ALMA — EGO

Em notável escrito sobre o pensamento de Kierkegaard, Barbuy define o “ego” usando a própria linguagem deste pensador:

O ego é primeiramente uma síntese consciente de infinito e de finito, que se relaciona consigo mesma e cujo fim é tornar-se ela mesma, o que só pode fazer relacionando-se com Deus, que a colocou como síntese. Salvar-se é tornar-se si mesmo em suas relações com Deus. Este tornar-se si mesmo é certamente um vir-a-ser concreto, que não se pode cumprir nem só num, nem só noutro dos termos da antítese, senão se estabelece a desarmonia, o desespero, pela negação do finito, ou do infinito. O ego deve realizar em si a síntese do finito e do infinito; a evolução consiste pois em afastar-se indefinidamente em si mesmo numa infinitização, mas voltando ao mesmo tempo indefinidamente a si mesmo numa finitização; e enquanto não chega a realizar-se, o ego não é ele mesmo; e não ser si mesmo é desespero.
( Heraldo Barbuy )


Con la descripción de Judas como personaje oculto, interior, que nace y crece en todo hombre, asistimos también a la interiorización, a la descripción oculta de la serpiente protoevangélica, llamada Diablo, o Satanás. El Apocalipsis, ya hemos dicho que confirma que éstos son distintos nombres usados para mencionar la misma cosa; pero entendidos estos personajes no tan míticamente, sino como el quinto miembro de la casa antropológica, resultan ser todos la representación de un yo separado, personal, incrustado en todo hombre desde que nace, como una idea errónea que es en sí misma como la encarnación del gran pecado original, pues es el signo de la soberbia separativa que todos los hombres traen. Consiste este pecado en creer ver la propia imagen como un dios, ciertamente estrecho y angustiado, que se alza enfrente del verdadero. Con este dios personal queda el mundo dividido en muchos sin que el hombre acierte a levantar en sí mismo la unidad real. Esa unidad es la que tiene que ser rescatada de su servidumbre en los muchos. En definitiva, eso es lo que quiso decir Jesus en sentido oculto, cuando explico que el Hijo del hombre: “(no había) venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos” (Mt 20,28).

Desde la morada interior y oculta, el cielo está aqui, en el hombre, eternamente presente en su Yo-Soy real, puro y absoluto; pero también está aqui, en el hombre, el infierno que cada hombre se construye para sí, limitado y tan efímero como la vida mortal. Circunscrito a las paredes que la idea de ser una persona, una entidad separada, levanta y convierte en un yo estrecho y vacío. ( Roberto Pla: Evangelho de Tomé – Logion 71 )


Acabamos de ver hasta qué punto, según Zhuangzi, resulta fútil y absurdo el esquema corriente de pensamiento tipificado por el debate sobre lo «correcto» y lo «erróneo». ¿Cuál es el origen de estas vanas demostraciones? Zhuangzi cree que hay que buscarlo en la equivocada convicción del hombre respecto a sí mismo, a saber, de que posee (o es) un «ego», una entidad autosubsistente dotada de absoluta independencia ontológica. El hombre tiende a olvidar que el «ego» que cree tan independiente y absoluto es, en realidad, algo esencialmente relativo y dependiente. ¿Relativo a qué? Relativo a «ti», a «ellos» y a todo lo que existe alrededor de sí mismo. ¿Dependiente de qué? Dependiente de Algo superior a sí mismo, Algo que Zhuangzi denomina el Creador o, más literalmente, el Hacedor de cosas. Zhuangzi describe esta situación a través de la parábola de «la Sombra y la Penumbra»:

Una vez, la Penumbra dijo a la Sombra: «Te he visto caminar, a veces, y luego quedarte quieta. En ocasiones, te veo sentada y, luego, en pie. ¿Por qué eres tan voluble e inestable?».

La sombra contestó: «Me parece que ( al actuar de este modo ) dependo sencillamente de algo ( o sea el cuerpo ). Pero aquello de lo que dependo parece actuar dependiendo de otra cosa ( o sea el Creador ). De modo que todas mis actividades, en su dependencia, se asemejan a los movimientos de las escamas de una serpiente o de las alas de una cigarra.

¿Cómo voy a saber por qué actúo así y no de otro modo?

De un plumazo, Zhuangzi priva al «ego» de su aparente autosubsistencia y suficiencia. Pero su visión va en contra de la convicción del hombre sobre sí mismo, ya que, según se acostumbra a creer, el «ego» es la base misma y la esencia de la existencia humana, sin la cual perdería su personalidad, su unidad, y no sería nada. El «ego» es el punto de coordinación, el punto de síntesis en que todos los elementos dispares de la personalidad de un hombre, ya sean físicos o mentales, se unen. Zhuangzi da al «ego» así entendido el nombre de «mente». (Toshihiko Izutsu – Sufismo e Taoismo)