todo el mundo. 979 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXII 3

La tercera potencia es la voluntad interior que, cual rostro, siempre está vuelta hacia Dios en la voluntad divina y dentro de sí recoge de Dios el amor. Ahí Dios es conducido a través del alma, y el alma es conducida a través de Dios; y esto se llama un amor divino y es también una virtud teologal. (La) bienaventuranza divina reside en tres cosas: precisamente en (el) conocimiento con el cual Él se conoce íntegramente, en segundo término, en (la) libertad de modo que permanece incomprendido e incoercible para toda su creación y (finalmente), en la completa suficiencia con la cual es suficiente para Él mismo y para toda criatura. Pues, la perfección del alma reside también en lo siguiente: en (el) conocimiento y en (la) comprensión de que Dios la ha aprehendido, y en (la) unión con el amor cabal. ¿Queremos saber qué es el PECADO? Volver la espalda a la bienaventuranza y a la virtud, de esto proviene cualquier PECADO. Esos senderos los debe mirar toda alma bienaventurada. Por eso «no teme el invierno porque su servidumbre lleva puesta, también, vestimenta doble», como dice de ella (Isabel) la Escritura. Estaba vestida de fortaleza para resistir a toda imperfección, y adornada con la verdad (Prov 31, 25 a 26). Esta mujer, hacia fuera, ante el mundo, gozaba de riquezas y honores, mas en su fuero íntimo adoraba (la) verdadera pobreza. Y cuando le faltaba el consuelo externo, se refugiaba con Aquel con quien se refugian todas las criaturas, y ella despreciaba al mundo y a sí misma. Así consiguió superarse a sí misma y despreciaba que la despreciaran, de modo que ya no se preocupaba por ello ni renunciaba a su perfección. Con el corazón puro anhelaba que se le permitiera lavar y cuidar a personas enfermas y sucias. 980 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXII 3

Si el hombre poseyera todo el mundo, debería, sin embargo, pensar que era pobre y extender siempre la mano hacia la puerta de Dios, Nuestro Señor, pidiendo como limosna la gracia de Nuestro Señor, porque la gracia convierte a los (hombres) en hijos de Dios. Por eso dice David: «Señor, todo mi anhelo está delante de ti y detrás de ti» (Salmo 37, 10). San Pablo afirma: «Todo lo tengo por basura a fin de ganar a Nuestro Señor Jesucristo» (Cfr Filipenses 3, 8). Es imposible que alma alguna esté sin PECADO, a no ser que la gracia divina caiga en ella. Es obra de la gracia hacer al alma ágil y dócil para (llevar a cabo) todas las obras divinas, porque la gracia brota de la fuente divina y es un signo de Dios y tiene el mismo sabor que Dios y asemeja el alma a Dios. Cuando esta misma gracia y este sabor se vuelcan en la voluntad, se habla de amor; y cuando la gracia y el sabor se vuelcan en el entendimiento, se lo llama luz de la fe; y cuando esta misma gracia y el sabor se vuelcan en la «iracunda», o sea, la fuerza ascendente, entonces se lo llama esperanza. Tienen el nombre de virtudes teologales porque operan una obra divina en el alma, así como en la fuerza del sol se puede reconocer que realiza obras vivas en la tierra ya que vivifica todas las cosas y las conserva en su ser. Si pereciera la luz, perecerían todas las cosas, (volviendo a su estado anterior) cuando aún no existían. Lo mismo sucede en el alma: donde hay gracia y amor, le resulta fácil al hombre hacer todas las obras divinas, y es segura señal de que allí donde le resulta difícil al hombre hacer obras divinas, no reside la gracia. Por eso dice un maestro: No juzgo a las personas que usan vestimenta buena o comen bien, con tal de que tengan amor. Tampoco me considero más grande cuando llevo una vida dura que cuando compruebo que tengo más amor. Es una gran necedad que algunas personas ayunan y rezan mucho y hacen grandes obras y se mantienen solas todo el tiempo, (pero) no corrigen su comportamiento y están inquietas y son iracundas. Deberían examinar dónde se ven con más flaquezas, y en este punto deberían afanarse por superarlo. Cuando tienen la conducta bien ordenada, cualquier cosa que hagan, es agradable a Dios. 991 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXIII 3

Ahora nos referiremos en otro sentido a los «dos hijos» del entendimiento. Uno es (la) posibilidad (= el entendimiento posible), el otro es (la) actividad (= el entendimiento activo)4. Resulta que un maestro pagano dice: «El alma tiene en esta potencia (= el entendimiento posible) la capacidad de llegar a ser espiritualmente todas las cosas». En la fuerza operante se parece al Padre y obra todas las cosas con destino a un nuevo ser. Dios hubiera querido imprimirle la naturaleza de todas las criaturas; pero ella no existía antes que el mundo. Antes de que este mundo fuera creado en sí mismo, Dios había creado todo este mundo espiritualmente en cada uno de los ángeles. El ángel posee dos conocimientos. Uno es una luz matutina, el otro una luz vespertina. La luz matutina consiste en que el (ángel) ve todas las cosas en Dios. La luz vespertina consiste en que ve todas las cosas a su luz natural. Si él saliera, introduciéndose en las cosas, se haría de noche. Pero resulta que él se mantiene adentro (en la luz) y por eso se la llama luz vespertina. Decimos que los ángeles se alegran cuando el hombre hace una buena obra. Nuestros maestros preguntan si los ángeles se entristecen cuando el hombre comete un PECADO. Nosotros decimos: ¡No!, porque ellos miran la justicia de Dios y ahí perciben con su mirada las cosas tales como son en Dios. Por ello no se pueden entristecer. Ahora bien, (el) entendimiento, en cuanto potencia posible, se parece a la luz natural de los ángeles, que es la luz vespertina. Con la fuerza operante levanta todas las cosas hasta Dios y es todas las cosas a la luz matutina. 1047 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXVII 3

«Ave», esto quiere decir, «sin dolor». Quien se abstiene de las criaturas, se halla «sin dolor» y sin infierno, y quien es y tiene criatura en un grado mínimo, tiene un mínimo de dolor. He dicho algunas veces: Quien posee lo menos del mundo, lo posee en grado máximo. A nadie el mundo le pertenece tanto como a aquel que ha dejado a todo el mundo. ¿Sabéis por qué razón Dios es Dios? Dios es Dios porque carece de criatura. Él nunca se nombró en el tiempo. En el tiempo hay criaturas y PECADO y muerte. En cierto sentido éstos tienen un parentesco, y como el alma ahí se ha escapado del tiempo, no hay (en esa situación) ni dolor ni pena; ahí hasta el infortunio se le convierte en alegría. Todo cuanto se puede imaginar jamás de placer y de alegría, de deleite y de cosas dignas de ser amadas, si se lo compara con el deleite inherente a ese nacimiento, no es alegría. 1067 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXVIII 3

El justo no intenta (conseguir) nada con sus obras; pues, quienes intentan (conseguir) algo con sus obras o también aquellos que obran a causa de un porqué, son siervos y mercenarios. Por eso, si quieres ser in-formado en la justicia y transformado en su imagen, no pretendas nada con tus obras y no te construyas ningún porqué, ni en (el) siglo ni en (la) eternidad ni (con miras) a una recompensa o a la bienaventuranza o a esto o a aquello; porque semejantes obras de veras están todas muertas. Ah sí, aun cuando configuras en tu interior la imagen de Dios, todas las obras que hagas con esa finalidad, están muertas, y las buenas obras las echas a perder. Y no sólo echas a perder las buenas obras, sino que cometes también un PECADO; pues procedes exactamente como un jardinero que debía plantar un jardín y luego talaba los árboles y, para colmo, reclamaba su paga. De la misma manera echas a perder las obras buenas. Por eso, si quieres vivir y aspiras a que vivan tus obras, debes estar muerto y aniquilado para todas las cosas. Es propio de la criatura hacer algo de algo; mas, es propio de Dios hacer algo de nada. Por eso, si Dios ha de hacer algo en tu interior o contigo, debes haberte aniquilado antes. Y por ende, entra en tu propio fondo y obra ahí; y las obras que haces ahí, serán todas vivas. Y por eso dice (= el sabio): «El justo vive». Porque obra por ser justo y sus obras viven. 1080 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXIX 3

El otro (significado se ve) cuando afirma que la «ciudad» es «santa». San Dionisio dice que (la) «santidad es pureza total, libertad y perfección». (La) pureza reside en que el hombre se halla apartado de los PECADOs; este hecho libera al alma. El deleite y la alegría máximos que existen en el cielo, se constituyen en (la) semejanza; y si Dios entrara en el alma y ella no fuera semejante a Él, ese hecho la atormentaría, pues San Juan dice: «Quien comete el PECADO, es siervo del PECADO» (Juan 8, 34). Podemos afirmar de los ángeles y de los santos que son perfectos, pero de los santos no en sentido pleno, ya que todavía abrigan amor a sus cuerpos que yacen aún en cenizas; solamente en Dios hay completa perfección. Me sorprende que San Juan alguna vez haya osado decir que existen tres personas (divinas) a no ser que lo haya visto en el espíritu: cómo el Padre, con toda perfección, se vierte en el Hijo en el nacimiento, y se vierte con bondad en el Espíritu Santo como en (un flujo de) amor. 1380 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LVII 3

En segundo término: «santidad» significa «aquello que ha sido tomado de la tierra». Dios es un algo y un ser puro, y el PECADO es (la) nada y aleja de Dios. Dios creó a los ángeles y al alma de acuerdo con un algo, quiere decir, de acuerdo con Dios (= a su imagen). El alma fue creada como a la sombra del ángel y, sin embargo, ellos comparten una naturaleza común y todas las cosas corpóreas fueron creadas de acuerdo con (la) nada y distanciadas de Dios. El alma, por el hecho de que se derrama sobre el cuerpo, es oscurecida y hace falta que, junto con el cuerpo, sea elevada nuevamente hacia Dios. Cuando el alma está libre de las cosas terrestres, entonces es «santa». Mientras Zaqueo se hallaba al nivel de la tierra, no podía ver a Nuestro Señor (Cfr Lucas 19, 2 a 4). San Agustín dice: «Si el hombre desea volverse puro, que deje las cosas terrestres». Ya he dicho varias veces que el alma no puede volverse pura si no es empujada otra vez a su pureza primigenia, tal como Dios la creó; del mismo modo, que no se puede hacer oro del cobre que se afina por el fuego dos o tres veces, a no ser que uno lo haga retroceder a su naturaleza primigenia. Porque todas las cosas que se derriten por el calor o se endurecen por el frío, tienen una naturaleza totalmente acuosa. Por lo tanto, hay que hacerlas retroceder del todo al agua, privándolas por completo de la naturaleza en que se encuentran en este momento; de tal manera, el cielo y el arte prestan auxilio para que (el cobre) sea transformado íntegramente en oro. Es cierto que (el) hierro se compara con (la) plata, y (el) cobre con (el) oro: (pero) cuanto más se lo compara (el uno con el otro), sin privarlo (de su naturaleza), tanto mayor es la equivocación. Lo mismo sucede con el alma. Es fácil señalar las virtudes o hablar de ellas; pero, para poseerlas en verdad, son muy raras. 1381 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LVII 3

En tercer término dice que esa «ciudad» es «nueva». «Nuevo» se llama aquello que no está ejercitado o se halla cerca de su comienzo. Dios es nuestro comienzo. Cuando estamos unidos a Él, nos tornamos «nuevos». Alguna gente, por necia, se imagina que Dios habría hecho eternamente, o retenido en Él mismo, las cosas que vemos ahora, y que las dejaría salir a luz en el tiempo. Debemos entender que la obra divina no implica trabajo, según quiero explicaros: Yo estoy parado aquí, y si hubiera estado parado aquí hace treinta años, y si mi rostro hubiese estado desembozado sin que nadie lo hubiera visto, yo habría estado aquí lo mismo. Y si se tuviera a mano un espejo y lo colocaran delante de mí, mi rostro se proyectaría y configuraría en él sin trabajo mío; y si ello hubiera sucedido ayer, sería nuevo, y otra vez, (si fuera) hoy, sería más nuevo todavía, y lo mismo luego de treinta años o en la eternidad, sería (nuevo) eternamente; y si hubiera miles de espejos, sería sin trabajo mío. Así (también) Dios contiene en sí, eternamente, todas las imágenes, (y esto) no como alma o como cualquier criatura, sino como Dios. En Él no hay nada nuevo ni imagen alguna, sino que — tal como he dicho del espejo — en nosotros es tanto nuevo como eterno. Cuando el cuerpo está preparado, Dios le infunde el alma y la forma de acuerdo con el cuerpo, y ella tiene semejanza con él y a causa de esta semejanza, amor (por él). Por eso no existe nadie que no se ame a sí mismo; se engañan a sí mismos quienes se imaginan que no se quieren a sí mismos. Deberían odiarse y (ya) no podrían existir. Debemos amar correctamente las cosas que nos conducen a Dios; sólo esto es amor junto con el amor divino. Si mi amor se cifrara en atravesar el mar, y me gustara tener un barco, ello sería tan sólo porque desearía estar allende el mar; y cuando hubiera logrado cruzar el mar, el barco ya no me haría falta. Dice Platón: Qué es lo que es Dios, no lo sé — y quiere decir: El alma, mientras se encuentra en el cuerpo, no puede conocer a Dios — pero lo que no es, lo sé bien, como se puede observar en el sol cuyo brillo no lo puede aguantar nadie, a no ser que primero sea envuelto en el aire y que luego alumbre así la tierra. San Dionisio dice: «Si la luz divina ha de alumbrar mi fuero íntimo, tiene que estar insertada (en él) tal como está insertada mi alma (en el cuerpo). Él dice también: La luz divina aparece en cinco clases de personas. Las primeras no la recogen. Son como los animales, incapaces de recibir, como se puede ver en un símil. Si me acercara al agua y ésta estuviera revuelta y turbia, no podría ver en ella mi cara a causa del desnivel (de la superficie del agua)… A los segundos se les hace visible sólo un poco de luz, como (por ejemplo) el destello de una espada cuando alguien la está forjando… Los terceros reciben más (de la luz divina), (algo así) como un fuerte destello que ora es luz y ora oscuridad; son todos aquellos que reniegan de la luz divina, (cayendo) en PECADO… Los cuartos reciben más todavía de ella; pero a veces los elude (Dios con su luz), sólo para incitarlos y ampliar sus anhelos. Es cierto, si alguien quisiera llenar el regazo de cada uno de nosotros, cada cual ensancharía su regazo para poder recibir mucho. Agustín: Quien quiere recibir mucho, que amplíe su anhelo… Los quintos reciben una gran luz, como si fuera de día, y, sin embargo, es como si se hubiera colado por una fisura. Por eso dice el alma en El Libro de Amor: «Mi amado me ha mirado a través de una fisura; (y) su rostro era agraciado» (Cfr Cantar de los Cant 2, 9 y 14). Por ello dice también San Agustín: «Señor, tú das a veces una dulzura tan grande que, si ella se hiciera completa (y) esto no fuera el reino de los cielos, yo no sabría qué es el reino de los cielos». Un maestro dice: Quien quiere conocer a Dios sin estar adornado con obras divinas, será echado atrás hacia las cosas malas. Mas ¿no hace falta ningún medio para conocer a Dios por completo?… Ah sí, de esto habla el alma en El Libro de Amor: «Mi amado me miraba a través de una ventana» (Cantar de los Cant 2, 9) — esto quiere decir: sin impedimento —, «y yo lo percibía, estaba parado cerca de la pared» — esto quiere decir: cerca del cuerpo que es decrépito —, y dijo: «¡Ábreme, amiga mía!» (Cantar 5, 2), esto quiere decir: Ella me pertenece por completo en el amor porque «Él es para mí, y yo soy sólo para él» (Cfr Cant 2, 16); «paloma mía» (Cantar 2, 14) — esto quiere decir: simple en el anhelo —, «hermosa mía» — esto quiere decir: en las obras —, «¡Levántate rápido y ven hacia mí! El frío ha pasado» (Cfr Cantar 2, 10 y 11) por el cual mueren todas las cosas; por otra parte, todas las cosas viven por el calor. «Ha desaparecido la lluvia» (Cantar 2, 11) —ésta es la concupiscencia de las cosas perecederas —. «Las flores han brotado en nuestra tierra» (Cantar 2, 12) — las flores son el fruto de la vida eterna —. «¡Vete, aquilón» que resecas! (Cantar 4, 16) — con ello Dios le manda a la tentación que ya no estorbe al alma —. «¡Ven, auster y sopla por mi jardín para que mis aromas se desparramen!» (Cfr Cantar 4, 16) — con ello Dios le ordena a toda la perfección que se adentre en el alma. 1382 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LVII 3