humildad

Sin embargo, lo que precede no es todavía, si puede decirse así, más que el lado objetivo o exterior del simbolismo de la Virgen y de sus diferentes aspectos: Iglesia, aguas del bautismo, etc. Nos es preciso examinar ahora el lado subjetivo o interior, es decir, los aspectos de este simbolismo en la medida en que se convierte en principio de regeneración espiritual del alma. Se trata por tanto, hablando con propiedad, de una «alquimia espiritual» por la que debe ser transformada el alma individual para identificarse con el alma universal, sirviendo aquí este término neoplatónico para designar a Prakriti en tanto que sustancia plástica universal. Es normal, en efecto, que, a la manera de la Encarnación, el Espíritu Santo no pueda actuar en un alma más que si ésta participa en las cualidades de la sustancia antes mencionadas: pureza, humildad, belleza, bondad, etc., cualidades que se podrían designar con una sola palabra, la plasticidad, análoga a la «sumisión», o «movilidad» del agua que se amolda a los contornos del vaso que la contiene. Todas estas cualidades sirven para caracterizar un estado, algo que debe ser realizado ontológica o existencialmente, y que sobrepasa –incluyéndolo– el punto de vista moral. En otros términos, no se trata de realizar actos de caridad, humildad, pureza o bondad, sino de ser la caridad, la humildad, la pureza, la bondad. La nieve no realiza actos de blancura, es blanca. 71 SOBRE LA VIRGEN

Una transformación –o alquimia– espiritual de este orden supone la acción de ritos (sacramentos) y la actualización de los contenidos de estos ritos por un método contemplativo, una especie de encantamiento destinado a flexibilizar el alma, a proporcionarle esa plasticidad de las aguas primordiales en las que se movía el Espíritu de Dios. Para alcanzar efectivamente dicha plasticidad del alma que supone la realización de las virtudes espirituales –por tanto más que morales– o «mariales» –pureza, humildad, belleza, bondad, etc.– se requieren tres condiciones: a) la transmisión de la influencia espiritual o comunicación del Espíritu Santo por ritos apropiados (sacramentos, Iglesia); b) el conocimiento doctrinal de la meta que se quiere alcanzar; y c) el método contemplativo o de encantamiento. 73 SOBRE LA VIRGEN

La utilización del Ave María –o del Rosario– en tanto que oración espiritual aparece como medio susceptible de crear en el alma esta receptividad a la gracia: es la aplicación al microcosmo humano del Fiat Lux cosmogónico del Génesis que viene a «organizar el caos», o del misterio de la Encarnación, descendiendo el Verbo, Luz del mundo, al seno virginal de María para engendrar en él a Cristo. Según la primera perspectiva, el alma humana, en su estado de caída o de «separatividad», es un caos caracterizado por el endurecimiento, la dispersión, la torpeza, la distracción, la fealdad, etc., siendo todo ello contrario a las virtudes espirituales de pureza, bondad y humildad de la sustancia primordial. 77 SOBRE LA VIRGEN

Sin entrar en detalles podemos decir que esta segunda reserva (sumisión a la voluntad de Dios) es suficiente para asegurar a la oración de petición el carácter de humildad y de confianza requerido para evitar el atribuirle un efecto mágico o supersticioso. 316 REFLEXIONES SOBRE LA ORACIÓN II

D. La Oración articulada no puede ser perpetua; ¿Hay pensamientos que la excluyen? ¿Cómo conciliar las dos cosas? — M. Si la Invocación no puede superponerse a todo pensamiento útil o bello, puede sin embargo continuar vibrando durante todo pensamiento de ese género, es decir durante toda articulación mental que tenga un carácter de necesidad o de virtud; en ese caso, la articulación mental, aunque excluyendo la articulación del Nombre, no interrumpe la Invocación a los ojos de Dios. Al margen de la condición de necesidad, la de virtud es esencial, ya que, por lo mismo que la Invocación no puede superponerse a un acto ilícito o vil, por lo mismo el perfume del Nombre no puede subsistir durante un pensamiento contrario a la humildad o a la pobreza (la no-pretensión, la consciencia de nuestros límites ante Dios y el prójimo), a la caridad ( el no-egoismo, la consciencia de la indistinción entre el «yo» como tal y el «otro» como tal), a la verdad o a la sinceridad ( la objetividad, la contemplación adecuada y desinteresada de la realidad); además, es evidente que la vibración del Nombre en ausencia de su articulación presupone por una parte el hábito de la Invocación, y por otra la intención de continuar esta practica intensificarla; es así que el «pasado» y el «futuro», lo efectivo y lo intencional, concurren en la presencia inarticulada del Nombre. 385 DIALOGO SOBRE LA ORACIÓN

En esta perspectiva esencialmente espiritual o mística, nos hemos podido dar cuenta ya de que el Mediador es inseparable de la Theotokos. Sin ella, su papel es ininteligible, y aquellos que no la reconocen no pueden sino perderse. Como ella es el Prototipo de la Iglesia, el papel de esta será el de conformarse a su modelo. Ahora bien, la Theotokos es a la vez Esposa, Virgen y Madre. Lo mismo que Jesús nace de una Virgen, el «Cristo total» nace de la Iglesia. Se puede decir que la Iglesia es el Cuerpo místico de Cristo, al cual cada nuevo miembro es incorporado por el bautismo, pero se puede decir también que cada cristiano, en tanto que precisamente pertenece a la Iglesia, engendra el Cristo, a ejemplo de la Theotokos, por la operación del Espíritu Santo. Así, paradójicamente, el cristiano puede ser considerado como «hijo de la Virgen» (ecce mater tua) («He aquí a tu madre», palabras de Cristo en la cruz.), «hermano de Cristo», «hijo de Dios y de la Iglesia», pero también como «madre de Cristo» (Esto aparece claramente en Mateo, XII, 50: «Quienquiera que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano, y mi hermana y mi madre». Ahora bien, dice el Maestro Eckhart, «el Padre no tiene más que una voluntad, es la de engendrar al Hijo único». Es entonces in divinis, el nacimiento eterno, prototipo o arquetipo del nacimiento virginal de Cristo en la Theotokos, en la Iglesia y en el alma de cada fiel.), lo que implica inmediatamente que él realice efectivamente –y no de una manera puramente moral o ideal– la Virginidad esencial de María (Sofrosuna) (Sofrosuna: palabra griega que significa «estado sano del espíritu o del corazón», e igualmente la «moderación de los deseos» (Platón, Banquete), la temperancia y la sabiduría. En le Iglesia de Oriente, esta palabra designa la castidad de los ascetas.), con las «virtudes espirituales» –y no solamente morales– de la Virgen: humildad, caridad, sumisión, receptividad perfecta, abnegación del ego, pobreza espiritual (cf. las Beatitudes), infancia espiritual, pureza, desapego, fervor, paz, «violencia» contra los enemigos del alma y contra las potencias tenebrosas etc. 563 SOBRE EL MEDIADOR

Paul Evdokimov añade: «No es a nivel más que de su propio silencio que el hombre puede hacerlo», y declara más lejos que para realizar la «unión mística» que depende de la Gracia, «todo lo que el hombre puede hacer, es constituir su ser en lugar de Dios mediando el recogimiento silencioso, «hesiquia»… «la humildad orante»…» 712 SILENCIO Y EXISTENCIA

La Caridad es un misterio como Dios mismo: misterium caritatis. «Dios es Caridad» (1 Juan IV, 8), pero Dios es Luz igualmente (1 Juan I,5). Es decir que la caridad no debe estar separada de la verdad (cf. Fil. I,9), y en consecuencia de la humildad. Estas son las tres «virtudes espirituales» que deben «transfigurar» el alma. La caridad sin la verdad es una ciego que conduce a otro ciego. «Amarás al prójimo como a ti mismo» no significa de ninguna manera que uno debe buscar el darle gusto como uno se daría gusto a si mismo: eso es una tontería y una demagogia. La verdad debe iluminar esta palabra: debo amar a mi prójimo como a mi mismo. Pero ¿quién soy yo? Nada, una nada (negativa) ante Dios. Y debo de llegar a ser una «nada» (positiva) – o virgen – para que el Padre engendre en mi al Hijo Unico: tal es la humildad perfecta. Lo mismo es para el prójimo. Debo amar esa «nada» que, el también, se identifica misteriosamente con la Virgen en quien se realiza la operación del Espíritu Santo, o la Encarnación del Verbo. Reencontramos aquí el misterium caritatis que es Dios mismo. Dios no puede dar otra cosa que a si mismo. El «Don de Dios», que es el tema de la conversación entre Jesús con la Samaritana, es Dios mismo. Tal es el significado corriente del misterio trinitario: el Padre engendrando al Hijo le hace don de la Divinidad; el Padre y el Hijo respirando al Espíritu le hacen don de la Divinidad, e inversamente. Está por lo tanto bien establecido que la caridad se identifica con Dios mismo. 724 REFLEXIONES SOBRE LA CARIDAD

Cuando la individualidad humana se ha borrado – misterio de la humildad – hasta el punto de realizar la perfecta virginidad de María, entonces solamente una tal individualidad transfigurada es mi prójimo, y yo soy su prójimo, habiendo realizado uno y el otro la «proximidad divina» que es el misterium caritatis. Pero entonces, ya no es más el individuo X el que da la limosna al individuo Y: es Dios que da Dios a Dios. 728 REFLEXIONES SOBRE LA CARIDAD

«Lo que hagáis al más pequeño de entre los míos, es a mi mismo a quien lo hacéis» (Mateo XXV, 40). El «más pequeño» de entre los míos no significa el «sub-proletario» o el hombre más miserable: esto quiere decir aquel que ha realizado la humildad perfecta de la que hablábamos más arriba, «Porque el Reino de los Cielos es para los pequeños y aquellos que se les parecen» (Mat. XIX, 14) 730 REFLEXIONES SOBRE LA CARIDAD