Orígenes — Contra Celso
Jesús vino al mundo para manifestarse y estar oculto.
Hemos, pues, respondido según nuestras fuerzas y en cuanto cabe en obra como la presente, a lo que dijo Celso: “Si quería realmente hacer ostentación de su poder, debiera haberse aparecido a los que lo insultaron, al juez que lo condenó y a todo el mundo absolutamente.” Pero no, no tenía que aparecerse al juez que lo condenó ni a los que lo insultaron; pues Jesús quería justamente evitar que el juez que lo condenó y los que lo insultaron no fueran heridos de ceguera, como lo fueron los de Sodoma, cuando intnetaron abusar de la hermosura de los ángeles hospedados en casa de Lot. Este episodio se narra con estas palabras: “Alargando los hombres las manos, tiraron de Lot y lo metieron en casa, y cerraron la puerta; mas a los que estaban junto a la puerta de la casa los hirieron, del menor al mayor, de ceguera, de suerte que se cansaron buscando la puerta” (Gen. 19, 10-11). Quería, pues, Jesús mostrar su propia virtud, que es divina, pero a quienes eran capaces de verla y en la medida que podían verla. Y no hay otra razón por que evitara mostrarse, sino la incapacidad de los que no lo podían contemplar. Es vano, pues, lo que alega Celso: “Porque no iba a temer aún a nadie, una vez que había muerto y siendo, como afirmáis, un dios; ni fue en absoluto enviado para estar oculto.” Fue, efectivamente, enviado no sólo para ser conocido, sino también para estar oculto (cf. II 72; IV 15.19). Y es así que ni siquiera los que lo conocieron, conocieron todo lo que era, sino que algo de Él se les ocultaba; y algunos no lo conocieron en absoluto. Él, ciertamente, abrió las puertas de la luz a los que se habían hecho hijos de las tinieblas y de la noche, pero se esforzaron en hacerse hijos del día y de la luz. Y el Señor salvador vino, como buen médico, más bien a los cargados de pecados que a los justos (Mt. 9, 12-13).