malo

Lo bueno no es menos poderoso para el bien que lo MALO para el mal. ¡Recuerda!: aunque yo no hiciera nunca ninguna obra mala, pero tuviera la voluntad de (obrar) el mal, yo habría caído en pecado como si hubiese ejecutado la acción; y con la voluntad decidida yo podría cometer un pecado tan grande como si hubiera matado todo el mundo sin haber ejecutado jamás la acción. ¿Por qué la buena voluntad no podría lograr lo mismo? ¡De hecho, (puede hacer) mucho e incomparablemente más! 79 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 10.

Exactamente lo mismo digo de la virtud: ella tiene la obra interior que es una tendencia e inclinación hacia todo bien y una huida y resistencia con respecto a todo cuanto es MALO y dañino, desigual a la bondad y a Dios. Y cuanto peor y desemejante a Dios es la obra, tanto mayor es la resistencia; y cuanto más grande y semejante a Dios es la obra, tanto más fácil, voluntaria y placentera le resulta su obra (a la virtud). Y todo su lamento y pena — en cuanto le sea posible sufrir pena — residen en que este sufrimiento por amor de Dios y toda la obra exterior en este tiempo sean demasiado pequeños de modo que ella no puede revelarse del todo ni demostrarse cabalmente ni plasmar su imagen en ellos. En el ejercicio se fortalece y se enriquece gracias a (su) generosidad. No querría haber sufrido y haber superado la pena y el sufrimiento; quiere y querría sufrir en todo momento, sin interrupción, por amor de Dios y por hacer el bien. Por amor de Dios toda su felicidad reside en el sufrimiento (y) no en el haber-sufrido. Y por eso dice Nuestro Señor y ello es muy digno de consideración: «Bienaventurados son los que sufren a causa de la justicia» (Mateo 5, 10). No dice: «los que han sufrido». Semejante hombre odia el haber-sufrido pues el haber-sufrido no es el sufrimiento amado por él; lo único que ama es una superación y una pérdida del sufrimiento por amor de Dios. Y por eso digo que semejante hombre odia también el sufrir-en-el-futuro, porque tampoco es sufrimiento. Sin embargo, odia menos el sufrir-en-el-futuro que el haber-sufrido, porque este último se halla más lejos del sufrimiento y se le asemeja menos ya que pasó del todo. Pero si va a sufrir, este hecho no lo priva completamente del sufrimiento amado por él. 297 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Además, hay que saber también que en la naturaleza la impresión y la influencia de la naturaleza suprema y más elevada, le resultan a cualquier persona más deliciosas y placenteras que su propia naturaleza y ser. El agua corre, por su propia naturaleza, hacia abajo, hacia el valle y en esto reside también su idiosincrasia. Mas, bajo la impresión e influencia de la luna arriba en el cielo, reniega y se olvida de su propia naturaleza y fluye cuesta arriba hacia lo alto y este flujo hacia arriba le resulta más fácil que el flujo hacia abajo. El hombre ha de saber si está bien encaminado por lo siguiente: si constituye para él un motivo de deleite y alegría dejar su voluntad natural y renegar de ella y desasirse por completo en cuanto a todo aquello que el hombre debe sufrir según la voluntad de Dios. Y a esto se refiere, en acertado sentido, Nuestro Señor cuando dijo: «Quien quiere llegar hacia mí, debe desasirse de sí y negarse a sí mismo y ha de levantar su cruz» (Mateo 16, 24), esto es: se ha de despojar y desasir de todo cuanto es cruz y sufrimiento. Pues seguramente, quien se hubiera negado a sí mismo y hubiera abandonado del todo su propio yo, a éste nada le resultaría ni cruz ni pena ni sufrimiento; todo constituiría para él un deleite, una alegría, un placer entrañable, y este (hombre) acudiría a Dios y lo seguiría de veras. Pues, así como nada puede entristecer ni apenar a Dios, tampoco existe cosa alguna que pueda preocupar o apenar a semejante hombre. Por consiguiente, cuando dice Nuestro Señor: «Quien quiere llegar hacia mí, niéguese a sí mismo y levante su cruz y sígame», no se trata tan sólo de un mandamiento, como se dice y cree comúnmente; antes bien, es una promesa y una enseñanza divina relativa a cómo, para el hombre, todo su sufrimiento, toda su actuación, toda su vida, llegan a ser deliciosas y alegres, y antes que un mandamiento es una recompensa. Porque un hombre de tal carácter posee todo cuanto quiere y no quiere nada MALO y ésta es (la) bienaventuranza. También por eso dice bien Nuestro Señor: «Bienaventurados son los que sufren ‘por la justicia» (Mateo 5, 10). 305 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Leemos en el Libro de los Reyes que alguien maldecía al rey David y lo hacía objeto de graves improperios. Entonces dijo uno de los amigos de David que querría matar a ese perro MALO. Mas el rey dijo: ¡No! porque acaso Dios quiere hacer lo que es mejor para mí y lo hará por medio de estos improperios (2 Samuel 16, 5 ss) 331 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 3

Debe saberse además, que San Jerónimo dice, y también los maestros en general lo hacen, que todo hombre, desde el comienzo de su existencia humana, tiene un espíritu bueno, (o sea) un ángel y un espíritu MALO, (o sea) un diablo. El ángel bueno da consejos empujando continuamente hacia aquello que es bueno, que es divino, que es virtud y celestial y eterno. El espíritu MALO aconseja al hombre empujándolo siempre hacia aquello que es temporal y perecedero, y que es vicioso, MALO y diabólico. Este mismo espíritu maligno charla continuamente con el hombre exterior y por intermedio de él persigue en secreto (y) en todo momento al hombre interior, de la misma manera que la serpiente charlaba con la señora Eva y por intermedio de ella con Adán, su marido. (Cfr Génesis 3, 1 ss). El hombre interior, éste es Adán. El varón en el alma es el árbol bueno que da sin cesar frutos buenos y del cual habla también nuestro Señor (Cfr Mateo 7, 17). Es también el campo en donde Dios ha sembrado su imagen y semejanza, y donde siembra la buena semilla, la raíz de toda sabiduría, de todas las artes, de todas las virtudes, de toda bondad, (o sea la) semilla de la divina naturaleza (2 Pedro 1, 4). Semilla de divina naturaleza, esto es el Hijo de Dios, la Palabra de Dios (Lucas 8, 11). 350 ECKHART: TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3

El hombre exterior, éste es el hombre hostil y MALO que sembraba y arrojaba encima la cizaña (Cfr Mateo 13, 24 ss). De él dice San Pablo: Encuentro en mí una cosa que me estorba y que está en contra de lo que manda Dios y de lo que aconseja Dios y de lo que ha hablado Dios y todavía sigue hablando en lo más elevado, o sea, en el fondo de mi alma (Cfr Romanos 7, 23). Y en otra parte dice lamentándose: «¡Oh, desdichado de mí! ¿Quién me librará de esta carne y de este cuerpo de muerte?» (Romanos 7, 24). Y en otra parte vuelve a decir que el espíritu del hombre y su carne siempre se hacen la guerra. La carne aconseja (entregarse a) vicios y malicias; el espíritu aconseja (que se tenga) amor de Dios, alegría, paz y toda virtud (Cfr Gal 5, 17 ss). Quien le obedece al espíritu y vive de acuerdo con su consejo, a éste le pertenece la vida eterna (Cfr Galat 6, 8). El hombre interior es aquel de quien dice Nuestro Señor que «un hombre noble marchó a un país lejano para conquistarse un reino». Éste es el árbol bueno del cual dice Nuestro Señor que siempre da frutos buenos y nunca MALOs, porque quiere (la) bondad y se inclina hacia (la) bondad tal como flota (concentrada) en sí misma sin hallarse afectada por esto o aquello. El hombre exterior es el árbol MALO que nunca es capaz de dar frutos buenos (Mateo 7, 18). 351 ECKHART: TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3

Con respecto a la nobleza del hombre interior, (o sea) el espíritu, y a la futilidad del hombre exterior, (o sea) la carne, dicen también los maestros paganos Tulio y Séneca que, a ninguna alma racional le falta Dios; (la) semilla de Dios está dentro de nosotros. Si el labrador fuera bueno, sabio e industrioso, la semilla se desarrollaría en proporción y crecería hacia Dios a quien pertenece, y el fruto se asemejaría a la naturaleza divina. La semilla de un peral crece para (ser) peral, la del nogal para (ser) nogal, y la semilla de Dios para (ser) Dios (Cfr 1 Juan 3, 9). Pero si la semilla buena tiene un labrador tonto y MALO, entonces crece la cizaña y encubre y desplaza la semilla buena de modo que no puede ni salir a luz ni crecer. Orígenes, un gran maestro, dice sin embargo: Como Dios mismo sembró y colocó y engendró esta semilla, si bien es posible que sea cubierta y escondida, nunca podrá ser exterminada ni ahogada en sí misma; echa llamas y brilla, alumbra y arde y se inclina sin cesar hacia Dios. 352 ECKHART: TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3

He mencionado, además, que Nuestro Señor dijo a la gente que vendía palomas: «¡Quitad esto de aquí, sacadlo!» A esas personas no las expulsó ni las increpó mucho, sino que dijo muy amigablemente: «¡Quitad esto de aquí!», como si hubiera querido decir: Esto, si bien no es MALO, trae obstáculos para la verdad pura. Esas personas son todas personas buenas que hacen sus obras exclusivamente por amor de Dios y no buscan en ellas nada de lo suyo, pero las hacen con apego al propio yo, al tiempo y al número, al antes y al después. (Entonces) esas obras les impiden (alcanzar) la verdad óptima es decir, que deberían ser libres y desasidos tal como Nuestro Señor Jesucristo es libre y desasido y, en todo momento, se recibe como nuevo de su Padre celestial, sin cesar y en forma atemporal, y al mismo instante y sin cesar renace otra vez (y) del todo, con loa agradecida, en la majestad paterna, con dignidad igual (a la del Padre). De la misma manera debería comportarse el hombre que querría hacerse susceptible de la verdad suma y vivir en ella sin «antes» ni «después», y sin que se lo impidieran todas las obras y todas aquellas imágenes de las que en algún momento ha tenido conciencia, de modo que volvería a recibir en este instante y con absoluta libertad el don divino y lo haría renacer en Nuestro Señor Jesucristo sin trabas (y) a esa misma luz, con loa agradecida. De este modo, las palomas habrían desaparecido, es decir, los obstáculos y el apego al yo en todas esas obras, buenas por lo demás, con las cuales el hombre no busca lo suyo. Por eso dijo Nuestro Señor muy amigablemente: «¡Quitad esto de aquí, sacadlo!», como si hubiera querido decir: Está bien, pero trae obstáculos. 409 ECKHART: SERMONES: SERMÓN I 3

Dice un maestro: Cuando pienso en el hecho de que nuestra naturaleza está enaltecida por sobre las criaturas y sentada en el cielo por encima de los ángeles, siendo adorada por ellos, he de regocijarme en lo más íntimo de mi corazón, pues Jesucristo, mi querido Señor, me ha dado por propiedad todo cuanto Él posee en sí mismo. Él (=el maestro)2 dice también que el Padre con todo cuanto alguna vez le ha dado a su Hijo Jesucristo en su naturaleza humana, antes bien me miró a mí, amándome más a mí que a Él y dándomelo a mí antes que a Él. ¿Cómo es esto? Se lo dio por amor de mí porque me hacía falta. Por eso, con cuanto le dio, pensó también en mí y me lo dio al igual que a Él; no hago ninguna excepción de nada, ni de unión ni de santidad de la divinidad ni de cosa alguna. Todo cuanto, en algún momento, le dio a Él en (su) naturaleza humana, no me resulta ni más extraño ni más distante que a Él. Pues Dios no puede dar poca cosa; tiene que dar todo o nada. Su don es completamente simple y perfecto sin división, y no en el tiempo sino todo en la eternidad; y tenedlo por tan seguro como el hecho de que vivo: si hemos de recibir de Él en la manera señalada, debemos estar en la eternidad, elevados por encima del tiempo. En la eternidad todas las cosas están presentes. Lo que está por encima de mí, se me halla tan cerca y tan presente como aquello que tengo conmigo aquí; y allí recibiremos de Dios lo que Él nos ha destinado. Dios tampoco conoce nada fuera de sí, sino que su mirada sólo está dirigida hacia Él mismo. Lo que ve, lo ve todo en Él. Por eso, Dios no nos ve cuando estamos en pecado. De ahí: Dios nos conoce en la medida en que estemos dentro de Él, es decir, en cuanto estemos sin pecado. Y todas las obras hechas por Nuestro Señor en cualquier momento, me las ha dado a mí como propias en forma tal que son para mí no menos dignas de recompensa que mis propias obras que hago yo. Entonces, como toda su nobleza nos pertenece y se nos acerca en igual medida a mí como a Él ¿por qué no recibimos lo mismo? ¡Ah, comprendedlo! Si uno pretende recibir esa donación de modo que reciba ese bien en la misma medida, así como la naturaleza humana y universal que está igualmente cerca de todos los hombres, entonces — así como en la naturaleza humana no hay nada extraño ni cosa más lejana o más cercana —, así es necesario que tú te encuentres en unión con los hombres de manera equidistante, no más cerca de ti mismo que de otra persona. Has de amar y estimar y considerar a todos los hombres como iguales a ti mismo; lo que sucede a otro, sea MALO o bueno, debe ser para ti como si te sucediera a ti mismo. 474 ECKHART: SERMONES: SERMÓN V a 3

Pero Dios mismo dice: «Nadie es bueno sino sólo Dios» (Marcos 10, 18). ¿Qué es bueno? Es bueno aquello que se comunica. Llamamos bueno a un hombre que se comunica y es útil. Por eso dice un maestro pagano: En este sentido un ermitaño no es ni bueno ni MALO porque no se comunica ni es útil. (Mas) Dios es lo que más se comunica. Ninguna cosa se comunica a partir de lo propio, porque todas las criaturas no existen por sí mismas. Todo cuanto comunican lo han recibido de otro. Tampoco se dan ellas mismas. El sol da su brillo y, sin embargo, permanece en su lugar; el fuego da su calor y, sin embargo, sigue siendo fuego; pero Dios comunica lo suyo porque Él es por sí mismo lo que es, y en todos los dones que otorga, en primer término se da a sí mismo. Se da como Dios, tal como es en todos sus dones, según sea posible en aquel que desea recibirlo. Dice Santiago: «Todos los dones buenos fluyen desde arriba, provienen del Padre de las luces» (Santiago 1, 17). 560 ECKHART: SERMONES: SERMÓN IX 3

Un maestro pagano equipara las criaturas a Dios. La Escritura dice que debemos llegar a ser semejantes a Dios (1 Juan 3, 2). «Semejante», esto es MALO y engañoso. Si me asemejo a un hombre y si encuentro a un hombre que se asemeja a mí, este hombre se comporta como si él fuera yo y no lo es y es un engaño. Algunas cosas se asemejan al oro, mienten y no son oro. Así también, todas las cosas pretenden ser semejantes a Dios y mienten y todas ellas no lo son. La Escritura dice que debemos ser semejantes a Dios. Pues bien, dice un maestro pagano que llegó (a tener este conocimiento) mediante el mero pensamiento natural: Dios no puede tolerar lo semejante tan poco como no puede tolerar no ser Dios. (La) semejanza es algo que no existe en Dios; hay más bien el ser-uno en la divinidad y en la eternidad, mas (la) semejanza no es uno. Si yo fuera uno, no sería semejante. No hay nada extraño en la unidad; sólo se me da (el) ser uno en la eternidad, (mas) no (el) ser-semejante. 636 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XIII 3

El amo envió a sus criados (Lucas 14, 17). San Gregorio dice que estos «criados» son la Orden de los Predicadores. Yo hablo de otro criado, que es el ángel. Por lo demás, queremos hablar de un criado, al cual ya me he referido varias veces, y que es el entendimiento en la periferia del alma donde toca la naturaleza angelical, siendo una imagen de Dios. Dentro de esta luz, el alma se halla unida con los ángeles y (hasta) con aquellos ángeles que han caído al infierno y quienes, sin embargo, han conservado la nobleza de su natura. Ahí se encuentra esta chispita, desnuda, erguida sin sufrimiento alguno, dentro del ser divino. Ella (=el alma) se asemeja también a los ángeles buenos que operan continuamente en Dios, y reciben de Dios y devuelven a Dios todas sus obras, tomando a Dios de Dios en Dios. A estos ángeles buenos se asemeja la chispita del entendimiento que fue creada por Dios sin mediación alguna, (y que es) una luz flotante por encima (de las cosas) y una imagen de la naturaleza divina y (fue) creada por Dios. Esta luz el alma la lleva en sí. Dicen los maestros que en el alma existe una potencia llamada sindéresis, pero no es así. Esta última significa algo así como una cosa que adhiere en todo momento a Dios sin pretender nunca nada MALO. (Incluso) en el infierno tiene disposición para el bien; dentro del alma lucha contra todo cuanto no es puro ni divino, e invita sin cesar a (concurrir) a ese banquete. 780 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XX b 3

Pues bien, ciertas personas dicen: «Si tengo a Dios y el amor de Dios, puedo hacer muy bien todo cuanto quiero». Esta palabra la interpretan mal. Mientras eres capaz de (hacer) cualquier cosa que esté en contra de Dios y de sus mandamientos, no posees el amor de Dios, por más que engañes al mundo (pretendiendo) que lo tengas. Al hombre que se halla afianzado en la voluntad y el amor divinos, le resulta placentero hacer todo cuanto le gusta a Dios y dejar todo cuanto está en contra de Dios; y le resulta tan imposible dejar de hacer algo que Dios quiere que se haga, como hacer algo que esté en contra de Dios. Pasa exactamente lo mismo con quien tiene atadas las piernas; tan imposible como sería para él caminar, tan imposible le sería al hombre afianzado en la voluntad divina, hacer algo MALO. Dijo alguien: Aunque Dios mismo hubiera mandado hacer (el) mal y huir de (la) virtud, yo no sería capaz de hacer el mal. Pues nadie ama a la virtud sino aquel que es la virtud misma. El hombre que ha dejado a sí mismo y a todas las cosas, que no busca nada de lo suyo en cosa alguna y hace todas sus obras sin porqué y por amor, semejante hombre está muerto para todo el mundo y vive en Dios y Dios en él. 932 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXIX 3

Él dice, pues: «¡Joven, levántate!» ¿Qué significa: ¡levántate!?… «¡Levántate» de la obra y «levántate» (colocándote) sobre el alma en sí misma! Una sola obra que opera Dios a la luz simple del alma, es más hermosa que todo el mundo, y le es más placentera a Dios que todo cuanto haya obrado jamás en todas las criaturas. Los tontos toman por bueno lo MALO, y por MALO lo bueno. Pero, cuando se lo comprende bien, una sola obra operada por Dios en el alma, es mejor y más noble y más elevada que todo el mundo. 1150 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLIII 3