Santiago dice en la Epístola: «El don y la perfección óptimos descienden desde arriba, del Padre de las LUCES» (Santiago 1, 17). 455 ECKHART: SERMONES: SERMÓN IV 3
La tercera parte (de nuestro texto) habla «del Padre de las LUCES». Por la palabra «Padre» se entiende la filiación, y la palabra «Padre» indica una generación pura y equivale a (decir): una vida de todas las cosas. El Padre engendra a su Hijo en el conocimiento eterno, y exactamente de la misma manera el Padre engendra a su Hijo en el alma como en su propia naturaleza y lo engendra para que pertenezca al alma, y su ser depende de que — gústele o no — engendre a su Hijo en el alma. Alguna vez me preguntaron ¿qué era lo que hacía el Padre en el cielo? Entonces dije: Engendra a su Hijo y esta actividad le resulta tan placentera y le gusta tanto que no hace nunca otra cosa que engendrar a su Hijo, y los dos hacen florecer de sí al Espíritu Santo. Donde el Padre engendra dentro de mí a su Hijo, allí soy el mismo Hijo y no otro; es cierto que somos diferentes en el ser-hombre, más allí soy el mismo Hijo y no otro. «Donde somos hijos, somos todos legítimos» (Roman 8, 17). Quien conoce la verdad sabe bien que la palabra «Padre» contiene la generación pura y el tener hijos. Por ello somos hijo en este aspecto y somos el mismo Hijo. 464 ECKHART: SERMONES: SERMÓN IV 3
Ahora prestad (todavía) atención a la palabra «Descienden de arriba». Resulta que os dije, hace poco: Quien quiere recibir desde arriba, necesariamente debe estar abajo con verdadera humildad. Y sabedlo con toda verdad: a quien no se halla completamente abajo, nada le cae en suerte y tampoco recibe nada por insignificante que sea. Si de algún modo has puesto tus miras en ti mismo o en alguna cosa o en alguien, no te hallas abajo y tampoco recibes nada, mas, si te encuentras completamente abajo, recibes también completa y perfectamente. El dar es propio de la naturaleza de Dios y su ser depende de que nos dé cuando nos hallemos abajo. Si no es así y no recibimos nada, le hacemos fuerza y lo matamos. Aun cuando no podemos hacérselo a Él mismo, lo hacemos a nosotros y en cuanto a nosotros se refiere. Para dárselo todo a Él como cosa suya, cuida de someterte a Dios con verdadera humildad y de enaltecer a Dios en tu corazón y tu conocimiento. «Dios, nuestro Señor, envió a su Hijo al mundo» (Gal 4, 4). Alguna vez dije aquí mismo: En la plenitud del tiempo Dios envió a su Hijo: (lo envía) al alma una vez que ella haya ido más allá del tiempo. Cuando el alma se ha liberado del tiempo y del espacio, el Padre envía a su Hijo al alma. Pues bien, esto significa la palabra «El don y la perfección óptimos descienden desde arriba del Padre de las LUCES». Que el Padre de las LUCES nos ayude para que seamos propensos a recibir el don óptimo. Amén. 465 ECKHART: SERMONES: SERMÓN IV 3
Pero Dios mismo dice: «Nadie es bueno sino sólo Dios» (Marcos 10, 18). ¿Qué es bueno? Es bueno aquello que se comunica. Llamamos bueno a un hombre que se comunica y es útil. Por eso dice un maestro pagano: En este sentido un ermitaño no es ni bueno ni malo porque no se comunica ni es útil. (Mas) Dios es lo que más se comunica. Ninguna cosa se comunica a partir de lo propio, porque todas las criaturas no existen por sí mismas. Todo cuanto comunican lo han recibido de otro. Tampoco se dan ellas mismas. El sol da su brillo y, sin embargo, permanece en su lugar; el fuego da su calor y, sin embargo, sigue siendo fuego; pero Dios comunica lo suyo porque Él es por sí mismo lo que es, y en todos los dones que otorga, en primer término se da a sí mismo. Se da como Dios, tal como es en todos sus dones, según sea posible en aquel que desea recibirlo. Dice Santiago: «Todos los dones buenos fluyen desde arriba, provienen del Padre de las LUCES» (Santiago 1, 17). 560 ECKHART: SERMONES: SERMÓN IX 3
Los maestros preguntan ¿qué es lo que es mejor: (el) poder de las hierbas o (el) poder de las palabras o (el) poder de las piedras? Hay que reflexionar sobre qué es lo que se elige. Las hierbas tienen gran poder. Oí decir que una víbora y una comadreja luchaban entre ellas. Entonces la comadreja se alejó corriendo y buscó una hierba y la envolvió en otra cosa y arrojó la hierba sobre la víbora y ésta reventó y (ahí) yacía muerta. ¿Qué le habrá dado semejante inteligencia a la comadreja? El hecho de estar enterada del poder de la hierba. En esto reside realmente una gran sabiduría. También (las) palabras tienen gran poder; uno podría obrar milagros con palabras. Todas las palabras deben su poder al Verbo primigenio. También (las) piedras tienen gran poder a causa de la igualdad que producen en ellas las estrellas y la fuerza del cielo. Si, pues, lo igual es tan poderoso en lo igual, el alma debe levantarse a su luz natural hacia lo más elevado y puro y entrar así en la luz angelical, llegando con la luz angelical a la luz divina, y así ha de estar parada por entre las tres LUCES en el cruce de caminos, (allá) en las alturas donde se encuentran las LUCES. Allá habla el Verbo eterno infundiéndole la vida; allá el alma cobra vida y da su respuesta dentro del Verbo. 741 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XVIII 3
El tercer nombre es: «Simón», esto quiere decir tanto como «algo que es obediente» y «algo que es sumiso». Quien ha de escuchar a Dios, tiene que estar separado (y) a gran distancia de la gente. Por ello dice David: «Me quiero callar y escuchar lo que dice Dios dentro de mí. Dice paz para su pueblo y sobre sus santos y a todos aquellos que han regresado a su corazón» (Salmo 84, 9). Bienaventurado es el hombre que escucha afanosamente a cuanto Dios dijere en su interior, y él se ha de doblegar directamente bajo el rayo de la luz divina. El alma que se ha ubicado con toda su fuerza por debajo de la luz divina, se torna enardecida e inflamada en el amor divino. (La) luz divina entra con su irradiación directamente desde arriba. Si el sol diera verticalmente sobre nuestra cabeza, casi nadie sobreviviría. De esta manera, la potencia suprema del alma, que es la cabeza, debería erguirse equilibradamente bajo el rayo de la luz divina para que pudiera brillar dentro de ella esa luz divina, de la cual he hablado a menudo: ésta es tan pura y flota tan por encima y es tan elevada que en comparación con esta luz todas las LUCES son tinieblas y nonadas. Todas las criaturas, tal como son, son como nada; cuando se proyecta sobre ellas la luz, dentro de la cual reciben su ser, entonces son algo. Por eso, el conocimiento natural nunca puede ser tan noble que toque o aprehenda inmediatamente a Dios, a no ser que el alma posea las seis cualidades a las que me he referido antes. La primera: que uno haya muerto para toda desigualdad. La segunda: que uno se halle bien purificado en la luz (divina) y en la gracia. La tercera: que se carezca de medios. La cuarta: que uno, en su fondo más íntimo, escuche la palabra de Dios. La quinta: que uno se someta a la luz divina. La sexta es la que menciona un maestro pagano: Esta es la bienaventuranza de que uno viva de acuerdo con la suprema potencia del alma; ella debe tender continuamente hacia arriba y recibir su bienaventuranza en Dios. Allí, en el primer efluvio violento, donde recibe el Hijo mismo, allí en lo más excelso de Dios, hemos de recibir también nosotros; (mas) entonces, nosotros también debemos presentar parejamente lo más elevado que poseemos. 1185 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLV 3