A lo cual he contestado: ¡Dios no es un destructor de ningún bien sino que es un cumplidor! Dios no es un destructor de la naturaleza sino que la perfecciona. La gracia tampoco destruye a la naturaleza sino que la perfecciona. Si Dios entonces, en un comienzo, destruyera así a la naturaleza, le haría violencia e injusticia; y esto no lo hace. El hombre tiene libre albedrío con el cual puede elegir entre el bien y el mal, y Dios le ofrece (para que elija) la muerte por la mala acción y la vida por la buena acción. El hombre ha de ser libre y señor de todas sus acciones, y no destruido ni obligado. (La) gracia no destruye a la naturaleza, sino que la perfecciona. La GLORIA no destruye a la gracia, sino que la perfecciona, porque la GLORIA es la gracia perfeccionada. No existe, pues, nada en Dios que destruya algo que en alguna forma tiene existencia; Él es, al contrario, quien perfecciona todas las cosas. Del mismo modo, nosotros tampoco hemos de destruir en nosotros ningún bien por pequeño que sea, ni un modo insignificante a causa de otro grande; sino que debemos perfeccionarlo al máximo. 209 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 22.
Un hombre bueno debe confiar en Dios, creerle y estar seguro y conocerlo bien, sabiendo que a Dios y a su bondad y amor les resulta imposible permitir que al hombre le sobrevenga algún sufrimiento o pena, a no ser que con ello (Dios) le quiera evitar al hombre una pena mayor o darle ya en esta tierra un consuelo más fuerte o lograr con esta (pena) y por ella una cosa mejor en la cual se evidenciaría más abarcadora y fuerte la GLORIA de Dios. Pero, sea como fuere: únicamente porque es la voluntad de Dios que así suceda, la voluntad del hombhombre bueno debe ser tan una y unida con la voluntad divina que el hombre quiera lo mismo que Dios, aun cuando sea en perjuicio suyo e incluso (implique) su condenación. Por ello, San Pablo deseaba ser apartado de Dios por amor de Dios y a causa de su voluntad y de su GLORIA (Cfr Rom 9,3). Pues, un hombre realmente perfecto debe, por habituación, haber muerto para sí mismo, haberse desnudado de su propia imagen en Dios y ser transformado, dentro de la voluntad de Dios, en tal imagen que toda su felicidad consiste en no saber nada de sí mismo y de todo lo demás sino conocer únicamente a Dios, y de no querer nada ni percatarse de ninguna voluntad que no sea la de Dios, aspirando a conocer a Dios tal como Dios me conoce a mí, según dice San Pablo (Cfr 1 Cor 13,12): Dios conoce a todo cuanto conoce, ama y quiere a todo cuanto ama y quiere, dentro de Él mismo, en su propia voluntad. Dice Nuestro Señor mismo: «Esta es la vida eterna conocer sólo a Dios» (Cfr Juan 17,3). 274 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
Dice San Pablo que quisiera ser apartado de Dios por amor de Dios (Romanos 9, 3) para que sea aumentada la GLORIA divina. Dicen que San Pablo afirmaba esto en una época en la que todavía no era perfecto. Yo, en cambio, opino que esta palabra procedía de un corazón perfecto. Dicen también que él había pensado que sólo por un tiempo quería ser apartado de Dios. (Pero) yo digo que un hombre perfecto sentiría el mismo disgusto si su separación de Dios durara una hora o mil años. Si fuera, empero, la voluntad de Dios y (fuese para) su GLORIA que él lo extrañara durante mil años e incluso por la eternidad, esto le resultaría tan llevadero como un día, una hora. 298 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
A todo esto agregadle aún lo que dije hace rato: que un hombre bueno, nacido en Dios (como) hito de Dios, ama a Dios por amor de Él mismo, y en Él mismo, y recordad (a este respecto) otras muchas palabras que pronuncié arriba. Para mejor comprensión hay que saber que un hombre bueno — como también he dicho con frecuencia — que ha nacido de la bondad y en Dios, se adentra en toda la peculiaridad divina — según las palabras de Salomón — el que Dios haga todas las cosas por amor de sí mismo (Prov 16, 4) es decir, que no mira ningún porqué fuera de sí mismo sino únicamente por amor-de-sí-mismo; ama y hace todas las obras por amor de sí mismo. Por lo tanto, si el hombre lo ama a Él mismo y a todas las cosas y hace todas sus obras no a causa de la recompensa, del honor o del bienestar, sino sólo por Dios y por la GLORIA de Dios, esto es señal de que es hijo de Dios. 302 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
Los maestros ensalzan también la humildad ante muchas otras virtudes. Mas yo ensalzo el desasimiento ante toda humildad, y lo hago porque la humildad puede subsistir sin desasimiento, pero el desasimiento perfecto no puede subsistir sin la humildad perfecta, porque la humildad perfecta persigue el aniquilamiento perfecto de uno mismo. (Pero) el desasimiento toca tan de cerca a la nada que no puede haber cosa alguna entre el desasimiento perfecto y la nada. Por ende, (el) desasimiento perfecto no puede existir sin (la) humildad. Ahora. bien, dos virtudes siempre son mejores que una sola. La segunda razón por la cual elogio al desasimiento más que a la humildad, consiste en que la humildad perfecta se rebaja ante todas las criaturas y en esta humillación el hombre sale de sí mismo en dirección a las criaturas; el desasimiento, en cambio, permanece en sí mismo. Ahora resulta que ninguna salida puede llegar a ser tan noble que la permanencia dentro de uno mismo no sea mucho más noble. De esto habló el profeta David (diciendo): «Omnis GLORIA eius filiae regis ab intus» (Salmo 44, 14), esto quiere decir: «La hija del rey debe todo su honor a su ensimismamiento». El desasimiento perfecto no persigue ningún movimiento, ya sea por debajo de una criatura, ya sea por encima de una criatura; no quiere estar ni por debajo ni por encima, quiere subsistir por sí mismo sin consideración de nadie, y tampoco quiere tener semejanza o desemejanza con ninguna criatura, (no quiere) ni esto ni aquello: no quiere otra cosa que ser. Pero la pretensión de ser esto o aquello, no la desea (tener). Pues, quien quiere ser esto o aquello, quiere ser algo; el desasimiento, en cambio, no quiere ser nada. Por ello, todas las cosas permanecen libres de él. A este respecto alguien podría decir: Pero si todas las virtudes se hallaban perfectas en Nuestra Señora, entonces debía de haber en ella también el desasimiento perfecto. Luego, si el desasimiento es más elevado que la humildad ¿por qué se preció Nuestra Señora de su humildad y no de su desasimiento, cuando dijo: «Quia respexit dominus humilitatem ancillae suae», lo cual quiere decir: «Él ha puesto sus ojos en la humildad de su sierva»? (Lucas 1,48)… ¿Por qué no dijo ella: Ha puesto sus ojos en el desasimiento de su sierva? A ello contesto, diciendo: En Dios hay desasimiento y humildad, en cuanto podamos hablar de virtudes en Dios. Ahora has de saber que su humildad llena de amor, lo movió a Dios a que se inclinara a la naturaleza humana, mientras su desasimiento se mantenía inmóvil en Sí mismo, tanto cuando se hizo hombre como cuando creó el cielo y la tierra, según te diré más adelante. Y como Nuestro Señor, cuando quiso hacerse hombre, permaneció inmóvil en su desasimiento, Nuestra Señora entendió bien que le pedía lo mismo también a ella y que Él, en este caso, tenía puestos sus ojos en la humildad de ella y no en su desasimiento. Por eso, ella se mantenía inmóvil en su desasimiento y se preció de su humildad y no de su desasimiento. Y si ella hubiera recordado, aunque hubiese sido con una sola palabra, su desasimiento de modo que hubiera dicho: Él ha puesto sus ojos en mi desasimiento, esto habría empañado su desasimiento que ya no habría sido ni entero ni perfecto porque se habría producido un efluvio (del desasimiento). Mas no puede haber ningún efluvio por insignificante que sea, sin que el desasimiento sea manchado. Y ahí tienes la razón por la cual Nuestra Señora se preciaba de su humildad y no de su desasimiento. Por eso dijo el profeta: «audiam, quid loquatur in me dominus deus» (Salmo 84, 9), esto quiere decir: «Yo quiero callar y quiero escuchar lo que mi Dios y mi Señor le diga a mi fuero íntimo», como si dijera: Si Dios me quiere hablar que se adentre en mí porque yo no quiero salir. 379 ECKHART: TRATADOS DEL DESASIMIENTO 3
¡Ah, prestad atención! ¿Quiénes eran las personas que compraban y vendían, y quiénes son hoy en día? ¡Escuchadme bien! Ahora hablaré en mi sermón tan sólo de gente buena. Sin embargo, indicaré esta vez quiénes eran los mercaderes y quiénes siguen siéndolo, esos que compraban y vendían y (los que) continúan haciéndolo de la misma manera, (y) a quienes Nuestro Señor echó a golpes expulsándolos y lo sigue haciendo aún hoy en día con todos cuantos compran y venden en este templo: no quiere que ni uno solo (de ellos) permanezca adentro. Mirad, mercaderes son todos aquellos que se cuidan de no cometer pecados graves y les gustaría ser buenos y, para la GLORIA de Dios, ellos hacen sus obras buenas, como ser, ayunar, estar de vigilia, rezar y lo que hay por el estilo, cualquier clase de obras buenas, mas las hacen para que Nuestro Señor les dé algo en recompensa o para que Dios les haga algo que les gusta: todos ésos son mercaderes. Esto se debe entender en un sentido burdo, porque quieren dar una cosa por otra y de esta manera pretenden regatear con Nuestro Señor. Con miras a tal negocio se engañan. Pues, todo cuanto poseen y todo cuanto son capaces de obrar, si lo dieran todo por amor de Dios y obrasen por completo por Él, Dios en absoluto estaría obligado a darles ni a hacerles nada en recompensa, a no ser que quiera hacerlo gratuita (y) voluntariamente. Porque lo que son, lo son gracias a Dios, y lo que tienen, lo tienen de Dios y no de sí mismos. Por lo tanto, Dios no les debe nada, ni por sus obras ni por sus dádivas, a no ser que quisiera hacerlo voluntariamente como merced y no a causa de sus obras ni de sus dádivas, porque no dan nada de lo suyo (y) tampoco obran por sí mismos, según dice Cristo mismo: «Sin mí no podéis hacer nada» (Juan 15, 5). Esos que quieren regatear así con Nuestro Señor, son individuos muy tontos; conocen poco o nada de la verdad. Por eso, Nuestro Señor los echó a golpes fuera del templo y los expulsó. La luz y las tinieblas no pueden hallarse juntas. Dios es la Verdad y una luz en sí misma. Por ello, cuando Dios entra en este templo, expulsa la ignorancia, o sea, las tinieblas, y se revela Él mismo mediante la luz y la verdad. Cuando se llega a conocer la Verdad, los mercaderes han desaparecido, y la verdad no apetece hacer negocio alguno. Dios no busca lo suyo, Él es libre y desasido en todas sus obras y las hace por verdadero amor. Lo mismo hace también aquel hombre que está unido con Dios; él se mantiene también libre y desasido en todas sus obras, y las hace únicamente por la GLORIA de Dios, sin buscar lo suyo, y Dios opera en el. 407 ECKHART: SERMONES: SERMÓN I 3
Digo más aún: Mientras el hombre en todas sus obras busca aún alguna cosa relativa a lo que Dios puede o quiere dar, se asemeja a esos mercaderes. Si quieres librarte del todo del mercantilismo para que Dios te permita permanecer en ese templo, debes hacer con pureza (y) para GLORIA de Dios todo cuanto eres capaz de hacer en todas tus obras, y debes mantenerte tan libre de todo ello como es libre la nada que no se halla ni acá ni allá. No debes apetecer absolutamente nada en recompensa. Si operas así, tus obras serán espirituales y divinas y entonces los mercaderes, sin excepción, han sido expulsados del templo, y sólo Dios mora en él; ya que semejante hombre piensa únicamente en Dios. Mirad, de tal manera este templo ha sido desocupado por todos los mercaderes. Mirad, el hombre que no piensa en sí mismo ni en ninguna otra cosa sino sólo en Dios y en su honra, este hombre es libre y desasido del mercantilismo en todas sus obras y no busca lo suyo, así como Dios es libre y desasido en todas sus obras y no busca lo suyo. 408 ECKHART: SERMONES: SERMÓN I 3
Una virgen que es mujer, ésta es libre y desasida, sin apego al yo, (y) se halla en todo momento tan cerca de Dios como de sí misma. Da muchos frutos y éstos son grandes, ni más ni menos de lo que es Dios mismo. Este fruto y este nacimiento los produce una virgen que es mujer, y ella da frutos todos los días, cien veces o mil veces, y aun innumerables veces, pues da a luz y se hace fecunda partiendo del más noble de los fondos. Para expresarlo mejor: ella (parte), por cierto, del mismo fondo donde el Padre engendra a su Verbo eterno (y) por ello se vuelve fecunda como co-parturienta. Pues Jesús, la luz e irradiación del corazón paterno — según dice San Pablo que Él es una GLORIA e irradiación del corazón paterno y con sus rayos atraviesa poderosamente el corazón paterno (Cfr Hebr 1, 3) —, este Jesús está unido con ella y ella con Él, y ella brilla y reluce junto con Él como un uno único y como una luz acendrada (y) clara en el corazón paterno. 427 ECKHART: SERMONES: SERMÓN II 3
Yo he dicho también varias veces que hay en el alma una potencia que no es tocada ni por el tiempo ni por la carne; emana del espíritu y permanece en él y es completamente espiritual. Dentro de esta potencia se halla Dios exactamente tan reverdecido y floreciente, con toda la alegría y GLORIA, como es en sí mismo. Allí hay tanta alegría del corazón y una felicidad tan incomprensiblemente grande que nadie sabe narrarla exhaustivamente. Pues el Padre eterno engendra sin cesar a su Hijo eterno dentro de esta potencia, de modo que esta potencia co-engendra al Hijo del Padre y a sí misma como el mismo hijo en la potencia única del Padre. Si un hombre poseyera un reino entero o todos los bienes de la tierra y renunciara a ellos con pureza, por amor de Dios, y se convirtiera en uno de los hombres más pobres que viven en cualquier parte de este mundo, y si Dios luego le diera tantos sufrimientos como los ha dado jamás a un hombre, y si él lo sufriera todo hasta su muerte, y si entonces Dios le concediera ver una sola vez con un solo vistazo cómo Él se halla dentro de esta potencia su alegría se haría tan grande que todo ese sufrimiento y esa pobreza todavía hubieran sido demasiado pequeños. Ah sí, aun en el caso de que Dios posteriormente nunca le diera el reino de los cielos, él habría recibido, sin embargo, una recompensa demasiado grande por todo cuanto había sufrido jamás, pues Dios se halla en esta potencia como en el «ahora» eterno. Si el espíritu estuviera unido todo el tiempo a Dios en esta potencia, el hombre no podría envejecer; pues el instante en el cual Dios creó al primer hombre y el instante en el que habrá de perecer el último hombre y el instante en que estoy hablando, son (todos) iguales en Dios y no son sino un solo instante. Ahora mirad, este hombre habita dentro de una sola luz junto con Dios; por lo tanto no hay en él ni sufrimiento ni transcurso del tiempo sino una eternidad siempre igual. A este hombre se le ha quitado en verdad todo asombro, y todas las cosas se yerguen esenciales dentro de él. Por ello no recibe nada nuevo de las cosas futuras ni de ninguna casualidad, ya que habita en un solo «ahora», siempre nuevo, ininterrumpidamente. Tal majestad divina hay en esta potencia. 428 ECKHART: SERMONES: SERMÓN II 3
Ahora, ¡prestad atención! Tenéis que saber lo siguiente: los hombres que se entregan a Dios y que buscan con todo ahínco sólo (hacer) su voluntad, cualquier cosa que Dios da a semejante hombre es la mejor; con la misma certeza que tienes con respecto a la existencia de Dios, has de saber que necesariamente debe ser lo mejor de todo y que no podría haber otro modo mejor. Por más que alguna otra cosa parezca mejor, para ti no sería tan buena, porque Dios quiere justamente este modo y no otro, y este modo ha de ser, necesariamente, el mejor para ti. Sea pues, enfermedad o pobreza o hambre o sed o lo que sea, aquello que Dios te imponga o no te imponga o lo que Dios te dé o no te dé, para ti todo esto es lo mejor; aun cuando no tengas ni recogimiento ni fervor, ninguno de los dos, y lo que tengas o no tengas: disponte sin embargo a tener bien presente en todas las cosas la GLORIA de Dios y luego, cualquier cosa que te haga, será la mejor. 456 ECKHART: SERMONES: SERMÓN IV 3
Dije una vez en este mismo lugar y sigue siendo verdad: Cuando el hombre atrae o toma algo (que se halla) fuera de él, procede mal. Uno no debe tomar ni mirar a Dios como (si estuviera) fuera de uno mismo, sino (que lo debe tomar y ver) como propiedad y como algo que se halla dentro de mí; además, no se ha de servir ni obrar a causa de ningún porqué, ni por la GLORIA de Dios ni por el propio (honor), ni por cosa alguna que se halle fuera de uno, sino únicamente a causa de lo que son el propio ser y la propia vida dentro de uno. Algunas personas bobas opinan que deberían ver a Dios como si estuviera allá y ellas acá. No es así, Dios y yo somos uno. Mediante el conocimiento acojo a Dios dentro de mí; (y) mediante el amor me adentro en Dios. Hay quienes dicen que la bienaventuranza no depende del conocimiento sino solamente de la voluntad. Se equivocan; pues, si dependiera únicamente de la voluntad no sería una sola cosa. (Mas) el obrar y el devenir son una sola cosa. Cuando el carpintero no opera, tampoco se hace la casa. Donde descansa el hacha, descansa también el devenir. Dios y yo somos uno en semejante obrar; Él obra y yo llego a ser. El fuego transforma en sí cuanto se le agrega, y (esto) se convierte en su naturaleza (del fuego). No es la leña la que transforma en sí el fuego, sino que el fuego transforma en sí la leña. Así también seremos transformados en Dios para que lo conozcamos tal como es (Cfr 1 Juan 3, 2). Dice San Pablo: Así conoceremos: yo (lo conoceré) exactamente lo mismo que de Él soy conocido, ni más ni menos, simplemente igual (Cfr 1 Cor 13, 12). «Los justos vivirán eternamente y su recompensa está con Dios» exactamente igual. 517 ECKHART: SERMONES: SERMÓN VI 3
Ahora dice: «Vi el cordero de pie». De ello podemos sacar cuatro enseñanzas buenas. Una: el cordero da comida y vestimenta y lo hace de muy buen grado, esto debe estimular nuestra comprensión de que hemos recibido mucho de Dios y que Él lo da con tanta bondad; nos ha de incitar a que no busquemos en todas nuestras obras nada más que su loa y su GLORIA. Segundo: el corderito estaba de pie. Nos hace muy bien cuando un amigo se halla de pie junto a su amigo. Dios nos socorre y Él permanece de pie junto a nosotros, siempre y sin moverse. 650 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XIII 3
Cuando Dios creó al alma, la creó de acuerdo con su perfección suma para que fuera una esposa del Hijo unigénito. Cuando Él (el Hijo) se dio perfecta cuenta de ello, quiso salir de su secreta tesorería de la eterna paternidad, donde había dormido desde la eternidad permaneciendo adentro sin haber sido pronunciado. «In principio». En el primer comienzo de la pureza primigenia, el Hijo tiene armada la tienda de su GLORIA eterna y salió de lo más excelso porque quería enaltecer a su amiga que el Padre le había desposado desde la eternidad, para que la trajera de vuelta a lo más excelso de donde ella proviniera. Y en otra parte está escrito: «Mira, tu rey viene hacia ti» (Zacarías 9, 9). Por eso, salió y vino corriendo como un cervato y sufrió su tormento por amor; y no salió sino porque quería regresar a su cuarto junto con su esposa. Este cuarto es la tranquila oscuridad de la paternidad oculta. Allí, donde salió de lo más excelso, allí quería ingresar otra vez con su esposa dentro de lo más puro, y revelarle el oculto arcano de su divinidad escondida donde descansa consigo mismo (y) con todas las criaturas. 821 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXII 3
San Gregorio nos prescribe cuatro puntos que debe observar el hombre que ha de «escuchar y guardar la palabra de Dios». El primero es que se debe haber mortificado él mismo con respecto a todo deseo carnal, habiendo aniquilado en su fuero íntimo todas las cosas perecederas, y él mismo también debe estar muerto para todo lo perecedero. Segundo: que se halle totalmente y para siempre elevado hasta Dios con conocimiento y amor y con ternura verdadera (e) íntegra. El tercer punto consiste en que no le haga a nadie lo que le apenaría que se lo hicieran a él. El cuarto punto implica que sea generoso en cuanto a las cosas materiales y bienes espirituales, que lo dé todo generosamente. Hay muchas personas que aparentan dar y en verdad no lo hacen. Son aquellos que dan sus dones a quienes tienen más que ellos del don que dan, donde acaso ni se apetece ese (regalo), o donde aspiran que a trueque de su don se les haga algún servicio o se les devuelva algo en cambio o se les reverencie. El don de semejante gente se llamaría, más propiamente, una petición en vez de un don, porque en verdad no dan nada. Nuestro Señor Jesucristo era libre y pobre en todos sus dones que nos dio caritativamente: en todos sus dones no buscó nada suyo, más aún: aspiraba sólo a (la) loa y GLORIA del Padre y a nuestra bienaventuranza, y por el amor verdadero se entregó Él mismo a la muerte. El hombre, pues, que quiere dar por amor de Dios, ha de dar los bienes materiales puramente por Dios de modo que no piense en (recibir) ni un servicio ni una retribución ni honras perecederas, y que no busque para sí nada que no sea (la) loa y (la) honra de Dios, y que, por amor de Dios, ayude a su prójimo necesitado de alguna cosa para su sustento. Y del mismo modo habrá de dar también los bienes espirituales, allí donde sabe que su hermano en Cristo los recibe de buen grado para corregir así su vida por amor de Dios, y no ha de apetecer ni agradecimiento ni recompensa de ese hombre ni ventaja alguna y tampoco debe pedir ninguna recompensa de parte de Dios por el servicio (prestado), excepto que Dios sea loado. De tal modo ha de mantenerse libre con respecto a su dádiva, tal como Cristo permaneció libre y pobre con respecto a todos sus dones que nos dio. Dar de este modo significa dar en realidad. Quien cumple con estos cuatro puntos, puede confiar de veras en que ha escuchado y también guardado la palabra de Dios. 1239 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLIX 3
Ahora ¡fijaos en el fruto céntuplo e innumerable de este grano de trigo! El primer fruto consiste en que ha dado loa y GLORIA al Padre y a toda la naturaleza divina por el hecho de que Él, con sus potencias superiores, no se apartó, ni por un momento ni por un punto (de la contemplación del bien supremo), por causa de todo cuanto debía realizar la facultad intelectual ni por todo cuanto tenía que sufrir el cuerpo: así (y) a pesar de todo, seguía contemplando sin cesar a la divinidad con ininterrumpida loa, otra vez engendrada, de la dominación paterna. Esta es una de las maneras de la fecundidad del grano de trigo desde la tierra de su noble humanidad. La otra manera es la siguiente: todo el sufrimiento fecundo de su santa humanidad, que soportó en esta vida por el hambre, la sed, el calor, los vientos, las lluvias, los granizos, la nieve, por muchas penas y además, por su muerte amarga, todo esto lo ofrendó para honrar al Padre divino. Esto redunda en GLORIA para Él mismo y en fecundidad para todas las criaturas que, con su gracia (= la de Cristo), quieren imitarlo en su vida (poniendo) todos sus esfuerzos. Mirad, ésta es la otra fecundidad de su santa humanidad y del grano de trigo (que es) su alma noble, la cual en esa (condición) se ha hecho fértil para GLORIA de Él mismo y para (la) bienaventuranza de la naturaleza humana. Ahora acabáis de escuchar cómo el alma noble de Nuestro Señor Jesucristo se ha vuelto fecunda en su santa humanidad. Habéis de observar además, cómo también el hombre ha de llegar a esta (meta). Aquel hombre que intenta arrojar su alma, o sea el grano de trigo, al campo de la humanidad de Jesucristo, para que perezca ahí y se vuelva fecunda, también debe perecer de dos modos. Un modo tiene que ser corpóreo, el otro espiritual. Al corpóreo hay que interpretarlo como sigue: cuanto sufre a causa del hambre, de la sed, del frío, del calor y de que se lo desprecie y (tenga que soportar) muchos sufrimientos inmerecidos, cualquiera que sea la forma en que Dios lo disponga, (todo) esto lo habrá de aceptar de buen grado, alegremente, justo como si Dios no lo hubiera creado para nada que no fuese padecimiento e infortunio y trabajo, y no habrá de buscar y apetecer en ello cosa alguna para sí mismo, ni en el cielo ni en la tierra, y todo su sufrimiento le tendrá que parecer poco, como una gota de agua en comparación con el mar embravecido. Debes considerar tu sufrimiento así de pequeño frente al gran padecimiento de Jesucristo. De esta manera se vuelve fecundo el grano de trigo, (o sea) tu alma, en el noble campo de la humanidad de Jesucristo, y perece en él de forma tal que se abandona totalmente a sí mismo. Éste es el primero de los modos, (propio) de la fecundidad del grano de trigo que ha caído al campo y a la tierra de la humanidad de Jesucristo. 1247 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLIX 3
¡Ahora fijaos en el otro modo (propio) de la fecundidad del espíritu, (o sea) el grano de trigo! Es el siguiente: toda el hambre espiritual y la amargura, en las que lo sumerge Dios, lo habrá de soportar todo pacientemente; y aun cuando hace todo cuanto es capaz de hacer interior y exteriormente, no debe apetecer nada en recompensa. Y si Dios quisiera aniquilarlo o arrojarlo al infierno, no debería querer ni desear que Dios lo conservara en su ser o que lo librase del infierno, sino que debe dejar que Dios haga con él todo cuanto Él quiere o como si tú ni siquiera existieras: Dios ha de ser tan poderoso en todo cuanto eres tú, como en su propia naturaleza increada. Otra cosa más debes tener. Esto es: en el caso de que Dios te librara de la pobreza interior y te donara riqueza íntima y mercedes y te uniera con Él mismo en un grado tan alto como es capaz de experimentarlo tu alma, entonces deberías mantenerte tan libre de la riqueza y rendirle honor sólo a Dios, tal como tu alma se mantuvo libre cuando Dios la creó como algo desde la nada. Esta es la otra forma de la fecundidad que el grano de trigo, (o sea) el alma, ha recibido de la tierra (que es) la humanidad de Jesucristo, la que se mantuvo libre, por alta (que fuera) su fruición (del sumo bien), como dijo Él mismo en contra de los fariseos: «Si buscara mi GLORIA, mi GLORIA no sería nada; busco la GLORIA de mi Padre que me ha enviado» (Cfr Juan 8, 54 y 50). 1248 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLIX 3
¡Ahora fijaos bien! Ni Juan ni ninguno de todos los santos nos han sido señalados como fin que debemos perseguir, o como meta limitada por debajo de la cual hemos de permanecer. Sólo Cristo, Nuestro Señor, es nuestro fin, a Él hemos de seguir y (Él es) nuestra meta por debajo de la cual hemos de permanecer y a la que debemos ser unidos, iguales a Él en toda su GLORIA, así como nos corresponde la unificación. En el reino de los cielos no hay ningún santo tan santo ni perfecto que su vida (en esta tierra), en cuanto a sus virtudes, no se haya realizado dentro de (determinada) medida, y según esa medida es también la jerarquía de su vida eterna, y toda su perfección (en el cielo) corresponde por completo a esa medida. Por cierto (y) en verdad: si existiera un solo hombre que sobrepasara la medida correspondiente al santo más destacado que ha vivido virtuosamente y recibido por ello su bienaventuranza… si existiese, pues, un solo hombre que sobrepasara en algo esa medida de la virtud, él sería en la manifestación de la virtud todavía más santo y más bienaventurado que aquel santo lo haya sido jamás. Digo por Dios — y es tan verdadero como que Dios vive —: No hay ningún santo tan perfecto en el cielo que tú no pudieras sobrepasar el grado de su santidad con (tu) santidad y (tu forma de) vida, y que no pudieses llegar más alto que él en el cielo y permanecer (así) por la eternidad. Por eso digo: Si alguien fuera más humilde que Juan e inferior (a él), habría de ser eternamente mayor que él (= Juan) en el reino de los cielos. La verdadera humildad es esta: que un hombre con todo cuanto es por naturaleza, como ser creado de la nada, no se empeñe en nada, ni en el hacer ni en el dejar de hacer, fuera de esperar la luz de la gracia. Que uno sea prudente en (su) hacer y dejar de hacer, ésta es la verdadera humildad de la naturaleza. (La) humildad del espíritu consiste en el hecho de que él (= el hombre) se adjudique o atribuya tan poco de todo el bien que Dios le hace continuamente, como hacía cuando aún no existía. 1251 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLIX 3
Ya he dicho frecuentemente que la cáscara debe romperse y tiene que salir a luz lo que está adentro; pues, si quieres tener la nuez, debes romper la cáscara. Y, en consecuencia, si quieres hallar a la naturaleza desnuda, se deben romper todos los símiles, y cuanto más uno penetre adentro, tanto más se acercará a la esencia. Cuando el (alma) halla lo Uno donde todo es uno, entonces persevera (en) lo único. ¿Quién «honra» a Dios?… Aquel que en todas las cosas piensa en la GLORIA de Dios. 1281 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LI 3
Segundo: de qué manera debemos servir a Nuestro Señor. San Agustín dice: «Un servidor leal es aquel que no busca en todas sus obras nada más que sólo la GLORIA de Dios». El señor David dice también: «Dios es mi Señor, quiero servirlo» (Cfr Josué 24, 18 y 24), porque Él me ha servido y en todos sus servicios no me necesitaba, sino (que lo ha hecho) sólo para provecho mío; así he de servirlo yo por mi parte, buscando únicamente su GLORIA. Otros señores no proceden así; buscan su propio provecho al prestar(nos) servicios, porque nos sirven sólo para aprovecharse de nosotros. Por eso, no estamos obligados a prestarles grandes servicios; la retribución ha de ser proporcional a la magnitud y nobleza del servicio. 1392 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LVIII 3