IDADE MÉDIA
JEAN VÉRDON: Excertos de “Sombras y luces de la Edad Media”
Sólo hacia el final del siglo XVII, el término “Edad Media” adquirió su sentido actual. En 1688, un redactor de manuales llamado Christophe Keller publico un libro titulado Historia de la Edad Media desde el tiempo de Constantino el Grande hasta la toma de Constantinopla por los turcos. Los limites quedaron establecidos, aunque algunos autores siguieron discutiendo tonterías: el edicto del emperador Constantino en 313 que cristianizo al Império romano, o la destitución de Rómulo Augústulo en 476, que marcó el fin de ese Império en Occidente, la caída de Constantinopla en 1453 o el descubrimiento de América en 1492… Querellas ridículas, ya que no son las fechas que corresponden a hechos políticos, a veces más simbólicos que importantes, las que determinan un período. En su Ensayo sobre las costumbres, Voltaire escribió: “Lo que ustedes quieren es superar el desagrado que les produce la Historia moderna desde la caída del Império romano”. Aqui aparece también con toda claridad el juicio despectivo hacia ese período. ¡Por algo la época que siguió se considero un renacimiento!
La Edad Media no presenta una verdadera unidad. La cultura antigua no desapareció súbitamente en el siglo V, ni los Estados nacieron en el siglo XVI. Es cierto que, en el plano artístico, el Renacimiento represento un punto de inflexion en Francia, pero ya estaba presente en Italia. Observemos sin embargo que la Edad Media corresponde a la formación de una Europa conquistadora. En el plano geográfico, es evidente que la expresión sólo puede aplicarse realmente a la Europa occidental. A América, esta periodización no le concierne en absoluto.
Entonces, ¿qué habría que hacer? Mantener el término “Edad Media” porque es cómodo, pero no dejarse enganar por él.
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El uso y su aparente comodidad han consagrado la expresión «Edad Media» para designar el período de mil años, poco más o menos, comprendido entre la caída del Imperio romano y el Renacimiento, considerando a éste como el antecedente inmediato o como el principio de la Edad Moderna.
Juan Andrea dei Bussi, obispo de Aleria, emplea por vez primera la expresión «media tempestas» en su edición de Apuleyo (1469). En 1518, el humanista suizo Joaquín de Watt (Vadianus) califica a Walafrido Strabón de «mediae aetatis auctor non ignobilis». Adriano Junius, en su libro Batavia (1588), habla de «mediae aetatis scriptores». Melchor Goldast, en 1604, emplea la expresión «consuetudo medii aevi». El teólogo holandés Gisberto Voet publica en 1644 una obra en que divide la historia de la Iglesia en: 1.° Antiquitas Ecclesiae (hasta 500-600). 2.° Intermedia aetas (600-1517). 3.° Nova seu recens aetas (1517 en adelante). En 1678 publicó C. D. Du Cange su monumental Glossarium ad scriptores mediae et infimae latinitatis, en que la «edad media» tiene un sentido meramente filológico y literario, como la época de máxima decadencia de la latinidad, que sucede a la clásica y antecede al Renacimiento. Cristóbal Keller (Cellarius, 1634-1707) extendió esa expresión a la historia universal, dividiéndola en antiqua (hasta Constantino), medii aevi (hasta la caída de Constantinopla) y nova (desde esa época hasta sus días). Voltaire la emplea de pasada, y se consolida en los románticos de principios del siglo XIX, que intentaron la primera rehabilitación de esa época, sin preocuparse demasiado por marcar exactamente sus límites.
Pero, cuando tratamos de precisar su concepto y sus límites cronológicos, tropezamos con dificultades tan serias, que por lo menos nos hacen poner en tela de juicio su exactitud y hasta su legitimidad. En cualquier aspecto histórico, de orden político, cultural, artístico, a que queramos aplicarla, nos encontramos con que tiene un sentido tan vago, tan huidizo y tan inexpresivo, que es sumamente difícil señalar con exactitud los términos-a quo y ad quem-entre los cuales podemos intercalarla. No es fácil marcar cuándo termina la Edad Antigua, ni cuándo empieza y cuándo termina la Media, ni, por lo tanto, cuándo comienza la Moderna.
Desde luego es absolutamente inadecuada para aplicarla a la historia universal, puesto que el desarrollo de los distintos pueblos y culturas no ha seguido una línea paralela y homogénea. Pero, aun restringida a la historia europea occidental, es sumamente difícil señalar fechas concretas en que se verifique el tránsito de la cultura antigua al nuevo mundo que se origina después de las invasiones de los bárbaros. Prueba de ello es que en cada nación los historiadores señalan fechas distintas, cuyas oscilaciones abarcan casi mil años. Y si queremos coordinarlas entre sí, resulta que lo que para unas naciones es fin, para otras es principio; y lo que para unas es medio, para otras es principio o fin.
Estudos e citações
*Etienne Gilson
*Alain de Libera