Jesus Uno Múltiplo

Orígenes — Contra Celso
Jesús uno y múltiple
Jesús, aun siendo uno solo, ofrecía muchos aspectos a la consideración, y no era igualmente visto por todos los que lo miraban. Que ofrecía muchos aspectos a la consideración se ve por dichos como éstos: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”; y: “Yo soy el pan”; y: “Yo soy la puerta” (Jn. 14, 6; 36; 10, 9), y por otros innumerables. Y que, visto, no aparecía igualmente a todos los que lo miraban, resultará claro a quienes consideren por qué, cuando iba a transfigurarse en el monte elevado, no tomó consigo ni siquiera a todos los apóstoles, sino sólo a Pedro, Santiago y Juan. Sin duda, porque estos solos eran capaces de contemplar a Moisés y Elías aparecidos en su gloria, oír lo que hablaran entre sí y la voz que vendría del cielo (cf. Mt. 17, 1-5). Yo pienso también que, antes de subir al monte, donde se le acercaron sólo sus discípulos a los que instruyó sobre las bienaventuranzas (cf. Mt. 5, 1ss), cuando luego estuvo abajo en algún paraje del monte, ya atardecido, y curó a todos los que le fueron presentados, librándolos de toda enfermedad y de toda dolencia, no parecía Jesús el mismo a los enfermos que necesitaban de su cura que a quienes, por su salud, habían sido capaces de subir con Él al monte. Igualmente, cuando explicaba en particular a sus discípulos las parábolas (Mt. 13, 19) que a las turbas de fuera se decían entre velos, los que escuchaban las explicaciones de las parábolas tenían mejores oídos que quienes las oían sin explicación; pero también mejor vista, del alma, desde luego, y, a mi parecer, también del cuerpo. Que no apareciera siempre el mismo lo pone de manfiesto el hecho de que Judas, cuando lo iba a traicionar, dijo a las turbas que salieron con él como si no lo conocieran: “Al que yo besaré, ése es” (Mt. 24, 48). Lo mismo creo ya da a entender el Salvador cuando dice: “Cada día estaba enseñando en el templo, y no me prendisteis” (ibid., 55).

Así pues, teniendo nosotros esa idea de Jesús, no sólo en cuanto a su divinidad interior, oculta a las turbas, sino también en cuanto a su cuerpo, que se transfiguraba cuando quería, afirmamos que todos eran capaces de ver a Jesús antes de que despojara “a los principados y potestades” (Col. 2, 15) y antes de “morir al pecado” (Rom. 6, 10); mas una vez que despojó a principados y potestades y no tiene ya nada capaz de ser visto por las muchedumbres, no todos los que antes lo vieran eran ya capaces de verlo. De ahí que, por consideración a ellos, no apareció a todos después de su resurrección de entre los muertos.