Esta seguridad es mucho más grande, perfecta y genuina que la primera y no puede engañar. La intuición, en cambio, podría engañar y fácilmente podría tratarse de una iluminación falsa. Esta (seguridad), empero, se siente en todas las potencias del alma y no puede ser engaño en todos cuantos aman verdaderamente a Él; ellos lo dudan tan poco como dudan de Dios (mismo), ya que el amor expulsa todo el temor. «El amor no tiene temor» (1 __JUAN__ 4, 18), según dice San Pablo, y también está escrito: «El amor cubre la plenitud de los pecados» (1 Pedro 4,8). Pues allí donde se cometen pecados, no puede haber plena confianza ni amor; porque éste cubre por completo el pecado; no sabe nada de pecados. No es como si uno no hubiera pecado, sino que (el amor) borra completamente los pecados, y los expulsa como si nunca hubiesen existido. Pues todas las obras de Dios son tan completamente perfectas y de riqueza sobreabundante que Él, a quien perdona, lo perdona enteramente y sin reserva, y con mucho mayor agrado los (pecados) grandes que los pequeños y esto produce una confianza cabal. Considero que este saber es infinita e incomparablemente mejor y trae más recompensa y es más genuino que el primero; ya que para él ni el pecado ni cualquier otra cosa constituyen un estorbo. Porque, a quien Dios encuentra lleno de determinado amor lo juzga también de manera proporcional, no importa que haya pecado mucho o nada. Pero aquel a quien se le perdona más, también debe amar más, según dijo Cristo, Nuestro Señor: «Aquel a quien se le perdona más, que ame también más» (Cfr Lucas 7, 47). 125 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 15.
En primer lugar debe saberse que el sabio y la sabiduría, el veraz y la verdad, el justo y la justicia, el bueno y la bondad, se miran mutuamente y se relacionan el uno con el otro de la siguiente manera: la bondad no fue creada ni hecha ni ha nacido; sin embargo, es parturienta y da a luz al bueno, y el bueno, en cuanto es bueno, no fue hecho ni creado y, no obstante, es niño nato e hijo de la bondad. La bondad engendra a sí misma y a todo cuanto es, en la persona del bueno: infunde en el bueno (el) ser, (el)saber, amar y obrar, todos juntos, y el bueno recibe todo su ser, saber, amar y obrar del corazón y fondo más íntimo de la bondad y solamente de ella. (El) bueno y (la) bondad no son sino una sola bondad, completamente unos en todo, a excepción de dar a luz (por una parte) y (por otra) nacer; de todos modos, el dar a luz por parte de la bondad y el nacer en el bueno, constituyen cabalmente un solo ser, una sola vida. Todo cuanto pertenece al bueno, lo recibe tanto de la bondad como en la bondad. Allí existe y vive y mora. Allí se conoce a sí mismo y a todo cuanto conoce, y ama a todo cuanto ama, y coopera con la bondad en la bondad, y la bondad (a su vez realiza) todas sus obras con él y dentro de él, como está escrito y lo dice el Hijo: «El Padre que permanece y mora en mí, hace las obras» (__JUAN__ 14, 10). «El Padre obra hasta ahora y yo obro» (__JUAN__ 5, 17). «Todo cuanto es del Padre, es mío, y todo cuanto es mío y de lo mío, es de mi Padre: (es) suyo cuando lo da y mío cuando lo tomo» (__JUAN__ 17, 10). 252 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 1
Además hay que saber que, cuando decimos «bueno», el nombre o la palabra no significan ni encierran ninguna otra cosa, ni más ni menos, que la mera y pura bondad; mas se trata de una auto-entrega. Si decimos «bueno», comprendemos que su bondad le fue dada, infusa, engendrada por la Bondad no nacida. De ahí que dice el Evangelio: «Así como el Padre tiene vida en sí mismo, así dio también al Hijo que tuviese vida en sí mismo» (__JUAN__ 5, 26). Él dice: «en sí mismo» y no «por sí mismo» ya que el Padre se la dio. 253 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 1
Todo cuanto acabo de decir pues, del bueno y de la bondad, es igualmente verdadero también con respecto al veraz y a la verdad, al justo y a la justicia, al sabio y a la sabiduría, al Hijo de Dios y a Dios Padre; (es verdadero) para todo cuanto ha nacido de Dios y no tiene padre en esta tierra (y) en lo cual no nace tampoco nada de todo lo creado, de todo cuanto no es Dios, y en lo cual no hay imagen alguna fuera de Dios en su desnudez (y) pureza. Pues, así dice San __JUAN__ en su Evangelio: «Les dio poder y capacidad para llegar a ser hijos de Dios a todos cuantos no han nacido ni de la sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad de varón sino de Dios y solamente de Dios» (__JUAN__ 1, 12 s) 254 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 1
Él entiende bajo «sangre» todo cuanto en el hombre no está sometido a la voluntad humana. Bajo «voluntad de la carne» entiende todo cuanto en el hombre, si bien está sometido a su voluntad, lo hace con resistencia y contrariedad, y se inclina hacia el apetito de la carne y pertenece al alma y al cuerpo juntos y no se halla, propiamente dicho, sólo en el alma; y en consecuencia, las potencias (del alma) se cansan, se debilitan y envejecen. Bajo «voluntad de varón» entiende San __JUAN__ las potencias superiores del alma, cuya naturaleza y acción no están mezcladas con la carne, (sino) que se hallan dentro de la pureza del alma, apartadas del tiempo y del espacio, y de todo cuanto mira aún con alguna esperanza o gusto hacia el tiempo y el espacio, (potencias pues), que no tienen nada en común con cosa alguna; en ellas el hombre está configurado a la imagen de Dios, en ellas es de la estirpe y familia de Dios. Y, sin embargo, como no son Dios mismo y fueron creadas en el alma y junto con el alma, deben ser desnudadas de su propia imagen y transformadas solamente en imagen de Dios, naciendo en Dios y de Dios, de modo que Dios solo sea (su) Padre; pues de esta manera son también hijos de Dios y el Hijo unigénito de Dios. Porque soy hijo de todo aquello que me configura y engendra a su imagen y dentro de sí como igual. En cuanto semejante hombre, — hijo de Dios, bueno como hijo de la bondad, justo como hijo de la justicia — es únicamente hijo de ella, (la justicia) es parturienta no nacida y su hijo nato posee la misma esencia única que tiene y es la justicia, y él toma posesión de todo cuanto es propiedad de la justicia y de la verdad. 255 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 1
Un hombre bueno debe confiar en Dios, creerle y estar seguro y conocerlo bien, sabiendo que a Dios y a su bondad y amor les resulta imposible permitir que al hombre le sobrevenga algún sufrimiento o pena, a no ser que con ello (Dios) le quiera evitar al hombre una pena mayor o darle ya en esta tierra un consuelo más fuerte o lograr con esta (pena) y por ella una cosa mejor en la cual se evidenciaría más abarcadora y fuerte la gloria de Dios. Pero, sea como fuere: únicamente porque es la voluntad de Dios que así suceda, la voluntad del hombhombre bueno debe ser tan una y unida con la voluntad divina que el hombre quiera lo mismo que Dios, aun cuando sea en perjuicio suyo e incluso (implique) su condenación. Por ello, San Pablo deseaba ser apartado de Dios por amor de Dios y a causa de su voluntad y de su gloria (Cfr Rom 9,3). Pues, un hombre realmente perfecto debe, por habituación, haber muerto para sí mismo, haberse desnudado de su propia imagen en Dios y ser transformado, dentro de la voluntad de Dios, en tal imagen que toda su felicidad consiste en no saber nada de sí mismo y de todo lo demás sino conocer únicamente a Dios, y de no querer nada ni percatarse de ninguna voluntad que no sea la de Dios, aspirando a conocer a Dios tal como Dios me conoce a mí, según dice San Pablo (Cfr 1 Cor 13,12): Dios conoce a todo cuanto conoce, ama y quiere a todo cuanto ama y quiere, dentro de Él mismo, en su propia voluntad. Dice Nuestro Señor mismo: «Esta es la vida eterna conocer sólo a Dios» (Cfr __JUAN__ 17,3). 274 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
Por ello dicen los maestros que los bienaventurados en el reino de los cielos conocen a las criaturas desnudas de toda imagen, pues las conocen por medio de una sola imagen que es Dios y en la cual Dios conoce y ama y quiere a sí mismo y a todas las cosas. Y Dios mismo nos enseña a orar y suplicar así cuando decimos: «Padre nuestro», «santificado sea tu nombre» lo cual quiere decir: que te conozcamos sólo a ti (Cfr __JUAN__ 17,3); «que venga tu reino» para que yo no tenga nada que considere y conozca como rico fuera de ti, el rico. A esto se refiere el Evangelio al decir: «Bienaventurados son los pobres en espíritu» (Mateo 5,3), quiere decir: en la voluntad, y por ello pedimos a Dios que se «haga su voluntad», «en la tierra», quiere decir: dentro de nosotros, «como en el cielo», quiere decir: en Dios mismo. Semejante hombre comparte una sola voluntad con Dios de modo tal que quiere todo cuanto quiere Dios y de la misma manera que lo quiere Dios. Y por eso, como Dios en cierto modo quiere que yo también haya pecado, yo no quisiera no haberlo hecho porque así se hace la voluntad de Dios «en la tierra», o sea en el pecado, «como en el cielo», o sea en la buena acción. En este sentido, el hombre quiere hallarse privado de Dios por amor de Dios y ser apartado de Dios por amor de Dios, y sólo éste es un verdadero arrepentimiento de mis pecados; así me apeno sin pena del pecado tal como Dios se apena sin pena de toda maldad. Siento pena y la máxima pena por el pecado — pues no cometería ningún pecado por nada creado o creable, por más que hubiera en la eternidad miles de mundos — mas (lo haría) sin pena; y acepto y tomo las penas de la voluntad divina y por ella. Tan sólo semejante pena es una pena perfecta, porque proviene y surge del puro amor de la bondad y alegría más puras de Dios. Así llega a ser verdad y se echa de ver lo que he dicho en este librito: que el hombre bueno, en cuanto es bueno, entra en toda la peculiaridad de la Bondad misma que es Dios en sí mismo. 275 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
Sin embargo, según he escrito arriba: Si un hombre fuera capaz de aceptar este hecho de acuerdo con la voluntad de Dios, en cuanto sea la voluntad divina de que la naturaleza humana tenga este defecto justamente por divina justicia a causa del pecado del primer hombre, y si él, por otra parte, si las cosas no fueran así, quisiera prescindir gustoso de este (defecto) según la voluntad divina, entonces andaría del todo bien y seguramente recibiría consuelo en su sufrimiento. Se piensa en esto cuando San __JUAN__ dice que la verdadera «luz resplandece en las tinieblas» (__JUAN__ 1,5) y cuando San Pablo afirma que «la virtud se realiza en la flaqueza» (2 Cor 12,9). Si el ladrón fuera capaz de sufrir la muerte verdadera, completa, pura, gustosa, voluntaria y alegremente por amor de la justicia divina en la cual y de acuerdo con la cual Dios y su justicia quieren que el malhechor sea muerto, sin duda sería salvado y bienaventurado. 279 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
Y por esta razón he dicho que el alma odia la similitud en la similitud y no la ama en sí y a causa de ella, sino que la ama a causa de lo Uno que se halla escondido en ella y es verdadero «Padre», un comienzo sin comienzo alguno, «de todos» «en el cielo y en la tierra». Y por eso digo yo: Mientras se encuentra y aparece aún una similitud entre el fuego y el leño, no hay en absoluto verdadero placer ni silencio ni descanso ni satisfacción. Y por ello dicen los maestros: El devenir del fuego se realiza en el combate, la excitación, el desasosiego y el tiempo; pero (el) nacimiento del fuego y (el) placer se realizan sin tiempo y distancia. (El) placer y (la) alegría, a nadie le parecen ni largos ni distantes. A todo cuanto acabo de decir se refiere nuestro Señor cuando dice: «La mujer, cuando da a luz al niño, siente angustia y pena y tristeza; pero cuando ha nacido el niño, se olvida de la angustia y pena» (__JUAN__ 16,21). Por eso Dios, también nos dice y advierte en el Evangelio, que roguemos al Padre para que nuestra alegría llegue a ser perfecta (Cfr __JUAN__ 15,11), y San Felipe dijo: «Señor, haznos ver al Padre y ya nos basta» (__JUAN__ 14,8); porque Padre significa nacimiento y no similitud y se refiere a lo Uno en donde la similitud enmudece y se calla todo cuanto tiene apetito de ser. 288 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
La obra interior también es divina y deiforme y tiene sabor a peculiaridad divina por el siguiente hecho: Así como todas las criaturas, aun en el caso de que hubiera mil mundos, no superarían ni por el ancho de un pelo el valor de Dios solo, — así digo yo y ya lo dije anteriormente — que esa obra exterior, su cantidad y su magnitud, su largor y su anchura no aumentan absolutamente, en ningún caso, la bondad de la obra interior; pues ésta contiene su propia bondad. Por lo tanto, nunca puede ser pequeña la obra exterior cuando la interior es grande, y cuando ésta última es pequeña o no vale nada, aquélla nunca puede ser grande ni buena. En todo momento, la obra interior abarca en sí toda la magnitud y todo el anchor y largor. La obra interior toma y saca su ser completo sólo del corazón de Dios y en él (y) en ninguna otra parte; toma al Hijo y nace como hijo en el seno del Padre celestial. No así la obra exterior: ésta recibe más bien su bondad divina por intermedio de la obra interior, como nacida a término y derramada en el descenso de la divinidad revestida de diferencia, cantidad (y) división; (pero) todo esto y otras cosas por el estilo, así como también (la) misma semejanza, permanecen apartados de Dios y ajenos a Él. (Pues) se apegan y se detienen y se tranquilizan con aquello que es bueno (por separado), que está iluminado, que es criatura, y totalmente ciego con respecto a la bondad y a la luz en sí mismas y a lo Uno donde Dios engendra a su Hijo unigénito y en Él a todos cuantos son hijos de Dios, hijos natos. Ahí (quiere decir, en lo Uno) se hallan la emanación y el origen del Espíritu Santo y sólo por Él — en cuanto es el Espíritu de Dios y Dios mismo es Espíritu — es concebido dentro de nosotros el Hijo y ahí se da esta emanación (del Espíritu Santo) de todos cuantos son hijos de Dios, según han nacido con menor o mayor pureza sólo de Dios, transformados según la imagen y en la imagen de Dios, y apartados de toda cantidad como todavía se encuentra en los ángeles superiores en cuanto a su naturaleza y — si uno quiere llegar a conocerlo bien — ellos hasta están apartados de la bondad, la verdad y todo aquello que está sujeto, aunque fuera sólo en un pensamiento o en una denominación, a una vislumbre o sombra de una diferencia cualquiera, y se han entregado (sólo) a lo Uno que es libre de cualquier especie de cantidad y diferencia, donde también Dios-Padre-Hijo-y-Espíritu-Santo es y son Uno solo, habiendo perdido toda diferencia y cualidad y siendo desnudado de ellas. Y lo Uno obra nuestra salvación, y cuanto más alejados estemos de lo Uno, tanto menos seremos hijos e hijo y con tanta menor perfección surgirá dentro de nosotros y fluirá de nosotros el Espíritu Santo; en cambio, cuanto más cerca estemos de lo Uno, tanto más verdaderamente seremos hijos e hijo de Dios y de nosotros fluirá también Dios-el-Espíritu-Santo. A esto se refiere Nuestro Señor, (el) Hijo de Dios en la divinidad, cuando dice: «En el que beba del agua que yo le dé, surgirá un manantial que salta hasta la vida eterna» (__JUAN__ 4, 14), y San __JUAN__ afirma que esto lo decía del Espíritu Santo (__JUAN__ 7, 39). 299 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
Más aún: Dios ama por amor de sí mismo y obra todas las cosas por amor de sí mismo, lo cual quiere decir que ama a causa del amor y obra a causa del obrar; pues, sin duda alguna, Dios nunca habría engendrado en la eternidad a su Hijo unigénito si el haber engendrado no fuera igual al engendrar. Por eso dicen los santos que el Hijo ha nacido tan eternamente que sigue naciendo sin cesar. Si el ser-creado no fuera (una y la misma cosa que) el crear, Dios tampoco habría creado jamás el mundo. Resulta pues, que Dios ha creado el mundo de manera tal que todavía lo sigue creando sin cesar. Todo lo pasado y todo lo venidero le resultan a Dios ajenos y distantes. Y por ende: quien nació de Dios (como) hijo de Dios, ama a Dios por amor de Él mismo, es decir, ama a Dios a causa del amar-a-Dios y obra todas sus obras a causa del obrar. Dios nunca se cansa del amar y obrar, y todo cuanto Él ama significa para Él un solo amor. Y por consiguiente es verdad que Dios es el Amor (1 __JUAN__ 4, 8, 16). De ahí que yo dijera arriba que el hombre bueno quiere y querría sufrir en todo momento por amor de Dios, y no haber-sufrido; mientras sufre, tiene todo lo que ama. Ama al sufrir-por-amor-de-Dios y sufre por Dios. Por ello y en ello es hijo de Dios, formado a semejanza de Dios y en Dios quien ama por amor de sí mismo, es decir, ama por el amor y obra por el obrar; y por lo tanto, Dios ama y obra sin cesar. Y el obrar de Dios es su naturaleza, su esencia, su vida, su bienaventuranza. Entonces en verdad: para el hijo de Dios, o sea un hombre bueno, en cuanto es hijo de Dios, el sufrir por amor de Dios y el obrar por amor de Dios constituyen su esencia, su vida, su obrar, su bienaventuranza, ya que dice Nuestro Señor: «Bienaventurados son los que sufren por la justicia» (Mateo 5, 10). 303 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
Además, cuando dice Nuestro Señor, el Hijo: «que (el hombre) se niegue a sí mismo y levante su cruz y venga hacia mí», entonces se refiere a lo siguiente: Hazte hijo tal como yo soy Hijo, Dios nato, y (llega a ser lo mismo Uno que yo soy (y) que tomo morando y permaneciendo en el seno y corazón del Padre. Padre — así dice también el Hijo — quiero que aquel que me sigue, el que viene hacia mí, esté allí donde estoy yo (Cfr __JUAN__ 12, 26). En el fondo, nadie llega al Hijo, en cuanto éste es Hijo, sino aquel que se convierte en hijo, y nadie está allí donde está el Hijo quien, en el seno y corazón del Padre es uno dentro de lo Uno, sino aquel que es hijo. 306 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
Séneca, un maestro pagano, dice: De las cosas grandes y elevadas hay que hablar con sentimientos grandes y elevados y con el alma sublime. Dirán también que estas enseñanzas no se deberían decir ni escribir para la gente iletrada. A eso digo: Si no se debe enseñar a la gente iletrada, nunca nadie llegará a letrado y en consecuencia nadie sabrá enseñar o escribir. Porque se enseña a los iletrados para que de iletrados se conviertan en letrados. Si no hubiera cosas nuevas, nada llegaría a ser viejo. «Los sanos — dice Nuestro Señor — no necesitan de medicamentos» (Lucas 5, 31). El médico está para curar a los enfermos. Pero si alguien interpreta mal esta palabra ¿qué culpa tiene el hombre que pronuncia con sinceridad esta palabra verdadera? San __JUAN__ les predica el santo Evangelio a todos los creyentes y, sin embargo, comienza el Evangelio con lo más sublime que un ser humano puede afirmar de Dios en esta tierra; y resulta que también sus palabras, al igual que las de Nuestro Señor, han sido muy mal interpretadas. 340 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 3
Con respecto a la nobleza del hombre interior, (o sea) el espíritu, y a la futilidad del hombre exterior, (o sea) la carne, dicen también los maestros paganos Tulio y Séneca que, a ninguna alma racional le falta Dios; (la) semilla de Dios está dentro de nosotros. Si el labrador fuera bueno, sabio e industrioso, la semilla se desarrollaría en proporción y crecería hacia Dios a quien pertenece, y el fruto se asemejaría a la naturaleza divina. La semilla de un peral crece para (ser) peral, la del nogal para (ser) nogal, y la semilla de Dios para (ser) Dios (Cfr 1 __JUAN__ 3, 9). Pero si la semilla buena tiene un labrador tonto y malo, entonces crece la cizaña y encubre y desplaza la semilla buena de modo que no puede ni salir a luz ni crecer. Orígenes, un gran maestro, dice sin embargo: Como Dios mismo sembró y colocó y engendró esta semilla, si bien es posible que sea cubierta y escondida, nunca podrá ser exterminada ni ahogada en sí misma; echa llamas y brilla, alumbra y arde y se inclina sin cesar hacia Dios. 352 ECKHART: TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3
Dice San Agustín: Cuando el alma humana se eleva por completo hacia la eternidad, hacia Dios solo, resplandece y brilla la imagen de Dios; pero cuando el alma se torna hacia fuera, aunque sea para el ejercicio exterior de una virtud, esta imagen se encubre del todo. Y esto sería el significado del hecho de que las mujeres tienen la cabeza velada, mientras los hombres la tienen descubierta según la enseñanza de San Pablo (Cfr 1 Cor 11, 4 ss). Por lo tanto: toda parte del alma que se dirige hacia abajo, recibe de aquello a que se torna un velo, una toca; pero la parte del alma que es elevada hacia arriba, es desnuda imagen de Dios, el nacimiento de Dios, descubierto (y) desnudo en el alma desnuda. Con referencia al hombre noble y de cómo la imagen de Dios, el Hijo de Dios, la semilla de naturaleza divina dentro de nosotros, nunca es extirpada aun cuando se la encubre, (de todo esto) habla el rey David en el Salterio, diciendo: El hombre si bien es atacado por diversas nonadas, sufrimientos y penas dolorosas, permanece, sin embargo, dentro de la imagen de Dios y la imagen dentro de él (Cfr Salmo 4,2 a 7). La luz verdadera brilla en las tinieblas aun cuando no la notamos (Cfr __JUAN__ 1, 5). 361 ECKHART: TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3
De la misma manera, digo yo, que el hombre noble toma y saca su ser, su vida y su felicidad enteras exclusivamente de Dios, junto a Dios y en Dios, (y) no las recibe del conocimiento, de la contemplación o del amor de Dios o de otras cosas por el estilo. Por eso dice Nuestro Señor con entrañable acierto que ésta es la vida eterna: conocer solamente a Dios como el único Dios verdadero (__JUAN__ 17, 3), mas no: conocer que se conoce a Dios. ¿Cómo podría ser también que el hombre que no se conoce a sí mismo, se conozca como el que conoce a Dios? Pues, por cierto, el hombre en absoluto se conoce a sí mismo y a otras cosas, (mas) eso sí, cuando llega a bienaventurado y es bienaventurado en la raíz y en el fondo de la bienaventuranza, conoce sólo a Dios. Pero cuando el alma conoce el hecho de conocer a Dios, adquiere (al mismo tiempo) el conocimiento de Dios y de sí misma. 369 ECKHART: TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3
Quien quiere reconocer, pues, la nobleza y la utilidad del perfecto desasimiento, que se fije en las palabras de Cristo relativas a su humanidad cuando dijo a sus discípulos: «Os conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Espíritu Santo no vendrá a vosotros» (__JUAN__ 16, 7). Es justamente como si dijera: Habéis proyectado demasiado placer en mi apariencia presente, por ello no podéis tener el placer perfecto del Espíritu Santo. Por eso, despojaos de las imágenes y uníos con la esencia carente de forma, ya que el consuelo espiritual de Dios es sutil; de ahí que no sea ofrecido a nadie que no haya renunciado al consuelo terrestre. 388 ECKHART: TRATADOS DEL DESASIMIENTO 3
Leemos en el santo Evangelio (Mateo 21, 12) que Nuestro Señor entró en el templo y echó fuera a quienes compraban y vendían, y a los otros que ofrecían en venta palomas y otras cosas por el estilo, les dijo: «¡Quitad esto de aquí, sacadlo!» (__JUAN__ 2, 16). ¿Por qué echó Jesús a los que compraban y vendían, y a los que ofrecían palomas, les mandó que las sacaran? Quiso significar tan sólo que quería tener vacío el templo, exactamente como si hubiera dicho: Tengo derecho a este templo y quiero estar solo en él y tener poder sobre él. Esto ¿qué quiere decir? Este templo donde Dios quiere reinar poderosamente según su voluntad, es el alma del hombre que Él ha formado y creado exactamente a su semejanza, según leemos que dijo Nuestro Señor: «¡Hagamos al hombre a Nuestra imagen y semejanza!» (Génesis 1, 26). Y así lo hizo también. Ha hecho el alma del hombre tan semejante a sí mismo que ni en el cielo ni en la tierra, por entre todas las criaturas espléndidas, creadas tan maravillosamente por Dios, no hay ninguna que se le asemeje tanto como el alma humana sola. Por ello, Dios quiere tener vacío este templo de modo que no haya nada adentro fuera de Él mismo. Es así porque este templo le gusta tanto ya que se le asemeja de veras, y Él mismo está muy a gusto en este templo siempre y cuando se encuentre ahí a solas. 406 ECKHART: SERMONES: SERMÓN I 3
¡Ah, prestad atención! ¿Quiénes eran las personas que compraban y vendían, y quiénes son hoy en día? ¡Escuchadme bien! Ahora hablaré en mi sermón tan sólo de gente buena. Sin embargo, indicaré esta vez quiénes eran los mercaderes y quiénes siguen siéndolo, esos que compraban y vendían y (los que) continúan haciéndolo de la misma manera, (y) a quienes Nuestro Señor echó a golpes expulsándolos y lo sigue haciendo aún hoy en día con todos cuantos compran y venden en este templo: no quiere que ni uno solo (de ellos) permanezca adentro. Mirad, mercaderes son todos aquellos que se cuidan de no cometer pecados graves y les gustaría ser buenos y, para la gloria de Dios, ellos hacen sus obras buenas, como ser, ayunar, estar de vigilia, rezar y lo que hay por el estilo, cualquier clase de obras buenas, mas las hacen para que Nuestro Señor les dé algo en recompensa o para que Dios les haga algo que les gusta: todos ésos son mercaderes. Esto se debe entender en un sentido burdo, porque quieren dar una cosa por otra y de esta manera pretenden regatear con Nuestro Señor. Con miras a tal negocio se engañan. Pues, todo cuanto poseen y todo cuanto son capaces de obrar, si lo dieran todo por amor de Dios y obrasen por completo por Él, Dios en absoluto estaría obligado a darles ni a hacerles nada en recompensa, a no ser que quiera hacerlo gratuita (y) voluntariamente. Porque lo que son, lo son gracias a Dios, y lo que tienen, lo tienen de Dios y no de sí mismos. Por lo tanto, Dios no les debe nada, ni por sus obras ni por sus dádivas, a no ser que quisiera hacerlo voluntariamente como merced y no a causa de sus obras ni de sus dádivas, porque no dan nada de lo suyo (y) tampoco obran por sí mismos, según dice Cristo mismo: «Sin mí no podéis hacer nada» (__JUAN__ 15, 5). Esos que quieren regatear así con Nuestro Señor, son individuos muy tontos; conocen poco o nada de la verdad. Por eso, Nuestro Señor los echó a golpes fuera del templo y los expulsó. La luz y las tinieblas no pueden hallarse juntas. Dios es la Verdad y una luz en sí misma. Por ello, cuando Dios entra en este templo, expulsa la ignorancia, o sea, las tinieblas, y se revela Él mismo mediante la luz y la verdad. Cuando se llega a conocer la Verdad, los mercaderes han desaparecido, y la verdad no apetece hacer negocio alguno. Dios no busca lo suyo, Él es libre y desasido en todas sus obras y las hace por verdadero amor. Lo mismo hace también aquel hombre que está unido con Dios; él se mantiene también libre y desasido en todas sus obras, y las hace únicamente por la gloria de Dios, sin buscar lo suyo, y Dios opera en el. 407 ECKHART: SERMONES: SERMÓN I 3
Dice San __JUAN__: «En esto se nos ha manifestado el amor de Dios: en que ha enviado al mundo a su Hijo para que vivamos por Él» (1 __JUAN__ 4, 9) y con Él, y de esta manera nuestra naturaleza humana se halla inconmensurablemente enaltecida por el hecho de que el Altísimo haya llegado, adoptando la naturaleza humana. 473 ECKHART: SERMONES: SERMÓN V a 3
Uno se encuentra con gente a la que gusta Dios de una manera, pero de otra no, y se empeñan en poseer a Dios sólo en una forma de devoción y en otra no. Lo dejo pasar, pero es todo un error. Quien ha de tomar a Dios de manera correcta, debe tomarlo de igual modo en todas las cosas, en (la) aflicción como en (el) bienestar, en (el) llanto como en (la) alegría; en todo debe ser el mismo para ti. Si tú no tienes devoción ni fervor, sin haberlo provocado por un pecado mortal, y deseas tener devoción y fervor, y, si entonces crees que justamente por no tener devoción ni fervor, tampoco tienes a Dios (y) ello te da pena, precisamente esto es, en ese momento, (tu) devoción y fervor. Por lo tanto no debéis insistir en ningún modo, porque Dios no es en absoluto ni esto ni aquello. De ahí que aquellos que tomen a Dios de la manera descrita, proceden mal con Él. Toman el modo, pero no a Dios. Por ende recordad esta palabra: Debéis pensar puramente en Dios y buscarlo a Él. Cualquiera que sea luego el modo resultante, ¡contentaos con él! Pues vuestra intención ha de estar dirigida puramente hacia Dios y a ninguna otra cosa. (Luego) estará bien lo que os guste o no os guste, y sabed que otra cosa estaría completamente mal. Quienes pretenden tener muchos modos, empujan a Dios por debajo de un banco. Ya sean llantos o suspiros o muchas otras cosas por el estilo: todo esto no es Dios. Si os sucede, aceptadlo y contentaos; si no sucede, contentaos lo mismo y tomad lo que Dios os quiere dar en ese momento y conservad siempre un humilde aniquilamiento y el rebajamiento (de vosotros mismos). Y en todo momento ha de pareceros que sois indignos de (recibir) cualquier bien que Dios podría haceros si quisiera. Así hemos interpretado pues, la palabra escrita por San __JUAN__: «En esto se nos ha manifestado a nosotros el amor de Dios». Si fuéramos así, este bien se manifestaría dentro de nosotros. La culpa de que esté escondido para nosotros no la tiene nadie más que nosotros. Somos la causa de todos nuestros impedimentos. Cuídate de ti mismo y te has cuidado bien. Y si resulta que no queremos tomarlo, Él nos ha escogido para ello, (sin embargo). Si no lo tomamos, habremos de arrepentimos y sufriremos gran reprimenda. La culpa de que no lleguemos adonde, se recibe este bien, no la tiene Él, sino nosotros. 478 ECKHART: SERMONES: SERMÓN V a 3
«En esto se nos ha manifestado y hecho visible el amor de Dios hacia nosotros, en que Dios ha enviado al mundo a su Hijo unigénito para que vivamos con el Hijo y en el Hijo y por el Hijo» (1 __JUAN__ 4, 9); porque andan mal, por cierto, todos cuantos no viven por medio del Hijo. 486 ECKHART: SERMONES: SERMÓN V b 3
Donde termina la criatura, ahí Dios comienza a ser. Pues bien, lo único que Dios te exige, es que salgas de ti mismo, en cuanto a tu índole de criatura, y que permitas a Dios ser Dios dentro de ti. La menor imagen de lo creado, que en algún instante se forma dentro de ti, es tan grande como lo es Dios. ¿Por qué? Porque te impide (tener) un Dios entero. Justamente allí donde entra la imagen, Dios debe retirarse así como toda su divinidad. Mas, donde sale la imagen, allí entra Dios. Él desea tanto que tú salgas de ti mismo, en cuanto a tu índole de criatura, como si de ello dependiera toda su bienaventuranza. Pues bien, mi querido hombre, ¿qué daño te hace si le permites a Dios que sea Dios dentro de ti? Sal completamente de ti mismo por amor de Dios, luego Dios saldrá por completo de sí mismo por amor de ti. Cuando estos dos salen, entonces lo que queda es un Uno simple. En este Uno el Padre engendra a su Hito dentro del manantial más íntimo. Allí sale floreciendo el Espíritu Santo y allí surge dentro de Dios una voluntad que pertenece al alma. La voluntad es libre mientras no se halla afectada por ninguna criatura y por nada que sea criaturidad. Cristo dice: «Nadie asciende al cielo sino Aquel que ha bajado del cielo» (__JUAN__ 3, 13). Todas las cosas fueron creadas de (la) nada; por eso su verdadero origen es (la) nada, y en cuanto esta noble voluntad se inclina hacia las criaturas, en tanto se derrama con ellas en su nada. 492 ECKHART: SERMONES: SERMÓN V b 3
Ellos viven eternamente «con Dios», de modo exactamente igual con Dios, ni por debajo ni por encima. Hacen todas sus obras con Dios y Dios (las hace) con ellos. Dice San __JUAN__: «El Verbo estaba con Dios» (__JUAN__ 1, 1). Era completamente igual y estaba a su lado, ni por debajo ni por encima, sino que (era) igual. Cuando Dios creó al hombre, creó a la mujer del costado del hombre para que le fuera igual. No la creó ni de la cabeza ni de los pies, para que no fuera para él ni mujer ni hombre, sino que fuese igual. Así también el alma justa ha de ser igual, junto con Dios y al lado de Dios, exactamente igual, ni por debajo ni por encima. 512 ECKHART: SERMONES: SERMÓN VI 3
El Padre engendra a su Hijo sin cesar. Cuando el Hijo ha nacido, (ya) no toma nada del Padre porque lo tiene todo; pero cuando nace, toma del Padre. Con miras a ello, tampoco debemos desear nada de Dios como si fuera un extraño. Nuestro Señor dijo a sus discípulos: «No os he llamado siervos sino amigos» (Cfr __JUAN__ 15, 14 ss). Quien pide algo de otro es «siervo» y quien paga es «señor». El otro día reflexioné sobre si quería tomar o pedir alguna cosa de Dios. Lo pensaré dos veces, pues si aceptara algo de Dios, me hallaría por debajo de Él como un «siervo» y Él, al dar, (sería) un «señor». (Pero) así no ha de ser con nosotros en la vida eterna. 516 ECKHART: SERMONES: SERMÓN VI 3
Dije una vez en este mismo lugar y sigue siendo verdad: Cuando el hombre atrae o toma algo (que se halla) fuera de él, procede mal. Uno no debe tomar ni mirar a Dios como (si estuviera) fuera de uno mismo, sino (que lo debe tomar y ver) como propiedad y como algo que se halla dentro de mí; además, no se ha de servir ni obrar a causa de ningún porqué, ni por la gloria de Dios ni por el propio (honor), ni por cosa alguna que se halle fuera de uno, sino únicamente a causa de lo que son el propio ser y la propia vida dentro de uno. Algunas personas bobas opinan que deberían ver a Dios como si estuviera allá y ellas acá. No es así, Dios y yo somos uno. Mediante el conocimiento acojo a Dios dentro de mí; (y) mediante el amor me adentro en Dios. Hay quienes dicen que la bienaventuranza no depende del conocimiento sino solamente de la voluntad. Se equivocan; pues, si dependiera únicamente de la voluntad no sería una sola cosa. (Mas) el obrar y el devenir son una sola cosa. Cuando el carpintero no opera, tampoco se hace la casa. Donde descansa el hacha, descansa también el devenir. Dios y yo somos uno en semejante obrar; Él obra y yo llego a ser. El fuego transforma en sí cuanto se le agrega, y (esto) se convierte en su naturaleza (del fuego). No es la leña la que transforma en sí el fuego, sino que el fuego transforma en sí la leña. Así también seremos transformados en Dios para que lo conozcamos tal como es (Cfr 1 __JUAN__ 3, 2). Dice San Pablo: Así conoceremos: yo (lo conoceré) exactamente lo mismo que de Él soy conocido, ni más ni menos, simplemente igual (Cfr 1 Cor 13, 12). «Los justos vivirán eternamente y su recompensa está con Dios» exactamente igual. 517 ECKHART: SERMONES: SERMÓN VI 3
Traigo a colación (el relato de la Sagrada Escritura) que dice: «El fariseo pidió que Nuestro Señor comiera con él», y (agrego): «Nuestro Señor dijo a la mujer: vade in pace; ¡vete en paz!» (Cfr Lucas 7, 36 a 50). Cuando alguien (parte) de la paz (y) llega a la paz, está bien, es elogiable; sin embargo, es defectuoso. Hay que entrar corriendo en la paz y no se debe comenzar en paz. Dios quiere decir: Uno debe ser ubicado y empujado en la paz y terminar en la paz. Dijo Nuestro Señor: «Sólo estando dentro de mí, tenéis paz» (Cfr __JUAN__ 16, 33). Exactamente en la medida en que (uno está) dentro de Dios, uno se halla en paz. Aquella parte de nosotros que se halla en Dios, tiene paz; la otra parte que está fuera de Dios, tiene desasosiego. Dice San __JUAN__: «Todo cuanto ha nacido de Dios, vence al mundo» (1 __JUAN__ 5, 4). Cuanto ha nacido de Dios, busca (la) paz y corre hasta estar en ella. Por eso dijo: «¡Vade in pace! ¡Corre hacia la paz!». El hombre que está corriendo y corriendo sin cesar y lo hace (para llegar) a la paz, es un hombre celestial. El cielo gira perpetuamente y, dando vueltas, busca (la) paz. 527 ECKHART: SERMONES: SERMÓN VII 3
¿Qué pueblo está en Dios? Dice San __JUAN__: «Dios es amor y quien permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él» (1 __JUAN__ 4, 16). Aun cuando dice San __JUAN__ que el amor une, el amor, sin embargo, no (nos) transpone nunca en Dios; en el mejor de los casos aglutina (lo que ya está unido). El amor no une de ninguna manera; (sólo) aquello que ya se halla unido, lo cose y lo ata. El amor une en una obra, mas no en el ser. Dicen los maestros más insignes que el entendimiento lo monda todo por completo, y aprehende a Dios desnudo, como ser puro que es en sí mismo. El conocimiento irrumpe a través de la verdad y bondad y se arroja sobre el ser puro y aprehende a Dios, desnudo, tal como es sin nombre. (Mas) yo digo: No unen ni el conocimiento ni el amor. El amor aprehende a Dios mismo en cuanto es bueno, y si Dios cayera fuera del nombre «bondad», el amor nunca lograría avanzar. El amor toma a Dios (escondido) bajo una piel, bajo una vestimenta. El entendimiento no hace tal cosa; el entendimiento toma a Dios tal como lo conoce dentro de él; mas, no lo puede comprender jamás en el mar de su ser insondable. Digo yo: Por encima de estos dos, es decir, (el) conocimiento y (el) amor se halla la misericordia; en lo supremo y en lo más puro que Dios puede obrar, allí opera Dios la misericordia. 531 ECKHART: SERMONES: SERMÓN VII 3
«Como una estrella matutina en medio de la niebla.» Ahora me referiré a la palabrita «quasi» que quiere decir «como»; los niños en la escuela la clasifican como «nombre adverbio» (bîwort). He aquí aquello en que pienso en todos mis sermones. Lo más esencial que se puede enunciar de Dios es «Verbo» y «Verdad». Dios se ha llamado Él mismo un «Verbo». San __JUAN__ dijo: «Al comienzo era el Verbo» (__JUAN__ 1, 1) y al decirlo alude (también) al hecho de que uno debería ser un adverbio junto al Verbo. Tal como la «estrella libre» lleva el nombre de «Venus» del día viernes: ella tiene diversos nombres. Cuando antecede al sol y sale antes que éste se la llama: «estrella matutina»; cuando va a la zaga del sol de modo que éste se pone primero, se la llama «estrella vespertina». A veces corre por encima del sol, a veces por debajo. Ante todos los astros ella se mantiene siempre a la misma distancia del sol; nunca se aleja más de él ni se le acerca más, y esto significa que el hombre deseoso de llegar a tal punto, siempre debe estar cerca de Dios y en su presencia, de modo que nada pueda alejarlo de Dios, ni la dicha ni la desdicha, ni criatura alguna. 565 ECKHART: SERMONES: SERMÓN IX 3
Dijo San Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y ya nos basta» (__JUAN__ 14, 8). Resulta que nadie llega al Padre sino por el Hijo (Cfr __JUAN__ 14, 6). Quien ve al Padre, ve al Hijo (Cfr __JUAN__ 14, 9), y el Espíritu Santo es el amor de ambos. El alma es tan simple en sí misma que ella, en todo momento, no puede percibir sino una sola imagen. Cuando percibe la imagen de la piedra, no percibe la imagen del ángel, y cuando percibe la imagen del ángel, no percibe ninguna otra; y la misma imagen que percibe, la tiene que amar también en su estar-presente. Si percibiera a mil ángeles sería lo mismo que a dos ángeles y, sin embargo, no percibiría nada más que a uno solo. Pues bien, el hombre debe unirse en sí mismo para ser «uno». Dice San Pablo: «Si estáis librados de vuestros pecados, os habéis convertido en siervos de Dios» (Romanos 6, 22). El Hijo unigénito nos ha librado de nuestros pecados. Pero Nuestro Señor dice con mucho más acierto que San Pablo: «No os he llamado siervos, sino que os he llamado amigos míos». «El siervo no conoce la voluntad de su señor», pero el amigo sabe todo cuanto sabe el amigo. «Todo cuanto he escuchado de mi Padre, os lo he dado a conocer» (__JUAN__ 15, 15), y todo cuanto sabe mi Padre, lo sé yo y todo cuanto yo sé, lo sabéis vosotros; porque yo y mi Padre tenemos un solo Espíritu. El hombre, pues, que sabe todo cuanto sabe Dios, es un hombre sabedor de Dios. Este hombre aprehende a Dios en su propio ser y en su propia unidad y en su propia presencia y en su propia verdad; con semejante hombre las cosas andan muy bien. Pero el hombre que no está acostumbrado para nada a las cosas interiores, no sabe lo que es Dios. Es como una persona que tiene vino en su bodega, pero no lo ha bebido ni catado, y luego no sabe que es rico. Lo mismo sucede con la gente que vive en (la) ignorancia: ignoran lo que es Dios y, sin embargo, creen y se imaginan que viven. Semejante saber no proviene de Dios. El hombre debe tener un saber puro (y) claro de la verdad divina. En aquel hombre que emprende todas sus obras con recta intención, Dios es el principio de su intención, y su intención (convertida) en obra es Él mismo y es de naturaleza puramente divina y se acaba en la naturaleza divina en Él mismo. 578 ECKHART: SERMONES: SERMÓN X 3
Ahora bien, va por muy buen camino el hombre que lleva una vida virtuosa, pues — según dije hace ocho días — las virtudes se hallan en el corazón de Dios. Quien vive y obra virtuosamente, (este hombre) va por buen camino. Quien no busca nada de lo suyo en ninguna cosa, ni en Dios ni en las criaturas, éste permanece en Dios y Dios permanece en él. A semejante hombre le resulta placentero dejar y despreciar todas las cosas y le da placer realizar todas las cosas con miras a la máxima perfección de ellas. Dice San __JUAN__: «Deus caritas est», «Dios es amor» y el amor es Dios;«y quien vive en el amor, permanece en Dios y Dios en él» (1 __JUAN__ 4, 16). Quien permanece en Dios, se ha instalado en buena vivienda y es heredero de Dios, y en quien permanece Dios, tiene consigo dignos convecinos. Ahora bien, dice un maestro que Dios le da al alma un don por el cual el alma es movida hacia las cosas interiores. Dice un maestro que el alma es tocada, inmediatamente, por el Espíritu Santo, pues con el amor con el que Dios se ama a sí mismo, con este amor me ama a mí y el alma ama a Dios con el mismo amor con que Él se ama a sí mismo; y si no existiera este amor con el cual Dios ama al alma, tampoco existiría el Espíritu Santo. Se trata de un ardor y un florecimiento hacia fuera del Espíritu Santo mediante los cuales el alma ama a Dios. 583 ECKHART: SERMONES: SERMÓN X 3
«Para Isabel llegó el tiempo (de su alumbramiento) y dio a luz a un hijo. Su nombre es __JUAN__. Entonces dijo la gente: ¿Qué maravilla llegará a ser este niño? Pues la mano de Dios está con él» (Lucas 1, 57; 63; 66). En un escrito se dice: Éste es el don máximo, que somos hijos de Dios y que Él engendra en nosotros a su Hijo (véase 1 __JUAN__ 3, 1). El alma que pretende ser hijo de Dios no debe alumbrar nada en sí, y en aquella en la que habrá de nacer el Hijo de Dios, no debe engendrarse nada más. La intención máxima de Dios consiste en engendrar. Nunca se contenta, a no ser que engendre en nosotros a su Hijo. El alma tampoco se da por satisfecha en manera alguna, si no nace en ella el Hijo de Dios. Y de ahí surge la gracia. Ahí se infunde (la) gracia. (La) gracia no obra; su devenir es su obra. Fluye desde el ser divino y fluye en el ser del alma, mas no en las potencias. 596 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XI 3
San __JUAN__ vio a un cordero de pie sobre la montaña de Sión, que tenía escrito en su frente su nombre y el nombre de su Padre y con Él estaban ciento cuarenta y cuatro mil. Dice que eran todos vírgenes y cantaban una canción nueva que no podía cantar nadie sino ellos y le seguían al cordero dondequiera que iba (Apoc 14, 1 a 4)2. 630 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XIII 3
Él (=San __JUAN__) dice: «sobre la montaña». ¿Cómo debe hacerse para llegar a tal pureza? Eran vírgenes y se hallaban arriba, sobre la montaña, y estaban desposadas con el cordero y se habían enajenado de todas las criaturas y seguían al cordero dondequiera que iba. Algunas personas lo siguen al cordero mientras les va bien; pero regresan cuando las cosas no suceden según su voluntad. Mas, ésta no es la idea, porque él dice: «Le seguían al cordero dondequiera que iba». Si eres una virgen y desposada con el cordero y te has enajenado de todas las criaturas, entonces le sigues al cordero dondequiera que vaya, y no (puede ser) que pierdas la serenidad cuando te sobrevenga un sufrimiento por tus amigos o por ti mismo como consecuencia de alguna tentación. 632 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XIII 3
Un maestro pagano equipara las criaturas a Dios. La Escritura dice que debemos llegar a ser semejantes a Dios (1 __JUAN__ 3, 2). «Semejante», esto es malo y engañoso. Si me asemejo a un hombre y si encuentro a un hombre que se asemeja a mí, este hombre se comporta como si él fuera yo y no lo es y es un engaño. Algunas cosas se asemejan al oro, mienten y no son oro. Así también, todas las cosas pretenden ser semejantes a Dios y mienten y todas ellas no lo son. La Escritura dice que debemos ser semejantes a Dios. Pues bien, dice un maestro pagano que llegó (a tener este conocimiento) mediante el mero pensamiento natural: Dios no puede tolerar lo semejante tan poco como no puede tolerar no ser Dios. (La) semejanza es algo que no existe en Dios; hay más bien el ser-uno en la divinidad y en la eternidad, mas (la) semejanza no es uno. Si yo fuera uno, no sería semejante. No hay nada extraño en la unidad; sólo se me da (el) ser uno en la eternidad, (mas) no (el) ser-semejante. 636 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XIII 3
Dice: «Tenían escritos en su frente su nombre y el nombre de su Padre». ¿Cuál es nuestro nombre y cuál es el nombre de nuestro Padre? Nuestro nombre es: que debemos nacer, y el nombre del Padre es: engendrar allí donde la divinidad sale resplandeciendo de su primera pureza que es una plenitud de toda pureza, según dije en (San) Mergarden. Felipe dijo: «Señor, haznos ver al Padre y ya nos basta» (__JUAN__ 14, 8). En primer lugar esto significa que debemos ser (padre); en segundo lugar, hemos de ser «gracia» porque el nombre del Padre es «engendrar». Él engendra en mí su imagen. Si veo una comida y ésta me resulta adecuada, nace de ello un apetito; o si veo una persona que se me asemeja, surge una simpatía. Exactamente así es: el Padre celestial engendra en mí su imagen y de la semejanza surge un amor que es el Espíritu Santo. Quien es el padre, éste engendra al hijo por naturaleza: quien saca al niño de la pila bautismal, no es su padre. Dice Boecio: Dios es un bien inmóvil que mueve todas las cosas. El hecho de que Dios sea constante, pone en marcha todas las cosas. Existe algo muy placentero que mueve y empuja y pone en marcha a todas las cosas para que retornen hacia allí de donde emanaron, en tanto que (este algo) permanece inmóvil en sí mismo. Y cuanto más noble sea una cosa, tanto más constante será su correr. El fondo primigenio las empuja a todas. (La) sabiduría y (la) bondad y (la) verdad añaden algo; (lo) Uno no añade sino el fondo del ser. 637 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XIII 3
En una visión San __JUAN__ vio un corderito de pie. 646 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XIII 3
En una visión San __JUAN__ vio un corderito de pie sobre la montaña Sión y con él estaban cuarenta y cuatro, que no eran terrestres ni tenían nombre de mujer. Eran todos vírgenes y se hallaban lo más cerca del cordero, y adonde se dirigía el cordero, lo seguían y cantaban todos una canción especial junto con el cordero y llevaban escritos en la frente de su cabeza su nombre y el de su Padre (Cfr Apocal 14,1 a). 648 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XIII 3
Pues bien, dice __JUAN__ que vio un corderito de pie sobre la montaña. Yo digo: __JUAN__ era, él mismo, la montaña sobre la cual vio al corderito, y quien quiere ver al cordero divino tiene que ser, él mismo, la montaña y llegar a lo más elevado y acendrado de su ser. En segundo lugar, si él dice que vio al corderito sobre la montaña (resulta que): cualquier cosa que está parada sobre otra, toca con su parte más baja la más alta de la de abajo. Dios toca todas las cosas, mas Él permanece intacto. Por encima de todas las cosas Dios es una permanencia (instan) en Él mismo y su permanencia en sí mismo sostiene a todas las criaturas. Todas las criaturas tienen una parte superior y otra inferior. Esto no lo tiene Dios. Él se halla por encima de todas las cosas y nada lo toca en ninguna parte. Cualquier criatura está buscando siempre fuera de sí, en las otras, aquello que ella no tiene: Dios no procede así. Dios no busca nada fuera de Él. Todo aquello que tienen todas las criaturas, lo tiene Él dentro de sí. Él es el suelo (y) el anillo (=vínculo) de todas las criaturas. Bien es cierto que una es anterior a otra o por lo menos que una nace de otra. Sin embargo, ésta no le entrega su (propio) ser: retiene algo de lo suyo. (Mas) Dios es una simple «permanencia», un «asentamiento» en sí mismo. De acuerdo con la nobleza de su natura, toda criatura se brinda tanto más hacia fuera, cuanto más se asienta en sí misma. Una piedra sencilla, por ejemplo, una toba, no da testimonio de nada fuera de que es una piedra. Mas una piedra preciosa que tiene gran fuerza a causa de su «permanencia», de su «asentamiento» en sí misma, levanta al mismo tiempo la cabeza y mira en su derredor. Dicen los maestros que ninguna criatura tiene tanto «asentamiento» en sí misma como lo tienen el cuerpo y el alma, y eso que nada sale tanto de sí mismo como el alma en su parte superior. 649 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XIII 3
Ahora bien, él dice: Con él estaban muchísimos, cada uno de los cuales tenía escrito en la frente de su cabeza su nombre y el nombre de su Padre. Por lo menos el nombre de Dios debe estar inscrito en nosotros. Hemos de llevar en nuestro interior la imagen de Dios y su luz ha de alumbrar dentro de nosotros si queremos ser «__JUAN__». 651 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XIII 3
Dice San __JUAN__: «A quienes lo recibieron, les dio poder de llegar a ser hijos de Dios. Quienes son hijos de Dios traen su origen ni de la carne ni de la sangre: han nacido de Dios» (__JUAN__ 1, 12 ss), no hacia fuera, sino hacia dentro. Dijo Nuestra querida Señora: «¿Cómo podrá ser que llegue a ser madre de Dios?» Entonces dijo el ángel: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti» (Cfr Lucas 1, 34 ss). Dijo David: «Hoy te he engendrado» (Salmo 2, 7). ¿Qué es hoy? (La) eternidad. Yo he engendrado eternamente, a mí (como) tú, y a ti (como) yo. Sin embargo, el hombre humilde (y) noble no se contenta con ser el hijo unigénito, engendrado eternamente por el Padre: quiere ser también Padre y adentrarse en la misma igualdad de la paternidad eterna y engendrar a Aquel de quien fui engendrado desde la eternidad. Según dije en (el convento de) Mergarden: Ahí Dios entra en lo suyo. Entrégate a Dios, entonces Dios llega a ser tuyo, tanto como se pertenece a sí mismo. Aquello que me es engendrado, permanece. Dios nunca se separa del hombre dondequiera que éste se dirija. El hombre puede separarse de Dios; por más que el hombre se aleje de Dios, Él se mantiene firme y lo espera y se le cruza en el camino antes de que él lo sepa. Si quieres que Dios sea tuyo debes ser suyo como (lo son para mí) mi lengua o mi mano, de modo que yo pueda hacer con (lo mío) lo que quiera. Así como yo no puedo hacer nada sin Él, Él tampoco puede obrar nada sin mí. Si quieres, pues, que Dios te pertenezca de tal manera, hazte propiedad de Él y no retengas en tu intención nada fuera de Él; entonces Él será el comienzo y el fin de todas tus obras así como su divinidad consiste en que es Dios. El hombre que de tal modo no pretende ni ama en sus obras nada que no sea Dios, a aquél Dios le da su divinidad. Todo cuanto obra el hombre (…) (lo obra Dios) pues mi humildad le otorga a Dios su divinidad. «La luz brilla en las tinieblas, pero las tinieblas no la han comprendido» (__JUAN__ 1, 5); esto quiere decir que Dios es no sólo el comienzo de nuestras obras y de nuestro ser, sino que es también el fin y el descanso para todo ser. 665 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XIV 3
Otras veces ya he hablado del principio primigenio y del último fin. El Padre es el principio de la divinidad porque se comprende a sí mismo en sí mismo. De Él sale el Verbo eterno permaneciendo adentro, y el Espíritu Santo emana de los dos permaneciendo adentro; y (el Padre) no lo engendra porque es un fin de la divinidad y de todas las criaturas, que permanece adentro y en el que hay un descanso puro y un reposo de todo aquello que alguna vez obtuviera ser. El principio es a causa del fin, porque en el último fin descansa todo cuanto alguna vez obtuviera ser racional. (El último fin) del ser es la oscuridad o el desconocimiento de la divinidad oculta para el cual brilla esta luz, (pero) «esas tinieblas no la han comprendido» (Cfr __JUAN__ 1, 5). Por eso dijo Moisés: «El que es, me ha enviado» (Exodo 3, 14); Él, que carece de nombre, que es una negación de todos los nombres, y que nunca obtuvo nombre alguno. Y por ello dijo el profeta: «En verdad, tú eres el Dios escondido» (Isaías 45, 15) en el fondo del alma, allí donde el fondo de Dios y el fondo del alma son un solo fondo. Cuanto más uno te busque, tanto menos te encontrará. Debes buscarlo de manera tal que no lo halles en ninguna parte. Si no lo buscas, lo encontrarás. Que Dios nos ayude a buscarlo de modo tal que permanezcamos eternamente junto a Él, amén. 682 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XV 3
He pronunciado una palabra en latín que dice Nuestro Señor en su Evangelio: «Quien odia a su alma en este mundo, la guardará para la vida eterna» (__JUAN__ 12, 25). 719 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XVII 3
Hay una (razón) más porque dice que ella odia. La palabra que nombra al alma, se refiere al alma en cuanto se halla en la cárcel del cuerpo, y por ello opina (San __JUAN__) que el alma, al ser capaz de convertir aún (en objeto) de su pensamiento aquello que ella es en sí misma, se halla todavía en su cárcel. Allí donde presta aún atención a esas cosas bajas y donde recoge algo en su interior por intermedio de los sentidos, allí se estrecha en seguida; pues (las) palabras no son capaces de dar ningún nombre a naturaleza alguna que se encuentre por encima de ellas. 723 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XVII 3
Tres son las causas por las que el alma debe odiarse a sí misma. Una causa es: he de odiarla en cuanto es mía; pues en cuanto es mía, no es de Dios. La segunda (causa): porque mi alma no se halla totalmente ubicada y plantada en Dios y hecha a su imagen. Dice Agustín: Quien quiere que Dios le pertenezca, antes debe hacerse propiedad de Dios, y esto ha de ser así necesariamente. La tercera causa es: Si el alma gusta de sí misma, en cuanto alma, y si Dios le gusta junto con el alma, está mal hecho. Dios le debe gustar en Él mismo, porque se halla completamente por encima de ella. Fue eso que dijo Cristo: «Quien ama a su alma, la perderá» (__JUAN__ 12, 25). 724 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XVII 3
Una mujer preguntó a Nuestro Señor dónde se debía de orar. Entonces dijo Nuestro Señor: «Vendrá el tiempo y ya ha llegado en que los verdaderos adoradores han de rezar en espíritu y en verdad. Porque Dios es espíritu hay que rezar en espíritu y en verdad». (__JUAN__ 4, 23 y 24). Lo que es la Verdad misma, no lo somos nosotros; somos verdaderos, es cierto, pero hay en ello una parte de mentira. Así no son las cosas en Dios. Antes bien, el alma debe estar parada en el primigenio efluvio violento, allí donde emana y nace la Verdad, (o sea) en la «puerta de la casa de Dios», y ella (=el alma) debe pronunciar y predicar la palabra. Todo cuanto hay en el alma, tiene que hablar y decir loas, y nadie habrá de escuchar la voz. En el silencio y en la tranquilidad — como dije hace poco de los ángeles que están sentados cerca de Dios en el coro de la sabiduría y del fuego — allá Dios le habla al interior del alma y se pronuncia íntegramente dentro del alma. Allá el Padre engendra a su Hijo y siente tanto placer por el Verbo y le tiene tanto amor que nunca deja de pronunciar el Verbo, sino que lo dice en todo momento, es decir, por encima del tiempo. Viene bien a nuestras explicaciones citar: «A tu casa le conviene la santidad» y la loa y que no haya nada adentro que no te alabe. 754 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XIX 3
Nuestros maestros dicen: ¿Qué es lo que alaba a Dios? Esto lo hace (la) semejanza. Así pues, lo alaba a Dios todo aquello en el alma que se asemeja a Dios; lo que de alguna manera es desigual a Dios no lo alaba; así como un cuadro alaba a su maestro que le ha impreso todo el arte que alberga en su corazón y que así se ha asemejado completamente (el cuadro). Esta semejanza del lienzo elogia a su maestro sin palabras. Aquello que se puede alabar con palabras o que se reza con la boca, es poca cosa. Porque Nuestro Señor dijo una vez: «Vosotros rezáis pero no sabéis qué es lo que rezáis. Vendrán verdaderos rezadores que adorarán a mi Padre en espíritu y en verdad» (Cfr __JUAN__ 4, 22 y 23). ¿Qué es (la) oración? Dice Dionisio: Trepar hacia Dios en el entendimiento, esto es (la) oración. Dice un pagano: Allí donde se hallan (el) espíritu y (la) unidad y (la) eternidad, allí quiere obrar Dios. Donde (la) carne está en contra del espíritu, donde (la) disgregación está en contra de (la) unidad, donde (el) tiempo está en contra de (la) eternidad, allí no obra Dios; no se aviene a ello. Antes bien, todo el placer, contento, alegría y bienestar que puedan tenerse acá (en esta tierra), todo esto debe desaparecer. Quien quiere elogiar a Dios, tiene que ser santo y estar reconcentrado y ser espíritu sin hallarse afuera en ninguna parte; antes bien, con perfecta semejanza tiene que ser llevado hacia arriba, hasta la eternidad, por encima de todas las cosas. Me refiero no sólo a todas las criaturas que están creadas, sino (también) a todo cuanto Él sería capaz de hacer si quisiera (hacerlo); el alma tiene que sobrepasar todo esto. Mientras exista alguna cosa por encima del alma y mientras haya algo, sea lo que fuere, que se anteponga a Dios (y) no es Dios, (el alma) no llega al fondo «a lo largo de los días». 755 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XIX 3
Dice, pues, al criado: «Sal y diles a los invitados que vengan; que todo está preparado» (Lucas 14, 17). Entonces dijo uno: «He comprado una aldea, no puedo ir» (Lucas 14, 18). Ahí se trata de gente que en alguna forma está pegada aún a las preocupaciones: nunca probarán esta cena. El otro dijo: «He comprado cinco yuntas de bueyes» (Lucas 14, 19). En verdad estas cinco yuntas — así me parece — se refieren a los cinco sentidos; pues cada sentido se halla dividido en dos partes, también la lengua es doble en sí (=la lengua y el paladar). Por ello — según dije anteayer — cuando Dios le dijo a la mujer: «Tráeme a tu marido», ella contestó: «No tengo (marido)». Entonces dijo Él: «Tienes razón; pero has tenido cinco y el que tienes ahora no es tu marido» (__JUAN__ 4, 16 a 18). Esto quiere decir: Quienes viven de acuerdo con los cinco sentidos, de veras no probarán nunca jamás esta comida. El tercero dijo: «Acabo de casarme, no puedo ir» (Lucas 14, 20). El alma, cuando está dirigida hacia Dios; es enteramente varón. Cuando el alma se dirige hacia abajo, se la llama mujer; mas cuando uno llega a conocer a Dios en su propio fuero íntimo y busca a Dios en casa de uno, entonces ella (el alma) es varón. Ahora bien, en la Vieja Alianza estaba prohibido que ningún hombre se pusiera vestimenta de mujer, ni las mujeres vestimenta de hombre. El (alma) es varón siempre y cuando penetre en Dios con simplicidad (y) sin mediación. 768 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XX a 3
La máxima merced que Dios le hizo jamás al hombre fue el hecho de que se hiciera hombre. Quiero relataros un cuento que viene perfectamente al caso. Había un marido rico y una mujer rica. Luego, la mujer tuvo un accidente de modo que perdió un ojo; por eso se puso muy triste. Entonces, el marido la vino a ver y dijo: «Mujer ¿por qué estáis tan triste? No debéis entristeceros por haber perdido vuestro ojo». Ella contestó: «Señor, no me entristece el hecho de haber perdido mi ojo; me entristezco más bien porque me parece que por ello me amaréis menos». Entonces dijo él: «Mujer, yo os amo». Al poco tiempo él mismo se vació un ojo y fue a ver a la mujer y dijo: «Mujer, para que creáis ahora que os amo, me he igualado a vos; ya no tengo sino un solo ojo». Lo mismo sucede con el ser humano: apenas podía creer lo mucho que lo amaba Dios hasta que Dios mismo al fin se vació un ojo y adoptó la naturaleza humana. Esto es lo que significa: «Se hizo carne» (__JUAN__ 1, 14). Nuestra Señora dijo: «¿Cómo podrá ser esto?» Entonces dijo el ángel: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti» desde el trono altísimo, desde el Padre de la luz eterna (Cfr Lucas 1, 34 a 35 y Sabiduría 18, 15 y Santiago 1, 17). 814 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXII 3
«In principio» (__JUAN__ 1, 1). «Un niño ha nacido para nosotros, un hijo nos ha sido dado» (Isaías 9, 6); un niño según la pequeñez de la naturaleza humana, un hijo según la eterna divinidad. Dicen los maestros: Todas las criaturas operan con el propósito de engendrar y quieren asemejarse al Padre. Otro maestro dice: Cualquier causa operante opera por su meta para encontrar descanso y tranquilidad en su meta. Un maestro dice: Todas las criaturas obran de acuerdo con su primera pureza y su perfección suma. (El) fuego, en cuanto fuego, no enciende; es tan puro y tan fino que no arde; antes bien, la naturaleza del fuego es la que enciende e infunde a la leña reseca su naturaleza (=la del fuego) y su claridad de acuerdo con su perfección suma. Dios ha procedido de la misma manera. Creó al alma de acuerdo con la perfección suma y le infundió toda su claridad, en la primera pureza, y, sin embargo, se conservó sin entremezclarse. 815 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXII 3
«In principio», esto quiere decir en lengua vulgar algo así como un comienzo de todo ser, tal como dije en el colegio. Dije además: Es un fin de todo ser, pues el comienzo primigenio existe a causa de la última meta. Ah sí, Dios mismo no reposa allí donde Él es el comienzo primigenio; reposa allí donde es meta y descanso de todo ser; no se trata de que este ser se anonade, antes bien es perfeccionado allí en su meta final de acuerdo con su perfección suma. ¿Qué es la meta final? Es la oscuridad oculta de la eterna divinidad y es desconocida y no fue conocida nunca ni será conocida jamás. Allí Dios permanece desconocido en sí mismo y la luz del Padre eterno ha infiltrado sus rayos allí desde la eternidad, pero las tinieblas no comprenden la luz (Cfr __JUAN__ 1, 5). Que la Verdad de la que acabo de hablar, nos ayude a llegar a esta Verdad. Amén. 822 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXII 3
Nuestro Señor dice en el Evangelio: «Mi doctrina no es mía sino de Aquel que me ha enviado» (__JUAN__ 7, 16). Un hombre bueno debe proceder de la misma manera (pensando): «Mi obra no es mía, mi vida no es mía». Y si me comporto así: toda la perfección y toda la bienaventuranza que tiene San Pedro, y, el hecho de que San Pablo ofreciera su cabeza, y toda la bienaventuranza que obtuvieron a causa (de su actitud), se me hacen tan gustosas como a ellos, y participaré perpetuamente de ello como si hubiera hecho las obras yo mismo. Más aún: de todas las obras realizadas alguna vez por todos los santos y todos los ángeles y aun de las hechas alguna vez por María, (la) Madre de Dios, habré de recibir eterna alegría como si las hubiese realizado yo mismo. 865 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXV 3
Así está escrito en el Evangelio de San __JUAN__. Del largo relato saco una palabrita. Dijo Nuestro Señor: «Mujer, llegará la hora y ha llegado ahora, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad y a tales (adoradores) busca el Padre» (__JUAN__ 4, 23). 877 ECKHART: SERMONES: SERMON XXVI 3
Los maestros dicen que dos potencias fluyen desde la parte suprema del alma. Una se llama voluntad, la otra, entendimiento, y la perfección de estas potencias se da en la potencia suprema llamada entendimiento: éste no puede descansar nunca. No tiende hacia Dios, en cuanto Espíritu Santo y en cuanto Hijo: huye del Hijo. Tampoco tiende hacia Dios en cuanto Dios. ¿Por qué? Porque ahí tiene (un) nombre. Y si existiesen mil dioses, el (entendimiento) siempre se abriría paso porque lo quiere (encontrar) allí donde no tiene nombre alguno: quiere algo más noble, algo mejor de lo que es Dios en cuanto tiene nombre. Entonces ¿qué quiere? No lo sabe; lo quiere en cuanto es Padre. Por eso dice Felipe: «Señor, haznos ver al Padre, y ya nos basta» (__JUAN__ 14, 8). Lo quiere en cuanto es la médula de donde surge (la) bondad; lo quiere en cuanto es un grano del cual emana bondad; lo quiere en cuanto es una raíz, una vena, de la cual brota (la) bondad, y sólo allí es Padre. 885 ECKHART: SERMONES: SERMON XXVI 3
Y por eso dice: «A tales (adoradores) busca el Padre» (__JUAN__ 4, 23). ¡Mirad! Así nos acaricia Dios, así nos implora, y Dios siente ansias hasta que el alma se aparte y se libere de la criatura, y es una verdad cierta y una verdad necesaria el que Dios tenga tanta necesidad de buscarnos como si toda su divinidad dependiera de ello, y en efecto es así. Y Dios no puede prescindir de nosotros tan poco como nosotros de Él; pues, incluso si pudiéramos apartarnos de Dios, Dios nunca podría apartarse de nosotros. Digo yo que no quiero pedirle a Dios que me dé (nada); tampoco quiero ensalzarlo porque me ha dado (algo), sino que le quiero pedir que me haga digno de recibir, y quiero ensalzarlo porque pertenece a su naturaleza y a su ser el que tenga que dar. Quien quisiera quitarle esto a Dios, le quitaría su propio ser y su propia vida. 887 ECKHART: SERMONES: SERMON XXVI 3
He pronunciado en latín tres palabritas que están escritas en el Evangelio. La primera palabrita la dice Nuestro Señor: «Éste es mi mandamiento de que os améis los unos a los otros como yo os he amado» (__JUAN__ 15,12). En segundo lugar dice: «Os he llamado mis amigos, pues todo cuanto he escuchado alguna vez de mi Padre, os lo he revelado» (__JUAN__ 15,15). En tercer lugar dice: «Os he elegido para que vayáis y deis fruto y que el fruto permanezca en vosotros» (__JUAN__ 15,16). 896 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXVII 3
Por ende, dice Él: «¡Amaos los unos a los otros!», esto quiere decir: el uno en el otro. Sobre este punto la Escritura se expresa muy hermosamente. San __JUAN__ dice: «Dios es amor y quien permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él» (1 __JUAN__ 4, 16). ¡Ah sí, lo dice con gran acierto! (Pues), si Dios permaneciera en mí y yo no permaneciese en Dios, o si yo permaneciera en Dios pero Dios no permaneciese en mí, no habría nada más que discordia. Mas, si Dios permanece en mí y yo en Dios, yo no valgo menos y Dios no es más elevado. Ahora podríais decir: ¡Señor, tú dices que yo tengo que amar, pero yo no sé amar! Sobre este (punto) se expresa Nuestro Señor muy acertadamente cuando le dijo a San Pedro: «¿Pedro, me amas?» — «Señor, tú sabes muy bien que te amo» (Cfr __JUAN__ 21, 15). Si tú me lo has dado, Señor, te amo; si no me lo has dado, no te amo. 902 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXVII 3
Ahora prestad atención a la segunda palabrita, allí donde dice: «Os he llamado mis amigos, porque os he revelado todo cuanto he escuchado de mi Padre» (__JUAN__ 15,15). Observad, pues, que Él dice: «Os he llamado mis amigos». En el mismo origen donde surge el Hijo — allí donde el Padre enuncia su Verbo eterno — y del mismo corazón surge y emana también el Espíritu Santo. Y si el Espíritu Santo no hubiera emanado del Hijo, no se habría conocido ninguna diferencia entre el Hijo y el Espíritu Santo. Cuando prediqué, pues, en el día de la Trinidad, pronuncié en latín la (siguiente) palabrita: Que el Padre había dado a su Hijo unigénito todo cuanto es capaz de ofrecer — toda su divinidad, toda su bienaventuranza — sin reservarse nada para sí mismo. Entonces surgió una pregunta: ¿Le dio también su peculiaridad? Y yo contesté: ¡Así es! porque la paterna peculiaridad de engendrar no es otra cosa que Dios; y yo acabo de decir que Él no se ha reservado nada para sí. De cierto digo: La raíz de la divinidad la enuncia totalmente en su Hijo. Por ello dice San Felipe: «¡Señor, muéstranos al Padre y nos basta!» (__JUAN__ 14, 8). Un árbol que da frutos, empuja sus frutos hacia fuera. Quien me da el fruto, no me da (necesariamente) el árbol. Pero quien me da el árbol y la raíz y el fruto, me ha dado más. Ahora bien, Él dice: «Os he llamado mis amigos» (__JUAN__ 15,15). De cierto, en el mismo nacimiento en el cual el Padre engendra a su Hijo unigénito y le da la raíz y toda su divinidad y toda su bienaventuranza, y no se reserva nada para sí, en este mismo nacimiento nos llama amigos suyos. Si bien tú no oyes ni entiendes nada de ese hablar, existe, sin embargo, una potencia en el alma — de aquélla hablé cuando prediqué aquí el otro día — esta (potencia) se halla completamente desapegada y del todo pura en sí misma y (tiene) íntimo parentesco con la naturaleza divina: en esta potencia (el hablar) se entiende. De ahí que Él diga muy acertadamente: «Por ello os he revelado todo cuanto he escuchado de mi Padre» (__JUAN__ 15, 15). 903 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXVII 3
Esta vez ya no hablaré de la tercera palabrita donde dice: «Os he elegido — saciado (saciado) — tranquilizado (tranquilizado) — confirmado (confirmado) — para que vayáis y deis fruto y el fruto permanezca con vosotros» (Cfr __JUAN__ 15,16). Mas ese fruto nadie lo conoce sino Dios solo. 905 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXVII 3
Estas palabras que acabo de pronunciar en latín, se leen hoy en el santo Evangelio, en la Fiesta de un santo llamado Bernabé2, y la Escritura dice generalmente que era un apóstol (Cfr Hechos 13,1,2; y 1 Cor 9,5 ss). Y Nuestro Señor dice: «Por entre todo el mundo os he escogido, os he elegido; os he designado por entre todo el mundo y todos los seres creados para que vayáis y deis muchos frutos y que el fruto sea duradero en vosotros» (Cfr __JUAN__ 15,16). Resulta que da mucho placer cuando una cosa da fruto y uno se queda con ese fruto. (Pero) el fruto es duradero para aquel que permanece y mora en el amor. Al final de este Evangelio dice Nuestro Señor: «Amaos los unos a los otros como yo os he amado desde la eternidad, y como mi Padre me ha amado desde la eternidad, así yo os he amado. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor (__JUAN__ 15, 12 y 9 ss). 914 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXVIII 3
Pues bien, dijo Nuestro Señor: «No os he llamado siervos, os he llamado amigos, porque el siervo no sabe qué es lo que quiere su Señor» (__JUAN__ 15,15). También mi amigo podría saber algo que yo no sabía, por cuanto no querría comunicármelo. Mas Nuestro Señor dijo: «Todo cuanto he escuchado de mi Padre, os lo he revelado». Me sorprende, pues, que algunos frailes, que pretenden ser muy doctos y grandes frailes, se contenten tan pronto y se dejen engañar. Al referirse a la palabra que dijo Nuestro Señor: «Todo cuanto he escuchado de mi Padre, os lo he revelado»… quieren interpretarla diciendo que nos ha revelado cuanto nos hace falta para nuestra eterna bienaventuranza, mientras «estamos en camino». Yo no opino que se deba interpretar así, porque no es verdad. Dios ¿por qué se hizo hombre? Para que yo mismo naciera como el mismo Dios. Dios murió para que yo muriera para todo el mundo y todas las cosas creadas. Así hay que interpretar la palabra pronunciada por Nuestro Señor: «Todo cuanto he escuchado de mi Padre, os lo he revelado». ¿Qué es lo que el Hijo escucha de su Padre? El padre no puede sino engendrar, el Hijo no puede sino nacer. Todo cuanto el Padre tiene y cuanto es, (o sea) la esencia abismal del ser divino y de la naturaleza divina, lo engendra todo en su Hijo unigénito. Esto es lo que el Hijo escucha del Padre, esto es lo que nos ha revelado para que seamos (cada uno) el mismo hijo. Todo cuanto tiene el Hijo, o sea, el ser y la naturaleza, lo tiene de su Padre, para que seamos (cada uno) el mismo hijo unigénito. (Por otra parte), nadie tiene el Espíritu Santo si no es el hijo unigénito. (Pues), allí donde se hace espíritu al Espíritu Santo, lo hacen espíritu el Padre y el Hijo; porque esto es esencial y espiritual. Puedes recibir, por cierto, los dones del Espíritu Santo o la semejanza con el Espíritu Santo; pero no permanece en tu interior, es inestable. Sucede lo mismo cuando una persona se ruboriza por vergüenza y (luego) palidece; es un accidente y pasajero. Mas el hombre que es rubicundo y hermoso por naturaleza, siempre sigue siéndolo. Así (también) le pasa al hombre que es el hijo unigénito: el Espíritu Santo permanece en él esencialmente. Por eso está escrito en el Libro de la Sabiduría: «Hoy te he engendrado» al reflejo de mi luz eterna, en la plenitud y «en la claridad de todos los santos» (Cfr Salmos 2,7; 109,3). Lo engendra ahora y «hoy». Ahí se está de parto en la divinidad, ahí se los «bautiza en el Espíritu Santo» — «ésta es la promesa que les ha hecho el Padre» —. «Luego de estos días que no son muchos sino pocos»: esto es la «plenitud de la divinidad» (Cfr Col 2, 9) donde no hay ni día ni noche; aquello que se halla a (una distancia de) mil millas, allí se encuentra tan cerca de mí como el lugar donde estoy parado ahora, allí hay plenitud y magnificencia de toda la divinidad, allí hay unidad. El alma, mientras percibe (aún) cualquier diferencia, anda mal; mientras todavía hay algo que mira hacia fuera o hacia dentro, no hay unidad. María Magdalena buscaba a Nuestro Señor en la tumba, buscaba a un muerto y encontró a dos ángeles vivos; por eso se sintió aún desconsolada. Entonces dijeron los ángeles: «¿De qué te preocupas? ¿Qué estás buscando? Un muerto y encuentras a dos vivos». Entonces dijo ella: «Justamente esto es mi desconsuelo que yo encuentre a dos y, sin embargo, busco a uno solo». (Cfr __JUAN__ 20,11 ss). 934 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXIX 3
Es muy extraño el hecho de que algo emane y, sin embargo, permanezca adentro. El que la palabra emane y, sin embargo, permanezca adentro, es muy extraño; el que todas las criaturas emanen y, sin embargo, permanezcan adentro, es muy extraño; lo que Dios ha dado y ha prometido dar, es muy extraño, y es incomprensible e increíble. Y está bien que así sea; pues, si fuera comprensible y creíble, no estaría bien. Dios se halla en todas las cosas. Cuanto más está dentro de las cosas, tanto más está fuera de las cosas: cuanto más adentro, tanto más afuera, y cuanto más afuera, tanto más adentro. Ya he dicho varias veces que en este instante (nû) Dios crea todo el mundo. Todo lo creado alguna vez por Dios, hace seis mil y más años, cuando hizo el mundo, Dios lo está creando ahora todo junto. Él se halla en todas las cosas pero, en cuanto Dios es divino y Dios es razonable, no se encuentra en ninguna parte con tanta propiedad como en el alma y en el ángel, si quieres, en lo más entrañable del alma y lo más elevado del alma. Y cuando digo: «lo más entrañable» me refiero a lo más elevado, y cuando digo «lo más elevado» me refiero a lo más entrañable del alma. En lo más entrañable y en lo más elevado del alma: ahí los concibo a ambos juntos en uno solo. Allí donde nunca entró el tiempo, en donde nunca cayó el brillo de una imagen, en lo más entrañable y lo más elevado del alma, crea Dios todo este mundo. Todo cuanto creó Dios hace seis mil años, cuando hizo el mundo, y todo cuanto Dios habrá de crear luego de mil años — con tal de que el mundo exista durante todo ese tiempo — lo crea Dios en lo más entrañable y lo más elevado del alma. Todo lo pasado y todo lo presente y todo lo futuro, lo crea Dios en lo más entrañable del alma. Todo cuanto obra Dios en todos los santos, lo obra en lo más entrañable del alma. El Padre engendra a su Hijo en lo más entrañable del alma, y te engendra a ti junto con su Hijo unigénito (y) no (en condición) inferior. Si he de ser hijo, tengo que ser hijo dentro del mismo ser en que Él es Hijo y en ningún otro. Si he de ser hombre, no puedo ser hombre dentro del ser de ningún animal, he de ser hombre dentro del ser de un hombre. Mas, si he de ser este hombre (determinado), he de serlo dentro de esta naturaleza (determinada). Ahora bien, San __JUAN__ dice: «Sois hijos de Dios» (Cfr 1 __JUAN__ 3, 1). 945 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXX 3
Ahora bien, Él dice: «Mirad, envío a mi ángel». Cuando se dice: «Mirad», se entienden tres cosas: una que es grande, u otra que es maravillosa o una tercera que es extraordinaria. «Mirad, envío a mi ángel para que prepare» y purifique al alma a fin de que pueda recibir la luz divina. La luz divina se halla, en todo momento, firmemente insertada en la luz del ángel, y la luz del ángel le resultaría molesta al alma y no le gustaría, si dentro de aquélla no estuviera escondida la luz divina. Dios se esconde en la luz angelical y se cubre con ella esperando continuamente el instante en el que pueda arrastrarse hacia fuera para entregarse al alma. He dicho también en otras ocasiones: Si alguien me preguntara qué es lo que hace Dios en el cielo, diría: Engendra a su Hijo y lo engendra completamente nuevo y lozano, y al hacerlo siente un deleite tal que no hace sino realizar esa obra. Por eso dice: «Mirad, Yo». Aquel que dice «Yo» tiene que hacer la obra de la mejor manera imaginable. Nadie puede pronunciar esta palabra, en sentido propio, sino el Padre. La obra le es tan propia que nadie sino el Padre es capaz de realizarla. En esta obra Dios opera todas sus obras y de ella penden el Espíritu Santo y todas las criaturas, porque Dios realiza la obra, que es su nacimiento, en el alma; su nacimiento es su obra y el nacimiento es el Hijo. Esta obra la opera Dios en el fondo más íntimo del alma y tan a escondidas que no lo saben ni los ángeles ni los santos, y el alma no puede contribuir con nada sino sólo sufrirlo; pertenece únicamente a Dios. Por eso dice con propiedad el Padre: «Yo envío a mi ángel». Ahora digo yo: No lo queremos, esto no nos basta. Dice Orígenes: «María Magdalena buscaba a Nuestro Señor; buscaba a un muerto y encontró a dos ángeles vivos (Cfr __JUAN__ 20, lis.) y no le bastó. Tenía razón porque buscaba a Dios». 962 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXI 3
Cristo está sentado a la diestra de su Padre. El mayor bien que puede ofrecer Dios, lo constituye su mano derecha. Cristo dice: «Yo soy una puerta» (__JUAN__ 10, 9). El primer efluvio violento y el primer derretimiento, allí donde Dios se derrite (sucede) donde se derrite en su Hijo y allí, Éste vuelve a derretirse en el Padre. Yo dije un buen día que la puerta es el Espíritu Santo: a través de ella se derrite en (su) bondad en todas las criaturas. Donde hay un hombre natural, éste comienza a obrar con «la mano derecha». Dice un maestro que el cielo recibe inmediatamente de Dios. Otro maestro dice que no es así: porque Dios es un espíritu y una luz acendrada; por eso, aquello que ha de recibir inmediatamente de Dios, ha de ser, con necesidad, un espíritu y una luz acendrada. Dice un maestro: Es imposible que alguna cosa corpórea sea susceptible del primer efluvio violento allí donde emana Dios, si no es una luz o un espíritu acendrado. El cielo se halla por encima del tiempo y es la causa del tiempo. Un maestro dice que el cielo, en su naturaleza, es tan noble que no puede degradarse a ser la causa del tiempo. En su naturaleza no puede ser causa del tiempo; (pero), en su trayectoria es la causa del tiempo, es decir, en la deserción (de la naturaleza) del cielo, (mas) él mismo es atemporal. Mi color no es mi naturaleza, antes bien, es una deserción de mi naturaleza, y nuestra alma se halla muy por encima y «está oculta en Dios». Entonces no digo solamente: por encima del tiempo, sino «oculta en Dios». ¿Es esto lo que significa el cielo? Todo cuanto es corpóreo es una deserción y un azar y un rebajamiento. El rey David dice: «Ante la vista de Dios, mil años son como un día que ha pasado» (Salmo 89, 4); porque todo cuanto es futuro y cuanto ha pasado se halla todo allá en un solo «ahora». 1018 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXV 3
«Fue al atardecer de aquel día que Nuestro Señor se presentó a sus discípulos, y, hallándose en medio de ellos, dijo: “¡La paz sea con vosotros!”» (Cfr __JUAN__ 20, 19). 1027 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXVI b 3
Él (San __JUAN__) dice, pues: «Fue al atardecer de aquel día». Cuando el calor del mediodía se infiltra en el aire acalorándolo, luego se le agrega (aún) el calor de la tarde y el calor aumenta todavía: entonces, al atardecer, por el calor que se añade, hace más calor que nunca. De la misma manera, el año tiene también su atardecer, éste es agosto, es entonces cuando más calor hace en el año. De tal modo atardece en un alma amante de Dios. Allí hay puro silencio cuando uno está bien penetrado y totalmente inflamado por el amor divino. «Fue al atardecer de aquel día». En semejante día la mañana y el mediodía y la tarde permanecen unidos unos con otros, y nada se pierde; (pero) en el día de este tiempo la mañana y el mediodía pasan y (les) sigue el atardecer. Así no es con el día del alma; ahí (todo) sigue siendo uno. La luz natural del alma, ésta es la mañana. Cuando el alma penetra hasta lo más elevado y puro de esta luz, entrando así en la luz del ángel, entonces es de media mañana en esta luz; y así el alma sube con la luz del ángel, entrando en la luz divina, éste es el mediodía; y el alma permanece en la luz de Dios y en el silencio del descanso puro, éste es el atardecer. Es entonces cuando hace más calor en el amor divino. Ahora bien, él (San __JUAN__) dice: «Fue el atardecer de aquel día». Este es el día en el alma. 1028 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXVI b 3
La chispita del entendimiento, ésta es la cabeza del alma, se llama el «marido» del alma, y es algo así como una chispita de la naturaleza divina, una luz divina, un rayo y una imagen inculcada, de naturaleza divina. Leemos sobre una mujer que le pidió un don a Dios (Cfr __JUAN__ 4, 7 y 15). El primer don que da Dios, es el Espíritu Santo; en Él Dios da todos sus dones: esto es «agua viva. A quien la doy, nunca jamás tendrá sed» (Cfr __JUAN__ 4, 10 y 13). Esta agua es gracia y luz y surge en el alma y surge adentro y se eleva y «salta hasta la eternidad» (Cfr __JUAN__ 4, 14). «Entonces dijo la mujer: “¡Señor, dame de esa agua!” (Cfr __JUAN__ 4, 15). Entonces dijo Nuestro Señor: “¡Tráeme a tu marido!” Entonces dijo ella: “Señor, no tengo ningún (marido)”. Entonces dijo Nuestro Señor: “Tienes razón; no tienes ninguno; pero has tenido cinco y el que ahora tienes, no es tuyo”» (__JUAN__ 4, 16 ss). San Agustín opina: «¿Por qué dijo Nuestro Señor: “Tienes razón”? Él quiere decir: Los cinco maridos son los cinco sentidos; te poseyeron en tu juventud según su entera voluntad y sus apetitos. Ahora, a tu edad madura, tienes uno que no es tuyo: es el entendimiento al que no obedeces». Cuando este «marido» está muerto, las cosas andan mal. El que el alma se separe del cuerpo causa gran dolor; pero el que Dios se separe del alma, duele sobremanera. Así como el alma le da vida al cuerpo, así Dios le da vida al alma. Del mismo modo que el alma se derrama por todos los miembros, Dios se introduce fluyendo en todas las potencias del alma y las atraviesa en forma tal que ellas siguen derramándole (a Dios) con bondad y amor sobre todo cuanto se halla cerca de ellas, para que todo esto lo perciba. Así, Él sigue fluyendo todo el tiempo, quiere decir, por encima del tiempo en la eternidad y en aquella vida en la cual viven todas las cosas. Por eso, Nuestro Señor le dijo a la mujer: «Doy el agua viva. Quien beba de esta agua, nunca jamás volverá a tener sed y vivirá la vida eterna» (__JUAN__ 4, 13 s). 1043 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXVII 3
Estas palabras las escribe San Lucas: «En aquel tiempo, Dios envió al ángel Gabriel». ¿En qué tiempo? «En el sexto mes» en el que __JUAN__ Bautista se hallaba en el vientre de su madre (Cfr Lucas 1, 26 y 28). 1057 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXVIII 3
«Llena de gracia.» La más insignificante de las obras de la gracia es más elevada que todos los ángeles en (su) naturaleza. Dice San Agustín que una obra de gracia, hecha por Dios — por ejemplo, que convierte a un pecador y hace de él un hombre bueno —, es más grande que si creara un mundo nuevo. A Dios le resulta tan fácil darles vuelta (el) cielo y (la) tierra, como es para mí darle vuelta una manzana en mi mano. Donde hay gracia dentro del alma, allí (todo) es tan puro y tan semejante y afín a Dios, y (la) gracia carece tanto de obra como no la hay en el nacimiento del cual he hablado antes. (La) gracia no realiza ninguna obra. San «__JUAN__ nunca hizo ningún prodigio» (__JUAN__ 10, 41)15. La obra (empero) que el ángel opera en Dios (= la obra servil) es tan sublime que nunca maestro o intelecto algunos podrían llegar a comprenderla. Pero, de esa obra cae una astilla — como cae una astilla de una viga que se desbasta — (o sea) un resplandor; eso sucede allí donde el ángel con su parte más baja toca el cielo; por ello reverdece y florece y vive todo cuanto hay en este mundo. A veces hablo de dos manantiales. Aunque parezca extraño, hemos de hablar según nuestra mentalidad. Un manantial del que surge la gracia, se halla allí donde el Padre engendra a su Hijo unigénito; de ese (manantial) surge la gracia, y allí ella emana de esa misma fuente. Otro manantial es aquel donde las criaturas emanan de Dios; aquella fuente dista tanto de la otra, donde surge la gracia, como el cielo de la tierra. (La) gracia no opera. Allí donde el fuego se halla en su naturaleza (ígnea), allí no perjudica ni enciende. El ardor del fuego es lo que enciende acá abajo (= en esta tierra). Mas, aun donde el ardor se encuentra en la naturaleza del fuego, no enciende y es inofensivo. Pero, allí donde el ardor se halla dentro del fuego, allí dista tanto de la verdadera naturaleza del fuego como el cielo de la tierra. (La) gracia no realiza ninguna obra; es demasiado sutil para ello; obrar le resulta tan distante como dista el cielo de la tierra. Una internación en Dios y un apego a Él y una unión con Él, esto es (la) gracia, y ahí «Dios está contigo», porque esto sigue de inmediato (luego de la salutación). 1068 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXVIII 3
Ahora dice (= el sabio): «Su recompensa está con el Señor». (Hablemos) un poco de esto. Cuando dice «con» significa que la recompensa del justo está allí donde está Dios mismo; pues la bienaventuranza del justo y la bienaventuranza de Dios son una sola bienaventuranza, ya que el justo es bienaventurado allí donde lo es Dios. Dice San __JUAN__: «El Verbo estaba con Dios» (__JUAN__ 1, 1). Él (también) dice «con» y por ello el justo se asemeja a Dios porque Dios es la justicia. Y por lo tanto: quien está en la justicia, está en Dios y es Dios. 1081 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXIX 3
Nuestro Señor Jesucristo dice en el Evangelio: «¡Permaneced en mí!» (__JUAN__ 15, 4), y en la Epístola se enuncia otra palabra: «Bienaventurado es el varón que mora en la sabiduría» (Eclesiástico 14, 22). Y estas dos palabras coinciden: la palabra de Cristo: «¡Permaneced en mí!» y la palabra de la Epístola: «Bienaventurado es el varón que mora en la sabiduría». 1096 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XL 3
Ahora bien, os gusta decir: «¿Qué sé yo si es la voluntad de Dios?» Yo contesto: Aunque por un solo instante no fuera la voluntad de Dios, tampoco sería; ha de ser siempre su voluntad. Entonces, si te gustara la voluntad de Dios, te hallarías exactamente como en el reino de los cielos con lo que te sucediera o no sucediera; y quienes quieren otra cosa que no sea la voluntad de Dios, tienen su merecido porque viven siempre con lamentaciones e infelicidad; siempre se les vuelve a hacer fuerza e injusticia, y por doquier tienen penas. Y es justo que sea así, porque hacen como si vendieran a Dios, tal como lo vendió Judas. Aman a Dios por una cosa cualquiera que no es Dios. Y luego, si reciben lo que aman, no piensan en Dios. Ya sea devoción o placer o cualquier cosa que te venga bien, todo lo creado no es Dios. Dice un Escrito: (la Escritura): «El mundo está hecho por Él y lo que ha sido hecho, no lo conoció» (Cfr __JUAN__ 1, 10). Quien se imaginara que, agregando mil mundos a Dios, se poseería en algún modo más que a Dios solo, no conocería a Dios ni sabría en lo más mínimo lo que es Dios, y sería un palurdo. Por ello, el hombre no debe fijarse en nada fuera de Dios. Quien busca alguna cosa en Dios, no sabe qué es lo que busca, según he dicho varias veces. 1114 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLI 3
En el alma hay una potencia para la cual todas las cosas son igualmente dulces; ah sí, lo peor y lo mejor de todo le resultan completamente iguales a esta potencia; ella toma a todas las cosas por encima de «aquí» y «ahora». «Ahora»… esto es tiempo, y «aquí»… esto es lugar, el lugar donde me encuentro ahora. Mas, si hubiera salido enteramente de mí mismo, desasiéndome por completo, entonces ¡albricias! el Padre engendraría a su Hijo unigénito en mi espíritu con tanta pureza que el espíritu volvería a darlo a luz. Ah sí, (lo digo) con toda verdad: Si mi alma estuviera tan dispuesta como el alma de Nuestro Señor Jesucristo, el Padre obraría en mi interior tan puramente — y nada menos — como en su Hijo unigénito; porque me ama a mí con el mismo amor con el que se ama a sí mismo. San __JUAN__ dice: «Al comienzo era el Verbo y el Verbo estaba con Dios y Dios era el Verbo» (__JUAN__ 1, 1). Ea, aquel que ha de escuchar el Verbo en el Padre — allí reina gran silencio — debe estar muy tranquilo y apartado de todas las imágenes, ah sí, y de todas las formas. Ea, este hombre debería vincularse a Dios con tanta lealtad que todas las cosas juntas no fueran capaces de alegrarlo ni entristecerlo. Ha de recibir todas las cosas en Dios, tales como son en Él. 1133 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLII 3
Por esta «viuda» entendemos el alma. Como estaba muerto el «marido», también estaba muerto el «hijo». Por el «hijo» concebimos (indirectamente) (el) entendimiento que en el alma es el «marido». Como ella (= la viuda) no vivía con el entendimiento, el «marido» estaba muerto y por eso era «viuda». «Junto a la fuente Nuestro Señor le dijo a la mujer: “¡Vete a casa, tráeme a tu marido!”» (Cfr __JUAN__ 4, 16). Él pensaba: como ella no vivía con el entendimiento, que es el «marido», por eso no le caía en suerte «el agua viva» (Cfr __JUAN__ 4, 10) que es el Espíritu Santo; Este se brinda sólo allí donde se vive con el entendimiento. (El) entendimiento es la parte suprema del alma donde, junto con los ángeles, tiene una co-existencia y un estar-comprendido en la naturaleza angelical. A la naturaleza angelical no la toca tiempo alguno; lo mismo sucede con (el) entendimiento que es el «marido» dentro del alma; no lo toca tiempo alguno. Si no se vive con el (entendimiento), muere el «hijo». Por eso, era «viuda». ¿Por qué «viuda»?… No existe ninguna criatura que no tenga algo bueno y al mismo tiempo algo defectuoso por lo cual se renuncia a Dios. El defecto de la «viuda» residía en que tenía muerta la facultad de dar a luz; por eso pereció también el fruto. 1145 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLIII 3
En tercer lugar: esa luz quita el tiempo y el espacio. «Había un hombre». ¿Quién le dio esa luz?… La pureza. La palabra «erat» pertenece a Dios por antonomasia. En lengua latina no existe ninguna palabra que pertenezca tanto a Dios como «erat». Por eso acude __JUAN__ en su Evangelio, diciendo muchas veces: «erat», «era», y con ello se refiere a un ser puro. Todas las cosas añaden, pero aquello (= erat) no añade sino en el pensamiento, mas no en un pensamiento que agregue, sino en un pensamiento que quita (= abstrae). (La) bondad y (la) verdad agregan por lo menos en el pensamiento, pero, el ser desnudo al cual no se ha añadido nada, éste significa «erat». Por otra parte, «erat» significa un nacimiento, un devenir perfecto. He venido ahora, hoy estaba viniendo, y si el tiempo fuera quitado al hecho de que estaba viniendo y que he venido, entonces «viniendo» y «he venido» serían aunados y serían uno. Donde «viniendo» y «he venido» se aúnan en una sola cosa, ahí nacimos y somos creados y formados otra vez en la imagen primigenia. También he dicho ya varias veces: Mientras alguna parte de una cosa se halla en su ser, no es creada otra vez; es cierto que se la pinta o renueva como un sello que ha envejecido; a éste lo colocan otra vez renovándolo. Dice un maestro pagano: Lo que es, ningún tiempo lo hace envejecer; ahí hay bienaventurada vida en un siempre jamás donde no existe ninguna curvatura, donde nada está encubierto, donde hay un ser puro. Salomón dice: «No hay nada nuevo bajo el sol» (Eclesiástico 1, 10). Esto se entiende raras veces de acuerdo con su significado. Todo cuanto se halla bajo el sol, envejece y disminuye; pero allí no hay sino un ser nuevo. (El) tiempo produce dos cosas: (la) vejez y (la) disminución. Aquello sobre lo cual brilla el sol, se halla en el tiempo. Todas las criaturas son ahora y son de Dios; mas, allí donde están en Dios, son tan desiguales a lo que son aquí, como el sol (lo es) a la luna, y mucho más (todavía). Por eso, dice (Lucas): «erat in eo». «El Espíritu Santo estaba en él», donde se hallan el ser (puro) y un devenir (perfecto). 1166 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLIV 3
San Pedro tiene cuatro nombres: se llama «Pedro» (Mateo 16, 16 a 18) y se llama «Bar Jonás» y se llama «Simón» y se llama «Cefas» (__JUAN__ 1, 42). 1177 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLV 3
Estas palabras están escritas en el santo Evangelio, y Nuestro Señor Jesucristo dice: «En esto consiste la vida eterna, en que te conozcan a ti solo, como Dios verdadero y a tu Hijo Jesucristo, a quien enviaste» (Cfr __JUAN__ 17, 3). 1196 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLVI 3
Mirad, el hombre que de esta manera es un solo hijo, recoge (el) movimiento y (el) efecto y todo cuanto toma… lo recoge todo en lo suyo propio. Pues, el que el Hijo del Padre, según la eternidad, sea Hijo, lo es a partir del Padre. Mas, cuanto tiene, lo tiene en Él mismo, porque es uno con el Padre, según (el) ser y (la) naturaleza. Por eso tiene (el) ser y (la) esencia totalmente en sí mismo y por ende dice: «Padre, así como yo y tú somos uno, así quiero que ellos sean uno» (Cfr __JUAN__ 17, 11 y 21). Y del mismo modo que el Hijo es uno con el Padre, según (el) ser y (la) naturaleza, así eres tú uno con Él según (el) ser y (la) naturaleza, y lo posees todo en tu fuero íntimo como el Padre lo tiene en Él; no lo tienes como préstamo de Dios, porque Dios es tuyo. Y por consiguiente: todo cuanto tomas, lo tomas de lo tuyo; y las obras que no tomas dentro de lo tuyo, esas obras están todas muertas ante Dios. Son esas las obras que haces movido por causas ajenas, fuera de ti, ya que no provienen de la vida; por eso están muertas; porque vive aquella cosa que recoge el movimiento en lo suyo propio. Y por lo tanto: si las obras del ser humano han de vivir, deben ser tomadas de lo suyo propio (y) no de cosas ajenas, ni fuera de él, sino dentro de él. 1199 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLVI 3
Tomamos del Evangelio tres pasajes; sobre ellos quiero predicaros. El primero reza: «Bienaventurado es aquel que escucha y guarda la palabra de Dios». El otro dice: «Si el grano de trigo no cae a tierra y no muere allí, queda solo. Pero, si cae a tierra y muere allí, produce cien veces más fruto» (__JUAN__ 12, 24 ss). El tercero (se refiere a) que Cristo dijo: «Entre los hijos nacidos de mujer, nadie es mayor que __JUAN__ Bautista» (Cfr Mateo 11, 11). Por de pronto paso por alto los dos últimos (pasajes) y hablo del primero. 1241 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLIX 3
¡Ahora fijaos en el otro modo (propio) de la fecundidad del espíritu, (o sea) el grano de trigo! Es el siguiente: toda el hambre espiritual y la amargura, en las que lo sumerge Dios, lo habrá de soportar todo pacientemente; y aun cuando hace todo cuanto es capaz de hacer interior y exteriormente, no debe apetecer nada en recompensa. Y si Dios quisiera aniquilarlo o arrojarlo al infierno, no debería querer ni desear que Dios lo conservara en su ser o que lo librase del infierno, sino que debe dejar que Dios haga con él todo cuanto Él quiere o como si tú ni siquiera existieras: Dios ha de ser tan poderoso en todo cuanto eres tú, como en su propia naturaleza increada. Otra cosa más debes tener. Esto es: en el caso de que Dios te librara de la pobreza interior y te donara riqueza íntima y mercedes y te uniera con Él mismo en un grado tan alto como es capaz de experimentarlo tu alma, entonces deberías mantenerte tan libre de la riqueza y rendirle honor sólo a Dios, tal como tu alma se mantuvo libre cuando Dios la creó como algo desde la nada. Esta es la otra forma de la fecundidad que el grano de trigo, (o sea) el alma, ha recibido de la tierra (que es) la humanidad de Jesucristo, la que se mantuvo libre, por alta (que fuera) su fruición (del sumo bien), como dijo Él mismo en contra de los fariseos: «Si buscara mi gloria, mi gloria no sería nada; busco la gloria de mi Padre que me ha enviado» (Cfr __JUAN__ 8, 54 y 50). 1248 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLIX 3
La tercera parte de este sermón se refiere a lo que dijo Nuestro Señor: «__JUAN__ Bautista es grande; es el mayor que alguna vez haya nacido por entre todos los hijos de las mujeres. Pero, si alguien fuera inferior a __JUAN__, sería mayor que él en el reino de los cielos» (Cfr Mateo 11, 11). ¡Ea, observad ahora lo maravillosas y peculiares que son estas palabras de Jesucristo con las que elogiaba la grandeza de __JUAN__ que sería el mayor que hubiera nacido alguna vez del seno de una mujer! y, sin embargo dijo: «Si alguien fuera inferior a __JUAN__, sería mayor que él en el reino de los cielos». ¿Cómo hemos de entender tal cosa? Os lo demostraré. 1249 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLIX 3
Nuestro Señor no contradice su propia palabra. Cuando elogiaba a __JUAN__ por ser mayor, quería decir que era pequeño a causa de su verdadera humildad, ésta era su grandeza. Lo sabemos por el hecho de que Cristo mismo dijera: «Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón» (Mateo 11, 29). Todo cuanto en nosotros son virtudes, en Dios es ser puro y su propia naturaleza. Por ello dijo Cristo: «Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón». Por humilde que fuera __JUAN__, su virtud tenía, sin embargo, una medida, y más (allá) de esa medida no era ni más humilde ni mayor ni mejor de lo que era. Luego dijo Nuestro Señor: «Si alguien fuera inferior a __JUAN__, sería mayor que él en el reino de los cielos», como si quisiera decir: Si hubiera alguien que sobrepasara esa humildad, aunque fuera por una pizca o por cualquier cosa, y fuese proporcionalmente más humilde que __JUAN__, ése sería mayor en el reino de los cielos por toda la eternidad. 1250 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLIX 3
¡Ahora fijaos bien! Ni __JUAN__ ni ninguno de todos los santos nos han sido señalados como fin que debemos perseguir, o como meta limitada por debajo de la cual hemos de permanecer. Sólo Cristo, Nuestro Señor, es nuestro fin, a Él hemos de seguir y (Él es) nuestra meta por debajo de la cual hemos de permanecer y a la que debemos ser unidos, iguales a Él en toda su gloria, así como nos corresponde la unificación. En el reino de los cielos no hay ningún santo tan santo ni perfecto que su vida (en esta tierra), en cuanto a sus virtudes, no se haya realizado dentro de (determinada) medida, y según esa medida es también la jerarquía de su vida eterna, y toda su perfección (en el cielo) corresponde por completo a esa medida. Por cierto (y) en verdad: si existiera un solo hombre que sobrepasara la medida correspondiente al santo más destacado que ha vivido virtuosamente y recibido por ello su bienaventuranza… si existiese, pues, un solo hombre que sobrepasara en algo esa medida de la virtud, él sería en la manifestación de la virtud todavía más santo y más bienaventurado que aquel santo lo haya sido jamás. Digo por Dios — y es tan verdadero como que Dios vive —: No hay ningún santo tan perfecto en el cielo que tú no pudieras sobrepasar el grado de su santidad con (tu) santidad y (tu forma de) vida, y que no pudieses llegar más alto que él en el cielo y permanecer (así) por la eternidad. Por eso digo: Si alguien fuera más humilde que __JUAN__ e inferior (a él), habría de ser eternamente mayor que él (= __JUAN__) en el reino de los cielos. La verdadera humildad es esta: que un hombre con todo cuanto es por naturaleza, como ser creado de la nada, no se empeñe en nada, ni en el hacer ni en el dejar de hacer, fuera de esperar la luz de la gracia. Que uno sea prudente en (su) hacer y dejar de hacer, ésta es la verdadera humildad de la naturaleza. (La) humildad del espíritu consiste en el hecho de que él (= el hombre) se adjudique o atribuya tan poco de todo el bien que Dios le hace continuamente, como hacía cuando aún no existía. 1251 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLIX 3
«Moisés penetró en la niebla y fue (subiendo) a la montaña» y entonces vio la luz divina (Cfr Exodo 20, 21). En verdad, uno encuentra la luz en las tinieblas, por lo tanto, cuando tenemos padecimientos e infortunios, esta luz se halla más cerca de nosotros que nada. Que Dios haga lo mejor o lo peor que pueda: Él tiene que darse a nosotros aunque fuera a través de trabajos e infortunios. Había una mujer santa que tenía muchos hijos a los que querían matar. Entonces se rió y dijo: «No debéis apenaros y tenéis que ser alegres y pensad en Vuestro Padre celestial, porque de mí no habéis recibido nada» (Cfr 2 Macabeos 7, 20 ss). (Fue) exactamente como si hubiera querido decir: «Vuestro ser lo tenéis inmediatamente de Dios». Esto encuadra bien en nuestro (contexto). Nuestro Señor dijo: «Tus tinieblas» — es decir, tu sufrimiento — «serán transformadas en clara luz» (Cfr Isaías 58, 10). Sin embargo, yo no debo anhelar ni apetecer (el sufrimiento). En otro lugar dije yo: Las tinieblas ocultas de la luz invisible de la eterna divinidad son desconocidas y nunca serán conocidas. Y «la luz del Padre eterno ha brillado eternamente en estas tinieblas, y estas tinieblas no comprenden a la luz» (Cfr __JUAN__ 1, 5). 1285 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LI 3
«Nuestro Señor levantó y elevó desde abajo sus ojos y mirando hacia el cielo, dijo: “Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo para que tu Hijo te glorifique. A todos cuantos Tú me has dado, confiéreles la vida eterna. En esto consiste la vida eterna en que conozcan a ti solo, como Dios uno (y) verdadero”» (Cfr __JUAN__ 17, 1 ss). 1335 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LIV a 3
Pero (digamos) algo de la palabrita que reza: «Todos cuantos Tú me has dado». Para quien se fija en el sentido exacto, significa lo mismo que: «Todo cuanto me has dado»: «esta vida eterna» se la doy a ellos, es la misma que tiene el Hijo en el primigenio efluvio violento y en el mismo fondo y en la misma pureza y en el gozo con el cual posee su propia bienaventuranza y tiene su propio ser: «Esta vida eterna se la doy a ellos» (__JUAN__ 10, 28) y otra, no. Oportunamente he expresado este sentido de manera general, pero esta noche lo paso por alto, y corresponde mas bien a la versión latina, como la he citado varias veces. Solicítaselo a Él tú mismo y atrévete a decirlo bajo mi responsabilidad. 1341 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LIV a 3
«María Magdalena llegó al sepulcro» y buscaba a Nuestro Señor Jesucristo y «se acercó y miró adentro. Vio a dos ángeles» al lado del sepulcro, y «ellos dijeron: “Mujer, ¿a quién buscas?” —”A Jesús de Nazareth”. —”Ha resucitado, no está aquí”». Y ella se calló y no les contestó «y miró hacia atrás y hacia adelante y por encima del hombro y vio a Jesús y Él dijo: “Mujer ¿a quién estás buscando?” —”Oh señor, si lo has llevado, muéstrame dónde lo has puesto, lo quiero sacar de ahí”. Y Él dijo: “¡María!”» Y como ella a menudo había oído que Él pronunciara esta palabra con gran ternura, lo reconoció y se echó a sus pies y quiso tocarlo. Y Él dio un paso hacia atrás «y dijo: “¡No me toques! Aún no he llegado a mi Padre”» (Cfr __JUAN__ 20, 1 y 11 a 17; Marcos 16, 6). 1351 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LV 3
Ahora se plantea el interrogante de ¿por qué ella no vio al Señor cuando se hallaba tan cerca de ella? Acaso podría ser que el llanto hubiera perturbado su vista de modo que no podía verlo con suficiente rapidez. Segundo: que el amor la había cegado de manera que no creía que Él se encontrara tan cerca de ella. Tercero: ella miraba continuamente hacia más allá de donde Él se encontraba; por eso no lo vio. Buscaba un cadáver y encontró a (dos) ángeles vivos. Un «ángel» significa lo mismo que un «mensajero», y un «mensajero» lo mismo que «alguien que ha sido enviado». Así notamos que el Hijo ha sido enviado y el Espíritu Santo también; mas ellos son iguales. Es, empero, la cualidad de Dios — como dice un maestro — que nada se le iguala. Ella buscaba lo que era igual y encontró lo desigual: «Uno a la cabecera, otro a los pies» (__JUAN__ 20, 12). Mas, el maestro dice: El ser uno es la cualidad de Dios. Como ella buscaba allí a uno y encontró a dos no hubo consuelo para ella, según he dicho varias veces. Nuestro Señor dice: «En esto consiste la vida eterna, en que conozcan a ti, un solo Dios verdadero» (__JUAN__ 17, 3). 1356 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LV 3
«María estaba parada al lado del sepulcro y lloraba» (__JUAN__ 20, 11). 1363 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LVI 3
Era un milagro que ella, tan afligida como estaba, pudiera llorar. «El amor la hacía estar de pie, el dolor (la hacía) llorar». «Entonces avanzó y miró en el interior del sepulcro». Buscaba a un hombre muerto «y encontró a dos ángeles vivos». (__JUAN__ 20, 12). Orígenes dice: Ella estaba parada. ¿Por qué se quedaba parada mientras los apóstoles habían huido?… Ella no tenía nada que perder; todo cuanto tenía, lo había perdido con Él. Cuando Él murió, ella murió junto con Él. Cuando lo sepultaron, sepultaron junto con Él al alma de ella. Por eso, no tenía nada que perder. 1365 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LVI 3
«Entonces avanzó»; entonces Él le salió al encuentro. «Ella pensó que era un jardinero y dijo: “¿Dónde lo habéis colocado?”» (Cfr __JUAN__ 20, 15). Estaba tan preocupada por Él que sólo recordaba una de las palabras (que podría haber dicho): «¿Dónde lo habéis colocado?» Así le dijo. Luego Él se le reveló paso a paso. Si Él se le hubiera revelado de improviso, cuando todavía estaba llena de anhelos, ella habría muerto de alegría. Si el alma supiera cuándo Dios entraría en ella, la alegría la mataría; y si, además, supiera cuándo se separaría de ella, moriría de dolor. No sabe cuándo viene ni cuándo se va. Lo que concibe bien es cuándo está con ella. Un. maestro dice: Su llegada y su retirada se (le) ocultan. Su presencia no se esconde, ya que Él es una luz, y a la naturaleza de la luz corresponde revelarse. 1366 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LVI 3
San __JUAN__ vio «una ciudad» (Apocalipsis 21, 2). 1376 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LVII 3
El otro (significado se ve) cuando afirma que la «ciudad» es «santa». San Dionisio dice que (la) «santidad es pureza total, libertad y perfección». (La) pureza reside en que el hombre se halla apartado de los pecados; este hecho libera al alma. El deleite y la alegría máximos que existen en el cielo, se constituyen en (la) semejanza; y si Dios entrara en el alma y ella no fuera semejante a Él, ese hecho la atormentaría, pues San __JUAN__ dice: «Quien comete el pecado, es siervo del pecado» (__JUAN__ 8, 34). Podemos afirmar de los ángeles y de los santos que son perfectos, pero de los santos no en sentido pleno, ya que todavía abrigan amor a sus cuerpos que yacen aún en cenizas; solamente en Dios hay completa perfección. Me sorprende que San __JUAN__ alguna vez haya osado decir que existen tres personas (divinas) a no ser que lo haya visto en el espíritu: cómo el Padre, con toda perfección, se vierte en el Hijo en el nacimiento, y se vierte con bondad en el Espíritu Santo como en (un flujo de) amor. 1380 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LVII 3
Estas palabras las dijo Nuestro Señor Jesucristo: «Quien me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará mi servidor junto conmigo» (Cfr __JUAN__ 12, 26). 1390 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LVIII 3
El tercer (punto) consiste en que nos fijemos en esa recompensa, (o sea) en lo que dice Nuestro Señor: «Donde estoy yo, habrá de estar conmigo mi servidor» (Cfr __JUAN__ 12, 26). ¿Dónde se halla la morada de Nuestro Señor Jesucristo? Ella se encuentra en el ser-uno con su Padre. Es una recompensa demasiado grande el que todos cuantos lo sirven, habrán de habitar en unión con Él. Por eso dijo San Felipe, cuando Nuestro Señor hablara de su Padre: «Señor, muéstranos a tu Padre y nos basta» (Cfr __JUAN__ 14, 8), como si quisiera decir que le bastaba la (mera) visión. Debemos sentirnos mucho más contentos (empero) por habitar en unión con Él. Cuando Nuestro Señor se transfigurara en la montaña y les mostrara un símil de la claridad que hay en el cielo, San Pedro pidió también a Nuestro Señor que permanecieran allí eternamente (Cfr Mateo 17, 1 a 4; Marcos 9, 1 a 4; Lucas 9, 28 a 33). Deberíamos tener un anhelo desmedidamente grande de (llegar a) la unión con Nuestro Señor (y) Dios. Esta unión con Nuestro Señor (y) Dios se ha de conocer sobre la base de la siguiente instrucción: Así como Dios es trino en las personas, así es uno por naturaleza. De ese modo hay que comprender también la unión de Nuestro Señor Jesucristo con su Padre y con el alma. Así como se distingue entre (el) blanco y (el) negro — el uno no puede tolerar al otro, el blanco no es negro — así sucede (también) con (el) algo y (la) nada. Nada es aquello que no puede tomar nada de nada; algo es aquello que recibe algo de algo. Exactamente así sucede con Dios: aquello que es algo, se halla siempre en Dios; allí no falta nada de ello. Cuando el alma es unida a Dios, tiene en Él todo cuanto es algo, en su entera perfección. Allí, el alma se olvida de sí misma — tal como es en sí misma — y de todas las cosas y se reconoce como divina en Dios, por cuanto Dios se halla en ella; y hasta ese punto se ama en Él a sí misma como divina y se halla unida con Él sin diferenciación de modo que no goza ni se alegra de nada a excepción de Él. ¿Qué más quiere apetecer o saber el hombre cuando se halla unido con Dios con tanta felicidad? Dios creó al hombre para esta unión. Cuando el señor Adán infringiera el mandamiento, fue expulsado del paraíso. Entonces, Nuestro Señor colocó delante del paraíso a dos custodios: un ángel y una espada llameante que era de doble filo (Cfr Génesis 3, 23 ss). Esto significa dos cosas mediante las cuales el hombre puede volver al cielo así como cayó de él. La primera: por medio de la naturaleza del ángel. San Dionisio dice: «La naturaleza angelical significa lo mismo que la revelación de la luz divina». Con los ángeles, (y) por medio de los ángeles y la luz (divina), el alma ha de dirigirse otra vez hacia Dios hasta que retorne al origen primigenio… Segundo: por medio de la espada llameante, esto quiere decir que el alma ha de volver por medio de obras buenas y divinas, hechas con amor ardiente por Dios y el hermano en Cristo. 1393 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LVIII 3
Pues bien, él (= el sabio) dice: «Con el espíritu de la sabiduría he recibido a la vez todas las cosas buenas» (Sabiduría 7, 11). Por entre los siete dones, el don de la sabiduría es el más noble. Dios no da ninguno de estos dones sin darse primero Él mismo, y de modo igual y de manera engendrante. Todo cuanto es bueno y puede traer gozo y consuelo, lo poseo todo en el «espíritu de la sabiduría» y (también) toda la dulzura, de manera que no permanece fuera (del espíritu) ni tanto como la punta de una aguja; y, sin embargo, sería nonada si uno no lo poseyera tan perfecta e igual y rectamente como lo goza Dios, así gozo yo lo mismo de modo igual en su naturaleza. Porque Él, en «el espíritu de la sabiduría», opera en forma completamente igual de modo que lo mínimo llega a ser como lo máximo, pero no lo máximo como lo mínimo. Es como si alguien injertara un vástago noble en un tronco tosco, luego todos los frutos salen según la nobleza del vástago y no según la tosquedad del tronco. Así sucede también en este espíritu: allí todas las obras se vuelven iguales, porque lo mínimo llega a ser como lo máximo, y no lo máximo como lo mínimo. Él (= Dios) se entrega de manera engendrante, porque la obra más noble en Dios es engendrar, con tal de que en Dios una cosa fuera más noble que otra; porque todo el placer de Dios está cifrado en engendrar. Todo cuanto me es congénito no me lo puede quitar nadie, a no ser que me quite a mí mismo. (En cambio) todo cuanto me puede caer en suerte, lo puedo perder; por eso, Dios nace íntegramente en mí para que no lo pierda nunca; pues, todo cuanto me es congénito, no lo pierdo. Dios tiene todo su placer en el nacimiento, y por eso engendra a su Hijo en nuestro fuero íntimo para que tengamos en ello todo nuestro deleite y engendremos junto con Él al mismo Hijo natural; porque Dios cifra todo su placer en el nacimiento y por eso nace dentro de nosotros para tener todo su deleite en nuestra alma y para que nosotros tengamos todo nuestro deleite en Él. Por eso dijo Cristo, según escribe San __JUAN__ en el Evangelio: «Me siguen» (__JUAN__ 10, 27). Seguir a Dios en sentido propio, eso está bien: que obedezcamos a su voluntad, como dije ayer: «¡Hágase tu voluntad!» (Mateo 6, 10). San Lucas escribe en el Evangelio que Nuestro Señor dijo: «Quien quiere seguirme, que renuncie a sí mismo y tome su cruz y sígame» (Lucas 9, 23). Quien renunciara a sí mismo en sentido propio, éste pertenecería a Dios por antonomasia, y Dios le pertenecería a él por antonomasia; de ello estoy tan seguro como del hecho de ser hombre. Para semejante hombre resulta tan fácil renunciar a todas las cosas como a una lenteja; y a cuanto más renuncia, tanto mejor. 1405 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LIX 3
«¡Renuncia a ti mismo y toma tu cruz!» (Cfr Lucas 9, 23). Los maestros dicen que el suplicio consiste en ayunar y otros sufrimientos (= ejercicios de penitencia). Mas, yo digo que esto no constituye sino un librarse del suplicio porque a tal actitud no la sigue sino alegría. Luego (de __JUAN__ 10, 27) dice Él: «Les doy la vida» (__JUAN__ 10, 28). Muchas otras cosas que se hallan en los entes racionales, son accidentes; mas la vida es propia de toda criatura racional, como ser suyo. Por eso dice: «Yo les doy la vida», porque su ser es su vida; pues Dios se da por completo cuando dice: «Yo doy». Ninguna criatura sería capaz de darla (= la vida); si fuera posible que alguna criatura pudiera darla, Dios amaría (no obstante) tanto al alma que no podría tolerarlo, sino que Él mismo quiere darla. Si alguna criatura la diera, le repugnaría al alma; le importaría tan poco como una mosca. Exactamente como si un Emperador le diese una manzana a un hombre, éste la apreciaría más que si otra persona le regalara un jubón del mismo modo el alma tampoco puede admitir que reciba la (vida) de otro que no sea Dios. Por eso, dice: «Yo doy», para que sea perfecta la alegría del alma por el don. 1407 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LIX 3
Ahora bien, Él dice: «Yo y el Padre somos uno» (__JUAN__ 10, 30): el alma en Dios y Dios en ella. Si alguien vertiera agua en un recipiente, éste circundaría el agua, mas el agua no se hallaría en medio del recipiente ni el recipiente en medio del agua; pero el alma es tan uno con Dios, que el uno no puede entenderse sin el otro. El calor, sí, se entiende sin el fuego, y el resplandor, sin el sol, pero Dios no se puede conocer sin el alma ni el alma sin Dios; tan uno son. 1408 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LIX 3
Un maestro dice: Todas las criaturas están repletas de lo ínfimo de Dios, y su grandeza no se encuentra en ninguna parte. Os relataré un cuento. Una persona preguntó a un hombre bueno qué significaba que algunas veces lo atraían mucho la devoción y las oraciones y otras veces no lo atraían. Entonces le dio la siguiente contestación: El perro, cuando ve a la liebre y la olfatea y halla su rastro, corre en pos de la liebre; los otros (perros) lo ven correr y entonces ellos corren, pero pronto se cansan y desisten. Así sucede con un hombre que ha visto a Dios y lo ha olfateado: él no desiste, todo el tiempo corre (tras Él). Por eso dice David: «¡Gustad y mirad lo dulce que es Dios!» (Salmo 33, 9). Ese hombre no se cansa, pero los otros se cansan pronto (de correr detrás de Dios). Algunas personas corren adelantándosele a Dios, algunos (corren) al lado de Dios, algunos lo siguen a Dios. Quienes se le adelantan, son los que siguen a su propia voluntad y no quieren aprobar la voluntad de Dios; eso está del todo mal. Otros, aquellos que van al lado de Dios, dicen: «Señor, no quiero otra cosa que la que Tú quieres» (Cfr Mateo 26, 39). Mas, cuando están enfermos, desean que Dios quiera que estén sanos, y eso se puede perdonar. Los terceros le siguen a Dios adonde quiera (ir), ellos lo siguen de buena voluntad, y ésos son perfectos. De ello habla San __JUAN__ en el Libro de la Revelación: «Ellos siguen al cordero dondequiera que va» (Apocalipsis 1-4, 4). Esa gente sigue a Dios a dondequiera Él la guía: en los días de enfermedad o en (la) salud, hacia (la) buena suerte o (el) infortunio. San Pedro se iba adelantando a Dios; entonces dijo Nuestro Señor: «¡Satanás, vete detrás de mí!» (Mateo 16, 23). Resulta que Nuestro Señor dijo: «Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí» (__JUAN__ 14, 11). Del mismo modo, Dios está en el alma y el alma está en Dios. 1410 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LIX 3