intelecto

Si el intelecto hundido en el corazón del hombre, purificado e iluminado por la gracia, se hace capaz de comprender inmediatamente el lenguaje de la Revelación y de la metafísica tradicional, concebirá la Divinidad (la Deidad o el Hyperthéos) como el Principio supremo, eterno e inmutable, que contiene a todos los seres en modo principial, arquetípico e indestructible. A este nivel, la «muerte de Dios» o la «muerte del hombre» no tienen ningún sentido. Pero cuando los seres «salen» –ilusoriamente por otra parte– del Principio supremo, del que no habían salido más que en modo ilusorio, es entonces cuando se puede decir, con el Maestro Eckhart, que «Dios desaparece», y que el hombre, tal como lo conocemos en su modalidad existencial, corporal o psíquica, desaparece igualmente (Véase nuestro trabajo «Le Mystére de la deité chez Maître Eckhart et saint Denys l´Areopagite» (Traité I.5) en «Introduction à l´ésotérisme chreétien, París, Dervy, 1979.). EL SENTIDO DE LO SAGRADO

La Patrística se hace echo de esta doctrina, sobre todo en lo que concierne a la inteligencia: « La oración sin distracción es la intelección más alta de la inteligencia»; «La oración es una ascensión de la inteligencia hacia Dios»; «El estado de oración es un habitus impasible que, por una amor de lo supremo, embelesa sobre las cimas intelectuales al intelecto pleno de sabiduría»; «La plegaria es un estado del intelecto, destructor de todos los pensamientos terrestres»; «Aquel que ora en espíritu y en verdad no obtiene de las criaturas las alabanzas que dirige al Creador: es de Dios mismo desde donde él alaba a Dios»; «La salmodia equilibra las pasiones y apacigua la intemperancia del cuerpo; la Oración hace ejercer a la inteligencia su actividad propia»; «La oración es la actividad que encuentra su dignidad de la inteligencia»; «La salmodia revela la sabiduría multiforme; la oración es el preludio de la gnosis inmaterial y uniforme» (Evagiro Pontico, Pequeña Filocalia). ORACIÓN E INTELIGENCIA

«La oración no se separa del intelecto lo mismo que el sol de sus rayos. Sin ella, las preocupaciones sensibles envuelven al intelecto como las nubes sin agua y le separan de su esplendor propio» (Elías Ecdicos). ORACIÓN E INTELIGENCIA

Lo que constituye el «saber propio» del hombre, es que Dios existe, que el Universo existe, que él mismo existe. Debe vaciar su mente de este conocimiento «objetivo» que está «sobreimpuesto» al Si-mismo (Shankara) y decir en su corazón: «Dios no está». Negando el Principio mismo de la manifestación y de la objetividad (o de la «objetivación»), él permite al Si-mismo afirmarse él mismo in corde suo. La frase dixit insipiens debe de relacionarse con el Si-mismo; ella es pronunciada en el corazón y el Si-mismo dice: «No hay Dios». En lenguaje teológico, es la Palabra eterna pronunciada por el Padre engendrando al Hijo Unico: «Tu eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy» (Sal. II,7); es así como el hombre debe «dejar a Dios operar lo que le place» ya que, dice también Maestro Eckhart, «el Padre no puede querer mas que una cosa, y es engendrar al Hijo Unico», lo que supone que, por su parte, el hombre permanece enteramente disponible. Toda racionalización, todo discurso, toda discusión, van en contra de esta disponibilidad. En terminos vedanticos, cuando las cinco envolturas (kosha) que envuelven el Âtmâ (anna, prâna, manas, vijñâna, ânanda, – el cuerpo grosero, el hálito vital, el mental, el intelecto y la felicidad) han sido rechazadas por el aspirante, lo que subsiste al termino del análisis, es el Testigo, el Si-mismo, Âtmâ. EL SI-MISMO

Sin duda la actividad humana tiene necesidad para ejercerse de una cierta estabilidad de las leyes de la naturaleza, y el hombre queda bastante perturbado cuando ciertos fenómenos no obedecen aparentemente a ninguna ley, o a leyes que en su complejidad se le escapan, por ejemplo ciertas enfermedades. Pero de todas maneras, importa subrayar la relatividad de todo lo que nos rodea, y en consecuencia también de la actividad humana que se ejerce en un mundo así. Por lo tanto, una de las mayores ingenuidades de nuestros contemporáneos es la de conferir a las leyes de la naturaleza y a la actividad del hombre un carácter cuasi absoluto, creando así nuevos ídolos tales como la construcción de la «ciudad terrestre», el «proyecto humano», la «promoción del hombre», el porvenir de la Humanidad, etc. Todas estas quimeras están además, en el orden de la acción,, las consecuencias de quimeras análogas en el orden del pensamiento: la Ciencia, el Progreso, la Evolución, etc. (Sobre este tema ver: «Esperanza si, Progreso no» de Huston Smith. (NDR)). En todo esto el hombre olvida el elemento esencial de su ser: el espíritu. Si la acción se refiere principalmente al cuerpo, y el pensamiento a la mente, existe una forma superior de la actuación humana, completamente olvidada en nuestros días: la Oración, que se refiere al espíritu o al intelecto, y es por ella solamente como el hombre puede realizar su verdadera esencia, en vez de dispersarse en los meandros de la acción y en las divagaciones del pensamiento. SOBRE LA INGENUIDAD

«Esfuérzate por mantener tu intelecto, durante la oración, sordo y mudo. La oración es un fruto de la tranquilidad y de la ausencia de cólera» HOMILIA PARA EL CUARTO DOMINGO