Graus da Prece

Timothy Ware — Introdução à “Arte da Oração”
Três Graus de Prece (resumo)
Assim como há três elementos no homem, há três graus principais de oração:
#Prece oral ou corporal
#Prece da mente
#Prece do coração (ou da mente no coração): oração espiritual (euche).

Sumarizando esta distinção tripartita, Teofano o Recluso observa: “Deve-se orar não apenas com palavras mas com a mente, e não apenas com a mente mas com o coração, de modo que a mente compreenda e veja claramente o que é dito em palavras, e o coração sinta o que a mente está pensando. Tudo isto combinado junto constitui oração real, e se qualquer um deles está ausente tua oração ou não é perfeita, ou não é oração de maneira alguma”.

A primeira espécie de oração — oral ou corporal — é a prece dos lábios e língua, prece que consiste em leitura ou recitação de certas palavras, ajoelhando, de pé, ou realizando prostrações. Claramente tal prece, se meramente oral e corporal, não é realmente oração de maneira alguma: além de recitar sentenças é também essencial para nós concentrar interiormente no sentido do que falamos, “confinar nossa mente nas palavras da oração”. Assim o primeiro grau da oração se desenvolve naturalmente no segundo: toda prece oral, se merece o nome de oração, deve ser de algum modo oração interior ou oração da mente.

A medida que a prece cresce interiormente, a recitação oral exterior se torna menos importante. É suficiente para a mente orar as palavras interiormente sem qualquer movimento dos lábios; as vezes, de fato, a mente ora sem formar qualquer palavra em absoluto. Assim mesmo aqueles que estão avançados nos modos de orar ainda assim querem ocasionalmente usar a prece oral ordinária: mas sua prece oral é ao mesmo tempo uma oração da mente.


Excertos da tradução em espanhol da Editorial Lumen
Tres grados de la oración

Del mismo modo que hay en el hombre tres elementos, hay tres principales grados de oración 1: la oración vocal o corporal; la oración del intelecto y la oración del corazón (o del intelecto en el corazón), que’es la oración espiritual.

Resumiendo esa triple distinción, Teófano hace la observación siguiente: “Debéis orar, no solamente con palabras, sino con el intelecto; y no solamente con el intelecto, sino con el corazón, de modo que el intelecto comprenda y vea claramente lo que las palabras significan, y que el corazón sienta lo que el intelecto piensa. Todo esto junto constituye la oración verdadera, y si uno de esos elementos falta, o bien la oración es imperfecta, o bien no existe”.

El primer tipo de oración, vocal o corporal, es la oración de los labios y de la lengua; consiste en leer o recitar ciertas fórmulas, en arrodillarse, en permanecer de pie o posternarse. Resulta claro que dicha oración, si es puramente vocal o corporal, no es realmente una oración. Además del hecho de recitar fórmulas, es esencial concentrarse interiormente sobre el sentido de lo que decimos, encerrar nuestro intelecto en las palabras de la oración. Es así como se desarrolla el primer grado de la oración, que en forma completamente natural llega a ser el segundo grado; toda oración vocal, para ser digna de ese nombre, debe ser, hasta un cierto punto, una oración interior o una oración del intelecto.

A medida que la oración se interioriza, la recitación exterior se hace menos importante. Basta que el intelecto piense interiormente las palabras sin ningún movimiento de los labios; sucede así que el intelecto ora sin formar ninguna palabra. Sin embargo, aquéllos que están adelantados en los caminos de la oración, querrán a veces, hacer uso de la oración vocal ordinaria, pero ésta será también una oración interior del intelecto.

No es suficiente, sin embargo, alcanzar el segundo grado-, durante el tiempo que la oración permanece en la cabeza, en el intelecto o en el cerebro, ella es incompleta e imperfecta. Es necesario descender de la cabeza al corazón, “encontrar el lugar del corazón”, “hacer descender el intelecto en el corazón”, “unir el intelecto con el corazón”. Entonces la oración llegará a ser verdaderamente la “oración del corazón”, la oración, no de una sola facultad, sino del hombre entero: alma, espíritu y cuerpo; la oración no sólo de la inteligencia, de la razón natural, sino del espíritu con su poder particular de entrar en contacto directo con Dios.

Señalemos que la oración del corazón no es sólo la del alma y el espíritu, sino igualmente la del cuerpo. Es necesario no olvidar que, entre otras cosas, el corazón es igualmente un órgano corporal. El corazón tiene, él también, un rol positivo que jugar en la obra de la oración. Esto resalta claramente en la vida de los santos ortodoxos, cuyos cuerpos, durante la oración, fueron exteriormente transfigurados por la luz divina, igual que el cuerpo de Cristo fue transfigurado sobre el Thabor.

La oración del corazón toma dos formas diferentes: una -tales las palabras de Teófano-, es “ardua, cuando el hombre se esfuerza por alcanzarla por sí mismo”, y la otra “espontánea, cuando la oración existe y actúa por sí misma”. En el primer grado, la oración es todavía algo que el hombre ofrece mediante su propio esfuerzo consciente, ayudado naturalmente por la gracia de Dios. En el segundo grado, es otorgada al hombre como un don; a él le parece que es “tomado por la mano y llevado por la fuerza de una habitación a la otra”. Ya no es él quien ora, sino el Espíritu de Dios el que ora en él. Una oración semejante, acordada como un don, puede venir sólo de tiempo en tiempo, o ser, por el ccntrario, incesante. En él segundo caso, la oración se prosigue independientemente de lo que se haga, se hable o se escriba; se prolonga en los sueños y despierta al hombre cuando llega la mañana. La oración no es ya una serie de actos, ha llegado a ser un estado; entonces se ha descubierto cómo cumplir el mandato de Pablo: “Orad sin cesar” (I Tes. 5, 17). Según las palabras de Isaac el Sirio: “Cuando el espíritu hace su morada en un hombre”, éste no cesa de orar, pues el Espíritu ora constantemente en él. En estado de vigilia o de sueño, la oración no se detiene jamás en su alma, ya sea que coma o beba, que esté tendido o realizando un trabajo y, aún cuando está sumergido en el sueño, el perfume de la oración respira espontáneamente en su corazón”. Como canta la Biblia: “Duermo, pero mi corazón vela” (Cant. 5,2).

A partir de ese momento, la oración del corazón comienza a tomar la forma de una “oración mística”, en el sentido más restringido del término; es lo que Teófano llama la “oración contemplativa”, o la “que sobrepasa los límites de la conciencia”. En el estado de contemplación, nos dice, “el intelecto y la visión toda entera se hacen cautivos de un objeto espiritual tan irresistible que todas las cosas exteriores son olvidadas y enteramente ausentes de la conciencia. El intelecto y la conciencia son sumergidos tan completamente en el objeto contemplado que es como si no se los poseyera más”. Teófano llama a ese estado de contemplación “oración de éxtasis” o “arrobamiento”.
Notas

  1. La oración es una realidad viviente, un encuentro personal con el Dios vivo; no puede ser encerrada en los límites de un análisis rígido. La clasificación dada aquí solo vale a título de indicación general. Los lectores atentos verán que los Padres no utilizan siempre los términos en el mismo sentido.[]