hypostasis

hypostasis — hipóstase
Hipóstase, Hipóstases, Três Hipóstases


A fim de, se acaso os macedônios vierem comigo, e vos acharem desapercebidos, não nos envergonharmos nós (para não dizermos vós) deste firme ===fundamento=== (hypostasis) de glória. (2Co 9:4)

O qual, sendo o resplendor da sua glória, e a expressa imagem da sua ===pessoa=== (hypostasis), e sustentando todas as coisas pela palavra do seu poder, havendo feito por si mesmo a purificação dos nossos pecados, assentou-se à destra da majestade nas alturas; (Heb 1:3)

Porque nos tornamos participantes de Cristo, se retivermos firmemente o princípio da nossa ===confiança=== (hypostasis) até ao fim. (Heb 3:14)

Ora, a é o firme ===fundamento=== (hypostasis) das coisas que se esperam, e a prova das coisas que se não veem. (Heb 11:1)


Usado pelos Padres do I Concílio ecumênico (Niceia) para distinguir as três Pessoas da Trindade indivisível. Do mesmo modo cada cristão se realiza na Igreja em uma hipóstase.


Dionísio o Areopagita
Francesco Trisoglio
Cristo en los Padres de la Iglesia, Herder

En el lenguaje tanto corriente como filosófico (Aristóteles) indicaba la realidad objetiva, la sustancia, el ser, en contraposición a la apariencia y la ilusión; de aquí pasó a designar aquello que subsiste en sí, la persona. Esta posible doble acepción fue causa de confusiones y contrastes en las controversias trinitarias, ya que algunos entendieron el vocablo como equivalente a physis y a ousia, en griego, y a substantia y a natura en latín, mientras que otros lo usaron con el valor de individuo dotado de una propiedad suya, que en latín se decía persona y en griego» prosopon. La ambigüedad implicaba que los primeros acusaran a los segundos — los cuales sostenían que en Dios había tres hipóstasis — de triteísmo y, en consecuencia, de arrianismo, mientras que los segundos reprochaban a los primeros, que defendían en Dios una sola hipóstasis, el ser sabelianos y permanecer todavía anclados al Dios unipersonal de los hebreos.

Si los griegos tenían ya entre ellos buenas razones para no entenderse y caer en equívocos y sospechas recíprocos, la situación se agravó todavía más en el momento en que las incomprensiones se trasladaron también a las dos Iglesias. del mundo oriental y occidental. De hecho los latinos tradujeron por persona el concepto de sustancia completa, existente en sí, de sujeto independiente, asumiendo el término de la jerga del teatro, en donde designaba la máscara y en consecuencia el personaje dramático, y desde donde pasó a designar un individuo cualquiera. Esta noción originaria de «papel» dio la impresión a los griegos de que los latinos querían indicar una cualidad provisional, una actitud pasajera y, por tanto, evocó a sus mentes el espectro del sabelianismo, que vanificaba las personas trinitarias. A su vez los latinos levantaron la acusación de arrianismo contra los griegos, porque decir tres hipóstasis significaba también sostener en Dios tres sustancias. Dada la centralidad y la delicadeza del tema, hupo polémicas y laceraciones, hasta que, con el concilio de Alejandría, en el 362, presidido por san Atanasio, se sancionó canónicamente la equivalencia entre hipóstasis y persona (entonces los griegos introdujeron también el término prosopon a imitación de los occidentales). Gracias también a la vigorosa intervención clarificadora de san Basilio y sobre todo a la intervención, autorizada y clarísima, de san Gregorio Nacianceno, se superaron las discordias y también la Iglesia ¿riega aceptó finalmente la fórmula latina de una substantia (ousia), tres personae (prosopa).

Arreglada la cuestión acerca del valor de la hipóstasis «n el ámbito trinitario, se suscitó un problema paralelo en el terreno cristológico. ¿Cuáles eran en Cristo las relaciones entre naturaleza divina y humana frente a la hipóstasis o persona del Hijo de Dios? Se delinearon dos posiciones opuestas. Apolinar de Laodicea, para defender la unidad física de la hipóstasis de Cristo, suprimió en la naturaleza humana su elemento característico, constituido por el alma intelectiva, dejando sólo un alma sensitiva, que aseguraba la vitalidad a la carne (Dios encarnado). En reacción, la escuela de Antioquía, que tendía a ver en Cristo el hombre perfecto ensalzado a la divinidad (hombre divinizado), subrayó tanto el carácter completo de la naturaleza humana que rompió la unidad de la persona. A través de Diodoro de Tarso, Teodoro de Mopsuestia y Nestorio, fue precisándose el tema y se incidió en una dualidad de personas (Hijo de Dios e hijo de María; uno que asume y uno que es asumido; hombre y Verbo), unidas entre sí por un simple nexo moral por vía de voluntad. San Cirilo de Alejandría, aunque con exceso de celo, escasa escrupulosidad en el uso de los medios, y una peligrosa inadecuación de fórmulas, luchó victoriosamente contra el nestorianísmo, reafirmando la unidad real de la humanidad y de la divinidad en una única persona o hipóstasis del Verbo encarnado. De ahí vino la confirmación del epíteto de «Madre de Dios», aplicado a María, y la consagración de la communicatio idiomatum (véase la nota 241 del capítulo III). Por encima del uso de términos teológicos inciertos, Nestorío intentaba ver en Cristo dos sujetos autónomos, mientras que Cirilo veía sólo uno, en los dos elementos fundamentales, divino y humano. Las posturas de Cirilo, ciertamente ortodoxas, aunque tal vez incautamente enunciadas, fueron aún exasperadas por un cierto monofisismo, o eutiquianismo, que acentuó de tal manera la unidad personal que sofocaba en una unidad incluso la dualidad de las naturalezas, anulando, en resumen, la humanidad en favor de la divinidad. La doctrina de la unión hipostática, que precisa la coexistencia de las dos naturalezas en la unidad personal de Cristo, fue proclamada por el concilio de Calcedonia (451), que entendió por physis o natura una esencia concreta, considerada en sí misma, y por hipóstasis o prosopon o persona un sujeto efectivo, un yo. El concilio confirmó contra los eutiquianos las dos naturalezas y, contra los nestorianos, la unidad íntima de Cristo.

Vladimir Lossky

Depurada de su contenido aristotélico, la noción teológica de la hipóstasis, en el pensamiento de los padres orientales, significa menos el individuo que la persona en la moderna acepción de la palabra. En efecto, la idea que tenemos de la personalidad humana, de ese algo personal que hace de cada individuo humano un ser único en el mundo, absolutamente incomparable e irreductible a las demás individualidades, la idea de persona, nos viene de la teología cristiana. La filosofía de la antigüedad no conocía más que los individuos humanos. La persona humana no puede ser expresada en conceptos. Escapa a cualquier definición racional, e incluso a cualquier descripción, pues todas las propiedades por las que se la quisiera caracterizar pueden ser encontradas en otros individuos. La persona puede sólo ser captada en la vida por una intuición directa o traducirse en obra de arte. Cuando decimos «es Mozart» o «es Rembrandt», nos encontramos cada vez en un universo personal que no tiene su equivalente en parte alguna. Pero con todo «las personas o hipóstasis humanas están aisladas y — según palabras del Damasceno- no las unas en las otras»; mientras que «en la Santísima Trinidad, muy al contrario… las hipóstasis están las unas en las otras». Las obras de las personas humanas son distintas; las de las personas divinas no lo son, pues al no tener las tres más que una sola naturaleza, no tienen más que una sola voluntad, una sola potencia y una sola operación. «Las personas», dice el propio san Juan Damasceno «están imidas, no para confundirse sino para contenerse una a otra; existe entre ellas una pericoresis o circumincesión (ten en allelais perikoresin ekousi) sin mezcla ni confusión de ningún género. En virtud de esta pericoresis, las personas no están ni separadas ni divididas en substancia, contrariamente a la herejía de Arrio. En efecto, para decirlo todo en dos palabras, la divinidad está indivisa en los individuos, al igual que en tres soles contenidos el uno en el otro habría una sola luz por compenetración íntima». «Cada una de las personas contiene la unidad por su relación con las demás, no menos que por su relación consigo misma». En efecto, cada una de las tres hipóstasis contiene la unidad, la naturaleza una, de una manera que le es propia y que, aunque la distingue de las otras dos personas, evoca al mismo tiempo el vínculo inseparable que une a las Tres. «La innacibilidad, la filiación y la procesión…, son las únicas propiedades hipostáticas por las cuales difieren las tres santas hipóstasis indivisiblemente divididas, no por la substancia sino por la característica de su propia hipóstasis», dice el Damasceno. «Uno en todas las cosas son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, salvo la innacibilidad, la filiación y la procesión».

La única característica de las hipóstasis que podamos formular como exclusivamente propia de cada una y que no se encuentre en las demás, en razón de su consubstancialidad, será, pues, la relación de origen. Sin embargo, esta relación debe entenderse en un sentido apofático: es sobre todo una negación que nos muestra que el Padre no es el Hijo ni el Espíritu Santo, que el Hijo no es el Padre ni el Espíritu, que el Espíritu Santo no es ni el Padre ni el Hijo. Considerarla de otro modo sería someter la Trinidad a una categoría de la lógica aristotélica, la de la relación. Entendida apofáticamente, la relación de origen señala la diferencia, pero no indica, sin embargo, el «cómo» de las procesiones divinas. «El modo de la generación y el modo de la procesión son incomprensibles…» dice san Juan Damasceno. «Hemos aprendido que hay una diferencia entre la generación y la procesión, pero en modo alguno cuál es ese género de diferencia». Ya san Gregorio Nacianceno tuvo que alejar las tentativas hechas para definir el modo de las procesiones divinas. «¿Preguntas -dice- qué es la procesión del Espíritu Santo? dime primero qué es la innacibilidad del Padre; entonces, a mi vez, trataré como fisiólogo sobre la generación del Hijo y la procesión del Espíritu. De este modo, los dos juntos seremos víctimas de la locura por haber mirado solapadamente los misterios de Dios». «¿Entiendes que hay generación? No busques curiosamente el cómo. ¿Entiendes que el Espíritu procede del Padre? No te fatigues en buscar el cómo». En efecto, si bien las relaciones de origen — innacibilidad, filiación, procesión- que nos hacen distinguir a las tres hipóstasis, llevan nuestro pensamiento a la fuente única del Hijo y del Espíritu Santo, a la pegaia theotes, al Padre, fuente de divinidad, no establecen sin embargo una relación aparte entre el Hijo y el Espíritu Santo. Estas dos personas se distinguen por el modo diferente de su origen: el Hijo es engendrado, el Espíritu Santo procede del Padre. Eso basta para distinguirlos.

La reacción de san Gregorio Nacianceno muestra que la especulación trinitaria, no contenta con la fórmula de la procesión del Espíritu Santo dia uiou, «por el Hijo» o «en relación con el Hijo» — expresión que se encuentra en los padres y que significa las más de las veces la misión del Espíritu Santo en el mundo por mediación del Hijo — trataba de establecer una relación entre el Hijo y el Espíritu Santo en cuanto a sus orígenes hipostáticos. Esta relación entre las dos personas cuyos orígenes provienen del Padre fue establecida por la doctrina occidental de la procesión del Espíritu Santo ab utroque, es decir de ambas personas a la vez, del Padre y del Hijo. El filioque fue la única razón dogmática, la razón primordial, de la separación entre el Oriente y el Occidente, y las otras disensiones doctrinales no fueron sino sus consecuencias. Para comprender lo que querían defender los orientales protestando contra la fórmula occidental, basta confrontar ambos conceptos trinitarios, tal cual se encontraron frente a frente hacia mediados del siglo IX. (Tradição Mística da Igreja do Oriente)


Tradução francesa
Designa o fundamento do criado, a pessoa.


Gnosticismo
Ioan Couliano

Segundo Ioan Couliano não foi por nada que São Jerônimo declarou, “a palavra hypostasis é o veneno da ” (Ep. XV ad Damasum). O sentido vago deste termo referendo-se a natureza, substância ou pessoa era dificilmente distinguível dos sentidos de outros termos gregos frequentemente usados tais como ousia, physis e prosopon. A Bíblia latina traduziu hypostasis por substantia, tertuliano por origo e genitura. Mais tarde Marius Victorinus e Rufinus de Aquileia preferiram o termo subsistentia. O uso indiscriminado da palavra Hypostasis nos muitos contextos semânticos nos quais pode funcionar levou a debates prolongados e ferozes.

Em seu clássico trabalho “Duas Cristologias Antigas” (1940). R. V. Sellers atribuiu muitas das disputas doutrinais nos séculos IV e V a confusão terminológica. De fato, do momento que hypostasis poderia significar seja substância (ousia), natureza (physis) ou pessoa (prosopon), a resolução do Sínodo de Alexandria (362) que permitia a todos a liberdade de dizer seja que em Deus há uma ou três hypostaseis só podia tornar o problema pior.

Eventualmente o sentido de hypostasis se reduziu a prosopon (pessoa), do qual veio a ser equivalente o quase equivalente. O Conselho de Constantinopla (381) afirmaria que a Trindade era composta de “uma substância e três hipóstases” (i.é. pessoas) (mia ousia, treis hypostaseis); e o Conselho de Calcedônia (451), que “Cristo era “um único (ente) em duas naturezas (em dyo physeis), unidos em uma única pessoa e hipóstase (eis hen prosopon kai mian hypostasin)”. A ÁRVORE DA GNOSE

A HIPÓSTASE DOS ARCONTES


Jean Borella
*Caridade Profanada IV
**O termo hypostasis não parece fazer parte do vocabulário filosófico de Aristóteles. Deve-se todavia admitir que a palavra é de origem platônica posto que a encontramos em Plotino que se faz, verdadeiramente, o eco de uma tradição mais antiga. Tem então o sentido de “realidade verdadeira”, por distinção daquilo só aparência. No entanto, é na Escritura Santa que a palavra se encontra atestada pela primeira vez em um sentido propriamente técnico: na Epístola aos Hebreus (I,3), o Filho é denominado karacter tes hypostaseos, marca da hipóstase do Pai (há outros empregos no Novo Testamento, mas não têm o mesmo valor de referência doutrinal que o texto dos Hebreus). Significa então: realidade, substância. Este sentido não desaparecerá jamais de fato. Eis porque compreende-se as hesitações de certos Padres gregos: hipóstase não poderia caracterizar as Pessoas da Santíssima Trindade, porque assim também se poderia dizer da essência comum. A essência é uma hipóstase, quer dizer uma “realidade” enquanto Pessoas. Como quer que seja, beneficiando da caução escriturária, o uso do termo, se afastando a princípio progressivamente do sentido de “realidade substancial” tende a designar quase exclusivamente as Pessoas, até às decisões do Magistério eclesiástico que consagra oficialmente esta denominação.


Filosofia
Plotino
*HIPÓSTASE


*Citações dos Padres — em nosso site francês