COSMOLOGIA — EMANAÇÃO
René Guénon: CRIAÇÃO E MANIFESTAÇÃO
Dado que hemos sido conducido a hablar de panteísmo, aprovecharemos de ello para hacer seguidamente una observación que tiene aquí una cierta importancia, a propósito de un término que se tiene precisamente el hábito de asociar a las concepciones panteístas: ese término es el de «emanación», que algunos, siempre por las mismas razones y a consecuencia de las mismas confusiones, quieren emplear para designar la manifestación cuando la misma no es presentada bajo el aspecto de creación. Ahora bien, en tanto que se trate al menos de doctrinas Tradicionales y ortodoxas, ese término debe ser absolutamente descartado, no solo a causa de esta asociación enojosa (aunque la misma esté por lo demás más o menos justificada en el fondo, lo que actualmente no nos interesa), sino sobre todo porque, en sí mismo y por su significación etimológica, no expresa verdaderamente nada más que una imposibilidad pura y simple. En efecto, la idea de «emanación» es propiamente la de una «salida»; pero la manifestación de ningún modo debe ser considerada así, ya que nada puede realmente salir del Principio; si algo saliera de él, el Principio, desde entonces, no podría ser más Infinito, y se encontraría limitado por el hecho mismo de la manifestación; la verdad es que, fuera del Principio, no hay y no puede haber más que la nada. Si se quiere considerar inclusive la «emanación», no en relación al Principio supremo e infinito, sino solo en relación al Ser, principio inmediato de la manifestación, el término en cuestión daría todavía lugar a una objeción, que por ser otra que la precedente, no es menos decisiva: si los seres salieran del Ser para manifestarse, no podría decirse que son realmente seres, y estarían propiamente desprovistos de toda existencia, pues la existencia, bajo cualquier modo que sea, no puede ser otra cosa que una participación del Ser; esta consecuencia, además de que es visiblemente absurda en sí misma como en el otro caso, es contradictoria con la idea misma de manifestación.
Filosofia
Plotino: Excertos de Reinholdo Aloysio Ullmann, PLOTINO: UM ESTUDO DAS ENÉADAS
O Uno primigênio (Ur-Eine) (hen) produziu o Noûs e o múltiplo por emanação (aporroia). Nas Enéadas, encontramos também as palavras eklampsis e eklapsis, do verbo eklampein, traduzido, às vezes, por emanar. Porém, stricto sensu, significa “espargir luz”, “irradiar luminosidade”. Plotino emprega esses termos em sentido figurativo, como também o faz com o verbo aporrein e o substantivo proodos. Logo, não se pode dizer que Plotino é emanatista em sentido panteísta. Claramente ele afirma que “a causa não é a mesma coisa que o causado” (En. V, 9, 6).
O termo aporroia (emanatio) não deve sua origem ao neoplatonismo, pois ele já se encontra em Empédocles, conforme o fragmento B89 de DIELS/KRANZ (Die Fragmente der Vorsokratiker). Também no gnosticismo a aporroia assume grande momento: se este mundo resulta da emanação de Deus, então está superado o abismo intransponível entre Deus e o mundo. Típico da emanação do gnosticismo é que fica salvaguardada a essência do emanante (des Aussendenden), mas verifica-se uma diminuição quantitativa. Por fim, vale recordar que MARCO AURÉLIO, em Pensées pour moi-même, escreve: “(…) il faut que tu sentes (…) de quel être tu es une émanation” (Livre II, 4, 2).
O que se entende por emanatismo? “(…) nach dem Emanatismus gehen Dinge (teils unmittelbar, teils mittelbar) aus Gottes eigener Substanz hervor, und zwar notwendig, nicht auf Grund des göttlichen Willens” (LEXIKON FÜR THEOLOGIE UND KIRCHE, 2. Auflage (Freiburg, 1959), III Band, col. 841). Evidentemente, Plotino não se enquadra nessa concepção panteísta, pois o licopolitano é panenteísta. “Giacché l’Uno, inquanto Sorgente, è ad un tempo in tutto e al di sopra di tutto, il termine storicamente gravato di ‘emanazione’, associato sotto molti aspetti a ‘panteismo’, non corrisponde — nonostante l’analogia linguística — all’intenzione di Plotino” (BEIERWALTES, Werner, Plotino — un cammino di liberazione verso Vinteriorità, lo Spirito e l’Uno, 2. ed. (Milano, 1993), p. 42-43).