Grial

El Sr. Arthur Edward Waite ha publicado una obra sobre las leyendas del Santo Grial, (NA: The Holy Grail, its legends and symbolism, London, Rider and Co., 1933.) imponente por sus dimensiones y por la suma de investigaciones que representa, y en la cual todos aquellos que se interesen por esta cuestión podrán encontrar una exposición muy completa y metódica del contenido de los múltiples textos que se relacionan con ella, así como diversas teorías que han sido propuestas para explicar el origen y el significado de esas leyendas tan complejas, a veces incluso contradictorias en algunos de sus elementos. Hay que añadir que el Sr. Waite no ha pretendido hacer únicamente una obra de erudición, y conviene felicitarlo por ello, pues compartimos completamente su punto de vista sobre el escaso valor de todo trabajo que no sobrepase esa perspectiva, y cuyo interés no puede ser en suma más que «documental»; ha querido desentrañar el sentido real e «interior» del simbolismo del Santo Grial y de su «búsqueda». Desgraciadamente, debemos decir que esta parte de su obra es la que nos parece más insatisfactoria; las conclusiones a las que llega son incluso decepcionantes después de todo el trabajo realizado para obtenerlas; y es a esto último a lo que querríamos formular algunas observaciones, que se referirán de forma natural a cuestiones que ya hemos tratado en otras ocasiones. ESOTERISMO CRISTIANO: EL SANTO GRIAL

Creemos no ofender al Sr. Waite si decimos que su obra es un poco one-sighted; ¿podríamos traducirlo por «parcial»? No sería quizá rigurosamente exacto, y en todo caso no queremos decir con ello que lo sea voluntariamente; habría más bien en ello una falta bastante frecuente en aquellos que, estando «especializados» en un cierto orden de estudios, se ven llevados a referirlo todo a ellos o a ignorar todo lo que no se deja reducir a esos parámetros. Que la leyenda del Grial sea cristiana no es discutible, y el Sr. Waite tiene razón al afirmarlo; pero ¿esto le impedirá necesariamente que también sea otra cosa al mismo tiempo? Aquellos que tienen constancia de la unidad fundamental de todas las tradiciones no verán en ello ninguna incompatibilidad; pero el Sr. Waite, por su parte, no quiere verlo, de alguna manera, en lo que es específicamente cristiano, encerrándose así en una forma tradicional particular, por lo que las relaciones que tiene con las demás, precisamente por su lado «interior», parecen entonces escapársele. No es que niegue la existencia de elementos de otra procedencia, probablemente anteriores al Cristianismo, pues eso sería ir contra la evidencia; pero no les da más que una importancia mediocre, y parece considerarlos como «accidentales», como habiendo sido añadidos a la leyenda «por fuera» y simplemente debidos al medio en que ha sido elaborada. También esos elementos son considerados por él como procedentes de lo que se ha convenido en llamar el folklore, no siempre por desprecio como la palabra misma podría hacer suponer, sino más bien para satisfacer una especie de «moda» de nuestra época, y siempre sin darse cuenta de las intenciones que se encuentran implicadas; y no es quizás inútil insistir un poco sobre este punto. ESOTERISMO CRISTIANO: EL SANTO GRIAL

Dicho esto, no vemos por qué se atribuiría al folklore, sin mayor examen, todo lo que pertenece a tradiciones distintas al Cristianismo, haciendo de éste la única excepción; tal parece ser la intención del Sr. Waite puesto que acepta esta denominación para los elementos «pre-cristianos» y particularmente célticos que se encuentran en las leyendas del Grial. No hay, bajo este punto de vista, forma tradicional privilegiada; la única distinción a hacer es la de las formas desaparecidas y las que están actualmente vivas; y, por consiguiente, toda la cuestión consistiría en saber si la tradición celta había cesado realmente de existir cuando se constituyeron las leyendas que tratamos. Esto es al menos discutible: por una parte, esta tradición puede haberse mantenido más tiempo del que se cree ordinariamente, con una organización más o menos oculta, y por otra parte, estas leyendas pueden ser más antiguas de lo que piensan los «críticos», no porque hayan existido textos hoy perdidos forzosamente, en los cuales creemos tan poco como el Sr. Waite, sino por una transmisión oral que puede haber durado muchos siglos, lo que está lejos de ser un hecho excepcional. Vemos en ello, por nuestra parte, la huella de una «unión» entre dos formas tradicionales, una antigua y otra entonces nueva, la tradición celta y la tradición cristiana, unión por la cual lo que debía ser conservado de la primera fue de alguna manera incorporado a la segunda, modificándose sin duda hasta cierto punto, en cuanto a la forma exterior, por adaptación y asimilación, pero no transponiéndose sobre otro plano, como lo querría el Sr. Waite, pues hay equivalencias entre todas las tradiciones regulares; ahí hay pues, algo diferente a una simple cuestión de «fuentes», en el sentido en que lo entienden los eruditos. Sería quizá difícil precisar exactamente el lugar y la fecha en que esta unión se operó, pero esto no tiene más que un interés secundario y casi únicamente histórico; por lo demás es fácil de entender que estas cosas son de las que no dejan huellas en los «documentos» escritos. Quizá la «Iglesia celta» o «culdeana» merezca, a este respecto, más atención que la que el Sr. Waite parece dispuesto a concederle; su misma denominación podría darlo a entender; y no hay nada inverosímil en que haya habido detrás algo de otro orden, no religioso sino iniciático, pues como todo lo que se refiere a los nexos existentes entre las diferentes tradiciones, lo que se trata aquí proviene necesariamente del dominio iniciático o esotérico. El exoterismo, ya sea religioso u otro, no va nunca más allá de los límites de la forma tradicional a la que pertenece en propiedad; lo que traspasa esos límites no puede pertenecer a la «Iglesia» como tal, sino que ésta puede solamente ser el «soporte» exterior; y esta es una puntualización sobre la que tendremos la ocasión de volver más adelante. Otra observación, que concierne más particularmente al simbolismo, se impone igualmente: hay símbolos que son comunes a las formas tradicionales más diversas y más alejadas unas de otras, no por «préstamos» que en la mayoría de casos serían totalmente imposibles, sino porque pertenecen en realidad a la Tradición primordial de la que todas derivan directa o indirectamente. Este caso es precisamente el de la vasija o la copa; ¿por qué cuando se trata de tradiciones «precristianas» no podría pertenecer más que al folklore? Estas no son las comparaciones consideradas por Burnouf o por otros que son aquí rechazables, sino interpretaciones «naturalistas» que han querido extenderse al Cristianismo como a todo el resto y que, en realidad, no son válidas en ninguna parte. Sería necesario pues hacer aquí exactamente lo contrario de lo que hace el Sr. Waite, que deteniéndose en las explicaciones exteriores y superficiales -que acepta con confianza mientras no se trate de Cristianismo- ve sentidos radicalmente diferentes y sin relación entre sí allí donde no hay más que aspectos más o menos múltiples de un mismo símbolo o sus diversas aplicaciones; sin duda sería de otra manera si no hubiese sido obstaculizado por su idea preconcebida de una especie de heterogeneidad del Cristianismo respecto a las demás tradiciones. Del mismo modo, el Sr. Waite rechaza muy justamente, en lo que concierne a la leyenda del Grial, las teorías que hacen alusión a pretendidos «dioses de la vegetación»; pero es lamentable que sea mucho menos claro respecto a los Misterios antiguos, que no tuvieron nunca nada en común con ese «naturalismo» de invención totalmente moderna; los «dioses de la vegetación» y otras historias del mismo género no han existido nunca más que en la imaginación de Frazer y similares, cuyas intenciones antitradicionales no son por lo demás nada dudosas. ESOTERISMO CRISTIANO: EL SANTO GRIAL

No creemos pues, para las cosas de este orden, en las «invenciones de los poetas» a las cuales el Sr. Waite parece dispuesto a dar importancia; estas invenciones, lejos de tratar de lo esencial, no hacen más que disimularlo, voluntariamente o no, envolviéndolo de apariencias engañosas de una «ficción» cualquiera; y a veces lo hacen muy bien, pues en tanto que se hacen tan abusivas, acaba por llegar a ser casi imposible descubrir el sentido profundo y original; ¿no es así como, en el mundo griego, el simbolismo degeneró en «mitología»? Este peligro va en aumento puesto que el poeta mismo no tiene consciencia del valor real de los símbolos, pues es evidente que este caso puede presentarse; el apólogo de «el asno que lleva las reliquias» se aplica aquí como en muchos otros casos y el poeta, entonces, jugará en suma un papel análogo al del pueblo profano, conservando y transmitiendo a su antojo los legados iniciáticos, como lo hemos dicho antes. La cuestión se plantea aquí muy particularmente: ¿los de los romances del Grial estuvieron en este último caso o por el contrario fueron conscientes, en uno u otro grado, del sentido profundo de lo que expresaban? No es fácil responder con certeza, pues, ahí también, las apariencias pueden engañar: en presencia de una mezcla de elementos insignificantes e incoherentes, se está tentado de pensar que el autor no sabía de qué hablaba; sin embargo no es forzosamente así, pues ocurre a menudo que las oscuridades e incluso las contradicciones son perfectamente voluntarias, y que los detalles inútiles tengan expresamente por finalidad desviar la atención de los profanos, de la misma manera que un símbolo puede ser disimulado intencionadamente en un motivo ornamental más o menos complicado; en la Edad Media sobre todo, los ejemplos de este género abundan, tanto como en Dante y los «Fieles de Amor». El hecho de que el sentido superior sea menos transparente en Chretien de Troyes, por ejemplo, que en Robert de Boron, no prueba necesariamente que el primero haya sido menos consciente que el segundo; aún menos habría que concluir que este sentido esté ausente de sus escritos, lo que sería un error comparable al que consiste en atribuir a los antiguos alquimistas preocupaciones de orden únicamente material, por la única razón de que ellos no han juzgado conveniente escribir claramente que su ciencia era en realidad de naturaleza espiritual. (NA: Si el Sr. Waite cree, como así parece, que algunas cosas son muy «materiales» para ser compatibles con la existencia de un sentido superior en los textos en que se encuentran, podríamos preguntarle lo que piensa, por ejemplo de Rabelais o de Boccaccio.) Por lo demás, la cuestión de la «Iniciación» de los autores de romances tiene quizá menos importancia de la que podría creerse en principio, puesto que de todas maneras no cambia nada las apariencias bajo las cuales está presentado el tema; en cuanto a que se trata de una «exteriorización» de legados esotéricos, lo que no podría ser de ninguna manera una « vulgarización», es fácil de comprender que debe ser así. Iremos más lejos: un profano puede incluso, por tal «exteriorización», haber servido de «portavoz» a una organización, que lo habría elegido a este efecto simplemente por sus cualidades de poeta o escritor, o por otra razón contingente. Dante escribió con perfecto conocimiento de causa; Chretien de Troyes, Robert de Boron y muchos otros fueron probablemente mucho menos conscientes de lo que expresaban y quizá incluso algunos de ellos no lo fueron en absoluto; pero poco importa en el fondo, pues, si existía tras de ellos una organización iniciática, fuera la que fuese, el peligro de una deformación debida a su incomprensión se encontraba por ello mismo descartada, pudiendo esta organización guiarles constantemente sin que se dieran cuenta, ya fuese por intermedio de algunos de sus miembros que les facilitasen los elementos a introducir en su obra, ya fuese por sugerencias o influencias de otro género, más sutiles y menos «tangibles», pero no menos reales ni menos eficaces. Se comprenderá sin esfuerzo que esto no tiene nada que ver con la supuesta «inspiración» poética, tal como la entienden los modernos, y que no es en realidad más que imaginación pura y simple, ni con la «literatura», en el sentido profano de la palabra; y añadiremos enseguida que no se trata tampoco de «misticismo»; pero este último punto toca directamente otras cuestiones que consideraremos en la segunda parte de este estudio. ESOTERISMO CRISTIANO: EL SANTO GRIAL

Nos parece fuera de toda duda que los orígenes de la leyenda del Grial deben ser remontados a la transmisión de elementos tradicionales de orden iniciático del druidismo al cristianismo; habiendo sido operada esta transmisión regularmente, y sean cuales fueren sus modalidades, estos elementos fueron desde entonces parte integrante del esoterismo; estamos de acuerdo con el Sr. Waite sobre este segundo punto, pero debemos decir que al primero parece habérsele escapado. La existencia del esoterismo cristiano en la Edad Media es una cosa absolutamente cierta; las pruebas de todo género abundan, y las negaciones debidas a la incomprensión moderna, que provienen de partidarios o adversarios del Cristianismo, no puede nada contra este hecho; hemos tenido bastante a menudo la ocasión de hablar de esta cuestión para que no sea necesario insistir aquí. Pero entre estos mismos que admiten la existencia de ese esoterismo, hay muchos que se hacen una concepción más o menos inexacta, y nos parece que tal es el caso del Sr. Waite, a juzgar por sus conclusiones; ahí existen todavía confusiones y malentendidos que es necesario disipar. ESOTERISMO CRISTIANO: EL SANTO GRIAL

Dicho esto, algunas dificultades aparentes se encuentran de pronto resueltas, o mejor dicho, se percibe que son inexistentes y no es necesario preguntarse cuál es su situación respecto a la ortodoxia cristiana entendida en sentido ordinario, de una línea de transmisión fuera de la «sucesión apostólica» como la que se trata en algunas versiones de la leyenda del Grial; si se trata allí de una jerarquía iniciática, la jerarquía religiosa no podría de ninguna manera ser afectada por su existencia, que además no tiene por qué conocer «oficialmente», si se puede decir así, puesto que ella misma no ejerce jurisdicción legítima más que en el dominio exotérico. Igualmente, en tanto que se trata de una fórmula secreta en relación con algunos ritos hay, digámoslo francamente, una singular ingenuidad en preguntarse si la pérdida u omisión de esta fórmula no impide que la celebración de la misa pueda ser considerada como válida; la misa, tal como es, es un rito religioso, y allí se trata de un rito iniciático; cada uno vale en su orden, e incluso si uno y otro tienen en común un carácter «eucarístico», esto no cambia en nada esta distinción esencial, más que el hecho de que un mismo símbolo pueda ser interpretado a la vez desde ambos puntos de vista esotérico y exotérico no impide a éstos ser extremadamente distintos y referirse a dominios totalmente diferentes; sean cuales puedan ser a veces los parecidos exteriores, que se explican además por ciertas correspondencias, el alcance y el fin de los ritos iniciáticos son diferentes a los de los ritos religiosos. Con más razón, no hay que investigar si la fórmula misteriosa de que se trate no podría ser identificada con una fórmula en uso en tal o cual Iglesia que posea un ritual más o menos especial; en principio, mientras se trate de Iglesias ortodoxas, las variantes del ritual son del todo secundarias y no pueden influir de ningún modo sobre nada esencial; por consiguiente, esos diversos rituales nunca pueden ser algo diferente a rituales religiosos y como tales, son perfectamente equivalentes, no acercándose más la consideración de uno u otro al punto de vista iniciático; ¡cuántas investigaciones y discusiones inútiles se ahorrarían si estuvieran bien fijados ante todo los principios! ESOTERISMO CRISTIANO: EL SANTO GRIAL

Ahora bien, que los escritos concernientes a la leyenda del Grial hayan emanado directa o indirectamente de una organización iniciática no quiere decir que constituyan un ritual de iniciación, como algunos han supuesto bastante groseramente; y es curioso notar que no se ha emitido nunca una hipótesis parecida, al menos que nosotros sepamos, para las obras que no obstante describen mucho más manifiestamente un proceso iniciático como la Divina Comedia o el Roman de la Rose; es evidente que todos los escritos que presentan un carácter esotérico no son por ello rituales. El Sr. Waite, que rechaza con justa razón esta suposición, ha hecho surgir estas inverosimilitudes: tal es, claramente, el hecho de que el pretendido recipiendiario tendría algo que aportar en lugar de tener, por contra, que responder a las preguntas del iniciador, como tiene lugar generalmente; y podríamos añadir que las divergencias que existen entre las diferentes versiones son incompatibles con el carácter de un ritual, que tiene necesariamente una forma fija y bien definida; pero, ¿en qué impide todo esto que la leyenda se refiera, en cualquier nivel, a lo que el Sr. Waite llama Instituted Mysteries, y que nosotros llamamos más sencillamente organizaciones iniciáticas? Eso es que se ha hecho de ellas una idea muy estrecha e inexacta en más de un extremo; por una parte parece concebirlas como algo casi exclusivamente «ceremonial» lo que, recalquémoslo de pasada, es una forma de ver las cosas típicamente anglosajona; por otra parte, según un error muy extendido y sobre el que ya hemos insistido a menudo, se las representa parecidas a «sociedades», mientras que, si algunas de ellas han llegado a tomar tal forma, eso no es más que el efecto de una especie de degeneración totalmente moderna. Ha conocido sin duda por experiencia directa, un buen número de esas asociaciones pseudoiniciáticas que pululan en nuestros días por Occidente, y si parece haber sido más bien decepcionado, no ha permanecido por ello menos influenciado por lo que ha visto: queremos decir que, en vez de percibir claramente la diferencia de la iniciación auténtica y de la pseudoiniciación, atribuye equivocadamente a las verdaderas organizaciones iniciáticas caracteres comparables a los de las falsificaciones con las que está en contacto; y este desconocimiento entraña aún otras consecuencias, afectando directamente, como vamos a ver, a las conclusiones positivas de su estudio. ESOTERISMO CRISTIANO: EL SANTO GRIAL

Eso no podría ser verdaderamente el «secreto del Santo Grial», ni tampoco ningún otro secreto iniciático real; si se quiere saber dónde se encuentra ese secreto, es necesario referirse a la constitución muy «positiva» de los centros espirituales, como ya lo hemos indicado bastante explícitamente en nuestro estudio sobre El Rey del Mundo. Nos limitaremos, a este respecto, a remarcar que el Sr. Waite toca a veces cosas cuyo alcance parece escapársele: así, llega a hablar diversas veces de cosas «sustituidas», que pueden ser palabras u objetos simbólicos; así, esto puede referirse ya sea a los diversos centros secundarios en tanto que son imágenes o reflejos del Centro supremo, ya sea a las fases sucesivas del «oscurecimiento» que se produce gradualmente, en conformidad con las leyes cíclicas en la manifestación de esos mismos centros respecto al mundo exterior. Además, el primero de esos dos casos entra en cierta forma en el segundo, pues la constitución de los centros secundarios corresponde a formas tradicionales particulares, sean las que sean, marca ya un primer grado de oscurecimiento respecto a la Tradición primordial; en efecto, el Centro supremo, desde entonces, no está en contacto directo con el exterior y el nexo es mantenido por intermedio de los centros secundarios. Por otra parte, si uno de estos llega a desaparecer, se puede decir que es en cierta manera reabsorbido en el Centro supremo, del que no era más que una emanación; por lo demás, aún hay aquí grados que observar: puede hacerse que tal centro llegue a ser solamente más oculto y más cerrado, y este hecho puede ser representado por el mismo simbolismo que su desaparición completa, siendo todo alejamiento del exterior al mismo tiempo, y en una medida equivalente, un retomo hacia el Principio. Queremos hacer aquí alusión al simbolismo de la desaparición del Grial: que éste haya sido elevado al Cielo, según algunas versiones, o que haya sido transportado al «Reino del Preste Juan» según otras, significa exactamente lo mismo, de lo cual el Sr. Waite no parece darse cuenta. (NA: De que una carta atribuida al Preste Juan es manifiestamente apócrifa, el Sr. Waite pretende concluir su inexistencia, lo que es una argumentación, al menos singular; la cuestión de las relaciones de la leyenda del Grial con la Orden del Temple es tratada por él de una manera no menos sumaria; parece que haya, inconscientemente sin duda, una cierta prisa en descartar estas cosas muy significativas e inconciliables con su «misticismo»; y de una forma general, nos parece que las versiones alemanas de la leyenda merecen más consideración que la que él les da.) Se trata simplemente de ese retorno del exterior al interior; en razón del estado del mundo en una cierta época, o por hablar más exactamente, de esta porción del mundo que está en relación con la forma tradicional considerada; este retomo no se aplica por lo demás aquí más que al lado esotérico de la tradición, el lado exotérico, en el caso del Cristianismo, permanece sin cambio aparente; pero es precisamente por el lado esotérico por el que son establecidos y mantenidos los nexos de unión efectivos y conscientes con el Centro supremo. Sin embargo, que subsista algo invisiblemente de alguna manera, en tanto que esa forma tradicional permanece viva, debe ocurrir necesariamente; si fuera de otro modo, querría decir que el «espíritu» se ha retirado completamente y no permanece más que un cuerpo muerto. Se dice que el Grial ya no fue visto como antes, pero no se dice que alguien no lo viera; seguramente, en principio al menos, está siempre presente para aquellos que están «cualificados»; pero, de hecho, estos cada vez son más escasos, hasta el punto de constituir una ínfima excepción; y, después de la época en que se dice que los Rosacruces se retiraron a Asia, entendiéndose literal o simbólicamente, ¿qué posibilidades de llegar a la iniciación efectiva pueden encontrarse abiertas todavía para aquéllos en el mundo occidental? ESOTERISMO CRISTIANO: EL SANTO GRIAL

En uno de sus últimos artículos (NA: Regnabit, junio de 1925.) el Sr. Charbonneau-Lassay señala muy acertadamente, refiriéndose a lo que se podría llamar la «prehistoria del Corazón Eucarístico de Jesús», a la leyenda del Santo Grial, escrita en el siglo XII pero muy anterior por sus orígenes, puesto que es en realidad una adaptación cristiana de muy antiguas tradiciones célticas. La idea de esta relación nos fue ya mostrada con ocasión de un artículo anterior, extremadamente interesante desde el punto de vista en el que nos situamos, titulado Le coeur humain et la notion du Coeur de Dieu dans la religion de l’ancienne Egypte (NA: Id., noviembre de 1921.) y del que recordaremos el pasaje siguiente: «En los jeroglíficos, escritura sagrada en los que a menudo la imagen de la cosa representa la palabra que la designa, el corazón fue sin embargo, figurado por un emblema: la vasija. El corazón del hombre ¿no es en efecto la vasija en la que su vida se elabora continuamente con su sangre?». Es esta vasija, tomada como símbolo del corazón y sustituyendo a éste en la ideografía egipcia, lo que nos había hecho pensar inmediatamente en el Santo Grial, tanto más cuanto que en este último, además del sentido general del símbolo (NA: considerado a la vez bajo sus dos aspectos divino y humano), vemos incluso una relación especial y mucho más directa con el Corazón de Cristo. ESOTERISMO CRISTIANO: EL SAGRADO CORAZÓN Y LA LEYENDA DEL SANTO GRIAL

En efecto, el Santo Grial es la copa que contiene la preciosa sangre de Cristo, y que la contiene dos veces, puesto que sirvió primero en la Cena, y después para que José de Arimatea recogiese la sangre y el agua que escaparon de la herida abierta por la lanza del centurión en el costado del Redentor. Esta copa se sustituye de alguna manera por el Corazón de Cristo como receptáculo de su sangre, toma por así decirlo su lugar y se convierte en un equivalente simbólico; ¿y no es por eso aún más notable, en esas condiciones, que la vasija haya sido ya antiguamente un emblema del corazón? Además, la copa, bajo una u otra forma, juega, tanto como el corazón mismo, un papel muy importante en muchas tradiciones antiguas; y sin duda fue así para los Celtas, puesto que fue de estos de donde vino lo que constituyó el fondo o al menos la trama de la leyenda del Santo Grial. Es lamentable que no se pueda saber con precisión cuál fue la forma de esta tradición anteriormente al Cristianismo, como ocurre por lo demás con todo lo que concierne a las doctrinas celtas, para las cuales la enseñanza oral fue siempre el único modo de transmisión utilizado; pero existen, por otra parte, bastantes concordancias para que al menos pueda ser fijado el sentido de los principales símbolos que representaron, y que era en suma, lo que tenían de más esencial. ESOTERISMO CRISTIANO: EL SAGRADO CORAZÓN Y LA LEYENDA DEL SANTO GRIAL

Pero volvamos a la leyenda bajo la forma en que nos ha llegado; lo que dice del origen del Grial es muy digno de atención: esta copa habría sido tallada por los ángeles en una esmeralda sacada de la frente de Lucifer después de su caída. Esta esmeralda recuerda de una manera sorprendente la urna, la perla frontal que, en la iconografía hindú, toma a menudo el lugar del tercer ojo de Shiva que representa lo que podemos llamar el «sentido de la eternidad». Esta relación nos parece más propia que cualquier otra para aclarar perfectamente el simbolismo del Grial, y se puede añadir otra relación con el corazón que es, para la tradición hindú, como para muchas otras, pero quizá en ella más claramente aún, el centro del ser integral, y al cual por consiguiente ese «sentido de la eternidad» debe ser directamente relacionado. ESOTERISMO CRISTIANO: EL SAGRADO CORAZÓN Y LA LEYENDA DEL SANTO GRIAL

Se dice más tarde que el Grial fue confiado a Adán en el Paraíso terrenal, pero que, después de su expulsión, Adán lo perdió a su vez, pues no se lo pudo llevar con él cuando fue desterrado del Edén, y esto aún aclara más el sentido que nosotros acabamos de indicar. El hombre, desplazado de su centro original por su propia falta, se encuentra en adelante encerrado en la esfera temporal; no podía reunir el punto único en el que todas las cosas son contempladas bajo el aspecto de la eternidad. El Paraíso terrenal, en efecto, era verdaderamente el «Centro del Mundo», asimilado simbólicamente al Corazón divino; ¿y no se puede decir que Adán, cuando estaba en el Edén, vivía verdaderamente en el Corazón de Dios? ESOTERISMO CRISTIANO: EL SAGRADO CORAZÓN Y LA LEYENDA DEL SANTO GRIAL

Lo que sigue es más enigmático: Seth pudo volver a entrar en el Paraíso terrenal y pudo recobrar la preciosa vasija; así pues, Seth es una de las figuras del Redentor, tanto más cuanto que su nombre expresa las ideas de fundamento, estabilidad, y anuncia de alguna forma la restauración del orden primordial destruido por la caída del hombre. Había, pues, desde entonces al menos, una restauración parcial, en el sentido que Seth y los que después poseyeron el Grial podían por ello mismo establecer, en alguna parte de la tierra, un centro espiritual que fuese una imagen del Paraíso perdido. La leyenda, además, no dice dónde ni por quién fue conservado el Grial hasta la época de Cristo, ni cómo fue asegurada su transmisión; pero el origen celta que se le reconoce debe probablemente dejar entender que los Druidas tomaron parte en ellos y debían ser tenidos en cuenta entre los conservadores regulares de la tradición primordial. En todo caso, la existencia de tal centro espiritual, o de muchos. simultánea o sucesivamente, no parece que pueda ser puesta en duda, aunque es preciso pensar en su localización; lo que es de resaltar es que se une siempre a esos centros, entre otras designaciones, la de «Corazón del Mundo», y que en todas las tradiciones, las descripciones que se hacen de él están basadas sobre un simbolismo idéntico, que es posible seguir hasta en los detalles más precisos. ¿No muestra esto suficientemente que el Grial o lo que así es representado, ya tenía anteriormente al Cristianismo, e incluso en todo tiempo, un nexo de los mas estrechos con el Corazón divino y con el Emmanuel, queremos decir con la manifestación, virtual o real según las edades, pero siempre presente, del Verbo eterno en el seno de la humanidad terrestre? ESOTERISMO CRISTIANO: EL SAGRADO CORAZÓN Y LA LEYENDA DEL SANTO GRIAL

Después de la muerte de Cristo, el Santo Grial fue, según la leyenda, transportado a Gran Bretaña por José de Arimatea y Nicodemo; entonces comienza a desarrollarse la historia de los Caballeros de la Tabla Redonda y de sus hazañas, que no intentaremos seguir aquí. La Tabla Redonda estaba destinada a recibir el Grial cuando uno de los Caballeros llegara a conquistarlo y lo transportase de Gran Bretaña a Armórica; y esta tabla es también un símbolo verosímilmente muy antiguo, uno de los que fueron asociados a la idea de los centros espirituales a los que acabamos de hacer alusión. La forma circular de la tabla está además ligada al «ciclo zodiacal» (NA: un símbolo que merecería ser estudiado más a fondo) por la presencia a su alrededor de los doce personajes principales, particularidad que se vuelve a encontrar en la constitución de todos los centros que tratamos. Dicho esto, ¿no puede verse en el número de los doce Apóstoles un rastro, entre una multitud de otros, de la perfecta conformidad del Cristianismo con la tradición primordial, a la cual el nombre de «precristianismo» convendría tan exactamente? Y por otra parte, a propósito de la Tabla Redonda, hemos constatado una extraña concordancia en las revelaciones simbólicas hechas a Marie des Vallées (NA: ver Regnabit, noviembre 1924), y donde es mencionada «una tabla redonda de jaspe, que representa el Corazón de Nuestro Señor», al mismo tiempo que hay un «Jardín que es el Santo Sacramento del altar», y que, con sus «cuatro fuentes de agua viva» se identifica misteriosamente con el Paraíso terrenal; ¿no es esto una confirmación bastante sorprendente e inesperada de las relaciones que señalamos más arriba? ESOTERISMO CRISTIANO: EL SAGRADO CORAZÓN Y LA LEYENDA DEL SANTO GRIAL

Hasta entonces, mencionaremos en lo que concierne a la leyenda del Santo Grial, una extraña complicación que no hemos tenido en cuenta hasta ahora; por una de esas asimilaciones verbales que juegan a menudo en el simbolismo un papel no despreciable, y que además tienen quizá razones más profundas que las que se pueden imaginar a primera vista, el Grial es a la vez una vasija (NA: grasale) y un libro (NA: gradale o graduale). En algunas versiones, los dos sentidos se encuentran incluso estrechamente relacionados, pues el libro se convierte entonces en una inscripción trazada por Cristo o por un ángel sobre la copa. No entendemos que se pueda sacar ninguna conclusión, aunque haya relaciones fáciles de hacer, con el «Libro de la Vida» y con algunos elementos del simbolismo apocalíptico. ESOTERISMO CRISTIANO: EL SAGRADO CORAZÓN Y LA LEYENDA DEL SANTO GRIAL

Añadamos también que la leyenda asocia al Grial con otros objetos, y particularmente con una lanza que, en la adaptación cristiana no es otra que la lanza del centurión Longinos, pero lo que es muy curioso es la preexistencia de esta lanza o de alguno de sus equivalentes como símbolo, de alguna manera complementario a la copa, en las tradiciones antiguas. Por otra parte, para los Griegos, la lanza de Aquiles pasaba por curar las heridas que había causado; la leyenda medieval atribuye precisamente la misma virtud a la lanza de la Pasión. Y aquí nos recuerda otra similitud del mismo tipo: en el mito de Adonis (NA: cuyo nombre, además, significa «el Señor»), mientras que el héroe es sorprendido mortalmente por la acometida con los colmillos de un jabalí (NA: que reemplaza aquí a la lanza), su sangre, al caer en tierra, da nacimiento a una flor; el Sr. Charbonneau-Lassay ha señalado «un sagrario del siglo XII en el que se ve la sangre de las llagas del Crucificado caer en gotitas que se transforman en rosas, y la vidriera del siglo XIII de la Catedral de Angers donde la sangre divina, fluyendo en riachuelos, se transforma en rosas». (NA: Regnabit, enero de 1925.) Tendremos que hablar dentro de poco del simbolismo floral, considerado bajo un aspecto algo distinto; pero, sea cual fuere la multiplicidad de los sentidos que presentan casi todos los símbolos, todo esto se completa y se armoniza perfectamente, y esta multiplicidad misma, lejos de ser un inconveniente o una falta, es por el contrario, para quien sabe comprenderla, una de las ventajas principales de un lenguaje mucho menos estrechamente limitado que el lenguaje ordinario. ESOTERISMO CRISTIANO: EL SAGRADO CORAZÓN Y LA LEYENDA DEL SANTO GRIAL

Para terminar estas notas, indicaremos algunos símbolos que, en diversas tradiciones, sustituyen a veces al de la copa, y que le son idénticos en el fondo; esto no es salir de nuestro tema, pues el Grial mismo, como podemos darnos cuenta fácilmente por todo lo que acabamos de decir, no tiene en su origen un significado diferente del que tiene generalmente la vasija sagrada en todas partes donde se encuentra, y que tiene, particularmente en Oriente, la copa sacrificial que contiene el Soma védico (NA: o el Haoma mazdeo), esta extraordinaria «prefiguración» eucarística sobre la cual volveremos quizá en alguna otra ocasión. Lo que representa propiamente el Soma es el «brebaje de inmortalidad» (NA: el Amrita de los Hindúes, la Ambrosía de los Griegos, dos palabras etimológicamente parecidas) que confiere o restituye a los que la reciben con las disposiciones requeridas, ese «sentido de inmortalidad» que hemos tratado anteriormente. ESOTERISMO CRISTIANO: EL SAGRADO CORAZÓN Y LA LEYENDA DEL SANTO GRIAL