justo

Allí donde el hombre, en obediencia, sale de su yo y se deshace de lo suyo, justamente allí Dios, a su vez, debe entrar por fuerza; pues cuando alguien no quiere nada para sí, Dios tiene que querer en su lugar, de la misma manera que para Él mismo. Cuando me he desasido de mi voluntad (poniéndola) en manos de mi prelado, y cuando no quiero nada para mí mismo, entonces Dios debe querer en mi lugar y si, al hacerlo, descuida alguna cosa para mí, la descuida al mismo tiempo para Él mismo. Así sucede con todas las cosas: donde yo no quiero nada para mí, Dios quiere en mi lugar. Ahora ¡presta atención! ¿Qué es lo que Él quiere para mí si yo no quiero nada para mí? En todo aquello en que yo me despojo de mi yo, Él debe querer forzosamente todo cuanto quiere para sí mismo, ni más ni menos; y del mismo modo que lo quiere para Él. Y si Dios no lo hiciera — por la verdad que es Dios — Dios no sería JUSTO ni sería Dios, lo cual es su ser natural. 15 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 1.

Has de saber que en esta vida nunca hombre alguno se ha desasido de sí mismo sin haber descubierto que debe desasirse más aún. Son pocas las personas que reparan bien en este hecho y perseveran en tal (actitud). Se trata de un trueque equivalente y un negocio JUSTO: hasta donde sales de todas las cosas, hasta ahí, ni más ni menos, entra Dios con todo lo suyo, siempre y cuando en todas las cosas abandones completamente lo tuyo. Comienza tú a hacerlo y permite que te cueste todo cuanto eres capaz de rendir. Ahí y en ninguna otra parte encontrarás la verdadera paz. 37 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 4.

La gente nunca debería pensar tanto en lo que tiene que hacer; tendrían que meditar más bien sobre lo que son. Pues bien, si la gente y sus modos fueran buenos, sus obras podrían resplandecer mucho. Si tú eres JUSTO, también tus obras son justas. Que no se pretenda fundamentar la santidad en el actuar; la santidad se debe fundamentar en el ser, porque las obras no nos santifican a nosotros sino que nosotros debemos santificar a las obras. Por santas que sean las obras, no nos santifican en absoluto en cuanto obras: sino en cuanto somos santos y poseemos el ser, en tanto santificamos todas nuestras obras, ya se trate de comer, de dormir, de estar en vigilia o de cualquier cosa que sea. Quienes no tienen grande el ser, cualquier obra que ejecuten, no dará resultado. Sabe por lo dicho que uno tiene que cifrar todo su empeño en ser bueno y no (insistir) tanto en lo que uno hace o en la índole de las obras, sino en cómo es el fundamento de las obras. 38 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 4.

Muchas personas se imaginan que deberían realizar grandes obras en cuanto a cosas exteriores, como son ayunar, ir descalzo y otras actitudes por el estilo, que se llaman obras de penitencia. (Pero) la verdadera penitencia y la mejor de todas, con la cual uno logra enmendarse fuertemente y en el más alto grado, consiste en que el hombre le dé la espalda completa y perfectamente a todo aquello que no es del todo Dios ni divino en él mismo y en todas las criaturas, y que se vuelva cabal y completamente hacia su querido Dios con un amor imperturbable, de manera que su devoción y su anhelo (de encontrarlo) sean grandes. En aquella obra en la cual estás más dispuesto (a ello), eres también más JUSTO; cuanto más aciertas en este aspecto, tanto más verdadera es la penitencia y borra proporcionalmente más pecados e incluso todo castigo. Sí, es cierto, rápido y a la brevedad podrías dar la espalda a todos los pecados con tanto vigor y tanta repugnancia verdadera y dirigirte con el mismo vigor hacia Dios que — aunque hubieras cometido todos los pecados hechos jamás desde los tiempos de Adán y a hacerse de ahora en adelante — todo esto te sería completa y absolutamente perdonado junto con el castigo, de modo que tú, si murieras en este instante, te irías a ver el rostro de Dios. 130 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 16.

¡Esto sí es cierto! Es JUSTO que sigamos a Nuestro Señor, pero no de todos los modos. Nuestro Señor ayunó durante cuarenta días. Pero que nadie se proponga imitarlo a este respecto. Cristo hizo muchas obras con la intención de que lo siguiéramos espiritual y no materialmente. Por ello debemos esforzarnos por ser capaces de seguirlo de un modo racional; porque a Él le interesa más nuestro amor que nuestras obras. Debemos seguirlo en cada caso a nuestro modo propio. ¿Cómo, pues? ¡Escucha: en todas las cosas!… ¿Cómo y de qué manera? Así como ya lo he dicho a menudo: Estimo que una obra espiritual es mucho mejor que otra material. ¿Cómo es esto? Cristo ayunó durante cuarenta días. Imítalo en el sentido de observar cuál es la cosa a que eres más propenso o dispuesto a hacerla: entonces ocúpate de eso y obsérvate rigurosamente a ti mismo. A menudo te conviene desprenderte más y sin preocupación de dicha cosa en lugar de abstenerte completamente de la comida. Igualmente, te resultará a veces más difícil callar una sola palabra que abstenerte de toda conversación. Y de la misma manera, a veces le es más difícil a una persona aceptar una palabrita injuriosa sin importancia que acaso un golpe pesado para el cual estaba preparada, y le resulta más difícil estar sola en una muchedumbre que en el yermo, y a menudo le cuesta más renunciar a una cosa pequeña que a otra grande y hacer una obra pequeña en lugar de otra considerada grande. De esta manera el hombre, en la medida de su flaqueza, puede seguir muy bien a Nuestro Señor y no puede ni debe pensar jamás que se halle lejos de Él. 143 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 17.

«Se han enriquecido con todas las virtudes» (Cfr 1 Cor 1,5), así está escrito. A fe mía, algo así no puede suceder nunca si uno antes no llega a ser pobre en todas las cosas. Quien quiere recibir todas las cosas, debe también deshacerse de todas las cosas. Éste es un trato JUSTO y un trueque equitativo, según dije una vez, hace mucho ya. Por ello, como Dios nos quiere dar a Él mismo y todas las cosas para que sean libre propiedad nuestra, nos quiere quitar del todo cualquier propiedad. Sí, en verdad, Dios no quiere en absoluto que poseamos tanta cosa propia como la que pueda haber en mis ojos. Porque de todos los dones que nos dio alguna vez, ya sean dones de la naturaleza, ya sean dones de la gracia, nunca dio nada sin querer que no poseyéramos nada en carácter de propiedad; y ni a su Madre ni a ningún hombre ni a ninguna criatura nunca les dio en modo alguno semejante (propiedad). Y para enseñarnos y otorgársenos, nos quita a menudo ambos bienes, el material y el espiritual. Porque la posesión de la honra no debe ser nuestra sino únicamente suya. Nosotros, en cambio, debemos tener las cosas sólo como si nos hubieran sido prestadas y no dadas, sin (pretender que sean) propiedad nuestra, ya se trate del cuerpo o del alma, de los sentidos, las potencias, los bienes externos o la honra, los amigos, los parientes, la casa, la finca y todas las cosas. 219 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 23.

Pues apénate de ello y sopórtalo con paciencia y tómalo como ejercicio y quédate en paz. Dios sufre gustosamente la ignominia y las penas, y quiere de buen grado prescindir del servicio y de la loa para que aquellos que lo aman y le pertenecen tengan paz en su fuero íntimo. Entonces, ¿por qué no habríamos de tener paz, no importa lo que Él nos diera o lo que nos faltara? Escrito está y lo dice Nuestro Señor que «son bienaventurados quienes sufren por la justicia» (Mateo 5, 10). De veras, si un ladrón a quien se estuviera por colgar (y) que bien lo tuviera merecido a causa de sus hurtos, o un individuo que hubiera asesinado y a quien con justicia estuvieran por enrodar, si ellos — (digo) — pudieran llegar a comprenderlo en su fuero íntimo, (pensando): Mira, estás dispuesto a sufrirlo en aras de la justicia pues lo tienes bien merecido, ellos obtendrían inmediatamente la bienaventuranza. De veras, por inJUSTOs que seamos, si aceptamos como JUSTO lo que Dios nos hace o no hace, y sufrimos por amor de la justicia, entonces somos bienaventurados. Por eso, no te lamentes, laméntate tan sólo de que todavía te lamentes y no estés contento; sólo puedes lamentarte de que tengas demasiado. Pues, quien tuviera recta disposición, recibiría tanto en la indigencia como (si fuera) propietario. 227 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 23.

En primer lugar debe saberse que el sabio y la sabiduría, el veraz y la verdad, el JUSTO y la justicia, el bueno y la bondad, se miran mutuamente y se relacionan el uno con el otro de la siguiente manera: la bondad no fue creada ni hecha ni ha nacido; sin embargo, es parturienta y da a luz al bueno, y el bueno, en cuanto es bueno, no fue hecho ni creado y, no obstante, es niño nato e hijo de la bondad. La bondad engendra a sí misma y a todo cuanto es, en la persona del bueno: infunde en el bueno (el) ser, (el)saber, amar y obrar, todos juntos, y el bueno recibe todo su ser, saber, amar y obrar del corazón y fondo más íntimo de la bondad y solamente de ella. (El) bueno y (la) bondad no son sino una sola bondad, completamente unos en todo, a excepción de dar a luz (por una parte) y (por otra) nacer; de todos modos, el dar a luz por parte de la bondad y el nacer en el bueno, constituyen cabalmente un solo ser, una sola vida. Todo cuanto pertenece al bueno, lo recibe tanto de la bondad como en la bondad. Allí existe y vive y mora. Allí se conoce a sí mismo y a todo cuanto conoce, y ama a todo cuanto ama, y coopera con la bondad en la bondad, y la bondad (a su vez realiza) todas sus obras con él y dentro de él, como está escrito y lo dice el Hijo: «El Padre que permanece y mora en mí, hace las obras» (Juan 14, 10). «El Padre obra hasta ahora y yo obro» (Juan 5, 17). «Todo cuanto es del Padre, es mío, y todo cuanto es mío y de lo mío, es de mi Padre: (es) suyo cuando lo da y mío cuando lo tomo» (Juan 17, 10). 252 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 1

Todo cuanto acabo de decir pues, del bueno y de la bondad, es igualmente verdadero también con respecto al veraz y a la verdad, al JUSTO y a la justicia, al sabio y a la sabiduría, al Hijo de Dios y a Dios Padre; (es verdadero) para todo cuanto ha nacido de Dios y no tiene padre en esta tierra (y) en lo cual no nace tampoco nada de todo lo creado, de todo cuanto no es Dios, y en lo cual no hay imagen alguna fuera de Dios en su desnudez (y) pureza. Pues, así dice San Juan en su Evangelio: «Les dio poder y capacidad para llegar a ser hijos de Dios a todos cuantos no han nacido ni de la sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad de varón sino de Dios y solamente de Dios» (Juan 1, 12 s) 254 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 1

Él entiende bajo «sangre» todo cuanto en el hombre no está sometido a la voluntad humana. Bajo «voluntad de la carne» entiende todo cuanto en el hombre, si bien está sometido a su voluntad, lo hace con resistencia y contrariedad, y se inclina hacia el apetito de la carne y pertenece al alma y al cuerpo juntos y no se halla, propiamente dicho, sólo en el alma; y en consecuencia, las potencias (del alma) se cansan, se debilitan y envejecen. Bajo «voluntad de varón» entiende San Juan las potencias superiores del alma, cuya naturaleza y acción no están mezcladas con la carne, (sino) que se hallan dentro de la pureza del alma, apartadas del tiempo y del espacio, y de todo cuanto mira aún con alguna esperanza o gusto hacia el tiempo y el espacio, (potencias pues), que no tienen nada en común con cosa alguna; en ellas el hombre está configurado a la imagen de Dios, en ellas es de la estirpe y familia de Dios. Y, sin embargo, como no son Dios mismo y fueron creadas en el alma y junto con el alma, deben ser desnudadas de su propia imagen y transformadas solamente en imagen de Dios, naciendo en Dios y de Dios, de modo que Dios solo sea (su) Padre; pues de esta manera son también hijos de Dios y el Hijo unigénito de Dios. Porque soy hijo de todo aquello que me configura y engendra a su imagen y dentro de sí como igual. En cuanto semejante hombre, — hijo de Dios, bueno como hijo de la bondad, JUSTO como hijo de la justicia — es únicamente hijo de ella, (la justicia) es parturienta no nacida y su hijo nato posee la misma esencia única que tiene y es la justicia, y él toma posesión de todo cuanto es propiedad de la justicia y de la verdad. 255 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 1

Dice San Agustín: Para Dios no hay nada que sea lejano o largo. Si quieres que nada te resulte ni lejano ni largo, vincúlate a Dios, pues entonces mil años son como el día de hoy. De la misma manera digo yo: En Dios no hay ni tristeza ni pena ni infortunio. Si te quieres ver libre de todo infortunio y pena recurre y dirígete solamente a Él con completa integridad. Ciertamente, todas las penas provienen del hecho de que no te dirijas hacia Dios, ni únicamente a Él. Si tú, en cuanto a tu forma y nacimiento, te hallaras únicamente en la justicia, entonces por cierto, ninguna cosa podría darte pena a ti, así como la justicia no (puede afligir) a Dios mismo. Dice Salomón: «Al JUSTO no lo aflige nada de lo que le pueda suceder» (Prov 12, 21). No dice: «Al hombre JUSTO», ni «al ángel JUSTO», ni a esto ni a aquello. Dice: «Al JUSTO». Lo que de algún modo pertenece al JUSTO, especialmente lo que convierte en suya su justicia y el hecho de que él sea JUSTO, esto es hijo y tiene (un) padre en esta tierra y es criatura y está hecho y creado porque su padre es criatura, hecha o creada. Pero «JUSTO» sin más, no tiene ningún padre hecho o creado, y Dios y la justicia son completamente una sola cosa, y la justicia sola es su padre, por eso no caben en él (es decir, en el JUSTO) ni pena ni infortunio como tampoco pueden caber en Dios. (La) justicia no le puede producir pena, ya que (la) justicia no es nada más que alegría, placer y deleite: además: si (la) justicia le produjera pena al JUSTO, ella misma se produciría esta pena. Ninguna cosa despareja e injusta, ni hecha ni creada, podría apenar al JUSTO porque todo lo creado permanece muy por debajo de él en la misma medida en que (se halla) por debajo de Dios, y no surte ninguna impresión ni influencia en el JUSTO y no engendra a sí misma en aquel cuyo Padre es solo Dios. Por eso, el hombre debe esforzarse mucho por quitarse la imagen de sí mismo y de todas las criaturas, no conociendo a ningún padre fuera de Dios solo; luego, nada lo puede apenar ni afligir, ni Dios ni la criatura, ni lo creado ni lo increado, y todo su ser, vivir, conocer, saber y amar, proviene de Dios y (se halla) en Dios y (es) Dios. 257 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 1

Además, hay que saber otra cosa igualmente consoladora para el hombre en todos sus infortunios. Resulta que el hombre JUSTO y bueno con seguridad se alegra de la obra de la justicia incomparable e, incluso digo, inefablemente más de lo que para él, o hasta para el supremo de los ángeles, son el deleite y la alegría que sienten con respecto a su ser o vida naturales. Por ello, los santos entregaron también alegremente su vida por amor de la justicia. 258 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 1

Ahora digo yo: Si el hombre bueno y JUSTO sufre un daño exterior y permanece inmutable con ecuanimidad y paz en el corazón, entonces es verdad lo que acabo de decir, (a saber), que al JUSTO no lo entristece nada de todo cuanto le sucede. Si él, en cambio, se entristece a causa del daño exterior, de cierto, es sólo equitativo y JUSTO que Dios haya permitido que se dañara a este hombre que pretendía ser JUSTO y se imaginaba serlo mientras tales nonadas todavía podían afligirlo. Si se trata, pues, de la justicia divina, de veras, él no ha de afligirse, sino, al contrario, sentir una alegría mucho mayor de (la que le produce) su propia vida la que da mucha más alegría a todo hombre y que le resulta más valiosa que todo este mundo; pues ¿para qué le serviría al hombre todo este mundo si él no existiera? La tercera palabra que se puede y debe conocer, es ésta según la cual sólo Dios, de acuerdo con la verdad natural, es el único manantial y la vena fontal de toda bondad, de la verdad esencial y del consuelo, y todo cuanto no es Dios tiene de suyo una amargura natural y desconsuelo y pena, y no agrega nada a la bondad que proviene de Dios y es Dios, sino que ella (la amargura) mengua y encubre y esconde la dulzura, el deleite y el consuelo que da Dios. 259 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 1

Cualquier afición, placer y amor provienen de lo que es igual a uno, porque todas las cosas tienden hacia sus semejantes y los aman. El hombre puro ama toda pureza, el JUSTO ama la justicia y tiende hacia ella; la boca del hombre habla de lo que hay en su fuero íntimo, según dice Nuestro Señor que «la boca habla de la abundancia del corazón» (Luc 6,45), y Salomón dice que «la fatiga del hombre está en su boca» (Ecles6,7). Por eso, si el hombre todavía halla afecto y consuelo en lo exterior, es señal auténtica de que en su corazón no habita Dios sino la criatura. 270 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Ahora digo yo: En vista de que al hombre le es dado en préstamo todo cuanto es bueno o consolador o temporal, ¿con qué derecho se queja cuando Aquel que se lo prestó lo quiere recuperar? Debe dar las gracias a Dios por habérselo prestado durante tanto tiempo. Tiene que agradecerle también que no le haya quitado íntegramente cuanto le había prestado; y si el hombre se enoja porque le haya quitado una parte de lo que nunca le perteneció y cuyo amo no fue jamás, sólo será JUSTO que Dios le quite todo cuanto le había prestado. Y por ello el profeta Jeremías dijo con toda razón en medio de grandes sufrimientos y lamentaciones: «¡Son múltiples las misericordias de Dios para que no perezcamos del todo!» (Lamentac 3,22). Si alguien me hubiera prestado su chaqueta, su jubón de piel y su sobretodo, y me quitara otra vez su sobretodo dejándome, para las heladas, la chaqueta y el jubón de piel, yo debería agradecérselo con mucha razón y sentir alegría. Y así debo comprender en especial la gran equivocación que cometo, cuando me enojo y me quejo tan pronto como pierdo alguna cosa; pues, si pretendo que lo bueno que tengo me sea dado como propio y no (sólo) prestado, quiero ser Señor e Hijo de Dios por naturaleza y en sentido absoluto, mientras ni siquiera he llegado a ser hijo de Dios por obra de la gracia; porque la cualidad del Hijo de Dios y del Espíritu Santo consiste en observar igual conducta frente a todas las cosas. 294 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Existe, empero, otro consuelo más. Debe saberse que a la naturaleza entera le es imposible romper una cosa, arruinarla o tan sólo tocarla, sin que pretenda lograr algo mejor para lo que toca. No le basta crear algo igualmente bueno; siempre quiere hacer algo mejor. ¿Cómo? Un médico sabio nunca toca el dedo enfermo de una persona provocándole dolores, si no es capaz de producir un estado mejor para el dedo o para el hombre en su totalidad y procurarle alivio. Si puede lograr una mejoría para el hombre y también para el dedo, lo hace; si no es así, le corta el dedo para que mejore el hombre. Y es mucho mejor sacrificar el dedo solo y conservar al hombre, antes que permitir que se arruinen tanto el dedo como el hombre. Un solo daño es mejor que dos, sobre todo cuando uno sería incomparablemente mayor que el otro. Debe saberse también que el dedo y la mano y cualquier miembro por naturaleza, antes que a sí mismo quiere mucho más al hombre cuyo miembro es y que, en beneficio de ese hombre, se expone de buen grado y con alegría no premeditada a (sufrir) apremios y daños. Digo con toda confianza y de acuerdo con la verdad que semejante miembro en absoluto se ama a sí mismo a no ser por y en aquel cuyo miembro es. Por ello sería muy JUSTO y nos correspondería por naturaleza que en absoluto nos amásemos, a no ser por amor de Dios y en Él. Y si fuera así, nos resultaría fácil y un deleite todo cuanto Dios quisiera de nosotros y en nosotros, en especial si tuviéramos la certeza de que Dios en medida incomparablemente menor sería capaz de permitir que (nos sucediera) ningún defecto o daño, a no ser que viera y pretendiera con ello una ganancia mucho mayor (para nosotros). Por cierto, si alguien en este aspecto no confía en Dios, es sólo JUSTO que tenga sufrimientos y penas. 308 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Existe otro consuelo más. Dice San Pablo que Dios castiga a todos cuantos acepta y acoge como hijos (Cfr Hebreos 12, 6). Si uno ha de ser hijo corresponde que sufra. Como el Hijo de Dios no podía sufrir en la divinidad y en la eternidad, el Padre celestial lo envió al siglo para que se hiciera hombre y pudiera sufrir. Si quieres ser, pues, hijo de Dios y, sin embargo, no quieres sufrir, estás muy equivocado. Está escrito en el Libro de la Sabiduría que Dios nos examina y somete a prueba (para ver) quién es JUSTO, tal como se examina y se somete a prueba y se afina el oro en un horno de fundición (Cfr Sabiduría 3, 5/6). Es señal de que el rey o un príncipe confía del todo en un caballero cuando lo envía a combatir. He visto a un señor que a veces, cuando había aceptado a alguien entre su servidumbre, lo hacía salir de noche y luego lo alcanzaba montado a caballo y luchaba con él. Y un buen día sucedió que casi fue muerto por un hombre a quien de tal manera deseaba poner a prueba; y a este siervo lo quiso luego mucho más que antes. 309 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

En otro orden de cosas se debería pensar lo siguiente: Si un hombre tuviera un amigo que por causa suya sufriera y sintiera dolores y molestias, sería por cierto muy JUSTO que le hiciese compañía y lo consolase con su presencia y con todo el consuelo que fuese capaz de darle. Por eso dice Nuestro Señor en el Salterio con referencia a un hombre bueno que está con él en el sufrimiento (Salmo 33, 19). De esta palabra se pueden desprender siete enseñanzas y siete clases de consuelo. 313 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

«Los JUSTOs vivirán.» ¿Quiénes son los JUSTOs? Un escrito dice: «Es JUSTO aquel que da a cada cual lo que es de él»: aquellos pues, que dan a Dios lo que es de Él, y a los santos y a los ángeles lo que es de ellos, y al semejante lo que es de él. 504 ECKHART: SERMONES: SERMÓN VI 3

Semejante hombre es JUSTO en determinada manera, pero en otro sentido son JUSTOs aquellos que aceptan de Dios todas las cosas con ecuanimidad, sea lo que fuere, grande o chico, querido o desagradable (considerándolo) todo como igual, sin más ni menos, una cosa como la otra. Si de algún modo valoras una cosa más que otra, está mal. Debes desasirte por completo de tu propia voluntad. 508 ECKHART: SERMONES: SERMÓN VI 3

Los hombres JUSTOs toman tan en serio la justicia que, si Dios no fuera JUSTO, Él no les importaría un comino; y se mantienen tan firmes en la justicia habiéndose desasido tan completamente de sí mismos, que no prestan atención ni al tormento del infierno ni al regocijo del reino de los cielos ni a cosa alguna. Es más: si toda la pena que sufren aquellos que están en el infierno, tanto hombres como diablos, o si todas las penas que en algún momento han sido o serán sufridas en esta tierra, estuvieran relacionadas con la justicia, no les daría un bledo; tan firmemente toman el partido de Dios y de la justicia. Al hombre JUSTO nada le resulta más penoso y pesado que lo que está en contra de la justicia: (es decir, el hecho) de que no se muestre ecuánime en todas las cosas. ¿Cómo (es) eso? Si una cosa puede alegrar (a los hombres) y otra afligirlos, no son JUSTOs; más aún, si son alegres en un momento, lo son en todos; si en un momento están más alegres y en otro menos, eso está mal. Quien ama la justicia, se halla colocado tan firmemente sobre ella, que aquello que ama es su ser; no hay cosa capaz de apartarlo ni se fija en nada más. Dice San Agustín: «Donde el alma ama, ahí está con más propiedad que allí donde da vida». Nuestra palabra (de la Sagrada Escritura) suena modesta y comprensible para todos; y, sin embargo, difícilmente hay alguien que comprenda su significado; y no obstante, es verdad. Quien comprenda la doctrina de la justicia y del JUSTO, comprenderá todo cuanto digo. 510 ECKHART: SERMONES: SERMÓN VI 3

Esta palabra que acabo de pronunciar en latín, está escrita en la Epístola y se la puede referir a un santo confesor, y esta palabra reza en lengua vulgar: «En sus días se comprobó que era JUSTO en su interior, en sus días fue agradable a Dios» (Eclesiástico 44, 16 y 17). Encontró la justicia en su interior. Mi cuerpo se halla más en mi alma de lo que mi alma se halla en mi cuerpo. Mi cuerpo y mi alma se encuentran más en Dios de lo que están en sí mismos; y esto es justicia: la causa de todas las cosas en la verdad. Según dice San Agustín: Dios se halla más cerca del alma de lo que ella se encuentra con respecto a sí misma. La proximidad de Dios y el alma no conoce, por cierto, diferencia (entre ambos). Él mismo conocimiento en el cual Dios se conoce a sí mismo, es el conocimiento de cualquier espíritu desasido y no (es) otro. El alma toma su ser inmediatamente de Dios; por ello Dios está más cerca del alma que se halla ella con respecto a sí misma; por ende, Dios se encuentra en el fondo del alma con su entera divinidad. 576 ECKHART: SERMONES: SERMÓN X 3

Ahora bien, se dice: «Fue hallado en su interior». «Interior» es aquello que vive en el fondo del alma, en lo más íntimo del alma, en (el) entendimiento, y que no sale ni mira a ninguna cosa. Allí todas las potencias del alma son igualmente nobles; allí «fue hallado JUSTO en su interior». Justo es aquello que es igual en el amor y en el sufrimiento y en la amargura y en la dulzura, (JUSTO es) aquel a quien no lo estorba ninguna cosa para hallarse (como) uno en la justicia. El hombre JUSTO es uno con Dios. (La) igualdad es amada. (El) amor siempre ama a lo igual; por eso, Dios ama al hombre JUSTO como igual a Él mismo. 587 ECKHART: SERMONES: SERMÓN X 3

Pero algunas personas se quejan de que Dios no les dé ni ensimismamiento ni recogimiento ni dulzura ni consuelo especial. De veras, esa gente aún anda muy equivocada; uno bien puede dejarlo pasar, mas no es lo mejor. Digo conforme a la verdad: Mientras se está configurando en tu interior algo que no es el Verbo eterno o que, desde el Verbo eterno, mira hacia fuera, por bueno que sea, realmente está mal. Por ello es un hombre JUSTO solamente aquel que ha aniquilado todas las cosas creadas y se halla orientado en línea recta hacia el Verbo eterno, sin dirigir en absoluto las miradas hacia fuera, y que está configurado en (el Verbo eterno) y (tiene) hecha su imagen otra vez en la justicia. El hombre toma allí donde toma el Hijo y es el hijo mismo. Dice un escrito: «Nadie conoce al Padre sino el Hijo» (Mateo 11, 27) y, en consecuencia, si queréis conocer a Dios, debéis no sólo asemejaros al Hijo, sino ser el Hijo mismo. 708 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XVI b 3

Ahora bien, San Agustín afirma lo siguiente: Cuando la luz del alma, en la cual las criaturas reciben su ser, alumbra a las criaturas, él habla de una mañana. Cuando la luz del ángel alumbra y encierra en sí la luz del alma, dice que es de media mañana. Expresa David: «El sendero del hombre JUSTO crece y asciende hasta el pleno mediodía» (Prov 4, 18). El sendero es hermoso y agradable y placentero e íntimo. Además, cuando la luz divina alumbra la luz del ángel, y la luz del alma y la luz del ángel se recogen en la luz divina, esto lo llama mediodía. Entonces el día ha llegado a su punto más alto y más largo y más perfecto, cuando el sol se halla en el cenit y vierte su resplandor sobre las estrellas y las estrellas vierten su brillo sobre la luna de modo que todo se subordina al sol. Del mismo modo, la luz divina ha recogido en sí la luz del ángel y la luz del alma, de manera que todo se halla ordenado y enderezado, y en ese instante todo junto da loa a Dios. Ya no hay nada que no alabe a Dios y todo se yergue semejante a Dios, cuanto más semejante tanto más lleno de Dios, y todo junto alaba a Dios. Nuestro Señor dijo: «Moraré con vosotros en vuestra casa» (Jeremías 7, 3 a 7). Suplicamos a Dios, Nuestro querido Señor, que more aquí con nosotros para que nosotros moremos eternamente con Él; que Dios nos ayude a (lograr)lo. Amén. 756 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XIX 3

Dicen los maestros que la naturaleza humana nada tiene que ver con el tiempo y que es completamente intangible y le resulta mucho más entrañable y cercana al hombre de lo que es él para sí mismo. Y por ello, Dios adoptó la naturaleza humana y la unió a su persona. Entonces, la naturaleza humana llegó a ser Dios porque Él adoptó la naturaleza humana pura y no (la de) ningún hombre. Por eso, si tú quieres ser el mismo Cristo y Dios, despójate de todo cuanto el Verbo eterno no aceptó para sí. El Verbo eterno no aceptó para sí a ningún hombre; por eso, despójate de lo que tienes de ser humano y de lo que eres tú y tómate desnudo, de acuerdo con la naturaleza humana, así serás lo mismo en el Verbo eterno que es en Él la naturaleza humana. Porque entre la naturaleza humana tuya y la suya no hay diferencia, es una sola, ya que es en Cristo lo que es en ti. Por eso dije en París que en el hombre JUSTO se cumple lo que dijeron en cualquier momento (con respecto a Cristo) las Sagradas Escrituras y los profetas; porque si tú andas bien, se cumple en ti todo cuanto está dicho en las Alianzas Antigua y Nueva. 851 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXIV 3

Dije una vez aquí3 — todavía no hace mucho —: Quien ama la justicia, de éste cuida la justicia y es abrazado por la justicia y es la justicia. Algún día anoté en mi libro: El hombre JUSTO no sirve ni a Dios ni a las criaturas ya que es libre; y cuanto más cerca se halla de la justicia, tanto más llega a ser la libertad él mismo y tanto más es él la libertad. Todo lo creado, en cuanto tal, no es libre. Mientras hay una cosa cualquiera por encima de mí, que no es Dios mismo, me oprime por pequeña que sea o cualquiera que sea su índole; aunque fueran (el) entendimiento y (el) amor; en cuanto cosa creada, y no Dios mismo, me oprime porque no es libre. El hombre inJUSTO le sirve a la verdad, gústele o displázcale, y le sirve a todo el mundo y a todas las criaturas y es un siervo del pecado. 917 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXVIII 3

Ahora bien, dice la mujer: «Señor, mi marido, tu siervo, está muerto». «Siervo» significa lo mismo que alguien que recibe y conserva (algo) para su señor. Si lo retuviera para sí mismo, sería un ladrón. (El) entendimiento es «siervo» en sentido propio antes que (la) voluntad o (el) amor. (La) voluntad y (el) amor se dirigen hacia Dios en cuanto es bueno, y si no fuera bueno, no se fijarían en Él. (El) entendimiento (empero) empuja hacia arriba, hacia la esencia, antes de pensar en (la) bondad o (el) poder o (la) sabiduría o cualquier cosa que sea accidental. No tiene en cuenta las cosas que se han añadido a Dios; lo toma a Él en Él (= en su sí mismo); se hunde en el ser y toma a Dios tal como es ser puro. Y aunque Él no fuera ni sabio ni bueno ni JUSTO, lo tomaría, no obstante, tal como es ser puro. En esto (el) entendimiento se parece al orden supremo de los ángeles, que contiene los tres coros: (los) Tronos que recogen en ellos a Dios y lo conservan en sí y Dios descansa en ellos, (los) Querubines que conocen a Dios y persisten en ello, los Serafines que son el fuego. A éstos se asemeja (el) entendimiento y conserva a Dios en sí mismo. Junto con estos ángeles, (el) entendimiento concibe a Dios en su vestuario, desnudo, tal como es Uno sin distinción. 1044 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXVII 3

En la Epístola de hoy leemos una palabrita, el sabio dice: «El JUSTO vive eternamente» (Sab 5, 16). 1078 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXIX 3

En alguna ocasión expliqué lo que es un hombre JUSTO mas, ahora digo otra cosa en sentido diferente. Un hombre JUSTO es aquel que está formado en la justicia y transformado en su imagen. El JUSTO vive en Dios y Dios en él; pues Dios nace en el JUSTO y el JUSTO en Dios, ya que Dios nace a causa de cualquier virtud del JUSTO, y cualquier virtud del JUSTO le da alegría. Y no sólo cualquier virtud del JUSTO sino también cualquier obra del JUSTO por insignificante que sea, siempre que la haga en justicia, con ella Dios se alegra y la alegría hasta penetra en Él; porque no queda nada en su fondo que no reciba cosquillas de alegría. Tal hecho lo deben creer las personas de mentalidad burda, mientras los iluminados han de saberlo. 1079 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXIX 3

El JUSTO no intenta (conseguir) nada con sus obras; pues, quienes intentan (conseguir) algo con sus obras o también aquellos que obran a causa de un porqué, son siervos y mercenarios. Por eso, si quieres ser in-formado en la justicia y transformado en su imagen, no pretendas nada con tus obras y no te construyas ningún porqué, ni en (el) siglo ni en (la) eternidad ni (con miras) a una recompensa o a la bienaventuranza o a esto o a aquello; porque semejantes obras de veras están todas muertas. Ah sí, aun cuando configuras en tu interior la imagen de Dios, todas las obras que hagas con esa finalidad, están muertas, y las buenas obras las echas a perder. Y no sólo echas a perder las buenas obras, sino que cometes también un pecado; pues procedes exactamente como un jardinero que debía plantar un jardín y luego talaba los árboles y, para colmo, reclamaba su paga. De la misma manera echas a perder las obras buenas. Por eso, si quieres vivir y aspiras a que vivan tus obras, debes estar muerto y aniquilado para todas las cosas. Es propio de la criatura hacer algo de algo; mas, es propio de Dios hacer algo de nada. Por eso, si Dios ha de hacer algo en tu interior o contigo, debes haberte aniquilado antes. Y por ende, entra en tu propio fondo y obra ahí; y las obras que haces ahí, serán todas vivas. Y por eso dice (= el sabio): «El JUSTO vive». Porque obra por ser JUSTO y sus obras viven. 1080 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXIX 3

Ahora dice (= el sabio): «Su recompensa está con el Señor». (Hablemos) un poco de esto. Cuando dice «con» significa que la recompensa del JUSTO está allí donde está Dios mismo; pues la bienaventuranza del JUSTO y la bienaventuranza de Dios son una sola bienaventuranza, ya que el JUSTO es bienaventurado allí donde lo es Dios. Dice San Juan: «El Verbo estaba con Dios» (Juan 1, 1). Él (también) dice «con» y por ello el JUSTO se asemeja a Dios porque Dios es la justicia. Y por lo tanto: quien está en la justicia, está en Dios y es Dios. 1081 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXIX 3

Ahora seguiré hablando de la palabra «JUSTO». No dice: «el hombre JUSTO», ni tampoco: «el ángel JUSTO», sino tan sólo: «el JUSTO». El Padre engendra a su Hijo como el JUSTO, y al JUSTO como hijo suyo, porque toda virtud del JUSTO y cualquier obra realizada a causa de la virtud del JUSTO, no constituyen sino (el hecho) de que el Hijo es engendrado por el Padre. Y por eso, el Padre no descansa nunca; antes bien, acosa e invita en todo momento para que nazca en mí su Hijo, según se dice en un Escrito: «No me callo a causa de Sión ni descanso a causa de Jerusalén, hasta que se revele el JUSTO y luzca como un relámpago» (Isaías 62, 1). «Sión» significa el apogeo de la vida y «Jerusalén» el apogeo de la paz. Ah sí, Dios no descansa jamás ni a causa del apogeo de la vida ni a causa del apogeo de la paz; sino que acosa e incita en todo momento para que se revele el JUSTO. En el JUSTO no ha de obrar ninguna cosa sino únicamente Dios. Pues, si algo fuera de ti te impele a obrar, de veras, todas esas obras están muertas; y aún en el caso de que Dios te estimule desde fuera para que obres, por cierto, todas esas obras están muertas. Mas, si tus obras han de vivir, Dios tiene que impelerte en tu interior, en lo más acendrado del alma, si han de vivir (realmente) porque allí se halla tu vida y sólo allí vives. Y yo digo: Si una virtud te parece mayor que otra, y si tú la estimas más que a otra, no la amas tal como es en la justicia, y Dios todavía no obra en ti. Pues, mientras el hombre aprecia o ama más a determinada virtud, no ama las virtudes ni las toma como son en la justicia, ni tampoco es JUSTO; porque el JUSTO toma (o: ama) y obra todas las virtudes en la justicia así como son la justicia misma. 1082 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXIX 3

Ahora prestad atención (para saber) qué es lo que debe tener el hombre que ha de morar en Él, quiere decir, en Dios. Debe tener tres cosas. La primera: que haya renunciado a sí mismo y a todas las cosas y que ya no quede apegado a las cosas que afectan a los sentidos interiormente y que no se detenga tampoco frente a ninguna criatura que se halle en el tiempo o en la eternidad… La segunda es que no ame ni este bien ni aquél, sino que ame el Bien del cual fluye todo bien, ya que no es placentera ni apetecible ninguna cosa sino en la medida en la que Dios se halla dentro de ella. Por eso no ha de amarse ningún bien sino en cuanto se ama en él a Dios; y por ende, no se debe amar a Dios ni por su reino de los cielos ni por ninguna cosa, sino que hay que amarlo por la bondad que es Él en sí mismo. Porque, quien lo ama por otra cosa, no mora en Él sino en aquello por lo cual lo ama. Por eso: si queréis permanecer en Él, no lo améis por nada fuera de Él mismo… La tercera (cosa) consiste en que no debe tomar a Dios en cuanto es bueno o JUSTO, sino que lo ha de aprehender en la sustancia pura (y) desnuda en la cual Él mismo se concibe con pureza. Pues, (la) bondad y (la) justicia son vestimentas de Dios porque lo arropan. Por eso, separad de Dios todo cuanto lo está vistiendo y tomadlo desnudo en el vestuario donde se halla de-velado y desarropado en sí mismo. Entonces, permaneceréis en Él. 1097 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XL 3

Veamos ahora otro significado. Observadlo bien: La Escritura es muy concluyente para quien la descubre y está dispuesto a descifrarla a fondo. Él dice: «quienes siguen a la justicia» «en la sabiduría». Al hombre JUSTO la justicia le hace tanta falta que no puede amar nada fuera de la justicia. Si Dios no fuera JUSTO, él no se fijaría en Dios, según ya he dicho varias veces. (La) sabiduría y (la) justicia son una sola cosa en Dios y quien ahí ama la sabiduría, ama también la justicia; y si el diablo fuera JUSTO, (este hombre) lo amaría en cuanto fuera JUSTO y ni un pepino más. El hombre JUSTO no ama en Dios ni esto ni aquello; y si Dios le diera toda su sabiduría y todo cuanto puede ofrecer fuera de Él mismo, no le daría importancia y no le gustaría porque no quiere nada ni busca nada, pues no conoce ningún porqué por el cual haría alguna cosa, así como obra Dios sin porque y no conoce ningún porqué. Tal como obra Dios, obra también el JUSTO, sin porqué; y así como la vida vive por ella misma y no busca ningún porqué por el cual vive, así también el JUSTO no conoce ningún porque por el cual haga alguna cosa. 1112 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLI 3

Ahora bien, os gusta decir: «¿Qué sé yo si es la voluntad de Dios?» Yo contesto: Aunque por un solo instante no fuera la voluntad de Dios, tampoco sería; ha de ser siempre su voluntad. Entonces, si te gustara la voluntad de Dios, te hallarías exactamente como en el reino de los cielos con lo que te sucediera o no sucediera; y quienes quieren otra cosa que no sea la voluntad de Dios, tienen su merecido porque viven siempre con lamentaciones e infelicidad; siempre se les vuelve a hacer fuerza e injusticia, y por doquier tienen penas. Y es JUSTO que sea así, porque hacen como si vendieran a Dios, tal como lo vendió Judas. Aman a Dios por una cosa cualquiera que no es Dios. Y luego, si reciben lo que aman, no piensan en Dios. Ya sea devoción o placer o cualquier cosa que te venga bien, todo lo creado no es Dios. Dice un Escrito: (la Escritura): «El mundo está hecho por Él y lo que ha sido hecho, no lo conoció» (Cfr Juan 1, 10). Quien se imaginara que, agregando mil mundos a Dios, se poseería en algún modo más que a Dios solo, no conocería a Dios ni sabría en lo más mínimo lo que es Dios, y sería un palurdo. Por ello, el hombre no debe fijarse en nada fuera de Dios. Quien busca alguna cosa en Dios, no sabe qué es lo que busca, según he dicho varias veces. 1114 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLI 3

San Lucas escribe en el Evangelio: «Cuando se cumplieron los días, Cristo fue llevado al templo. Y fijaos que allí en Jerusalén había un hombre llamado Simeón, éste era JUSTO y temeroso de Dios; esperaba la consolación del pueblo de Israel y en él estaba el Espíritu Santo» (Cfr Lucas 2, 22 ss). 1161 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLIV 3

«Cefas» significa lo mismo que «una cabeza». La cabeza del alma es (el) entendimiento. Quienes se expresan del modo más burdo, dicen que lo que precede es el amor; pero aquellos que hacen la afirmación más acertada dicen expresamente — y también es verdad — que el núcleo de la vida eterna reside en el conocimiento antes que en el amor. ¡Y sabed el porqué! Dicen nuestros más insignes maestros — de los cuales no hay muchos — que el conocimiento y el entendimiento suben directamente hacia Dios. Mas, el amor se dirige hacia lo que ama; de ello infiere qué es lo que es bueno. Pero el conocimiento percibe aquello por lo cual es bueno. (La) miel es, en sí misma, más dulce que ninguna cosa que se pueda hacer con ella. El amor toma a Dios porque es bueno; pero (el) conocimiento se eleva y toma a Dios porque es ser. Por eso dice Dios: «¡Simón Pedro, tú eres bienaventurado!» Dios le da al hombre JUSTO un ser divino y lo llama con el mismo nombre que pertenece a su (propio) ser. Por eso dice luego: «Mi Padre que está en el cielo». 1186 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLV 3

Ahora ¡fijaos en el fruto céntuplo e innumerable de este grano de trigo! El primer fruto consiste en que ha dado loa y gloria al Padre y a toda la naturaleza divina por el hecho de que Él, con sus potencias superiores, no se apartó, ni por un momento ni por un punto (de la contemplación del bien supremo), por causa de todo cuanto debía realizar la facultad intelectual ni por todo cuanto tenía que sufrir el cuerpo: así (y) a pesar de todo, seguía contemplando sin cesar a la divinidad con ininterrumpida loa, otra vez engendrada, de la dominación paterna. Esta es una de las maneras de la fecundidad del grano de trigo desde la tierra de su noble humanidad. La otra manera es la siguiente: todo el sufrimiento fecundo de su santa humanidad, que soportó en esta vida por el hambre, la sed, el calor, los vientos, las lluvias, los granizos, la nieve, por muchas penas y además, por su muerte amarga, todo esto lo ofrendó para honrar al Padre divino. Esto redunda en gloria para Él mismo y en fecundidad para todas las criaturas que, con su gracia (= la de Cristo), quieren imitarlo en su vida (poniendo) todos sus esfuerzos. Mirad, ésta es la otra fecundidad de su santa humanidad y del grano de trigo (que es) su alma noble, la cual en esa (condición) se ha hecho fértil para gloria de Él mismo y para (la) bienaventuranza de la naturaleza humana. Ahora acabáis de escuchar cómo el alma noble de Nuestro Señor Jesucristo se ha vuelto fecunda en su santa humanidad. Habéis de observar además, cómo también el hombre ha de llegar a esta (meta). Aquel hombre que intenta arrojar su alma, o sea el grano de trigo, al campo de la humanidad de Jesucristo, para que perezca ahí y se vuelva fecunda, también debe perecer de dos modos. Un modo tiene que ser corpóreo, el otro espiritual. Al corpóreo hay que interpretarlo como sigue: cuanto sufre a causa del hambre, de la sed, del frío, del calor y de que se lo desprecie y (tenga que soportar) muchos sufrimientos inmerecidos, cualquiera que sea la forma en que Dios lo disponga, (todo) esto lo habrá de aceptar de buen grado, alegremente, JUSTO como si Dios no lo hubiera creado para nada que no fuese padecimiento e infortunio y trabajo, y no habrá de buscar y apetecer en ello cosa alguna para sí mismo, ni en el cielo ni en la tierra, y todo su sufrimiento le tendrá que parecer poco, como una gota de agua en comparación con el mar embravecido. Debes considerar tu sufrimiento así de pequeño frente al gran padecimiento de Jesucristo. De esta manera se vuelve fecundo el grano de trigo, (o sea) tu alma, en el noble campo de la humanidad de Jesucristo, y perece en él de forma tal que se abandona totalmente a sí mismo. Éste es el primero de los modos, (propio) de la fecundidad del grano de trigo que ha caído al campo y a la tierra de la humanidad de Jesucristo. 1247 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLIX 3

Nuestros maestros dicen: Todo cuanto se llega a conocer o que nace, es una imagen; y ellos dicen en consecuencia: Si el Padre ha de engendrar a su Hijo unigénito, tiene que engendrar su (propia) imagen como permaneciendo en Él mismo en el fondo. La imagen, ya que ha existido eternamente en Él (forme illius), es su forma que permanece en Él mismo. La naturaleza enseña — y me parece muy JUSTO — que debemos explicar a Dios mediante símiles, ya sea éste, ya sea aquél. Sin embargo, Él no es ni esto ni aquello, y por lo tanto el Padre no se contenta con ello, antes bien, regresa a lo primigenio, a lo más íntimo, al fondo y al núcleo del ser-Padre donde ha estado adentro eternamente en sí mismo, en la paternidad, y donde disfruta de sí mismo, el Padre como Padre, de sí mismo en el Hijo único. Allí, todas las hierbecillas y (la) madera y (las) piedras y todas las cosas son uno. Esto es lo mejor de todo y yo estoy loco por ello. Por eso, todo cuanto la naturaleza es capaz de realizar, lo añade a ello (y) esto va cayendo en la paternidad para que sea uno y que sea un solo Hijo y crezca más allá de todo lo demás y sea del todo uno en la paternidad y, si no puede ser (uno), que sea (por lo menos) (un) signo de lo uno. La naturaleza que es de Dios, no busca nada que se halle fuera de ella; ah sí, la naturaleza que se encuentra dentro de sí misma, no tiene nada que ver con la apariencia (externa), porque la naturaleza que es de Dios, no busca nada que no sea la semejanza con Dios. 1279 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LI 3

Luego dice: «En esto consiste la vida eterna en que te conozcan a ti solo, Dios uno (y) verdadero». Si (dos) hombres conocieran a Dios como «uno», y uno de ellos entendiera por ello (la cantidad numérica de) mil y el otro conociera a Dios en mayor medida como «uno», por poco que fuera, él conocería (a Dios) más como «uno» que aquel que conociera (la cantidad de) mil. Cuanto más se conoce a Dios como «uno», tanto más se lo conoce como «todo». Si mi alma fuera comprensiva y noble y pura, todo cuanto conociera, sería «uno». Si un ángel conociera (una cosa) y ella tuviera (para él) el valor de diez, y si otro ángel, más noble (= de mayor jerarquía) que aquél, conociera lo mismo, ello sería (para él) nada más que uno. Por eso dice San Agustín: Si yo conociera todas las cosas y no a Dios, no habría conocido nada. Mas, si conociera a Dios y no conociese ninguna otra cosa, habría conocido todas las cosas. Cuanto más insistente y profundamente se conoce a Dios como «uno», tanto más se conoce la raíz de la cual han germinado todas las cosas. Cuanto más se conoce como «uno» la raíz y el núcleo y el fondo de la divinidad, tanto más se conocen todas las cosas. Por eso dice: «Para que te conozcan Dios uno (y) verdadero». No dice ni Dios «sabio» ni Dios «JUSTO» ni Dios «poderoso», sino únicamente «Dios uno (y) verdadero», y quiere decir que el alma debe apartar y mondar todo cuanto se agrega a Dios en el pensamiento o en el conocimiento, y que se lo tome desnudo tal como es (un) ser acendrado: así es «Dios verdadero». Por eso dice Nuestro Señor: «En esto consiste la vida eterna en que te conozcan a ti solo, Dios uno (y) verdadero». 1342 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LIV a 3