Allí donde el hombre, en obediencia, sale de su yo y se deshace de lo suyo, justamente allí Dios, a su vez, debe entrar por fuerza; pues cuando alguien no quiere nada para sí, Dios tiene que querer en su lugar, de la misma manera que para Él mismo. Cuando me he desasido de mi voluntad (poniéndola) en MANOS de mi prelado, y cuando no quiero nada para mí mismo, entonces Dios debe querer en mi lugar y si, al hacerlo, descuida alguna cosa para mí, la descuida al mismo tiempo para Él mismo. Así sucede con todas las cosas: donde yo no quiero nada para mí, Dios quiere en mi lugar. Ahora ¡presta atención! ¿Qué es lo que Él quiere para mí si yo no quiero nada para mí? En todo aquello en que yo me despojo de mi yo, Él debe querer forzosamente todo cuanto quiere para sí mismo, ni más ni menos; y del mismo modo que lo quiere para Él. Y si Dios no lo hiciera — por la verdad que es Dios — Dios no sería justo ni sería Dios, lo cual es su ser natural. 15 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 1.
Ahora se puede conocer y comprender la mentalidad burda de la gente que por regla general se sorprende cuando ve que alguna persona buena está padeciendo dolores e infortunios, ocurriéndoseles a menudo la idea y el error de que esto sucede a causa de un pecado oculto, y a veces dicen también: Ay, yo me imaginaba que esa persona era muy buena. ¿Cómo puede ser que padezca tamañas penas e infortunios mientras yo creía que no tenía defectos? Y yo estoy de acuerdo con ellos: Ciertamente, si fuera una pena real y si lo que sufren significara para ellos pena y desdicha, entonces no serían ni buenos ni libres de pecado. Pero si son buenos, el sufrimiento no implica para ellos ni pena ni desdicha, sino que lo tienen por gran dicha y felicidad. «Bienaventurados» — dijo Dios, o sea la Verdad —, «son todos los que sufren a causa de la justicia» (Mat 5, 10). Por eso dice El Libro de la Sabiduría que «las almas de los justos están en MANOS de Dios. La gente necia se imagina y opina que mueren y perecen, pero están en paz» (Cfr Sab 31 s), (gozan) del deleite y de la bienaventuranza. En el pasaje donde escribe San Pablo que muchos santos padecían numerosas (y) grandes penas, dice (también) que el mundo no era digno de ello (Hebreos 11, 36 ss) Y, para quien la comprende bien, esta palabra tiene un triple sentido. Uno consiste en (el hecho de) que este mundo es indigno de la presencia de muchas personas buenas. El segundo significado es mejor, indica que la bondad de este mundo parece digna de desprecio y carece de valor; sólo Dios tiene valor (y), por lo tanto, ellos tienen valor para Dios y son dignos de Él. El tercer significado es en el que pienso ahora, y quiere decir que este mundo, o sea la gente que ama a este mundo, es indigna de sufrir penas e infortunios por amor de Dios. Por eso está escrito que los santos apóstoles se alegraban por haber sido dignos de sufrir ultrajes por el nombre de Dios (Hechos 5, 41). 325 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
Cuando Pedro, gracias al poder de Dios sumo, Altísimo, había sido liberado de los vínculos de su cautiverio, dijo: «Ahora sé verdaderamente que Dios me ha enviado su ángel y me ha salvado del poder de Herodes y de las MANOS de los enemigos» (Hechos 12, 11; cfr. también Salmo 17, 1). 442 ECKHART: SERMONES: SERMÓN III 3
El hombre que se conserva así apegado al amor de Dios, debe haber muerto para sí mismo y para todas las cosas creadas, de modo tal que se fija tan poco en sí mismo como en alguien (que se encuentra) a más de mil millas de distancia. Semejante hombre permanece en la igualdad y permanece en la unidad y permanece completamente igual: dentro de él no cabe ninguna desigualdad. Este hombre debe haberse desasido de sí mismo y de todo este mundo. Si hubiera un ser humano a quien perteneciera todo este mundo y él lo dejara por amor de Dios tan desnudo como lo había recibido, a semejante (hombre) Nuestro Señor le devolvería todo este mundo y le daría también la vida eterna. Y si hubiera otra persona que no poseyera nada más que una buena voluntad y él pensara: Señor, si este mundo fuera mío y si tuviera otro más y otro tercero — serían tres en total — y si él expresara el deseo: Señor, voy a desasirme de éstos y de mí mismo con la misma desnudez con que los he recibido de ti, a tal hombre Dios le daría exactamente lo mismo que si lo hubiera ofrecido todo con sus MANOS. Otro hombre (empero) que no poseyera nada, ni corpóreo ni espiritual, para renunciar ,a ello u ofrecerlo, éste habría renunciado a más que ningún otro. Quien renunciara a sí mismo del todo por un instante, a éste se le daría todo. Si, en cambio, un hombre se hubiera desasido durante veinte años y volviera a agarrarse a sí mismo por un solo instante, entonces resultaría que nunca se había desasido. El hombre que ha renunciado y está desasido y que nunca jamás por un solo instante mira aquello a que ha renunciado, y que persevera, inmóvil, en sí mismo e inmutable, sólo este hombre se halla desasido. 621 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XII 3