4. En el libro primero de los Reyes (2, 30) tambien leemos que, enojado Dios contra Helí, sacerdote de Israel, por los pecados que no castigaba a sus hijos, le envió a decir con Samuel, entre otras palabras, estas que se siguen: Loquens locutus sum, ut domus tua, et domus patris tui, ministraret in conspectu meo, usque in sempiternum. Verumtamen absit hoc a me. Y es como si dijera: Muy de veras dije antes de ahora que tu casa y la casa de tu padre había siempre de servirme de sacerdocio en mi presencia para siempre. Pero este propósito muy lejos está de mí. No hare tal. Que, por cuanto este oficio de sacerdocio se fundaba en dar honra y gloria a Dios, y por este fin había Dios prometido darlo a su padre para siempre, en faltando el celo a Helí de la honra de Dios porque, como el mismo Dios se le envió a quejar, honraba más a sus hijos que a Dios, disimulándoles los pecados por no los afrentar, faltó tambien la promesa, la cual era para siempre si para siempre en ellos durara el buen servicio y celo. LA SUBIDA DEL MONTE CARMELO LIBRO SEGUNDO CAPÍTULO 20
3. Lo cual se entenderá mejor por esta comparación. Tiene un padre de familia en su mesa muchos y diferentes manjares y unos mejores que otros. Está un niño pidiendole de un plato, no del mejor, sino del primero que encuentra; y pide de aquel porque el sabe comer de aquel mejor que de otro. Y, como el padre ve que aunque le de del mejor manjar no lo ha de tomar, sino aquel que pide, y que no tiene gusto sino en aquel, porque no se quede sin su comida y desconsolado, dale de aquel con tristeza. Como vemos que hizo Dios con los hijos de Israel cuando le pidieron rey: se lo dio de mala gana, porque no les estaba bien. Y así, dijo a Samuel (1 Sm. 8, 7): Audi vocem populi in omnibus quae loquuntur tibi: non enim te abiecerunt, sed me; que quiere decir: Oye la voz de este tu pueblo y concedeles el rey que te piden, porque no te han desechado a ti, sino a mí, porque no reine yo sobre ellos. A la misma manera condesciende Dios con algunas almas, concediendoles lo que no les está mejor, porque ellas no quieren o no saben ir sino por allí. Y así, tambien algunas alcanzan ternuras y suavidad de espíritu o sentido, y dáselo Dios porque no son para comer el manjar más fuerte y sólido de los trabajos de la cruz de su Hijo, a que el querría echasen mano más que a otra alguna cosa. LA SUBIDA DEL MONTE CARMELO LIBRO SEGUNDO CAPÍTULO 21
En el primer libro de los Reyes (28, 615) se dice que, pidiendo el rey Saúl que le hablase el profeta Samuel que era ya muerto, le apareció el dicho profeta; y con todo eso, se enojó Dios, porque luego le reprehendió Samuel por haberse puesto en tal cosa, diciendo: Quare inquietasti me, ut suscitarer?; esto es: ¿Por que me has inquietado en hacerme resucitar? LA SUBIDA DEL MONTE CARMELO LIBRO SEGUNDO CAPÍTULO 21
4. No basta santidad y buen juicio que tenga el hombre para que no deje de caer en este daño, si da lugar a la concupiscencia o gozo de las cosas temporales; que por eso dijo Dios por Moises (Ex. 23, 8), avisándonos, estas palabras: No recibas dones, que hasta los prudentes ciegan. Y esto era hablando particularmente con los que habían de ser jueces, porque han menester tener el juicio limpio y despierto, lo cual no tendrían con la codicia y gozo de las dádivas. Y tambien por eso mandó Dios al mismo Moises (Ex. 18, 2122) que pusiese por jueces a los que aborreciesen la avaricia, porque no se les embotase el juicio con el gusto de las pasiones. Y así dice que no solamente no la quieran, sino que la aborrezcan. Porque, para defenderse uno perfectamente de la afección de amor, hase de sustentar en aborrecimiento, defendiendose con el un contrario del otro. Y así, la causa por que el profeta Samuel fue siempre tan recto e ilustrado juez es porque, como el dijo en el libro de los Reyes (1 Re. 12, 3), nunca había recibido de alguno alguna dádiva. LA SUBIDA DEL MONTE CARMELO LIBRO TERCERO CAPÍTULO 19
La primera, acerca de los otros; porque, poniendose a hacer la maravilla o virtud sin tiempo y necesidad, demás de que es tentar a Dios, que es gran pecado, podrá ser no salir con ella y engendrar en los corazones menos credito y desprecio de la fe. Porque, aunque algunas veces salgan con ello, por quererlo Dios por otras causas y respectos, como la hechicera de Saúl (1 Sm. 28, 12 ss.), si es verdad que era Samuel el que parecía allí, no dejan de errar ellos y ser culpados por usar de estas gracias cuando no conviene. LA SUBIDA DEL MONTE CARMELO LIBRO TERCERO CAPÍTULO 31