Pero en quien Dios no vive tan de veras, sino que le hace falta, continuamente, aprehender a Dios desde fuera en esta cosa y en aquélla, y si busca a Dios de manera despareja, ya sea en las obras, o entre la gente, o en (determinados) lugares, éste no posee a Dios. Y fácilmente habrá alguna cosa que lo estorbe a semejante hombre porque no posee sólo a Dios y no busca ni ama ni aspira sólo a Él; y por ello no lo estorban únicamente las MALAS compañías sino también las buenas y no sólo la calle sino también la iglesia, y no sólo las palabras y obras MALAS, sino también las palabras y obras buenas, porque el impedimento se halla dentro de él, ya que Dios, en su fuero íntimo, no se le ha convertido en todas las cosas. Pues, si fuera así, estaría contento y a gusto en todos los lugares y con todas las personas porque él poseería a Dios y a Éste nadie se lo puede quitar ni estorbarlo en su obra. 50 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 6.
Existen todavía otra explicación y enseñanza relativas a lo que Nuestro Señor llama un «hombre noble». Hay que saber también que aquellos que llegan a conocer al Dios desnudo, conocen a la vez junto con Él a todas las criaturas; porque el conocimiento es una luz del alma, y todos los hombres por naturaleza anhelan tenerlo, pues el conocimiento hasta de las cosas MALAS es bueno. Ahora bien, dicen los maestros: Cuando se conoce a la criatura en su ser propio, esto se llama un «conocimiento vespertino» y en él se ven las criaturas mediante imágenes de múltiples diferencias; pero, cuando se conoce a las criaturas en Dios, esto se llama y es un «conocimiento matutinal», y de esta manera se ve a las criaturas sin diferencia alguna y desnudadas de todas las imágenes y desvestidas de toda igualdad dentro de lo Uno que es Dios mismo. También éste es el «hombre noble» del que dice Nuestro Señor: «Un hombre noble se marchó», y es noble porque es uno solo y conoce a Dios y a la criatura en lo Uno. 366 ECKHART: TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3
El alma toca a Dios con las potencias supremas; debido a ello está formada a (semejanza de) Dios. Dios se halla formado a semejanza de sí mismo y tiene su imagen de Él mismo y de nadie más. Su imagen consiste en que se conoce a fondo, no siendo nada más que luz. Cuando el alma lo toca con verdadero conocimiento, ella se le asemeja en esta imagen. Cuando un sello se imprime en cera verde o colorada o en un paño, se produce en todo caso una imagen. (Mas) cuando el sello traspasa completamente la cera de modo que no sobra ninguna cera que no sea acuñada por el sello, ella constituye una sola cosa con el sello, sin distinción alguna. De la misma manera el alma, cuando toca a Dios con verdadero conocimiento, le es unida totalmente en la imagen y en la semejanza. Dice San Agustín que el alma es tan noble y fue creada tan por encima de todas las criaturas que ninguna cosa perecedera, que perecerá en el Día del Juicio Final, es capaz de hablar ni obrar en el interior del alma sin mediación y sin mensajeros. Éstos son los ojos y los oídos y los cinco sentidos; ellos son los «senderos» por los cuales el alma sale al mundo y el mundo, a su vez, retorna al alma por estos senderos. Dice un maestro que «las potencias del alma han de regresar al alma con grandes ganancias». Cuando salen, siempre traen algo de vuelta. Por ello, el hombre debe vigilar afanosamente sus ojos para que no traigan nada nocivo para el alma. Tengo esta certeza: cualquier cosa que ve el hombre bueno, lo perfecciona. Cuando ve cosas MALAS, le da las gracias a Dios por haberlo puesto a salvo de ellas, y reza por aquel en quien aparece (el mal), para que Dios lo convierta. (Mas) cuando ve algo bueno, anhela que sea realizado en él. 976 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXII 3
En tercer término dice que esa «ciudad» es «nueva». «Nuevo» se llama aquello que no está ejercitado o se halla cerca de su comienzo. Dios es nuestro comienzo. Cuando estamos unidos a Él, nos tornamos «nuevos». Alguna gente, por necia, se imagina que Dios habría hecho eternamente, o retenido en Él mismo, las cosas que vemos ahora, y que las dejaría salir a luz en el tiempo. Debemos entender que la obra divina no implica trabajo, según quiero explicaros: Yo estoy parado aquí, y si hubiera estado parado aquí hace treinta años, y si mi rostro hubiese estado desembozado sin que nadie lo hubiera visto, yo habría estado aquí lo mismo. Y si se tuviera a mano un espejo y lo colocaran delante de mí, mi rostro se proyectaría y configuraría en él sin trabajo mío; y si ello hubiera sucedido ayer, sería nuevo, y otra vez, (si fuera) hoy, sería más nuevo todavía, y lo mismo luego de treinta años o en la eternidad, sería (nuevo) eternamente; y si hubiera miles de espejos, sería sin trabajo mío. Así (también) Dios contiene en sí, eternamente, todas las imágenes, (y esto) no como alma o como cualquier criatura, sino como Dios. En Él no hay nada nuevo ni imagen alguna, sino que — tal como he dicho del espejo — en nosotros es tanto nuevo como eterno. Cuando el cuerpo está preparado, Dios le infunde el alma y la forma de acuerdo con el cuerpo, y ella tiene semejanza con él y a causa de esta semejanza, amor (por él). Por eso no existe nadie que no se ame a sí mismo; se engañan a sí mismos quienes se imaginan que no se quieren a sí mismos. Deberían odiarse y (ya) no podrían existir. Debemos amar correctamente las cosas que nos conducen a Dios; sólo esto es amor junto con el amor divino. Si mi amor se cifrara en atravesar el mar, y me gustara tener un barco, ello sería tan sólo porque desearía estar allende el mar; y cuando hubiera logrado cruzar el mar, el barco ya no me haría falta. Dice Platón: Qué es lo que es Dios, no lo sé — y quiere decir: El alma, mientras se encuentra en el cuerpo, no puede conocer a Dios — pero lo que no es, lo sé bien, como se puede observar en el sol cuyo brillo no lo puede aguantar nadie, a no ser que primero sea envuelto en el aire y que luego alumbre así la tierra. San Dionisio dice: «Si la luz divina ha de alumbrar mi fuero íntimo, tiene que estar insertada (en él) tal como está insertada mi alma (en el cuerpo). Él dice también: La luz divina aparece en cinco clases de personas. Las primeras no la recogen. Son como los animales, incapaces de recibir, como se puede ver en un símil. Si me acercara al agua y ésta estuviera revuelta y turbia, no podría ver en ella mi cara a causa del desnivel (de la superficie del agua)… A los segundos se les hace visible sólo un poco de luz, como (por ejemplo) el destello de una espada cuando alguien la está forjando… Los terceros reciben más (de la luz divina), (algo así) como un fuerte destello que ora es luz y ora oscuridad; son todos aquellos que reniegan de la luz divina, (cayendo) en pecado… Los cuartos reciben más todavía de ella; pero a veces los elude (Dios con su luz), sólo para incitarlos y ampliar sus anhelos. Es cierto, si alguien quisiera llenar el regazo de cada uno de nosotros, cada cual ensancharía su regazo para poder recibir mucho. Agustín: Quien quiere recibir mucho, que amplíe su anhelo… Los quintos reciben una gran luz, como si fuera de día, y, sin embargo, es como si se hubiera colado por una fisura. Por eso dice el alma en El Libro de Amor: «Mi amado me ha mirado a través de una fisura; (y) su rostro era agraciado» (Cfr Cantar de los Cant 2, 9 y 14). Por ello dice también San Agustín: «Señor, tú das a veces una dulzura tan grande que, si ella se hiciera completa (y) esto no fuera el reino de los cielos, yo no sabría qué es el reino de los cielos». Un maestro dice: Quien quiere conocer a Dios sin estar adornado con obras divinas, será echado atrás hacia las cosas MALAS. Mas ¿no hace falta ningún medio para conocer a Dios por completo?… Ah sí, de esto habla el alma en El Libro de Amor: «Mi amado me miraba a través de una ventana» (Cantar de los Cant 2, 9) — esto quiere decir: sin impedimento —, «y yo lo percibía, estaba parado cerca de la pared» — esto quiere decir: cerca del cuerpo que es decrépito —, y dijo: «¡Ábreme, amiga mía!» (Cantar 5, 2), esto quiere decir: Ella me pertenece por completo en el amor porque «Él es para mí, y yo soy sólo para él» (Cfr Cant 2, 16); «paloma mía» (Cantar 2, 14) — esto quiere decir: simple en el anhelo —, «hermosa mía» — esto quiere decir: en las obras —, «¡Levántate rápido y ven hacia mí! El frío ha pasado» (Cfr Cantar 2, 10 y 11) por el cual mueren todas las cosas; por otra parte, todas las cosas viven por el calor. «Ha desaparecido la lluvia» (Cantar 2, 11) —ésta es la concupiscencia de las cosas perecederas —. «Las flores han brotado en nuestra tierra» (Cantar 2, 12) — las flores son el fruto de la vida eterna —. «¡Vete, aquilón» que resecas! (Cantar 4, 16) — con ello Dios le manda a la tentación que ya no estorbe al alma —. «¡Ven, auster y sopla por mi jardín para que mis aromas se desparramen!» (Cfr Cantar 4, 16) — con ello Dios le ordena a toda la perfección que se adentre en el alma. 1382 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LVII 3