VIDE desasimiento
Allí donde el hombre, en obediencia, sale de su yo y se deshace de lo suyo, justamente allí Dios, a su vez, debe entrar por fuerza; pues cuando alguien no quiere nada para sí, Dios tiene que querer en su lugar, de la misma manera que para Él mismo. Cuando me he DESASIDO de mi voluntad (poniéndola) en manos de mi prelado, y cuando no quiero nada para mí mismo, entonces Dios debe querer en mi lugar y si, al hacerlo, descuida alguna cosa para mí, la descuida al mismo tiempo para Él mismo. Así sucede con todas las cosas: donde yo no quiero nada para mí, Dios quiere en mi lugar. Ahora ¡presta atención! ¿Qué es lo que Él quiere para mí si yo no quiero nada para mí? En todo aquello en que yo me despojo de mi yo, Él debe querer forzosamente todo cuanto quiere para sí mismo, ni más ni menos; y del mismo modo que lo quiere para Él. Y si Dios no lo hiciera — por la verdad que es Dios — Dios no sería justo ni sería Dios, lo cual es su ser natural. 15 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 1.
Has de saber que en esta vida nunca hombre alguno se ha DESASIDO de sí mismo sin haber descubierto que debe desasirse más aún. Son pocas las personas que reparan bien en este hecho y perseveran en tal (actitud). Se trata de un trueque equivalente y un negocio justo: hasta donde sales de todas las cosas, hasta ahí, ni más ni menos, entra Dios con todo lo suyo, siempre y cuando en todas las cosas abandones completamente lo tuyo. Comienza tú a hacerlo y permite que te cueste todo cuanto eres capaz de rendir. Ahí y en ninguna otra parte encontrarás la verdadera paz. 37 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 4.
El hombre que tan enteramente hubiera renunciado a sí mismo junto con todo lo suyo, en verdad, se hallaría colocado tan completamente en Dios, que dondequiera que se tocara a ese hombre, se debería tocar primero a Dios; porque él se halla del todo en Dios, y Dios se encuentra en torno de él, tal como mi bonete encierra mi cabeza; y quien quisiera agarrarme debería tocar primero mi vestimenta. Igualmente: si he de beber, la bebida debe pasar primero por mi lengua; allí adquiere su sabor. De veras, si la lengua se halla revestida de amargor, el vino, por dulce que sea en sí, habrá de convertirse siempre en amargo a causa de aquello por cuyo intermedio me llega. En verdad, un hombre que se hubiera DESASIDO totalmente de lo suyo, estaría envuelto en Dios de tal manera que todas las criaturas no serían capaces de tocarlo sin tocar antes a Dios, y las cosas que habrían de llegar hasta él, tendrían que llegarle a través de Dios; aquí reciben su sabor y se hacen deiformes. Por grande que sea el sufrimiento, si viene a través de Dios, Dios es el primero en sufrir por él. Sí, por la verdad que es Dios mismo: un sufrimiento que afecta al hombre, por ejemplo, un malestar o una contrariedad, nunca es tan insignificante que, una vez puesto en Dios, no lo toque a Él inconmensurablemente más de lo que lo toca al hombre, y le resulte más repugnante de lo que le resulta repugnante al hombre. Mas, si Dios lo sufre a causa del bien que ha previsto para ti con ese (sufrimiento), y si tú estás dispuesto a sufrir lo que sufre Dios y que te llega a través de Él, entonces adquiere de derecho índole divina, ya se trate de desprecio, así como de honores, de amargura al igual que de dulzura y de la más profunda oscuridad lo mismo que de la luz más clara: todo recibe de Dios su sabor y se hace divino, porque todo cuanto sucede a ese hombre se va adaptando a Dios, ya que (ese hombre) no tiende hacia otra cosa ni le gusta nada más, y por ello aprehende a Dios en medio de toda amargura como en la mayor de las dulzuras. 95 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 11.
A fe mía, no es suficiente que el ánimo del hombre se halle DESASIDO en el momento actual cuando uno quiere unirse con Dios, sino que uno debe disponer de un desasimiento bien ejercitado que tanto precede como perdura. Entonces es posible recibir grandes cosas de Dios y recibir a Dios en todas las cosas. (Pero) si uno no está preparado, arruina el don y a Dios junto con el don. Es ésta la razón por que Dios no nos puede dar siempre lo que pedimos. La falta no está en Él, pues Él tiene mil veces más prisa de dar que nosotros de aceptar. Pero nosotros lo forzamos y lo agraviamos al impedirle (que haga) su obra natural por culpa de nuestra falta de preparación. 192 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 21.
Una pregunta: ¿Hace falta que renunciemos también voluntariamente a (sentir) la dulzura de Dios? ¿No puede ser que esto provenga también de nuestra desidia y de poco amor hacia Él? Sí, es cierto: cuando se pasa por alto la diferencia. Pues, provenga de la desidia o del desasimiento o del verdadero retraimiento, uno debe observar si, estando del todo DESASIDO en su fuero íntimo, se ve en este estado de modo tal que le es tan leal a Dios como si tuviera el sentimiento fortísimo, de manera que uno en semejante estado hace todo cuanto haría en aquél y nada menos, y que uno se mantendría tan DESASIDO de todo consuelo y auxilio como haría en el caso de sentir la presencia de Dios. 196 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 21.
Por eso: si quieres tener y encontrar en Dios plena alegría y consuelo, procura estar DESASIDO de todas las criaturas (y) de cualquier consuelo de parte de las criaturas: pues ciertamente, mientras la criatura te consuela y es capaz de hacerlo, no hallarás nunca verdadero consuelo. Pero si nada es capaz de consolarte fuera de Dios, Él, por cierto, te consolará y junto con Él y en Él (lo hará) todo cuanto es deleite. Si te consuela lo que no es Dios, no tendrás (consuelo) ni acá ni allá. Si, en cambio, la criatura no te consuela y no tiene sabor para ti, hallarás consuelo tanto acá como allá. 284 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
Siendo así las cosas, el hombre puede conocer claramente por qué y a causa de qué se halla desconsolado en medio de todo su sufrimiento, molestia y perjuicio. Esto proviene única y exclusivamente del hecho de hallarse alejado de Dios sin haberse DESASIDO de las criaturas, (un hombre) desigual a Dios y frío en cuanto al amor divino. 289 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
Los profesores elogian grandemente el amor, como hace San Pablo quien dice: «Cualquier obra que yo haga, si no tengo amor, no soy nada» (Cfr 1 Cor 13, 1 s). Yo, en cambio, elogio al desasimiento antes que a todo el amor. En primer término, porque lo mejor que hay en el amor es el hecho de que me obligue a amar a Dios, el desasimiento, empero, obliga a Dios a amarme a mí. Ahora bien, es mucho más noble que yo lo obligue a Dios (a venir) hacia mí en lugar de que me obligue a mí (a ir) hacia Dios. Y ello se debe a que Dios se puede relacionar más intensamente y unir mejor conmigo de lo que yo podría relacionarme con Dios. El que el desasimiento pueda obligar a Dios (a venir) hacia mí, lo demuestro como sigue: cualquier cosa gusta de estar en su lugar propio y natural. Ahora bien, el lugar propio y natural de Dios lo constituyen (la) unidad y (la) pureza que provienen del desasimiento. Por lo tanto, Dios debe entregarse, Él mismo, necesariamente a un corazón DESASIDO. Por otra parte, elogio al desasimiento antes que al amor, porque el amor me obliga a sufrir todas las cosas por Dios, en tanto que el desasimiento hace que yo no sea susceptible de nada que no sea Dios. Ahora resulta que es mucho más noble no ser susceptible de nada que no sea Dios, antes que sufrir todas las cosas por Dios, porque en el sufrimiento el hombre presta una cierta atención a las criaturas de las cuales proviene el sufrimiento del ser humano, el desasimiento, en cambio, se halla completamente libre de todas las criaturas. Mas, el que el desasimiento no sea susceptible de nada que no sea Dios, lo demuestro así: Cuando alguna cosa ha de ser acogida, debe ser acogida dentro de algo. Resulta empero, que el desasimiento se halla tan cerca de la nada que fuera de Dios no hay ninguna cosa tan sutil que pueda subsistir en el desasimiento. Él es tan simple y tan sutil que bien puede caber en el corazón DESASIDO. Por lo tanto, el desasimiento no es susceptible de nada que no sea Dios. 378 ECKHART: TRATADOS DEL DESASIMIENTO 3
Hay un maestro llamado Avicena que dice: La nobleza del espíritu que se mantiene DESASIDO es tan grande que cualquier cosa que vea, es verdadera y cualquier cosa que pida, le está concedida y en cualquier cosa que mande, se le debe obedecer. Y has de saber con certeza: Cuando el espíritu libre se mantiene en verdadero desasimiento, lo obliga a Dios a (acercarse) a su ser; y si fuera capaz de estar sin ninguna forma ni accidente, adoptaría el propio ser de Dios. Pero este (ser) no lo puede dar Dios a nadie fuera de Él mismo; por lo tanto, Dios no le puede hacer al espíritu DESASIDO otra cosa que dársele Él mismo. Y el hombre que se halle así en perfecto desasimiento, será elevado a la eternidad, en forma tal que ninguna cosa perecedera lo pueda conmover, que no sienta nada que sea corpóreo, y se dice que está muerto para el mundo porque no le gusta nada que sea terrestre. A esto se refirió San Pablo cuando dijo: «Vivo y, sin embargo, no vivo; Cristo vive en mí» (Gal 2, 20). 382 ECKHART: TRATADOS DEL DESASIMIENTO 3
Con referencia a ello pregunto ahora ¿ cuál es el objeto del desasimiento puro? Contesto como sigue, diciendo que ni esto ni aquello constituye el objeto del desasimiento puro. (Porque) éste se yergue sobre la nada desnuda y te diré por qué es así: El desasimiento puro está situado sobre lo más elevado. Se yergue pues, sobre lo más elevado aquel en que Dios puede obrar de acuerdo con toda su voluntad. Resulta, empero, que Dios no puede obrar en todos los corazones según su entera voluntad porque Dios, si bien es todopoderoso, no puede obrar sino en la medida en que encuentra o crea una predisposición. Y digo «o crea» a causa de San Pablo porque en él no encontró la predisposición, pero lo preparó mediante la infusión de la gracia. Por eso digo: Dios obra en la medida en que halla predisposición. Su operación es distinta en el hombre y en la piedra. Para ello encontramos un símil en la naturaleza: Cuando se hace fuego en un horno y se coloca adentro una masa de avena y una de cebada y una de centeno y una de trigo, no hay más que un solo calor en el horno y, sin embargo, aquél no opera del mismo modo en las masas, porque una llega a ser pan blanco, la otra se vuelve más morena y la tercera más negra aún. Y la culpa de ello no la tiene el calor sino la masa porque es distinta. Igualmente, Dios no opera del mismo modo en todos los corazones, sino que obra según la disposición y susceptibilidad que halla. Pues bien, en el corazón en el que hay «esto» y «aquello», puede haber algo en «esto» o «aquello» a causa de lo cual Dios no puede obrar de la manera más elevada. Por ello, si el corazón ha de tener una disposición para lo más elevado, tiene que estar situado sobre la nada desnuda, y en esto reside también la mayor posibilidad que pueda haber. Dado que el corazón DESASIDO se halla sobre lo más elevado, ha de ser sobre la nada porque en ésta se contiene la mayor susceptibilidad. Toma para ello un símil de la naturaleza. Si quiero escribir sobre una tabla de cera, no puede haber nada escrito en la tabla, no importa lo noble que sea, sin que ello me impida que yo escriba sobre dicha (tabla); y si quiero escribir, no obstante, tengo que tachar y anular todo cuanto esté escrito en la tabla, y ésta nunca se me presta tanto para escribir como cuando no hay en ella nada escrito. Del mismo modo: si Dios ha de escribir en mi corazón de la manera más elevada, tiene que salir del corazón todo cuanto se llama «esto» y «aquello», así son las cosas con el corazón DESASIDO. Por eso, Dios puede obrar en él del modo más elevado y según su voluntad altísima: De ahí que el objeto del corazón DESASIDO no es ni «esto» ni «aquello». 386 ECKHART: TRATADOS DEL DESASIMIENTO 3
Mas, ahora pregunto yo: ¿ cuál es la oración del corazón DESASIDO? Contesto diciendo que la pureza desasida no puede rezar, pues quien reza desea que Dios le conceda algo o solicita que le quite algo. Ahora bien, el corazón DESASIDO no desea nada en absoluto, tampoco tiene nada en absoluto de lo cual quisiera ser librado. Por ello se abstiene de toda oración, y su oración sólo implica ser uniforme con Dios. En esto se basa toda su oración. En este sentido podemos traer a colación lo dicho por San Dionisio con respecto a la palabra de San Pablo donde éste dice: «Son muchos quienes corren detrás de la corona y, sin embargo, uno solo la consigue» (Cfr 1 Cor 9, 24) — todas las potencias del alma corren para obtener la corona y, sin embargo, la consigue sólo la esencia — Dionisio dice pues: La carrera no es otra cosa que el apartamiento de todas las criaturas y el unirse dentro de lo increado. Y el alma, cuando llega a esto, pierde su nombre y Dios la atrae hacia su interior de modo que se anonada en sí misma, tal como el sol atrae hacia sí el arrebol matutino de manera que éste se anonada. A tal punto nada lo lleva al hombre a excepción del puro desasimiento. A este respecto podemos referirnos también a la palabra pronunciada por Agustín: El alma tiene una entrada secreta a la naturaleza divina donde se le anonadan todas las cosas. En esta tierra la tal entrada no es sino el desasimiento puro. Y cuando el desasimiento llega a lo más elevado, se vuelve carente de conocimiento a causa del conocimiento, y carente de amor a causa del amor y oscura a causa de la luz. En este sentido podemos citar también lo dicho por un maestro: Los pobres en espíritu son aquellos que le han dejado a Dios todas las cosas, tal como las tenía cuando nosotros todavía no existíamos. Semejante cosa no la puede hacer nadie sino un corazón acendradamente DESASIDO. El que Dios prefiera morar en un corazón DESASIDO antes que en todos los corazones, lo conocemos por lo siguiente: Si tú me preguntas: ¿Qué es lo que Dios busca en todas las cosas? te contesto (con una cita) del Libro de la Sabiduría; allí dice: «¡Busco descanso en todas las cosas!» (Eclesiástico 24, 11). Mas no hay descanso absoluto en ninguna parte con la única excepción del corazón DESASIDO. Por eso Dios prefiere morar allí antes que en otras virtudes o en cualquier cosa. Has de saber también: Cuanto más se empeñe el hombre en ser susceptible del influjo divino, tanto más bienaventurado será; y quien es capaz de ubicarse dentro de la disposición más elevada, se mantiene también en la bienaventuranza suprema. Ahora bien, ningún ser humano se puede hacer susceptible del influjo divino si no tiene uniformidad con Dios, porque en la medida en que cada cual es uniforme con Dios, en la misma medida es susceptible del influjo divino. Ahora bien, la uniformidad proviene del hecho de que el hombre se somete a Dios; y en la medida en la cual el hombre se somete a las criaturas, en la misma medida es menos uniforme con Dios. Pues bien, el corazón acendradamente DESASIDO se abstiene de todas las criaturas. Por lo tanto se halla completamente sometido a Dios y por eso se mantiene en suprema uniformidad con Dios y es también lo más susceptible del influjo divino. En esto pensó San Pablo cuando dijo: «¡Revestíos de Jesucristo!» (Rom 13, 14), y lo que quiere decir es: en uniformidad con Cristo, y esto de revestirse no puede suceder sino mediante la uniformidad con Cristo. Y sabe: Cuando Cristo se hizo hombre no tomó para sí (el ser de) determinado hombre sino la naturaleza humana. Deshazte, pues, de todas las cosas, entonces queda sólo aquello que tomó Cristo, y de esta manera te has revestido de Cristo. 387 ECKHART: TRATADOS DEL DESASIMIENTO 3
¡Ah, prestad atención! ¿Quiénes eran las personas que compraban y vendían, y quiénes son hoy en día? ¡Escuchadme bien! Ahora hablaré en mi sermón tan sólo de gente buena. Sin embargo, indicaré esta vez quiénes eran los mercaderes y quiénes siguen siéndolo, esos que compraban y vendían y (los que) continúan haciéndolo de la misma manera, (y) a quienes Nuestro Señor echó a golpes expulsándolos y lo sigue haciendo aún hoy en día con todos cuantos compran y venden en este templo: no quiere que ni uno solo (de ellos) permanezca adentro. Mirad, mercaderes son todos aquellos que se cuidan de no cometer pecados graves y les gustaría ser buenos y, para la gloria de Dios, ellos hacen sus obras buenas, como ser, ayunar, estar de vigilia, rezar y lo que hay por el estilo, cualquier clase de obras buenas, mas las hacen para que Nuestro Señor les dé algo en recompensa o para que Dios les haga algo que les gusta: todos ésos son mercaderes. Esto se debe entender en un sentido burdo, porque quieren dar una cosa por otra y de esta manera pretenden regatear con Nuestro Señor. Con miras a tal negocio se engañan. Pues, todo cuanto poseen y todo cuanto son capaces de obrar, si lo dieran todo por amor de Dios y obrasen por completo por Él, Dios en absoluto estaría obligado a darles ni a hacerles nada en recompensa, a no ser que quiera hacerlo gratuita (y) voluntariamente. Porque lo que son, lo son gracias a Dios, y lo que tienen, lo tienen de Dios y no de sí mismos. Por lo tanto, Dios no les debe nada, ni por sus obras ni por sus dádivas, a no ser que quisiera hacerlo voluntariamente como merced y no a causa de sus obras ni de sus dádivas, porque no dan nada de lo suyo (y) tampoco obran por sí mismos, según dice Cristo mismo: «Sin mí no podéis hacer nada» (Juan 15, 5). Esos que quieren regatear así con Nuestro Señor, son individuos muy tontos; conocen poco o nada de la verdad. Por eso, Nuestro Señor los echó a golpes fuera del templo y los expulsó. La luz y las tinieblas no pueden hallarse juntas. Dios es la Verdad y una luz en sí misma. Por ello, cuando Dios entra en este templo, expulsa la ignorancia, o sea, las tinieblas, y se revela Él mismo mediante la luz y la verdad. Cuando se llega a conocer la Verdad, los mercaderes han desaparecido, y la verdad no apetece hacer negocio alguno. Dios no busca lo suyo, Él es libre y DESASIDO en todas sus obras y las hace por verdadero amor. Lo mismo hace también aquel hombre que está unido con Dios; él se mantiene también libre y DESASIDO en todas sus obras, y las hace únicamente por la gloria de Dios, sin buscar lo suyo, y Dios opera en el. 407 ECKHART: SERMONES: SERMÓN I 3
Digo más aún: Mientras el hombre en todas sus obras busca aún alguna cosa relativa a lo que Dios puede o quiere dar, se asemeja a esos mercaderes. Si quieres librarte del todo del mercantilismo para que Dios te permita permanecer en ese templo, debes hacer con pureza (y) para gloria de Dios todo cuanto eres capaz de hacer en todas tus obras, y debes mantenerte tan libre de todo ello como es libre la nada que no se halla ni acá ni allá. No debes apetecer absolutamente nada en recompensa. Si operas así, tus obras serán espirituales y divinas y entonces los mercaderes, sin excepción, han sido expulsados del templo, y sólo Dios mora en él; ya que semejante hombre piensa únicamente en Dios. Mirad, de tal manera este templo ha sido desocupado por todos los mercaderes. Mirad, el hombre que no piensa en sí mismo ni en ninguna otra cosa sino sólo en Dios y en su honra, este hombre es libre y DESASIDO del mercantilismo en todas sus obras y no busca lo suyo, así como Dios es libre y DESASIDO en todas sus obras y no busca lo suyo. 408 ECKHART: SERMONES: SERMÓN I 3
He mencionado, además, que Nuestro Señor dijo a la gente que vendía palomas: «¡Quitad esto de aquí, sacadlo!» A esas personas no las expulsó ni las increpó mucho, sino que dijo muy amigablemente: «¡Quitad esto de aquí!», como si hubiera querido decir: Esto, si bien no es malo, trae obstáculos para la verdad pura. Esas personas son todas personas buenas que hacen sus obras exclusivamente por amor de Dios y no buscan en ellas nada de lo suyo, pero las hacen con apego al propio yo, al tiempo y al número, al antes y al después. (Entonces) esas obras les impiden (alcanzar) la verdad óptima es decir, que deberían ser libres y DESASIDOs tal como Nuestro Señor Jesucristo es libre y DESASIDO y, en todo momento, se recibe como nuevo de su Padre celestial, sin cesar y en forma atemporal, y al mismo instante y sin cesar renace otra vez (y) del todo, con loa agradecida, en la majestad paterna, con dignidad igual (a la del Padre). De la misma manera debería comportarse el hombre que querría hacerse susceptible de la verdad suma y vivir en ella sin «antes» ni «después», y sin que se lo impidieran todas las obras y todas aquellas imágenes de las que en algún momento ha tenido conciencia, de modo que volvería a recibir en este instante y con absoluta libertad el don divino y lo haría renacer en Nuestro Señor Jesucristo sin trabas (y) a esa misma luz, con loa agradecida. De este modo, las palomas habrían desaparecido, es decir, los obstáculos y el apego al yo en todas esas obras, buenas por lo demás, con las cuales el hombre no busca lo suyo. Por eso dijo Nuestro Señor muy amigablemente: «¡Quitad esto de aquí, sacadlo!», como si hubiera querido decir: Está bien, pero trae obstáculos. 409 ECKHART: SERMONES: SERMÓN I 3
Pues bien, ahora prestad mucha atención a esta palabra: necesariamente debía ser que era virgen esa persona que recibió a Jesús. Virgen equivale a decir una persona libre de todas las imágenes ajenas, tan libre como era cuando aún no existía. Mirad, ahora podría preguntarse cómo un ser humano nació y se crió hasta llegar a la vida racional, cómo ese hombre, (digo), puede ser tan libre de todas las imágenes como era cuando aún no existía, y, sin embargo, sabe muchas cosas que todas son imágenes; entonces, ¿cómo puede ser libre? Ahora bien, fijaos en la diferencia que os enseñaré. Si yo tuviera la razón tan abarcadora que todas las imágenes absorbidas desde siempre por toda la gente, y (además) las contenidas en Dios mismo, se hallaran dentro de mi razonamiento, pero si yo fuera tan libre de todo apego al yo que no hubiera aprehendido como propiedad mía ninguna de ellas, ni en el hacer ni en el dejar de hacer, ni con el «antes» ni con el «después», y que yo, antes bien, en ese instante presente me hallara libre y DESASIDO según la queridísima voluntad divina, y (dispuesto) a cumplirla sin cesar, entonces, en verdad, yo sería virgen sin que me estorbase ninguna imagen, y esto tan seguramente como lo era cuando aún no existía. 422 ECKHART: SERMONES: SERMÓN II 3
Digo además: El que el hombre sea virgen no le quita nada en absoluto con respecto a todas las obras que hiciera jamás; pero todo esto no le impide ser virginal y libre, sin ningún impedimento en lo que a la verdad suprema se refiere, así como Jesús es DESASIDO y libre y virginal en sí mismo. Según dicen los maestros: Sólo una cosa igual y otra cosa igual constituyen la base para la unión, por eso el hombre debe ser virginal, virgen que habrá de recibir a Jesús virginal. 423 ECKHART: SERMONES: SERMÓN II 3
He señalado a veces que hay en el espíritu una potencia, la única que es libre. A veces he dicho que es una custodia del espíritu; otras veces, que es una luz del espíritu; (y) otras veces, que es una chispita. Mas ahora digo: No es ni esto ni aquello; sin embargo, es un algo que se halla más elevado sobre esto y aquello, que el cielo sobre la tierra. Por eso, lo llamo ahora de una manera más noble que lo haya hecho jamás y, sin embargo, ello reniega, tanto de la nobleza como del modo, y se halla por encima de éstos. Está libre de todos los nombres y desnudo de todas las formas, completamente DESASIDO y libre tal como Dios es DESASIDO y libre en sí mismo. Es tan enteramente uno y simple, como Dios es uno y simple, así que uno mediante ningún modo (de ser) logra mirar adentro. Esta misma potencia de la cual he hablado, y en la que Dios está floreciendo y reverdece con toda su divinidad y el Espíritu (se halla) en Dios, en esta misma potencia el Padre está engendrando a su Hijo unigénito tan verdaderamente como en sí mismo, pues Él vive realmente en esta potencia y el Espíritu engendra junto con el Padre al mismo Hijo unigénito, y a sí mismo como el mismo Hijo y es el mismo Hijo dentro de esa luz, y es la Verdad. Si pudierais entender (las cosas) con mi corazón, comprenderíais bien lo que digo; porque es verdad y la misma Verdad lo dice. 431 ECKHART: SERMONES: SERMÓN II 3
Pues bien, ¡escuchad ahora una palabra verdadera! Si un hombre donara mil marcos de oro para que se construyeran con esta (suma) iglesias y conventos, esto sería una gran cosa. Sin embargo, hubiera dado mucho más quien fuese capaz de considerar como nada los mil marcos; éste hubiera hecho considerablemente más que aquél. Cuando Dios creó todas las criaturas, eran tan insignificantes y estrechas que Él no pudo moverse en ellas. Pero al alma se la igualó tanto a Él y la hizo tan a su semejanza como para poder entregarse al alma; pues lo demás que Él podría darle, ella lo considera como nada. Dios tiene que dárseme a mí Él mismo tal como se pertenece a sí mismo, de otro modo no recibo nada y nada me satisface. Quien ha de recibirlo así, íntegramente, debe haber renunciado del todo a sí mismo y haber salido de sí mismo; semejante persona recibe de Dios todo cuanto Dios tiene, con la misma propiedad con que la tienen Él mismo y Nuestra Señora y todos cuantos están en el reino de los cielos: todo esto pertenece a dicha gente del mismo modo y con igual propiedad. Quienes se han DESASIDO de tal manera, renunciando a sí mismos, recibirán también en la misma proporción y nada menos. 463 ECKHART: SERMONES: SERMÓN IV 3
La honra pertenece a Dios. ¿Quiénes son los que honran a Dios? Son aquellos que se han DESASIDO totalmente de sí mismos y no buscan en absoluto lo suyo en ninguna cosa, sea la que fuere, grande o pequeña; aquellos que no miran nada por debajo ni por encima de ellos, ni (lo que se halla) a su lado o en ellos; aquellos que no piensan ni en bienes, ni en honores, ni en comodidades, ni en placeres, ni en provecho, ni en recogimiento, ni en santidad, ni en recompensa, ni en el reino de los cielos, habiéndose DESASIDO de todo ello, de todo lo suyo… de tales hombres Dios recibe honor y ellos honran a Dios en el sentido propiamente dicho y le dan lo que le pertenece. 505 ECKHART: SERMONES: SERMÓN VI 3
Los hombres justos toman tan en serio la justicia que, si Dios no fuera justo, Él no les importaría un comino; y se mantienen tan firmes en la justicia habiéndose DESASIDO tan completamente de sí mismos, que no prestan atención ni al tormento del infierno ni al regocijo del reino de los cielos ni a cosa alguna. Es más: si toda la pena que sufren aquellos que están en el infierno, tanto hombres como diablos, o si todas las penas que en algún momento han sido o serán sufridas en esta tierra, estuvieran relacionadas con la justicia, no les daría un bledo; tan firmemente toman el partido de Dios y de la justicia. Al hombre justo nada le resulta más penoso y pesado que lo que está en contra de la justicia: (es decir, el hecho) de que no se muestre ecuánime en todas las cosas. ¿Cómo (es) eso? Si una cosa puede alegrar (a los hombres) y otra afligirlos, no son justos; más aún, si son alegres en un momento, lo son en todos; si en un momento están más alegres y en otro menos, eso está mal. Quien ama la justicia, se halla colocado tan firmemente sobre ella, que aquello que ama es su ser; no hay cosa capaz de apartarlo ni se fija en nada más. Dice San Agustín: «Donde el alma ama, ahí está con más propiedad que allí donde da vida». Nuestra palabra (de la Sagrada Escritura) suena modesta y comprensible para todos; y, sin embargo, difícilmente hay alguien que comprenda su significado; y no obstante, es verdad. Quien comprenda la doctrina de la justicia y del justo, comprenderá todo cuanto digo. 510 ECKHART: SERMONES: SERMÓN VI 3
Esta palabra que acabo de pronunciar en latín, está escrita en la Epístola y se la puede referir a un santo confesor, y esta palabra reza en lengua vulgar: «En sus días se comprobó que era justo en su interior, en sus días fue agradable a Dios» (Eclesiástico 44, 16 y 17). Encontró la justicia en su interior. Mi cuerpo se halla más en mi alma de lo que mi alma se halla en mi cuerpo. Mi cuerpo y mi alma se encuentran más en Dios de lo que están en sí mismos; y esto es justicia: la causa de todas las cosas en la verdad. Según dice San Agustín: Dios se halla más cerca del alma de lo que ella se encuentra con respecto a sí misma. La proximidad de Dios y el alma no conoce, por cierto, diferencia (entre ambos). Él mismo conocimiento en el cual Dios se conoce a sí mismo, es el conocimiento de cualquier espíritu DESASIDO y no (es) otro. El alma toma su ser inmediatamente de Dios; por ello Dios está más cerca del alma que se halla ella con respecto a sí misma; por ende, Dios se encuentra en el fondo del alma con su entera divinidad. 576 ECKHART: SERMONES: SERMÓN X 3
Dan motivo para lamentarse ciertas personas que se imaginan haber llegado a un punto muy alto y estar muy unidos con Dios y, sin embargo, todavía no se han DESASIDO en absoluto y aún se aferran a nonadas en (el) amor y en (la) pena. Están muy alejados de lo que se imaginan (ser). Ambicionan muchas cosas y pretenden otro tanto. Alguna vez dije yo: Quien busca (la) nada ¿a quién puede quejarse por haber encontrado (la) nada? Si encontró lo que buscaba. Quien busca o ambiciona una cosa cualquiera, busca y ambiciona (la) nada, y quien pide una cosa cualquiera recibe (la) nada. Pero quien no busca ni ambiciona nada fuera de Dios solo, a éste Dios le descubre y da todo cuanto tiene escondido en su corazón divino para que le sea tan propio como es propiedad de Dios, ni más ni menos, con tal de que tienda inmediatamente hacia Dios solo. El que el enfermo no saboree la comida y el vino ¿es de sorprender? Pues, él no percibe el sabor peculiar del vino y de la comida. La lengua tiene una saburra y una capa con las cuales percibe, y éstas son amargas según el carácter enfermizo de la dolencia. (La comida y la bebida) todavía no han llegado hacia donde se las debía saborear; al enfermo le parecen amargas y él tiene razón, porque han de ser amargas debido a la saburra y la capa. Si no se quita esta capa, nada tiene su sabor propio. Mientras no se nos haya quitado la «capa», nunca saborearemos a Dios en su peculiaridad, y nuestra vida a menudo nos resultará penosa y amarga. 602 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XI 3
Son tres las cosas que nos impiden escuchar la palabra eterna. La primera es (la) corporalidad, la segunda (la) multiplicidad, la tercera (la) temporalidad. Si el hombre hubiera avanzado más allá de estas tres cosas, viviría en la eternidad y viviría en el espíritu y viviría en la unidad y en el desierto, y allí escucharía la palabra eterna. Ahora dice Nuestro Señor: «Nadie escuchará mi palabra ni mi doctrina a no ser que haya renunciado a sí mismo» (Cfr Lucas 14, 26). Pues, quien ha de escuchar la palabra de Dios, debe estar completamente DESASIDO. Lo mismo que escucha, es lo mismo que es escuchado en la Palabra eterna. Todo cuanto enseña el Padre eterno, es su esencia y su naturaleza y su entera divinidad; esto nos lo revela todo a la vez en su Hijo unigénito y nos enseña que somos el mismo hijo. El hombre que se hubiera DESASIDO tanto de sí mismo que fuese el hijo unigénito, poseería lo que posee el Hijo unigénito. Cuanto obra Dios y cuanto enseña, lo obra y enseña todo en su Hijo unigénito. Dios hace todas sus obras a fin de que seamos el hijo unigénito. Cuando Dios ve que somos el hijo unigénito, Dios se inclina tan afanosamente hacia nosotros y se apresura tanto y hace como si su ser divino se quisiera quebrar y deshacer en sí mismo, para revelarnos todo el abismo de su divinidad y la plenitud de su ser y de su naturaleza; Dios está apurado para que eso sea propiedad nuestra tal como lo posee Él. Ahí Dios siente (el) placer y (el) deleite en su plenitud. Ese hombre se halla inmerso en el conocimiento y el amor de Dios y no será sino lo que es Dios mismo. 614 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XII 3
El hombre que de tal modo se conserva apegado a la voluntad de Dios, no quiere nada fuera del ser divino y de la voluntad de Dios. Si estuviera enfermo, no querría estar sano. Toda pena es una alegría para él, toda multiplicidad es para él una sencillez y unidad, siempre y cuando se conserve apegado a la voluntad de Dios como es debido. Ah sí, aunque se vinculara a ello el suplicio infernal, para él sería una alegría y una felicidad. Es libre y se ha DESASIDO de sí mismo y debe ser libre de todo cuanto ha de recibir. Si mi ojo ha de ver el color, debe ser libre de todo color. Si veo el color azul o el blanco, entonces la Vista que ve el color, o sea justamente aquello que ve, es lo mismo que es visto por el ojo. El ojo con el cual veo a Dios, es el mismo ojo con el cual me ve Dios; mi ojo y el de Dios son un solo ojo y una sola visión y un solo conocer y un solo amar. 620 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XII 3
El hombre que se conserva así apegado al amor de Dios, debe haber muerto para sí mismo y para todas las cosas creadas, de modo tal que se fija tan poco en sí mismo como en alguien (que se encuentra) a más de mil millas de distancia. Semejante hombre permanece en la igualdad y permanece en la unidad y permanece completamente igual: dentro de él no cabe ninguna desigualdad. Este hombre debe haberse DESASIDO de sí mismo y de todo este mundo. Si hubiera un ser humano a quien perteneciera todo este mundo y él lo dejara por amor de Dios tan desnudo como lo había recibido, a semejante (hombre) Nuestro Señor le devolvería todo este mundo y le daría también la vida eterna. Y si hubiera otra persona que no poseyera nada más que una buena voluntad y él pensara: Señor, si este mundo fuera mío y si tuviera otro más y otro tercero — serían tres en total — y si él expresara el deseo: Señor, voy a desasirme de éstos y de mí mismo con la misma desnudez con que los he recibido de ti, a tal hombre Dios le daría exactamente lo mismo que si lo hubiera ofrecido todo con sus manos. Otro hombre (empero) que no poseyera nada, ni corpóreo ni espiritual, para renunciar ,a ello u ofrecerlo, éste habría renunciado a más que ningún otro. Quien renunciara a sí mismo del todo por un instante, a éste se le daría todo. Si, en cambio, un hombre se hubiera DESASIDO durante veinte años y volviera a agarrarse a sí mismo por un solo instante, entonces resultaría que nunca se había DESASIDO. El hombre que ha renunciado y está DESASIDO y que nunca jamás por un solo instante mira aquello a que ha renunciado, y que persevera, inmóvil, en sí mismo e inmutable, sólo este hombre se halla DESASIDO. 621 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XII 3
Ahora expondré yo también lo que es «un hombre». «Homo» significa lo mismo que un hombre a quien se le ha concedido una «sustancia» que le otorga ser y vida y un ser dotado de inteligencia. Un hombre racional es aquel que se entiende a sí mismo con la razón y se halla DESASIDO en sí mismo de todas las materias y formas. Cuanto más DESASIDO esté de todas las cosas y cuanto más recogido en sí mismo, tanto más clara y racionalmente conocerá en su interior todas las cosas sin dirigirse hacia fuera: tanto más «hombre» es. 679 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XV 3
¡Ahora prestad atención! ¿Qué es lo que quiere decir cuando toma tan en serio el hecho de que amemos? Quiere decir que el amor con el cual amamos, debe ser tan acendrado, tan desnudo, tan DESASIDO, que no se debe inclinar ni hacia mí ni hacia mi amigo ni hacia (ninguna cosa) a su lado. Dicen los maestros que no se puede llamar obra buena a ninguna obra buena, ni virtud a ninguna virtud, si no se hacen por amor. (La) virtud es tan noble, tan desasida, tan acendrada, tan desnuda en sí misma que no conoce nada mejor que a sí misma y a Dios. 898 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXVII 3
Ahora dice Él: «Que os améis los unos a los otros». ¡Oh, ésta sería una vida noble, sería una vida bienaventurada! ¿No sería una vida noble si cada uno se fijara tanto en la paz de su prójimo como en su propia paz, y su amor fuera tan desnudo y tan acendrado y tan desapegado en sí mismo que no tuviera otra meta que (la) bondad y Dios? Si se preguntara a un hombre bueno: «¿Por qué amas a (la) bondad?» — «¡Por amor de (la) bondad»! «¿Por qué amas a Dios?» — «¡Por amor de Dios!» Y si las cosas son así, que tu amor es tan acendrado, tan DESASIDO, tan desnudo en sí mismo que no amas nada fuera de (la) bondad y de Dios, entonces es una verdad segura que todas las virtudes obradas jamás por todos los hombres, te pertenecen tan completamente como si tú mismo las hubieras obrado, y ello de modo más acendrado y mejor, porque el hecho de que el Papa es Papa, a él le produce a menudo gran trabajo, (mas) tú posees esa virtud de manera más pura y desapegada y con tranquilidad, y ella te pertenece más a ti que a él, siempre y cuando tu amor sea tan acendrado, tan desnudo en sí mismo que no pienses en nada ni ames cosa alguna fuera de (la) bondad y de Dios. 900 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXVII 3