justicia (Eckhart)

Pues apénate de ello y sopórtalo con paciencia y tómalo como ejercicio y quédate en paz. Dios sufre gustosamente la ignominia y las penas, y quiere de buen grado prescindir del servicio y de la loa para que aquellos que lo aman y le pertenecen tengan paz en su fuero íntimo. Entonces, ¿por qué no habríamos de tener paz, no importa lo que Él nos diera o lo que nos faltara? Escrito está y lo dice Nuestro Señor que «son bienaventurados quienes sufren por la justicia» (Mateo 5, 10). De veras, si un ladrón a quien se estuviera por colgar (y) que bien lo tuviera merecido a causa de sus hurtos, o un individuo que hubiera asesinado y a quien con justicia estuvieran por enrodar, si ellos – (digo) – pudieran llegar a comprenderlo en su fuero íntimo, (pensando): Mira, estás dispuesto a sufrirlo en aras de la justicia pues lo tienes bien merecido, ellos obtendrían inmediatamente la bienaventuranza. De veras, por injustos que seamos, si aceptamos como justo lo que Dios nos hace o no hace, y sufrimos por amor de la justicia, entonces somos bienaventurados. Por eso, no te lamentes, laméntate tan sólo de que todavía te lamentes y no estés contento; sólo puedes lamentarte de que tengas demasiado. Pues, quien tuviera recta disposición, recibiría tanto en la indigencia como (si fuera) propietario. TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 23.

En primer lugar debe saberse que el sabio y la sabiduría, el veraz y la verdad, el justo y la justicia, el bueno y la bondad, se miran mutuamente y se relacionan el uno con el otro de la siguiente manera: la bondad no fue creada ni hecha ni ha nacido; sin embargo, es parturienta y da a luz al bueno, y el bueno, en cuanto es bueno, no fue hecho ni creado y, no obstante, es niño nato e hijo de la bondad. La bondad engendra a sí misma y a todo cuanto es, en la persona del bueno: infunde en el bueno (el) ser, (el)saber, amar y obrar, todos juntos, y el bueno recibe todo su ser, saber, amar y obrar del corazón y fondo más íntimo de la bondad y solamente de ella. (El) bueno y (la) bondad no son sino una sola bondad, completamente unos en todo, a excepción de dar a luz (por una parte) y (por otra) nacer; de todos modos, el dar a luz por parte de la bondad y el nacer en el bueno, constituyen cabalmente un solo ser, una sola vida. Todo cuanto pertenece al bueno, lo recibe tanto de la bondad como en la bondad. Allí existe y vive y mora. Allí se conoce a sí mismo y a todo cuanto conoce, y ama a todo cuanto ama, y coopera con la bondad en la bondad, y la bondad (a su vez realiza) todas sus obras con él y dentro de él, como está escrito y lo dice el Hijo: «El Padre que permanece y mora en mí, hace las obras» (Juan 14, 10). «El Padre obra hasta ahora y yo obro» (Juan 5, 17). «Todo cuanto es del Padre, es mío, y todo cuanto es mío y de lo mío, es de mi Padre: (es) suyo cuando lo da y mío cuando lo tomo» (Juan 17, 10). TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 1

Todo cuanto acabo de decir pues, del bueno y de la bondad, es igualmente verdadero también con respecto al veraz y a la verdad, al justo y a la justicia, al sabio y a la sabiduría, al Hijo de Dios y a Dios Padre; (es verdadero) para todo cuanto ha nacido de Dios y no tiene padre en esta tierra (y) en lo cual no nace tampoco nada de todo lo creado, de todo cuanto no es Dios, y en lo cual no hay imagen alguna fuera de Dios en su desnudez (y) pureza. Pues, así dice San Juan en su Evangelio: «Les dio poder y capacidad para llegar a ser hijos de Dios a todos cuantos no han nacido ni de la sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad de varón sino de Dios y solamente de Dios» (Juan 1, 12 s.) TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 1

Él entiende bajo «sangre» todo cuanto en el hombre no está sometido a la voluntad humana. Bajo «voluntad de la carne» entiende todo cuanto en el hombre, si bien está sometido a su voluntad, lo hace con resistencia y contrariedad, y se inclina hacia el apetito de la carne y pertenece al alma y al cuerpo juntos y no se halla, propiamente dicho, sólo en el alma; y en consecuencia, las potencias (del alma) se cansan, se debilitan y envejecen. Bajo «voluntad de varón» entiende San Juan las potencias superiores del alma, cuya naturaleza y acción no están mezcladas con la carne, (sino) que se hallan dentro de la pureza del alma, apartadas del tiempo y del espacio, y de todo cuanto mira aún con alguna esperanza o gusto hacia el tiempo y el espacio, (potencias pues), que no tienen nada en común con cosa alguna; en ellas el hombre está configurado a la imagen de Dios, en ellas es de la estirpe y familia de Dios. Y, sin embargo, como no son Dios mismo y fueron creadas en el alma y junto con el alma, deben ser desnudadas de su propia imagen y transformadas solamente en imagen de Dios, naciendo en Dios y de Dios, de modo que Dios solo sea (su) Padre; pues de esta manera son también hijos de Dios y el Hijo unigénito de Dios. Porque soy hijo de todo aquello que me configura y engendra a su imagen y dentro de sí como igual. En cuanto semejante hombre, – hijo de Dios, bueno como hijo de la bondad, justo como hijo de la justicia – es únicamente hijo de ella, (la justicia) es parturienta no nacida y su hijo nato posee la misma esencia única que tiene y es la justicia, y él toma posesión de todo cuanto es propiedad de la justicia y de la verdad. TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 1

Dice San Agustín: Para Dios no hay nada que sea lejano o largo. Si quieres que nada te resulte ni lejano ni largo, vincúlate a Dios, pues entonces mil años son como el día de hoy. De la misma manera digo yo: En Dios no hay ni tristeza ni pena ni infortunio. Si te quieres ver libre de todo infortunio y pena recurre y dirígete solamente a Él con completa integridad. Ciertamente, todas las penas provienen del hecho de que no te dirijas hacia Dios, ni únicamente a Él. Si tú, en cuanto a tu forma y nacimiento, te hallaras únicamente en la justicia, entonces por cierto, ninguna cosa podría darte pena a ti, así como la justicia no (puede afligir) a Dios mismo. Dice Salomón: «Al justo no lo aflige nada de lo que le pueda suceder» (Prov. 12, 21). No dice: «Al hombre justo», ni «al ángel justo», ni a esto ni a aquello. Dice: «Al justo». Lo que de algún modo pertenece al justo, especialmente lo que convierte en suya su justicia y el hecho de que él sea justo, esto es hijo y tiene (un) padre en esta tierra y es criatura y está hecho y creado porque su padre es criatura, hecha o creada. Pero «justo» sin más, no tiene ningún padre hecho o creado, y Dios y la justicia son completamente una sola cosa, y la justicia sola es su padre, por eso no caben en él (es decir, en el justo) ni pena ni infortunio como tampoco pueden caber en Dios. (La) justicia no le puede producir pena, ya que (la) justicia no es nada más que alegría, placer y deleite: además: si (la) justicia le produjera pena al justo, ella misma se produciría esta pena. Ninguna cosa despareja e injusta, ni hecha ni creada, podría apenar al justo porque todo lo creado permanece muy por debajo de él en la misma medida en que (se halla) por debajo de Dios, y no surte ninguna impresión ni influencia en el justo y no engendra a sí misma en aquel cuyo Padre es solo Dios. Por eso, el hombre debe esforzarse mucho por quitarse la imagen de sí mismo y de todas las criaturas, no conociendo a ningún padre fuera de Dios solo; luego, nada lo puede apenar ni afligir, ni Dios ni la criatura, ni lo creado ni lo increado, y todo su ser, vivir, conocer, saber y amar, proviene de Dios y (se halla) en Dios y (es) Dios. TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 1

Además, hay que saber otra cosa igualmente consoladora para el hombre en todos sus infortunios. Resulta que el hombre justo y bueno con seguridad se alegra de la obra de la justicia incomparable e, incluso digo, inefablemente más de lo que para él, o hasta para el supremo de los ángeles, son el deleite y la alegría que sienten con respecto a su ser o vida naturales. Por ello, los santos entregaron también alegremente su vida por amor de la justicia. TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 1

Ahora digo yo: Si el hombre bueno y justo sufre un daño exterior y permanece inmutable con ecuanimidad y paz en el corazón, entonces es verdad lo que acabo de decir, (a saber), que al justo no lo entristece nada de todo cuanto le sucede. Si él, en cambio, se entristece a causa del daño exterior, de cierto, es sólo equitativo y justo que Dios haya permitido que se dañara a este hombre que pretendía ser justo y se imaginaba serlo mientras tales nonadas todavía podían afligirlo. Si se trata, pues, de la justicia divina, de veras, él no ha de afligirse, sino, al contrario, sentir una alegría mucho mayor de (la que le produce) su propia vida la que da mucha más alegría a todo hombre y que le resulta más valiosa que todo este mundo; pues ¿para qué le serviría al hombre todo este mundo si él no existiera? TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 1

Además digo: Toda pena proviene del amor y de la afición. Por eso, si me apeno por cosas perecederas, tengo aún, y tiene mi corazón, amor y afición a las cosas perecederas y no amo a Dios de todo corazón y no amo todavía aquello que Dios quiere que yo ame junto con Él. ¿Cómo me sorprendo entonces cuando Dios permite que soporte con toda justicia daños y penas? TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Cualquier afición, placer y amor provienen de lo que es igual a uno, porque todas las cosas tienden hacia sus semejantes y los aman. El hombre puro ama toda pureza, el justo ama la justicia y tiende hacia ella; la boca del hombre habla de lo que hay en su fuero íntimo, según dice Nuestro Señor que «la boca habla de la abundancia del corazón» (Luc.6,45), y Salomón dice que «la fatiga del hombre está en su boca» (Ecles.6,7). Por eso, si el hombre todavía halla afecto y consuelo en lo exterior, es señal auténtica de que en su corazón no habita Dios sino la criatura. TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Sin embargo, según he escrito arriba: Si un hombre fuera capaz de aceptar este hecho de acuerdo con la voluntad de Dios, en cuanto sea la voluntad divina de que la naturaleza humana tenga este defecto justamente por divina justicia a causa del pecado del primer hombre, y si él, por otra parte, si las cosas no fueran así, quisiera prescindir gustoso de este (defecto) según la voluntad divina, entonces andaría del todo bien y seguramente recibiría consuelo en su sufrimiento. Se piensa en esto cuando San Juan dice que la verdadera «luz resplandece en las tinieblas» (Juan 1,5) y cuando San Pablo afirma que «la virtud se realiza en la flaqueza» (2 Cor.12,9). Si el ladrón fuera capaz de sufrir la muerte verdadera, completa, pura, gustosa, voluntaria y alegremente por amor de la justicia divina en la cual y de acuerdo con la cual Dios y su justicia quieren que el malhechor sea muerto, sin duda sería salvado y bienaventurado. TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Alguna vez le preguntaron a un enfermo por qué no le suplicaba a Dios que lo curara. Entonces, ese hombre dijo que no le gustaba hacerlo por tres razones. Una consistía en que él creía estar seguro de que el cariñoso Dios nunca permitiría que él estuviera enfermo si no fuera lo mejor para él. Otra razón era que el hombre, con tal de ser bueno, quiere todo cuanto quiere Dios y no (pretende) que Dios quiera lo que quiere el hombre; pues eso estaría muy mal. Y por ende: si Él quiere que yo esté enfermo – porque, si no lo quisiera, yo tampoco lo estaría – yo tampoco debo tener el deseo de estar sano. Pues, sin duda alguna, si fuera posible que Dios me curara sin que fuese su voluntad, no tendría valor para mí y no me gustaría que me curara. (El) querer proviene del amor y (el) no querer proviene de la falta de amor. Prefiero con mucho y es mejor y más útil para mí, que Dios me ame estando yo enfermo, en vez de que yo tuviera el cuerpo sano y Dios no me amase. Lo que ama Dios, es algo; lo que Dios no ama, es nada, así dice el Libro de la Sabiduría (Cfr. Sab. 11, 25). En esto reside también la verdad de que todo lo que quiere Dios es bueno justamente en cuanto y porque Dios lo, quiere. De cierto, hablando al modo humano: Yo preferiría que un hombre rico (y) poderoso, por ejemplo, un rey, me amara y, sin embargo, me dejase, por un rato, sin darme nada en vez de que me hiciera dar algo en seguida sin amarme con sinceridad; es decir, si él en este momento por amor no me diera nada, mas no me diera nada por ahora porque luego quisiera hacerme regalos más grandes y generosos. Hasta pongo por caso que el hombre que me ama y en este momento no me da nada, ni siquiera tenga la intención de darme algo más tarde; pues, puede ser que más tarde cambie de opinión y me haga un regalo. Yo esperaré pacientemente, sobre todo porque su don lo otorga por gracia e inmerecidamente. También es cierto: Aquel cuyo amor no aprecio y a cuya voluntad se opone la mía y de quien me interesaría únicamente su don, procede con justicia si no me da nada y si además me odia y me deja en el infortunio. TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 3

Sócrates, un maestro pagano, dice que las virtudes hacen posibles las cosas imposibles y además (las convierten en) fáciles y dulces. Tampoco quiero olvidar a esa mujer piadosa de la cual nos habla El Libro de los Macabeos, que ella un buen día vio con sus propios ojos el tormento extraordinario y también, sólo para escucharlo, inhumano y horrible, que daban y aplicaban a sus siete hijos, y ella miraba serenamente y lo aguantaba amonestándolos a uno tras otro que no se asustaran y entregaran voluntariamente el cuerpo y el alma a causa de la justicia divina (2 Mac. 7). Que el libro termine con este (hecho). Pero quiero agregar dos palabras más. TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 3

Los hombres justos toman tan en serio la justicia que, si Dios no fuera justo, Él no les importaría un comino; y se mantienen tan firmes en la justicia habiéndose desasido tan completamente de sí mismos, que no prestan atención ni al tormento del infierno ni al regocijo del reino de los cielos ni a cosa alguna. Es más: si toda la pena que sufren aquellos que están en el infierno, tanto hombres como diablos, o si todas las penas que en algún momento han sido o serán sufridas en esta tierra, estuvieran relacionadas con la justicia, no les daría un bledo; tan firmemente toman el partido de Dios y de la justicia. Al hombre justo nada le resulta más penoso y pesado que lo que está en contra de la justicia: (es decir, el hecho) de que no se muestre ecuánime en todas las cosas. ¿Cómo (es) eso? Si una cosa puede alegrar (a los hombres) y otra afligirlos, no son justos; más aún, si son alegres en un momento, lo son en todos; si en un momento están más alegres y en otro menos, eso está mal. Quien ama la justicia, se halla colocado tan firmemente sobre ella, que aquello que ama es su ser; no hay cosa capaz de apartarlo ni se fija en nada más. Dice San Agustín: «Donde el alma ama, ahí está con más propiedad que allí donde da vida». Nuestra palabra (de la Sagrada Escritura) suena modesta y comprensible para todos; y, sin embargo, difícilmente hay alguien que comprenda su significado; y no obstante, es verdad. Quien comprenda la doctrina de la justicia y del justo, comprenderá todo cuanto digo. SERMONES: SERMÓN VI 3

Que Dios nos ayude para que amemos a la justicia por ella misma y a Dios sin porqué. Amén. SERMONES: SERMÓN VI 3

Esta palabra que acabo de pronunciar en latín, está escrita en la Epístola y se la puede referir a un santo confesor, y esta palabra reza en lengua vulgar: «En sus días se comprobó que era justo en su interior, en sus días fue agradable a Dios» (Eclesiástico 44, 16 y 17). Encontró la justicia en su interior. Mi cuerpo se halla más en mi alma de lo que mi alma se halla en mi cuerpo. Mi cuerpo y mi alma se encuentran más en Dios de lo que están en sí mismos; y esto es justicia: la causa de todas las cosas en la verdad. Según dice San Agustín: Dios se halla más cerca del alma de lo que ella se encuentra con respecto a sí misma. La proximidad de Dios y el alma no conoce, por cierto, diferencia (entre ambos). Él mismo conocimiento en el cual Dios se conoce a sí mismo, es el conocimiento de cualquier espíritu desasido y no (es) otro. El alma toma su ser inmediatamente de Dios; por ello Dios está más cerca del alma que se halla ella con respecto a sí misma; por ende, Dios se encuentra en el fondo del alma con su entera divinidad. SERMONES: SERMÓN X 3

Ahora bien, se dice: «Fue hallado en su interior». «Interior» es aquello que vive en el fondo del alma, en lo más íntimo del alma, en (el) entendimiento, y que no sale ni mira a ninguna cosa. Allí todas las potencias del alma son igualmente nobles; allí «fue hallado justo en su interior». Justo es aquello que es igual en el amor y en el sufrimiento y en la amargura y en la dulzura, (justo es) aquel a quien no lo estorba ninguna cosa para hallarse (como) uno en la justicia. El hombre justo es uno con Dios. (La) igualdad es amada. (El) amor siempre ama a lo igual; por eso, Dios ama al hombre justo como igual a Él mismo. SERMONES: SERMÓN X 3

Que nos ayuden el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo para que nos hallemos en el interior, en el día y en el tiempo del entendimiento, y en el día de la sabiduría y en el día de la justicia y en el día de la bienaventuranza. Amén. SERMONES: SERMÓN X 3

Pero algunas personas se quejan de que Dios no les dé ni ensimismamiento ni recogimiento ni dulzura ni consuelo especial. De veras, esa gente aún anda muy equivocada; uno bien puede dejarlo pasar, mas no es lo mejor. Digo conforme a la verdad: Mientras se está configurando en tu interior algo que no es el Verbo eterno o que, desde el Verbo eterno, mira hacia fuera, por bueno que sea, realmente está mal. Por ello es un hombre justo solamente aquel que ha aniquilado todas las cosas creadas y se halla orientado en línea recta hacia el Verbo eterno, sin dirigir en absoluto las miradas hacia fuera, y que está configurado en (el Verbo eterno) y (tiene) hecha su imagen otra vez en la justicia. El hombre toma allí donde toma el Hijo y es el hijo mismo. Dice un escrito: «Nadie conoce al Padre sino el Hijo» (Mateo 11, 27) y, en consecuencia, si queréis conocer a Dios, debéis no sólo asemejaros al Hijo, sino ser el Hijo mismo. SERMONES: SERMÓN XV 3

He dicho a veces: Quien busca a Dios y busca alguna cosa junto con Dios, no encuentra a Dios; en cambio, aquel que busca sólo a Dios, de veras, encuentra a Dios y no halla nunca a Dios solo, porque todo cuanto Dios es capaz de hacer, lo halla (junto) con Dios. Si buscas a Dios y lo buscas a causa de tu propio provecho y de tu propia bienaventuranza, por cierto, no buscas a Dios. Por eso dice que los verdaderos adoradores adoran al Padre y lo dice muy bien. Si alguien dijera a un hombre bueno: «¿Por qué buscas a Dios?» – «Porque es Dios». «¿Por qué buscas a la verdad?» – «Porque es la verdad». «¿Por qué buscas a la justicia?» – «Porque es la justicia»: semejantes personas están bien encaminadas. Todas las cosas que se encuentran en el tiempo, tienen un porqué. Es como si alguien preguntara a un hombre: «¿Por qué comes?» – «Para tener fuerza». «¿Por qué duermes?» – «Con el mismo fin»; y así son todas las cosas que se hallan en el tiempo. Pero quien preguntara a un hombre bueno: «¿Por qué amas a Dios?» – «No lo sé, por amor de Dios». «¿Por qué amas la verdad?» – «Por amor de la verdad». «¿Por qué amas la justicia?» – «Por amor de la justicia». «¿Por qué amas la bondad?» – «Por amor de la bondad». «¿Por qué vives?» – «¡De veras, no lo sé! Me gusta vivir». SERMONES: SERMÓN XXV 3

Dice un maestro: Quien una sola vez es tocado por la verdad, por la justicia y por la bondad, no podrá apartarse nunca más de ellas por un solo instante aunque dependieran de ello todas las penas del infierno. Además dice: Cuando un hombre es tocado por estas tres – la verdad, la justicia y la bondad – a semejante hombre le resulta tan imposible apartarse de estas tres como le resulta imposible a Dios apartarse de su divinidad. SERMONES: SERMÓN XXV 3

Dije una vez aquí3 – todavía no hace mucho -: Quien ama la justicia, de éste cuida la justicia y es abrazado por la justicia y es la justicia. Algún día anoté en mi libro: El hombre justo no sirve ni a Dios ni a las criaturas ya que es libre; y cuanto más cerca se halla de la justicia, tanto más llega a ser la libertad él mismo y tanto más es él la libertad. Todo lo creado, en cuanto tal, no es libre. Mientras hay una cosa cualquiera por encima de mí, que no es Dios mismo, me oprime por pequeña que sea o cualquiera que sea su índole; aunque fueran (el) entendimiento y (el) amor; en cuanto cosa creada, y no Dios mismo, me oprime porque no es libre. El hombre injusto le sirve a la verdad, gústele o displázcale, y le sirve a todo el mundo y a todas las criaturas y es un siervo del pecado. SERMONES: SERMÓN XXVIII 3

Hay, empero, gente que dice: «Nos echáis hermosos sermones, mas nosotros no notamos nada de ello». ¡Yo también me lamento de lo mismo! Este ser es tan noble y tan universal que no necesitas comprarlo ni por un cuarto ni por medio penique. Ten sin embargo una disposición recta y una voluntad libre, entonces lo poseerás. El hombre que ha dejado así a todas las cosas en su ser más bajo y en cuanto son perecederas, las recibe de vuelta en Dios donde son verdad. Todo cuanto aquí está muerto, vive allí, y todo cuanto es materia gruesa aquí, allí, en Dios, es espíritu. Es exactamente como si alguien vertiera agua pura en un recipiente limpio, que fuera completamente puro y límpido, y lo dejara sin mover; y si luego una persona pusiera (encima) su rostro, lo vería en el fondo exactamente como es en sí mismo. Esto se debe al hecho de que el agua es pura y limpia e inmóvil. Lo mismo sucede con todos los hombres que se mantienen libres y unidos en sí mismos, y, si reciben a Dios en medio de la paz y tranquilidad, deben recibirlo también en la discordia e intranquilidad; entonces todo anda perfectamente bien. Pero si lo aprehenden menos en la discordia e intranquilidad, que en la tranquilidad y la paz, las cosas andan mal. Dice San Agustín: A quien el día le resulta enojoso y el tiempo se le hace largo, que se dirija hacia Dios donde no hay «tiempo largo» (= tiempo que dura) y en quien descansan todas las cosas. Aquel que ama a la justicia, será aprehendido por la justicia y se convertirá en justicia. SERMONES: SERMÓN XXIX 3

Ahora nos referiremos en otro sentido a los «dos hijos» del entendimiento. Uno es (la) posibilidad (= el entendimiento posible), el otro es (la) actividad (= el entendimiento activo)4. Resulta que un maestro pagano dice: «El alma tiene en esta potencia (= el entendimiento posible) la capacidad de llegar a ser espiritualmente todas las cosas». En la fuerza operante se parece al Padre y obra todas las cosas con destino a un nuevo ser. Dios hubiera querido imprimirle la naturaleza de todas las criaturas; pero ella no existía antes que el mundo. Antes de que este mundo fuera creado en sí mismo, Dios había creado todo este mundo espiritualmente en cada uno de los ángeles. El ángel posee dos conocimientos. Uno es una luz matutina, el otro una luz vespertina. La luz matutina consiste en que el (ángel) ve todas las cosas en Dios. La luz vespertina consiste en que ve todas las cosas a su luz natural. Si él saliera, introduciéndose en las cosas, se haría de noche. Pero resulta que él se mantiene adentro (en la luz) y por eso se la llama luz vespertina. Decimos que los ángeles se alegran cuando el hombre hace una buena obra. Nuestros maestros preguntan si los ángeles se entristecen cuando el hombre comete un pecado. Nosotros decimos: ¡No!, porque ellos miran la justicia de Dios y ahí perciben con su mirada las cosas tales como son en Dios. Por ello no se pueden entristecer. Ahora bien, (el) entendimiento, en cuanto potencia posible, se parece a la luz natural de los ángeles, que es la luz vespertina. Con la fuerza operante levanta todas las cosas hasta Dios y es todas las cosas a la luz matutina. SERMONES: SERMÓN XXXVII 3

«Dios contigo»… ahí se opera el nacimiento. A nadie le debe parecer imposible llegar hasta ese punto. Por más difícil que sea ¿qué me importa, ya que Él opera? Todos sus mandamientos me resultan fáciles de observar. Si Él me da su gracia, que me mande todo cuanto quiera, lo considero nonada y todo me resulta poca cosa. Algunos dicen que no tienen nada de esto; a lo cual digo yo: «Lo lamento. Pero ¿es que lo deseas?»… «¡No!»… «Lo lamento más aún». Cuando uno no puede tenerlo, que abrigue por lo menos el deseo de poseerlo. Y cuando uno no puede tener el deseo, entonces que anhele tener el deseo. Dice David: «He anhelado desear tu justicia, Señor» (Salmo 118, 20). SERMONES: SERMÓN XXXVIII 3

En alguna ocasión expliqué lo que es un hombre justo mas, ahora digo otra cosa en sentido diferente. Un hombre justo es aquel que está formado en la justicia y transformado en su imagen. El justo vive en Dios y Dios en él; pues Dios nace en el justo y el justo en Dios, ya que Dios nace a causa de cualquier virtud del justo, y cualquier virtud del justo le da alegría. Y no sólo cualquier virtud del justo sino también cualquier obra del justo por insignificante que sea, siempre que la haga en justicia, con ella Dios se alegra y la alegría hasta penetra en Él; porque no queda nada en su fondo que no reciba cosquillas de alegría. Tal hecho lo deben creer las personas de mentalidad burda, mientras los iluminados han de saberlo. SERMONES: SERMÓN XXXIX 3

El justo no intenta (conseguir) nada con sus obras; pues, quienes intentan (conseguir) algo con sus obras o también aquellos que obran a causa de un porqué, son siervos y mercenarios. Por eso, si quieres ser in-formado en la justicia y transformado en su imagen, no pretendas nada con tus obras y no te construyas ningún porqué, ni en (el) siglo ni en (la) eternidad ni (con miras) a una recompensa o a la bienaventuranza o a esto o a aquello; porque semejantes obras de veras están todas muertas. Ah sí, aun cuando configuras en tu interior la imagen de Dios, todas las obras que hagas con esa finalidad, están muertas, y las buenas obras las echas a perder. Y no sólo echas a perder las buenas obras, sino que cometes también un pecado; pues procedes exactamente como un jardinero que debía plantar un jardín y luego talaba los árboles y, para colmo, reclamaba su paga. De la misma manera echas a perder las obras buenas. Por eso, si quieres vivir y aspiras a que vivan tus obras, debes estar muerto y aniquilado para todas las cosas. Es propio de la criatura hacer algo de algo; mas, es propio de Dios hacer algo de nada. Por eso, si Dios ha de hacer algo en tu interior o contigo, debes haberte aniquilado antes. Y por ende, entra en tu propio fondo y obra ahí; y las obras que haces ahí, serán todas vivas. Y por eso dice (= el sabio): «El justo vive». Porque obra por ser justo y sus obras viven. SERMONES: SERMÓN XXXIX 3

Ahora dice (= el sabio): «Su recompensa está con el Señor». (Hablemos) un poco de esto. Cuando dice «con» significa que la recompensa del justo está allí donde está Dios mismo; pues la bienaventuranza del justo y la bienaventuranza de Dios son una sola bienaventuranza, ya que el justo es bienaventurado allí donde lo es Dios. Dice San Juan: «El Verbo estaba con Dios» (Juan 1, 1). Él (también) dice «con» y por ello el justo se asemeja a Dios porque Dios es la justicia. Y por lo tanto: quien está en la justicia, está en Dios y es Dios. SERMONES: SERMÓN XXXIX 3

Ahora seguiré hablando de la palabra «justo». No dice: «el hombre justo», ni tampoco: «el ángel justo», sino tan sólo: «el justo». El Padre engendra a su Hijo como el justo, y al justo como hijo suyo, porque toda virtud del justo y cualquier obra realizada a causa de la virtud del justo, no constituyen sino (el hecho) de que el Hijo es engendrado por el Padre. Y por eso, el Padre no descansa nunca; antes bien, acosa e invita en todo momento para que nazca en mí su Hijo, según se dice en un Escrito: «No me callo a causa de Sión ni descanso a causa de Jerusalén, hasta que se revele el justo y luzca como un relámpago» (Isaías 62, 1). «Sión» significa el apogeo de la vida y «Jerusalén» el apogeo de la paz. Ah sí, Dios no descansa jamás ni a causa del apogeo de la vida ni a causa del apogeo de la paz; sino que acosa e incita en todo momento para que se revele el justo. En el justo no ha de obrar ninguna cosa sino únicamente Dios. Pues, si algo fuera de ti te impele a obrar, de veras, todas esas obras están muertas; y aún en el caso de que Dios te estimule desde fuera para que obres, por cierto, todas esas obras están muertas. Mas, si tus obras han de vivir, Dios tiene que impelerte en tu interior, en lo más acendrado del alma, si han de vivir (realmente) porque allí se halla tu vida y sólo allí vives. Y yo digo: Si una virtud te parece mayor que otra, y si tú la estimas más que a otra, no la amas tal como es en la justicia, y Dios todavía no obra en ti. Pues, mientras el hombre aprecia o ama más a determinada virtud, no ama las virtudes ni las toma como son en la justicia, ni tampoco es justo; porque el justo toma (o: ama) y obra todas las virtudes en la justicia así como son la justicia misma. SERMONES: SERMÓN XXXIX 3

Ahora prestad atención (para saber) qué es lo que debe tener el hombre que ha de morar en Él, quiere decir, en Dios. Debe tener tres cosas. La primera: que haya renunciado a sí mismo y a todas las cosas y que ya no quede apegado a las cosas que afectan a los sentidos interiormente y que no se detenga tampoco frente a ninguna criatura que se halle en el tiempo o en la eternidad… La segunda es que no ame ni este bien ni aquél, sino que ame el Bien del cual fluye todo bien, ya que no es placentera ni apetecible ninguna cosa sino en la medida en la que Dios se halla dentro de ella. Por eso no ha de amarse ningún bien sino en cuanto se ama en él a Dios; y por ende, no se debe amar a Dios ni por su reino de los cielos ni por ninguna cosa, sino que hay que amarlo por la bondad que es Él en sí mismo. Porque, quien lo ama por otra cosa, no mora en Él sino en aquello por lo cual lo ama. Por eso: si queréis permanecer en Él, no lo améis por nada fuera de Él mismo… La tercera (cosa) consiste en que no debe tomar a Dios en cuanto es bueno o justo, sino que lo ha de aprehender en la sustancia pura (y) desnuda en la cual Él mismo se concibe con pureza. Pues, (la) bondad y (la) justicia son vestimentas de Dios porque lo arropan. Por eso, separad de Dios todo cuanto lo está vistiendo y tomadlo desnudo en el vestuario donde se halla de-velado y desarropado en sí mismo. Entonces, permaneceréis en Él. SERMONES: SERMÓN XL 3

He sacado una palabrita de la Epístola que se lee hoy con referencia a dos santos, y otra palabra del Evangelio. Hoy, el rey Salomón dice en la Epístola: «Quienes siguen a la justicia, a éstos los ama Dios» (Prov. 15, 9). La otra palabrita la pronuncia mi señor, San Mateo: «Bienaventurados son los pobres y quienes tienen hambre y sed de justicia» y «la siguen» (Mateo 5, 6). SERMONES: SERMÓN XLI 3

Veamos ahora otro significado. Observadlo bien: La Escritura es muy concluyente para quien la descubre y está dispuesto a descifrarla a fondo. Él dice: «quienes siguen a la justicia» «en la sabiduría». Al hombre justo la justicia le hace tanta falta que no puede amar nada fuera de la justicia. Si Dios no fuera justo, él no se fijaría en Dios, según ya he dicho varias veces. (La) sabiduría y (la) justicia son una sola cosa en Dios y quien ahí ama la sabiduría, ama también la justicia; y si el diablo fuera justo, (este hombre) lo amaría en cuanto fuera justo y ni un pepino más. El hombre justo no ama en Dios ni esto ni aquello; y si Dios le diera toda su sabiduría y todo cuanto puede ofrecer fuera de Él mismo, no le daría importancia y no le gustaría porque no quiere nada ni busca nada, pues no conoce ningún porqué por el cual haría alguna cosa, así como obra Dios sin porque y no conoce ningún porqué. Tal como obra Dios, obra también el justo, sin porqué; y así como la vida vive por ella misma y no busca ningún porqué por el cual vive, así también el justo no conoce ningún porque por el cual haga alguna cosa. SERMONES: SERMÓN XLI 3

A veces cuando he de rezar, suelo decir la siguiente palabrita: «¡Señor, aquello que te pedimos es tan pequeño! Si alguien me lo solicitara, se lo haría, y a ti te resulta cien veces más fácil, que a mí, y también lo harías con mayor gusto. Y, si sucediera que te pidiésemos algo más importante, te resultaría fácil concederlo; y cuanto mayor sea, lo darás con mayor gusto». Porque Dios está dispuesto a dar grandes cosas con tal de que seamos capaces de renunciar a todas las cosas en la justicia. SERMONES: SERMÓN XLI 3

¡Ahora prestad atención! Si amáis a la justicia, por cuanto (la) justicia se halla sobre ti o en ti, no amáis a la justicia en cuanto es la justicia, y así no la tomáis ni la amáis tal como es en su simpleza, sino que la tomáis como dividida. Como Dios es, pues, la justicia, no lo tomáis ni lo amáis de acuerdo con el hecho de que es simple. Y por ello, tomad la justicia en cuanto es (la) justicia, porque entonces la tomáis según ella es Dios. Y, por lo tanto: donde opera la justicia, ahí operáis vosotros porque entonces ejercéis (la) justicia en todo momento. Ah sí, y aunque el infierno se hallara en el camino de la justicia, vosotros ejerceríais la justicia y aquél no constituiría para vosotros ninguna pena, os redundaría en alegría ya que vosotros mismos seríais la justicia; y en consecuencia debéis ejercer la justicia. Pues, en la medida en que alguna cosa asciende dentro de la comunidad, en esta misma medida es uno con la simpleza de esa comunidad y es (proporcionalmente) más simple. SERMONES: SERMÓN XLVI 3