Todo cuanto acabo de decir pues, del bueno y de la bondad, es igualmente verdadero también con respecto al veraz y a la verdad, al justo y a la justicia, al sabio y a la sabiduría, al HIJO DE DIOS y a Dios Padre; (es verdadero) para todo cuanto ha nacido de Dios y no tiene padre en esta tierra (y) en lo cual no nace tampoco nada de todo lo creado, de todo cuanto no es Dios, y en lo cual no hay imagen alguna fuera de Dios en su desnudez (y) pureza. Pues, así dice San Juan en su Evangelio: «Les dio poder y capacidad para llegar a ser hijos de Dios a todos cuantos no han nacido ni de la sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad de varón sino de Dios y solamente de Dios» (Juan 1, 12 s) 254 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 1
Él entiende bajo «sangre» todo cuanto en el hombre no está sometido a la voluntad humana. Bajo «voluntad de la carne» entiende todo cuanto en el hombre, si bien está sometido a su voluntad, lo hace con resistencia y contrariedad, y se inclina hacia el apetito de la carne y pertenece al alma y al cuerpo juntos y no se halla, propiamente dicho, sólo en el alma; y en consecuencia, las potencias (del alma) se cansan, se debilitan y envejecen. Bajo «voluntad de varón» entiende San Juan las potencias superiores del alma, cuya naturaleza y acción no están mezcladas con la carne, (sino) que se hallan dentro de la pureza del alma, apartadas del tiempo y del espacio, y de todo cuanto mira aún con alguna esperanza o gusto hacia el tiempo y el espacio, (potencias pues), que no tienen nada en común con cosa alguna; en ellas el hombre está configurado a la imagen de Dios, en ellas es de la estirpe y familia de Dios. Y, sin embargo, como no son Dios mismo y fueron creadas en el alma y junto con el alma, deben ser desnudadas de su propia imagen y transformadas solamente en imagen de Dios, naciendo en Dios y de Dios, de modo que Dios solo sea (su) Padre; pues de esta manera son también hijos de Dios y el Hijo unigénito de Dios. Porque soy hijo de todo aquello que me configura y engendra a su imagen y dentro de sí como igual. En cuanto semejante hombre, — hijo de Dios, bueno como hijo de la bondad, justo como hijo de la justicia — es únicamente hijo de ella, (la justicia) es parturienta no nacida y su hijo nato posee la misma esencia única que tiene y es la justicia, y él toma posesión de todo cuanto es propiedad de la justicia y de la verdad. 255 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 1
Ahora digo yo: En vista de que al hombre le es dado en préstamo todo cuanto es bueno o consolador o temporal, ¿con qué derecho se queja cuando Aquel que se lo prestó lo quiere recuperar? Debe dar las gracias a Dios por habérselo prestado durante tanto tiempo. Tiene que agradecerle también que no le haya quitado íntegramente cuanto le había prestado; y si el hombre se enoja porque le haya quitado una parte de lo que nunca le perteneció y cuyo amo no fue jamás, sólo será justo que Dios le quite todo cuanto le había prestado. Y por ello el profeta Jeremías dijo con toda razón en medio de grandes sufrimientos y lamentaciones: «¡Son múltiples las misericordias de Dios para que no perezcamos del todo!» (Lamentac 3,22). Si alguien me hubiera prestado su chaqueta, su jubón de piel y su sobretodo, y me quitara otra vez su sobretodo dejándome, para las heladas, la chaqueta y el jubón de piel, yo debería agradecérselo con mucha razón y sentir alegría. Y así debo comprender en especial la gran equivocación que cometo, cuando me enojo y me quejo tan pronto como pierdo alguna cosa; pues, si pretendo que lo bueno que tengo me sea dado como propio y no (sólo) prestado, quiero ser Señor e HIJO DE DIOS por naturaleza y en sentido absoluto, mientras ni siquiera he llegado a ser hijo de Dios por obra de la gracia; porque la cualidad del HIJO DE DIOS y del Espíritu Santo consiste en observar igual conducta frente a todas las cosas. 294 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
La obra interior también es divina y deiforme y tiene sabor a peculiaridad divina por el siguiente hecho: Así como todas las criaturas, aun en el caso de que hubiera mil mundos, no superarían ni por el ancho de un pelo el valor de Dios solo, — así digo yo y ya lo dije anteriormente — que esa obra exterior, su cantidad y su magnitud, su largor y su anchura no aumentan absolutamente, en ningún caso, la bondad de la obra interior; pues ésta contiene su propia bondad. Por lo tanto, nunca puede ser pequeña la obra exterior cuando la interior es grande, y cuando ésta última es pequeña o no vale nada, aquélla nunca puede ser grande ni buena. En todo momento, la obra interior abarca en sí toda la magnitud y todo el anchor y largor. La obra interior toma y saca su ser completo sólo del corazón de Dios y en él (y) en ninguna otra parte; toma al Hijo y nace como hijo en el seno del Padre celestial. No así la obra exterior: ésta recibe más bien su bondad divina por intermedio de la obra interior, como nacida a término y derramada en el descenso de la divinidad revestida de diferencia, cantidad (y) división; (pero) todo esto y otras cosas por el estilo, así como también (la) misma semejanza, permanecen apartados de Dios y ajenos a Él. (Pues) se apegan y se detienen y se tranquilizan con aquello que es bueno (por separado), que está iluminado, que es criatura, y totalmente ciego con respecto a la bondad y a la luz en sí mismas y a lo Uno donde Dios engendra a su Hijo unigénito y en Él a todos cuantos son hijos de Dios, hijos natos. Ahí (quiere decir, en lo Uno) se hallan la emanación y el origen del Espíritu Santo y sólo por Él — en cuanto es el Espíritu de Dios y Dios mismo es Espíritu — es concebido dentro de nosotros el Hijo y ahí se da esta emanación (del Espíritu Santo) de todos cuantos son hijos de Dios, según han nacido con menor o mayor pureza sólo de Dios, transformados según la imagen y en la imagen de Dios, y apartados de toda cantidad como todavía se encuentra en los ángeles superiores en cuanto a su naturaleza y — si uno quiere llegar a conocerlo bien — ellos hasta están apartados de la bondad, la verdad y todo aquello que está sujeto, aunque fuera sólo en un pensamiento o en una denominación, a una vislumbre o sombra de una diferencia cualquiera, y se han entregado (sólo) a lo Uno que es libre de cualquier especie de cantidad y diferencia, donde también Dios-Padre-Hijo-y-Espíritu-Santo es y son Uno solo, habiendo perdido toda diferencia y cualidad y siendo desnudado de ellas. Y lo Uno obra nuestra salvación, y cuanto más alejados estemos de lo Uno, tanto menos seremos hijos e hijo y con tanta menor perfección surgirá dentro de nosotros y fluirá de nosotros el Espíritu Santo; en cambio, cuanto más cerca estemos de lo Uno, tanto más verdaderamente seremos hijos e hijo de Dios y de nosotros fluirá también Dios-el-Espíritu-Santo. A esto se refiere Nuestro Señor, (el) HIJO DE DIOS en la divinidad, cuando dice: «En el que beba del agua que yo le dé, surgirá un manantial que salta hasta la vida eterna» (Juan 4, 14), y San Juan afirma que esto lo decía del Espíritu Santo (Juan 7, 39). 299 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
En la divinidad el Hijo, de acuerdo con su índole, no ofrece sino la esencia-Hijo, la esencia del nacido de Dios, (siendo) manantial, origen y emanación del Espíritu Santo, del amor de Dios, y el sabor pleno, verdadero e íntegro del Unico, el Padre celestial. Por eso, la voz del Padre le habla al Hijo desde el cielo: «Tú eres mi Hijo amado en quien me aman a mí y me tienen complacencia» (Mateo 3, 17), pues, sin duda, nadie que no sea hijo de Dios lo ama lo suficiente y con pureza. Porque el amor, o sea el Espíritu Santo, surge y emana del Hijo, y el Hijo ama al Padre por amor de Él mismo (=el Padre), (ama) al Padre en Él mismo y a sí mismo en el Padre. Por eso Nuestro Señor dice con mucha razón: «Bienaventurados son los pobres en espíritu» (Mateo 5, 3), lo cual quiere decir: Aquellos que no tienen nada de espíritu propio y humano y llegan desnudos a (la presencia de) Dios. Y San Pablo dice: «Dios nos lo reveló en su Espíritu» (Col 1, 8). 300 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
Más aún: Dios ama por amor de sí mismo y obra todas las cosas por amor de sí mismo, lo cual quiere decir que ama a causa del amor y obra a causa del obrar; pues, sin duda alguna, Dios nunca habría engendrado en la eternidad a su Hijo unigénito si el haber engendrado no fuera igual al engendrar. Por eso dicen los santos que el Hijo ha nacido tan eternamente que sigue naciendo sin cesar. Si el ser-creado no fuera (una y la misma cosa que) el crear, Dios tampoco habría creado jamás el mundo. Resulta pues, que Dios ha creado el mundo de manera tal que todavía lo sigue creando sin cesar. Todo lo pasado y todo lo venidero le resultan a Dios ajenos y distantes. Y por ende: quien nació de Dios (como) hijo de Dios, ama a Dios por amor de Él mismo, es decir, ama a Dios a causa del amar-a-Dios y obra todas sus obras a causa del obrar. Dios nunca se cansa del amar y obrar, y todo cuanto Él ama significa para Él un solo amor. Y por consiguiente es verdad que Dios es el Amor (1 Juan 4, 8, 16). De ahí que yo dijera arriba que el hombre bueno quiere y querría sufrir en todo momento por amor de Dios, y no haber-sufrido; mientras sufre, tiene todo lo que ama. Ama al sufrir-por-amor-de-Dios y sufre por Dios. Por ello y en ello es hijo de Dios, formado a semejanza de Dios y en Dios quien ama por amor de sí mismo, es decir, ama por el amor y obra por el obrar; y por lo tanto, Dios ama y obra sin cesar. Y el obrar de Dios es su naturaleza, su esencia, su vida, su bienaventuranza. Entonces en verdad: para el hijo de Dios, o sea un hombre bueno, en cuanto es hijo de Dios, el sufrir por amor de Dios y el obrar por amor de Dios constituyen su esencia, su vida, su obrar, su bienaventuranza, ya que dice Nuestro Señor: «Bienaventurados son los que sufren por la justicia» (Mateo 5, 10). 303 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
Ahora digo además, en tercer lugar, que un hombre bueno, en cuanto es bueno, tiene cualidad divina no sólo por el hecho de que ama y opera todo cuanto ama y opera, por amor de Dios a quien ama y por quien opera, sino que el que ama, ama y opera también por sí mismo; porque aquel a quien ama es Dios-Padre-no-nacido, el que ama es Dios-Hijo-nato. Ahora resulta que el Padre está en el Hijo y el Hijo en el Padre. Padre e Hijo son uno solo. En cuanto a la forma cómo lo más íntimo y lo más elevado del alma recoge y aprehende al HIJO DE DIOS y (al) llegar-a-ser-hijo-de-Dios, ahí en el regazo y corazón del Padre celestial, búscalo luego de terminado este libro, allí donde escribo sobre «el hombre noble que marchó a una tierra lejana para conquistarse un reino y luego volver» (Lucas 19, 12). 304 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
Existe otro consuelo más. Dice San Pablo que Dios castiga a todos cuantos acepta y acoge como hijos (Cfr Hebreos 12, 6). Si uno ha de ser hijo corresponde que sufra. Como el HIJO DE DIOS no podía sufrir en la divinidad y en la eternidad, el Padre celestial lo envió al siglo para que se hiciera hombre y pudiera sufrir. Si quieres ser, pues, hijo de Dios y, sin embargo, no quieres sufrir, estás muy equivocado. Está escrito en el Libro de la Sabiduría que Dios nos examina y somete a prueba (para ver) quién es justo, tal como se examina y se somete a prueba y se afina el oro en un horno de fundición (Cfr Sabiduría 3, 5/6). Es señal de que el rey o un príncipe confía del todo en un caballero cuando lo envía a combatir. He visto a un señor que a veces, cuando había aceptado a alguien entre su servidumbre, lo hacía salir de noche y luego lo alcanzaba montado a caballo y luchaba con él. Y un buen día sucedió que casi fue muerto por un hombre a quien de tal manera deseaba poner a prueba; y a este siervo lo quiso luego mucho más que antes. 309 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
El HIJO DE DIOS por naturaleza quiso hacerse hombre por gracia para que pudiera sufrir a causa de ti, y tú quieres llegar a ser hijo de Dios y no hombre para que no sufras y no necesites hacerlo ni por Dios ni por ti mismo. 311 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
Debe saberse además, que San Jerónimo dice, y también los maestros en general lo hacen, que todo hombre, desde el comienzo de su existencia humana, tiene un espíritu bueno, (o sea) un ángel y un espíritu malo, (o sea) un diablo. El ángel bueno da consejos empujando continuamente hacia aquello que es bueno, que es divino, que es virtud y celestial y eterno. El espíritu malo aconseja al hombre empujándolo siempre hacia aquello que es temporal y perecedero, y que es vicioso, malo y diabólico. Este mismo espíritu maligno charla continuamente con el hombre exterior y por intermedio de él persigue en secreto (y) en todo momento al hombre interior, de la misma manera que la serpiente charlaba con la señora Eva y por intermedio de ella con Adán, su marido. (Cfr Génesis 3, 1 ss). El hombre interior, éste es Adán. El varón en el alma es el árbol bueno que da sin cesar frutos buenos y del cual habla también nuestro Señor (Cfr Mateo 7, 17). Es también el campo en donde Dios ha sembrado su imagen y semejanza, y donde siembra la buena semilla, la raíz de toda sabiduría, de todas las artes, de todas las virtudes, de toda bondad, (o sea la) semilla de la divina naturaleza (2 Pedro 1, 4). Semilla de divina naturaleza, esto es el HIJO DE DIOS, la Palabra de Dios (Lucas 8, 11). 350 ECKHART: TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3
En cuanto a este noble hombre interior en el cual están impresas y sembradas la semilla y la imagen de Dios — (es decir), cómo esta semilla y esta imagen de la naturaleza y esencia divinas, (o sea) el HIJO DE DIOS, salen a luz y uno las percibe, pero cómo de vez en cuando se hallan también escondidas — a esto se refiere el gran maestro Orígenes con un símil, diciendo que la imagen de Dios, (o sea) el HIJO DE DIOS, existe en el fondo del alma cual fuente vívida. Pero cuando alguien le echa encima tierra, es decir, apetitos terrestres, la estorba y encubre de modo que nada se conoce o percibe de ella; sin embargo, permanece viva en sí misma y cuando se le quita la tierra, que desde fuera le fue arrojada encima, (la fuente) resurge y se la percibe. Y (Orígenes) dice que se alude a esta verdad en el primer libro de Moisés donde está escrito que Abraham había excavado en su campo varios pozos de agua viva y que unos malhechores los llenaron de tierra; pero luego, una vez sacada la tierra, las fuentes resurgieron vivas (Génesis 26, 14 ss). 359 ECKHART: TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3
Dice San Agustín: Cuando el alma humana se eleva por completo hacia la eternidad, hacia Dios solo, resplandece y brilla la imagen de Dios; pero cuando el alma se torna hacia fuera, aunque sea para el ejercicio exterior de una virtud, esta imagen se encubre del todo. Y esto sería el significado del hecho de que las mujeres tienen la cabeza velada, mientras los hombres la tienen descubierta según la enseñanza de San Pablo (Cfr 1 Cor 11, 4 ss). Por lo tanto: toda parte del alma que se dirige hacia abajo, recibe de aquello a que se torna un velo, una toca; pero la parte del alma que es elevada hacia arriba, es desnuda imagen de Dios, el nacimiento de Dios, descubierto (y) desnudo en el alma desnuda. Con referencia al hombre noble y de cómo la imagen de Dios, el HIJO DE DIOS, la semilla de naturaleza divina dentro de nosotros, nunca es extirpada aun cuando se la encubre, (de todo esto) habla el rey David en el Salterio, diciendo: El hombre si bien es atacado por diversas nonadas, sufrimientos y penas dolorosas, permanece, sin embargo, dentro de la imagen de Dios y la imagen dentro de él (Cfr Salmo 4,2 a 7). La luz verdadera brilla en las tinieblas aun cuando no la notamos (Cfr Juan 1, 5). 361 ECKHART: TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3
«No os fijéis — opina El Libro de Amor — en que soy morena, no obstante soy bella y de hermosa figura, pero el sol me ha desteñido» (Cantar de los Cant 1, 5). «El sol» es la luz de este mundo y significa que aun lo más excelso y lo mejor que ha sido creado y hecho, encubre y destiñe la imagen de Dios dentro de nosotros. «Quitad la herrumbre de la plata», dice Salomón, «y relucirá y brillará el recipiente purísimo» (Proverbios 25, 4), eso es, la imagen, el HIJO DE DIOS, dentro del alma. Y esto es lo que quiere decir Nuestro Señor con estas palabras donde dice que «un hombre noble se marchó», pues el hombre debe dejar atrás todas las imágenes y a sí mismo y llegar a estar muy apartado y ser diferente de todas estas cosas, si realmente quiere y debe recibir al Hijo y hacerse hijo en el seno y corazón del Padre. 362 ECKHART: TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3
«Para Isabel llegó el tiempo (de su alumbramiento) y dio a luz a un hijo. Su nombre es Juan. Entonces dijo la gente: ¿Qué maravilla llegará a ser este niño? Pues la mano de Dios está con él» (Lucas 1, 57; 63; 66). En un escrito se dice: Éste es el don máximo, que somos hijos de Dios y que Él engendra en nosotros a su Hijo (véase 1 Juan 3, 1). El alma que pretende ser hijo de Dios no debe alumbrar nada en sí, y en aquella en la que habrá de nacer el HIJO DE DIOS, no debe engendrarse nada más. La intención máxima de Dios consiste en engendrar. Nunca se contenta, a no ser que engendre en nosotros a su Hijo. El alma tampoco se da por satisfecha en manera alguna, si no nace en ella el HIJO DE DIOS. Y de ahí surge la gracia. Ahí se infunde (la) gracia. (La) gracia no obra; su devenir es su obra. Fluye desde el ser divino y fluye en el ser del alma, mas no en las potencias. 596 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XI 3
Alguna vez dije: (La) unidad une toda la multiplicidad, pero (la) multiplicidad no une (la) unidad. Si somos levantados por encima de todas las cosas, y si todo cuanto hay en nuestro interior se halla (igualmente) elevado, nada nos oprime. Lo que está por debajo de mí, no me oprime. Si yo tendiera con pureza hacia Dios, de modo que no hubiese nada por encima de mí a excepción de Dios, nada me resultaría pesado y yo no me afligiría tan rápidamente. Dice San Agustín: Señor, si me dirijo hacia ti, se me quitan cualquier molestia, pena y trabajo. Si hemos ido más allá del tiempo y de las cosas temporales, somos libres y siempre alegres, y entonces se da (la) plenitud del tiempo; entonces el HIJO DE DIOS nace en ti. Alguna vez dije: «Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo» (Gal 4, 4). Si nace en tu interior alguna cosa que no es el Hijo, no tienes el Espíritu Santo, y (la) gracia no opera dentro de ti. (El) origen del Espíritu Santo no puede emanar ni salir floreciendo de ningún lugar que no sea el Hijo. Allí donde el Padre engendra a su Hijo, le da todo cuanto posee en su esencia y naturaleza. De este acto de dar emana el Espíritu Santo. Así también es la intención de Dios dársenos completamente. Sucede de la misma manera que cuando el fuego quiere asimilar el leño y asimilarse a su vez al leño, entonces descubre que el leño le es desigual. Por esta razón le hace falta tener tiempo. Primero calienta y caldea (al leño) y luego, éste humea y crepita porque es desigual (al fuego); y después, cuanto más se caliente el leño, tanto más calmo y tranquilo se pondrá y cuanto más se iguale al fuego, tanto más pacífico será hasta convertirse totalmente en fuego. Si el fuego ha de asimilar al leño, toda la desigualdad debe ser expulsada. 598 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XI 3
«Y fijaos»: «ecce». «Ecce», esta palabrita contiene en sí todo cuanto pertenece al verbo, no se le puede añadir nada (=no tiene flexión). Verbo, esto es Dios, Dios es un Verbo, el HIJO DE DIOS es un Verbo. El (= el evangelista) opina que toda nuestra vida, todo nuestro anhelo deberían estar encerrados y suspendidos por completo en Dios y dispuestos hacia Él. Por eso dice Pablo: «Soy lo que soy por la gracia de Dios» (1 Cor 15, 10), y además dice: «Yo vivo, mas no yo, sino que Dios vive del todo en mí» (Gal 2, 20). ¿Qué más (tenemos)? «Homo erat». Él dice: «Fijaos, un hombre». Nosotros usamos la palabra «homo» para mujeres, y varones, pero los romanos no quieren concedérsela a las mujeres a causa de su debilidad. «Homo», significa lo mismo que «aquello que es perfecto» y «a lo cual no le falta nada». «Homo», «el hombre», tiene el sentido de «quien está hecho de tierra», y significa «humildad». La tierra es el elemento más bajo y yace en el medio y está rodeada completamente por el cielo y recibe del todo el influjo del cielo. Todo cuanto obra y vierte el cielo, es recibido en medio del fondo de la tierra. En otro aspecto «homo» significa lo mismo que «humedad» y tiene el sentido de «quien está regado con mercedes», afirmando que el hombre humilde recibe en seguida el influjo de la gracia. Por este influjo de la gracia asciende en el acto la luz del entendimiento; ahí (arriba) irradia Dios su resplandor en una luz que no sufre ser encubierta. Quien se hallara poderosamente rodeado por esa luz, sería, comparado con otra persona, tanto más noble como (lo es) un hombre vivo a otro pintado en la pared. Esa luz es tan poderosa que no sólo está privada en sí de tiempo y espacio, sino que, además, le quita a aquello sobre lo cual se derrama, el tiempo y el espacio y todas las imágenes corpóreas (= representaciones) y todo cuanto (le) es ajeno. Ya he dicho varias veces: Si no hubiera ni tiempo ni espacio ni otras cosas, todo sería una sola esencia. Quien de tal manera fuera uno y se postrara en el fondo de la humildad, sería inundado allí mismo con mercedes. 1165 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLIV 3
Hijo de Dios
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