humildad

Mientras el hombre nota que su voluntad es buena, no se debe asustar grandemente de nada, ni ha de afligirse si no es capaz de aplicarla en las obras; por otra parte, si descubre en su fuero íntimo una genuina buena voluntad, no se debe considerar ajeno a las virtudes, pues la virtud y todo lo bueno residen en la buena voluntad. Si tienes una voluntad honesta y recta nada te puede faltar, ni (el) amor ni (la) HUMILDAD ni ninguna virtud. Antes bien, aquello que quieres poderosamente y con entera voluntad (ya) lo tienes, y Dios y todas las criaturas no te lo pueden quitar con tal de que la voluntad sea íntegra y verdaderamente divina y (cifrada) en el presente. No debe ser: «Quisiera próximamente», esto sería sólo en el futuro, sino: «¡Quiero que sea así, ahora mismo!» ¡Escucha pues! Si algo se halla a una distancia de mil millas y yo quiero tenerlo, lo tengo con más propiedad que aquello que tengo en mi seno y no quiero tenerlo. TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 10.

Por ello Dios permite gustosamente que los pecados hagan daño y lo ha permitido a menudo, y con mayor frecuencia ha permitido que les sucediera a aquellos hombres a quienes ha elegido para elevarlos a (hacer) grandes cosas según su voluntad. ¡Mira pues! ¿Quién fue alguna vez más querido por Nuestro Señor y con quién tuvo más intimidad que con los apóstoles? Ninguno de ellos se salvó de caer en pecado mortal; todos habían sido graves pecadores. También lo demostró a menudo en la Vieja y la Nueva Alianza con aquellos que posteriormente llegaron a ser con mucho los más queridos por Él; y todavía en nuestros días raras veces se tiene conocimiento de personas que hayan logrado grandes cosas sin haber cometido antes algún desliz. Y con ello Nuestro Señor aspira a que conozcamos su gran misericordia y nos quiere exhortar a tener una HUMILDAD y devoción grandes y verdaderas. Pues, cuando se renueve el arrepentimiento, también el amor crecerá y se renovará mucho. TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 12.

Una respuesta: Una sola obra nos queda justamente y por excelencia, ésta es la anulación de uno mismo. Sin embargo, por grandes que sean esta anulación y este achicamiento de uno mismo, siguen siendo defectuosos si Dios no los completa dentro de uno mismo. Sólo cuando Dios humilla al hombre por medio del hombre mismo, la HUMILDAD es completamente suficiente; y sólo así y no antes se hace lo suficiente para el hombre y para la virtud y antes no. TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 23.

En latín, «hombre» en el sentido propio de la palabra, significa en una acepción aquel que con todo cuanto es y cuanto le pertenece, se humilla y se somete completamente ante Dios, y con la vista levantada hacia arriba, mira a Dios (y) no a lo suyo de lo cual sabe que está detrás y por debajo de él y a su lado. Esta es la HUMILDAD completa y verdadera; este (su) nombre le proviene de la tierra. De ello ya no quiero hablar más. Cuando se dice «hombre», esta palabra significa también algo que está por encima de la naturaleza, del tiempo y de todo cuanto se halla dirigido hacia el tiempo o tiene sabor a él; y lo mismo digo también con referencia al espacio y a la corporeidad. Además, este «hombre» en cierto modo no tiene ninguna cosa en común con nada, quiere decir, que no está moldeado ni igualado según este ejemplo o aquél, y que no sabe nada de nada, de modo que en ninguna parte de él no se pueda hallar ni percibir nada de nada y que la nada se le haya quitado tan completamente que se encuentran (en él) únicamente la vida, la esencia, la verdad y la bondad puras. Quien tiene tal carácter, es un «hombre noble», por cierto, no es ni más ni menos. TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3

Los maestros ensalzan también la HUMILDAD ante muchas otras virtudes. Mas yo ensalzo el desasimiento ante toda HUMILDAD, y lo hago porque la HUMILDAD puede subsistir sin desasimiento, pero el desasimiento perfecto no puede subsistir sin la HUMILDAD perfecta, porque la HUMILDAD perfecta persigue el aniquilamiento perfecto de uno mismo. (Pero) el desasimiento toca tan de cerca a la nada que no puede haber cosa alguna entre el desasimiento perfecto y la nada. Por ende, (el) desasimiento perfecto no puede existir sin (la) HUMILDAD. Ahora. bien, dos virtudes siempre son mejores que una sola. La segunda razón por la cual elogio al desasimiento más que a la HUMILDAD, consiste en que la HUMILDAD perfecta se rebaja ante todas las criaturas y en esta humillación el hombre sale de sí mismo en dirección a las criaturas; el desasimiento, en cambio, permanece en sí mismo. Ahora resulta que ninguna salida puede llegar a ser tan noble que la permanencia dentro de uno mismo no sea mucho más noble. De esto habló el profeta David (diciendo): «Omnis gloria eius filiae regis ab intus» (Salmo 44, 14), esto quiere decir: «La hija del rey debe todo su honor a su ensimismamiento». El desasimiento perfecto no persigue ningún movimiento, ya sea por debajo de una criatura, ya sea por encima de una criatura; no quiere estar ni por debajo ni por encima, quiere subsistir por sí mismo sin consideración de nadie, y tampoco quiere tener semejanza o desemejanza con ninguna criatura, (no quiere) ni esto ni aquello: no quiere otra cosa que ser. Pero la pretensión de ser esto o aquello, no la desea (tener). Pues, quien quiere ser esto o aquello, quiere ser algo; el desasimiento, en cambio, no quiere ser nada. Por ello, todas las cosas permanecen libres de él. A este respecto alguien podría decir: Pero si todas las virtudes se hallaban perfectas en Nuestra Señora, entonces debía de haber en ella también el desasimiento perfecto. Luego, si el desasimiento es más elevado que la HUMILDAD ¿por qué se preció Nuestra Señora de su HUMILDAD y no de su desasimiento, cuando dijo: «Quia respexit dominus humilitatem ancillae suae», lo cual quiere decir: «Él ha puesto sus ojos en la HUMILDAD de su sierva»? (Lucas 1,48)… ¿Por qué no dijo ella: Ha puesto sus ojos en el desasimiento de su sierva? A ello contesto, diciendo: En Dios hay desasimiento y HUMILDAD, en cuanto podamos hablar de virtudes en Dios. Ahora has de saber que su HUMILDAD llena de amor, lo movió a Dios a que se inclinara a la naturaleza humana, mientras su desasimiento se mantenía inmóvil en Sí mismo, tanto cuando se hizo hombre como cuando creó el cielo y la tierra, según te diré más adelante. Y como Nuestro Señor, cuando quiso hacerse hombre, permaneció inmóvil en su desasimiento, Nuestra Señora entendió bien que le pedía lo mismo también a ella y que Él, en este caso, tenía puestos sus ojos en la HUMILDAD de ella y no en su desasimiento. Por eso, ella se mantenía inmóvil en su desasimiento y se preció de su HUMILDAD y no de su desasimiento. Y si ella hubiera recordado, aunque hubiese sido con una sola palabra, su desasimiento de modo que hubiera dicho: Él ha puesto sus ojos en mi desasimiento, esto habría empañado su desasimiento que ya no habría sido ni entero ni perfecto porque se habría producido un efluvio (del desasimiento). Mas no puede haber ningún efluvio por insignificante que sea, sin que el desasimiento sea manchado. Y ahí tienes la razón por la cual Nuestra Señora se preciaba de su HUMILDAD y no de su desasimiento. Por eso dijo el profeta: «audiam, quid loquatur in me dominus deus» (Salmo 84, 9), esto quiere decir: «Yo quiero callar y quiero escuchar lo que mi Dios y mi Señor le diga a mi fuero íntimo», como si dijera: Si Dios me quiere hablar que se adentre en mí porque yo no quiero salir. TRATADOS DEL DESASIMIENTO 3

¡Ahora, prestad atención, todas las personas sensatas! El animal más rápido que os lleva a esta perfección, es el sufrimiento, porque nadie goza más de la eterna dulzura que aquellos que se hallan con Cristo en medio de la mayor de las amarguras. No hay nada más bilioso que el sufrir y no hay nada más melifluo que el haber-sufrido; ante la gente, nada desfigura más al cuerpo que el sufrimiento, mas ante Dios, nada adorna más al alma que el haber-sufrido. El fundamento más firme sobre el cual puede erguirse esta perfección, es la HUMILDAD porque el espíritu de aquel cuya naturaleza se arrastra aquí en el rebajamiento máximo, levanta vuelo hacia lo más elevado de la divinidad, pues el amor trae sufrimiento y el sufrimiento trae amor. Y por lo tanto, quien desea alcanzar el perfecto desasimiento, que corra tras la perfecta HUMILDAD, así se acercará a la divinidad. TRATADOS DEL DESASIMIENTO 3

Ahora prestad (todavía) atención a la palabra «Descienden de arriba». Resulta que os dije, hace poco: Quien quiere recibir desde arriba, necesariamente debe estar abajo con verdadera HUMILDAD. Y sabedlo con toda verdad: a quien no se halla completamente abajo, nada le cae en suerte y tampoco recibe nada por insignificante que sea. Si de algún modo has puesto tus miras en ti mismo o en alguna cosa o en alguien, no te hallas abajo y tampoco recibes nada, mas, si te encuentras completamente abajo, recibes también completa y perfectamente. El dar es propio de la naturaleza de Dios y su ser depende de que nos dé cuando nos hallemos abajo. Si no es así y no recibimos nada, le hacemos fuerza y lo matamos. Aun cuando no podemos hacérselo a Él mismo, lo hacemos a nosotros y en cuanto a nosotros se refiere. Para dárselo todo a Él como cosa suya, cuida de someterte a Dios con verdadera HUMILDAD y de enaltecer a Dios en tu corazón y tu conocimiento. «Dios, nuestro Señor, envió a su Hijo al mundo» (Gal. 4, 4). Alguna vez dije aquí mismo: En la plenitud del tiempo Dios envió a su Hijo: (lo envía) al alma una vez que ella haya ido más allá del tiempo. Cuando el alma se ha liberado del tiempo y del espacio, el Padre envía a su Hijo al alma. Pues bien, esto significa la palabra «El don y la perfección óptimos descienden desde arriba del Padre de las luces». Que el Padre de las luces nos ayude para que seamos propensos a recibir el don óptimo. Amén. SERMONES: SERMÓN IV 3

«Jerusalén» significa lo mismo que una altura, según dije en (el convento de) Mergarden. A aquello que está en lo alto se le dice: ¡Desciende! A aquello que está abajo, se le dice: ¡Asciende! Si tú estuvieras abajo y yo estuviese por encima de ti, tendría que bajar hacia ti. Lo mismo hace Dios; cuando tú te humillas, Dios baja desde arriba y entra en ti. La tierra es la cosa más alejada del cielo y se ha acurrucado en un rincón y está avergonzada y le gustaría huir del hermoso cielo, de un rincón a otro. ¿Cuál sería entonces su morada? Si huye hacia abajo, llega al cielo, si huye hacia arriba, tampoco lo puede eludir, él la empuja hacia un rincón y le imprime su fuerza y la hace fecunda. ¿Por qué? Lo más elevado desemboca en lo más bajo. Una estrella que se halla por encima del sol, es el astro más elevado; éste es más noble que el sol: derrama (su luz) en el sol y lo alumbra, y toda la luz que tiene el sol, la ha recibido de ese astro. ¿Qué significa, pues, el que el sol no brille tanto de noche como de día? Significa que el sol por sí solo no es fuerte; el que haya una cierta deficiencia en el sol, lo percibís por el hecho de que está oscuro en un extremo, y de noche la luna y las estrellas le quitan su luz, y lo empujan hacia otra parte; entonces brilla en otra parte, en otro país. Aquel astro (más elevado) derrama (su luz) no sólo en el sol sino que (ésta) atraviesa el sol y todos los astros y se derrama en la tierra fecundizándola. Exactamente lo mismo sucede con el hombre verdaderamente humilde que ha echado por debajo de sí todas las criaturas y se acurruca por debajo de Dios. Dios en su bondad no deja de derramarse por completo en semejante hombre; es obligado a hacerlo necesariamente. Si quieres, pues, ser elevado y levantado, tienes que ser rebajado, (lejos) de la corriente de la sangre y de la carne, porque la soberbia escondida (y) disimulada es la raíz de todos los pecados y máculas y la siguen sólo pena y dolor. La HUMILDAD, en cambio, es raíz de todo lo bueno (…) y lo sigue. SERMONES: SERMÓN XIV 3

Dije en París, en el colegio (=la universidad), que todas las cosas serán concluidas en el hombre verdaderamente humilde. El sol (en la comparación anterior) corresponde a Dios: lo más elevado en su divinidad sin fondo, corresponde a lo más bajo en la profundidad de la HUMILDAD. El hombre verdaderamente humilde no tiene necesidad de rogar a Dios, puede mandar a Dios, porque la altura de la divinidad no pone sus miras sino en la hondura de la HUMILDAD, según dije en (el convento de) los Macabeos. El hombre humilde y Dios son uno; el hombre humilde tiene tanto poder sobre Dios como sobre sí mismo, y todo cuanto hay en todos los ángeles, le pertenece a este hombre humilde; lo que obra Dios, lo obra el hombre humilde, y él es lo que es Dios: una sola vida y un solo ser; y por ello dijo Nuestro querido Señor: «Aprended de mí, porque yo soy manso y humilde de corazón» (Mateo 11, 29). SERMONES: SERMÓN XIV 3

Si un hombre fuera verdaderamente humilde, Dios, o tendría que perder toda su divinidad y despojarse del todo de ella, o tendría que verterse y esparcirse totalmente en el hombre. Anoche pensé que la majestad de Dios depende de mi HUMILDAD; en donde yo me rebajara Dios sería enaltecido. Jerusalén será iluminada, dicen la Escritura y el profeta (Isaías 60, 1). Mas yo pensé anoche que Dios debería ser des-enaltecido, no en forma absoluta sino interiormente, y esto (=este des-enaltecimiento mediante la interiorización) significa un «Dios des-enaltecido», lo cual me gustaba tanto que lo anoté en mi libreta. Significa pues, un «Dios des-enaltecido», no en forma absoluta sino interiormente para que nosotros fuéramos enaltecidos. Lo que estaba arriba, se convirtió en interno. Tú has de interiorizarte (y eso) por ti mismo en ti mismo para que Él more dentro de ti. No (ha de ser) que tomemos algo de aquello que está por encima de nosotros, debemos tomarlo en nuestro fuero íntimo y debemos tomarlo de nosotros en nosotros. SERMONES: SERMÓN XIV 3

Dice San Juan: «A quienes lo recibieron, les dio poder de llegar a ser hijos de Dios. Quienes son hijos de Dios traen su origen ni de la carne ni de la sangre: han nacido de Dios» (Juan 1, 12 ss.), no hacia fuera, sino hacia dentro. Dijo Nuestra querida Señora: «¿Cómo podrá ser que llegue a ser madre de Dios?» Entonces dijo el ángel: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti» (Cfr. Lucas 1, 34 ss.). Dijo David: «Hoy te he engendrado» (Salmo 2, 7). ¿Qué es hoy? (La) eternidad. Yo he engendrado eternamente, a mí (como) tú, y a ti (como) yo. Sin embargo, el hombre humilde (y) noble no se contenta con ser el hijo unigénito, engendrado eternamente por el Padre: quiere ser también Padre y adentrarse en la misma igualdad de la paternidad eterna y engendrar a Aquel de quien fui engendrado desde la eternidad. Según dije en (el convento de) Mergarden: Ahí Dios entra en lo suyo. Entrégate a Dios, entonces Dios llega a ser tuyo, tanto como se pertenece a sí mismo. Aquello que me es engendrado, permanece. Dios nunca se separa del hombre dondequiera que éste se dirija. El hombre puede separarse de Dios; por más que el hombre se aleje de Dios, Él se mantiene firme y lo espera y se le cruza en el camino antes de que él lo sepa. Si quieres que Dios sea tuyo debes ser suyo como (lo son para mí) mi lengua o mi mano, de modo que yo pueda hacer con (lo mío) lo que quiera. Así como yo no puedo hacer nada sin Él, Él tampoco puede obrar nada sin mí. Si quieres, pues, que Dios te pertenezca de tal manera, hazte propiedad de Él y no retengas en tu intención nada fuera de Él; entonces Él será el comienzo y el fin de todas tus obras así como su divinidad consiste en que es Dios. El hombre que de tal modo no pretende ni ama en sus obras nada que no sea Dios, a aquél Dios le da su divinidad. Todo cuanto obra el hombre (…) (lo obra Dios) pues mi HUMILDAD le otorga a Dios su divinidad. «La luz brilla en las tinieblas, pero las tinieblas no la han comprendido» (Juan 1, 5); esto quiere decir que Dios es no sólo el comienzo de nuestras obras y de nuestro ser, sino que es también el fin y el descanso para todo ser. SERMONES: SERMÓN XIV 3

Que aprendamos de Jesucristo la lección de HUMILDAD, a esto nos ayude a todos Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén. Deo gracias (sic). SERMONES: SERMÓN XIV 3

El sol es análogo a Dios: la parte más alta de su profundidad insondable responde a lo bajísimo en la hondura de la HUMILDAD. Ah sí, al hombre humilde no le hace falta pedir (nada a Dios) sino que bien puede mandarle, porque la altura de la divinidad no puede tender sino hacia la hondura de la HUMILDAD; pues el hombre humilde y Dios son uno y no dos. Este hombre humilde tiene tanto poder sobre Dios como tiene poder sobre sí mismo; y todo el bien que hay en todos los ángeles y en todos los santos, le pertenece enteramente tal como pertenece a Dios. Dios y este hombre humilde son completamente uno y no dos; porque lo que obra Dios, él lo obra también, y lo que quiere Dios, él lo quiere también, y lo que es Dios, él lo es también: una sola vida y un solo ser. Ah sí, por Dios: si este hombre estuviera en el infierno, Dios tendría que reunirse con él en el infierno, y el infierno tendría que ser para él un paraíso. Él (=Dios) necesariamente debe proceder así, sería obligado a hacerlo de modo que debería hacerlo; porque en este caso el hombre es la esencia divina y la esencia divina es el hombre. Pues ahí se besan la unidad de Dios y del hombre humilde, porque la virtud llamada HUMILDAD es una raíz en el fondo de la divinidad en la cual está plantada para que tenga su esencia sólo en el eterno Uno y en ninguna otra parte. Dije en el colegio (=universidad) de París que todas las cosas son acabadas en el hombre verdaderamente humilde. Y por eso digo que al hombre verdaderamente humilde no lo puede dañar ni perturbar ninguna cosa, porque no existe nada que no huya de aquello que lo pueda destruir: de esto huyen todas las cosas creadas porque no son nada en sí mismas. Y por ello, el hombre humilde huye de todo cuanto le pueda hacer dudar de Dios. Por ello huyo del carbón (ardiente) ya que quiere aniquilarme, pues está dispuesto a robarme mi ser. SERMONES: SERMÓN XV 3

«Homo erat». Él dice: «Fijaos, un hombre». Nosotros usamos la palabra «homo» para mujeres, y varones, pero los romanos no quieren concedérsela a las mujeres a causa de su debilidad. «Homo», significa lo mismo que «aquello que es perfecto» y «a lo cual no le falta nada». «Homo», «el hombre», tiene el sentido de «quien está hecho de tierra», y significa «HUMILDAD». La tierra es el elemento más bajo y yace en el medio y está rodeada completamente por el cielo y recibe del todo el influjo del cielo. Todo cuanto obra y vierte el cielo, es recibido en medio del fondo de la tierra. En otro aspecto «homo» significa lo mismo que «humedad» y tiene el sentido de «quien está regado con mercedes», afirmando que el hombre humilde recibe en seguida el influjo de la gracia. Por este influjo de la gracia asciende en el acto la luz del entendimiento; ahí (arriba) irradia Dios su resplandor en una luz que no sufre ser encubierta. Quien se hallara poderosamente rodeado por esa luz, sería, comparado con otra persona, tanto más noble como (lo es) un hombre vivo a otro pintado en la pared. Esa luz es tan poderosa que no sólo está privada en sí de tiempo y espacio, sino que, además, le quita a aquello sobre lo cual se derrama, el tiempo y el espacio y todas las imágenes corpóreas (= representaciones) y todo cuanto (le) es ajeno. Ya he dicho varias veces: Si no hubiera ni tiempo ni espacio ni otras cosas, todo sería una sola esencia. Quien de tal manera fuera uno y se postrara en el fondo de la HUMILDAD, sería inundado allí mismo con mercedes. SERMONES: SERMÓN XLIV 3

Nuestro Señor no contradice su propia palabra. Cuando elogiaba a Juan por ser mayor, quería decir que era pequeño a causa de su verdadera HUMILDAD, ésta era su grandeza. Lo sabemos por el hecho de que Cristo mismo dijera: «Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón» (Mateo 11, 29). Todo cuanto en nosotros son virtudes, en Dios es ser puro y su propia naturaleza. Por ello dijo Cristo: «Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón». Por humilde que fuera Juan, su virtud tenía, sin embargo, una medida, y más (allá) de esa medida no era ni más humilde ni mayor ni mejor de lo que era. Luego dijo Nuestro Señor: «Si alguien fuera inferior a Juan, sería mayor que él en el reino de los cielos», como si quisiera decir: Si hubiera alguien que sobrepasara esa HUMILDAD, aunque fuera por una pizca o por cualquier cosa, y fuese proporcionalmente más humilde que Juan, ése sería mayor en el reino de los cielos por toda la eternidad. SERMONES: SERMÓN XLIX 3

¡Ahora fijaos bien! Ni Juan ni ninguno de todos los santos nos han sido señalados como fin que debemos perseguir, o como meta limitada por debajo de la cual hemos de permanecer. Sólo Cristo, Nuestro Señor, es nuestro fin, a Él hemos de seguir y (Él es) nuestra meta por debajo de la cual hemos de permanecer y a la que debemos ser unidos, iguales a Él en toda su gloria, así como nos corresponde la unificación. En el reino de los cielos no hay ningún santo tan santo ni perfecto que su vida (en esta tierra), en cuanto a sus virtudes, no se haya realizado dentro de (determinada) medida, y según esa medida es también la jerarquía de su vida eterna, y toda su perfección (en el cielo) corresponde por completo a esa medida. Por cierto (y) en verdad: si existiera un solo hombre que sobrepasara la medida correspondiente al santo más destacado que ha vivido virtuosamente y recibido por ello su bienaventuranza… si existiese, pues, un solo hombre que sobrepasara en algo esa medida de la virtud, él sería en la manifestación de la virtud todavía más santo y más bienaventurado que aquel santo lo haya sido jamás. Digo por Dios – y es tan verdadero como que Dios vive -: No hay ningún santo tan perfecto en el cielo que tú no pudieras sobrepasar el grado de su santidad con (tu) santidad y (tu forma de) vida, y que no pudieses llegar más alto que él en el cielo y permanecer (así) por la eternidad. Por eso digo: Si alguien fuera más humilde que Juan e inferior (a él), habría de ser eternamente mayor que él (= Juan) en el reino de los cielos. La verdadera HUMILDAD es esta: que un hombre con todo cuanto es por naturaleza, como ser creado de la nada, no se empeñe en nada, ni en el hacer ni en el dejar de hacer, fuera de esperar la luz de la gracia. Que uno sea prudente en (su) hacer y dejar de hacer, ésta es la verdadera HUMILDAD de la naturaleza. (La) HUMILDAD del espíritu consiste en el hecho de que él (= el hombre) se adjudique o atribuya tan poco de todo el bien que Dios le hace continuamente, como hacía cuando aún no existía. SERMONES: SERMÓN XLIX 3

Ahora bien, se dice: «Levantó y elevó desde abajo sus ojos». En esta palabra se contiene un doble sentido. Uno implica una demostración de acendrada HUMILDAD. Si alguna vez hemos de llegar al fondo de Dios y a su punto más íntimo, debemos, en primer término, llegar con acendrada HUMILDAD a nuestro fondo propio y a nuestro punto más íntimo. Los maestros dicen que los astros derraman toda su fuerza en el fondo de la tierra, en la naturaleza y el elemento del suelo, produciendo allí el oro más puro. En la medida en que el alma llega al fondo y al punto más íntimo de su ser, la fuerza divina se derrama totalmente en ella, y opera muy en secreto y revela obras muy grandes, y el alma se torna muy grande y elevada en el amor divino que se parece al oro puro. Este es el primer significado (de) «Él levantó sus ojos». SERMONES: SERMÓN LIII 3

Luego dice: «Elevó desde abajo sus ojos». Un maestro afirma: «Quien fuera un vivo y supiera hacerlo, vertería agua sobre vino de tal modo que la fuerza del vino obrara en el (agua); entonces la fuerza del vino convertiría en vino el agua; y si ésta estuviera bien vertida sobre el vino (hasta) llegaría a ser mejor que el vino, pero por lo menos será tan rica como el vino. Lo mismo sucede en el alma que está bien ordenada en el fondo de la HUMILDAD, y así se eleva y es alzada hacia arriba en la fuerza divina: ella no descansa nunca, a no ser que llegue directamente hasta Dios y lo toque de-velado, y ella permanece totalmente adentro, y afuera no busca nada y tampoco está parada al lado de Dios ni con Dios, sino continua y directamente en Dios en la pureza del ser; en esto reside también el ser del alma, porque Dios es un ser acendrado. Un maestro dice: En Dios que es un ser acendrado, nada se adentra si no es también un ser acendrado. Por ello es (un) ser el alma que ha llegado directamente hasta Dios y dentro de Dios. SERMONES: SERMÓN LIII 3

Ahora se podría preguntar por qué estaba parada (ahí) y no se sentaba. Si hubiera estado cerca de Él lo mismo sentada que parada. Hay quienes piensan que si estuvieran en un campo llano (y) extenso, donde no existiese nada para estorbar la vista, ellos verían tan lejos sentados como parados. Pero, las cosas no son como se imaginan. María estaba de pie para poder mirar más lejos en torno suyo por si hubiese acaso un arbusto por debajo del cual estuviera escondido Dios para que ella lo buscara allí… Por otra parte, interiormente estaba tan orientada, con todas sus potencias, hacia Dios, que exteriormente permanecía de pie… En tercer lugar: ella se hallaba enteramente invadida por el dolor. Pues bien, hay personas que, cuando se les muere su querido superior, se sienten invadidos por el dolor (de modo) que no son capaces de mantenerse de pie y les hace falta sentarse. (Pero) como su dolor (= el de María Magdalena) se refería a Dios y se fundaba en la constancia, ella no necesitaba hacerlo (= sentarse)… En cuarto término, estaba de pie para poder aprehender a Dios con mayor rapidez en caso de que lo viera. Algunas veces he dicho que el hombre, estando de pie, es más susceptible de Dios. Mas ahora digo otra cosa: Uno, cuando está sentado con verdadera HUMILDAD, recibe más que cuando está de pie, así como dije anteayer que el cielo no puede operar sino en el fondo de la tierra. Así también Dios no puede obrar sino en el fondo de la HUMILDAD; pues, cuanto más hondo en la HUMILDAD, tanto más susceptible de Dios. Dicen nuestros maestros: Si alguien tomara una copa y la colocara por debajo de la tierra, aquélla podría recibir más que si se hallara sobre la tierra; aun cuando fuera tan poco que uno apenas lo percibiera, sin embargo, algo sería. Cuanto más es hundido el hombre en el fondo de la verdadera HUMILDAD, tanto más se hunde en el fondo del ser divino. SERMONES: SERMÓN LV 3